No apto para el vuelo


Las tropas aerotransportadas tuvieron su momento de gloria en la Segunda Guerra Mundial. En aquellos tiempos, la única manera de dejar caer soldados tras las líneas enemigas era dejarlos caer con paracaídas desde un avión, aunque el resultado solía ser un tanto caótico, con centenares de soldados desperdigados por todas partes. Además, no podía arrojarse material pesado con paracaídas. Por lo tanto, si uno quería llegar a un sitio en concreto tras las líneas enemigas o pretendía llevar consigo material pesado (motocicletas, jeeps, cañones o cosas por el estilo), tenía que emplear planeadores.

Los primeros asaltos con planeador los llevaron a cabo los alemanes en la batalla de Francia, en 1940. Su asalto al fuerte de Eben-Emael, en el canal Alberto, Bélgica, fue un prodigio de osadía. Los planeadores alemanes aterrizaron, casi literalmente, en el techo del fuerte. La lección fue aprendida y pronto todos los países beligerantes comenzaron a preparar sus propias fuerzas aerotransportadas, y sus propios planeadores.

La relación entre los paracaidistas y los planeadores es difícil de explicar, pero no es buena. En el ejército de los EE.UU., los soldados que saltaban en paracaídas recibían una paga mayor que los que saltaban en planeador, porque se consideraba más peligrosa una cosa que la otra. Sin embargo, pregunten a cualquier paracaidista si se siente a gusto en un planeador sobre territorio enemigo, y le dirá que no. Era fácil que los pasajeros de un planeador acabaran mareados y el peligro de partirse la crisma en un mal aterrizaje no era pequeño, por no hablar de caer derribado por la artillería antiaérea. En tal caso, no había paracaídas para nadie.

Un Horsa en pleno vuelo.

Cuando comenzó a prepararse la invasión y a organizarse una fuerza aerotransportada seria, hubo que pensar en planeadores de combate. El primer planeador de los aliados, el Hotspur, solo admitía ocho pasajeros. Iban a necesitar algo más grande. Entonces se presentó en sociedad el Airspeed AS.51, más conocido como Horsa, en honor de un rey vikingo que no sé qué hizo en Inglaterra, pero nada bueno, seguro.

Observen el diseño modular del Horsa. 
Un prodigio de la ingeniería.

El Horsa se diseñó para veinticinco plazas, con todo el equipaje. También podía transportar un jeep o un cañón contracarro de 57 mm. Estaba todo construido de madera, en tres secciones que se atornillaban entre sí. Disponía de un tren de aterrizaje tipo trípode y era capaz de aterrizar en pistas muy cortas, gracias a sus flaps y a un freno paracaídas. La cola se separaba del cuerpo con facilidad, permitiendo salir a toda prisa del aparato, y la carlinga también podía levantarse, para facilitar la carga o descarga. 

Remolcado por un bombardero, rumbo a la Europa continental.

Se construyeron más de 3.600, aunque no se conoce la cifra exacta, y participaron en las principales operaciones aerotransportadas, sirviendo tanto a los americanos como a los británicos. Estuvieron en Sicilia, el Día D, la operación Market-Garden o el cruce del Rin. Aunque, en teoría, uno podía recuperar el planeador y volverlo a utilizar, eso sucedía muy rara vez, si es que sucedía alguna. Durante la guerra, transportaron a miles de soldados aliados y toda clase de material.

No sobrevive ningún Horsa original. Si acaso partes del fuselaje en un museo u otro. Sin embargo, gracias a los planos originales, conservados todos ellos, pudo construirse un Horsa idéntico a los que se emplearon el Día D. La intención era emplearlo en la película The Longest Day (1962) y filmarlo en pleno vuelo, cruzando el Canal de la Mancha. No pudo ser. Las autoridades británicas, después de examinar el planeador, lo declararon no apto para el vuelo. Hoy se exhibe en Francia, al lado del puente Pegasus, en el museo de Ranville, Normandía. Otras reproducciones (en total, unas nueve), empleadas en otras películas, se exhiben aquí y allá, en los EE.UU. y en Europa. Pero ninguna es apta para el vuelo, según la ley, pese a ser reproducciones exactas de las originales.

Los valientes pasajeros de un planeador británico.

Ahora que venga un paracaidista a decirnos que los pasajeros de los planeadores no corrían tantos riesgos. No aptas para el vuelo...

1 comentario:

  1. Verdaderamente curioso.
    No tenía ni idea de que unos cobraban más que otros por el peligro supuesto.
    Salut

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