Alucinante



Tengo que confesarles que ya llevo dos intentos de escribir una novela de humor basada en la Cataluña contemporánea... y dos sonoros fracasos. Hagan lo que hagan mis personajes, por muy imbécil que sea, por muy absurdo que pueda parecer, queda en nada cuando, al día siguiente, me enfrento con los periódicos y las noticias del día. 

Hasta tal punto me superan los acontecimientos que he abandonado la idea, dándola por imposible. Si me limitara a describir apenas una parte de lo vivido estos días o durante los últimos cinco años, el disparate sería tan mayúsculo que ningún editor se atrevería a publicarme y los lectores profesionales argumentarían una falta de verosimilitud absoluta. Con razón, además, porque yo mismo no podría dar carta de crédito a tanta barbaridad y tan seguida.

Si no fuera por el daño que ha hecho, hace y seguirá haciendo a mi gente y a mi país, es para morir desternillado de risa o asfixiado de pasmo. Es alucinante. Más todavía si consideramos al público, que baila al ritmo que le marcan desde el disparate nacional, lo que me resulta todavía más alucinante. ¿Toda esa gente no se da cuenta...? No, no se da cuenta. Ay.

Ya no corresponde preguntar si este señor, o esa señora, bebe o fuma, sino dónde compra esa sustancia que toma, porque ha de ser la pera. Porque sí, porque visto lo visto ha de ser la pera, la pera limonera, y cabe investigar si no será algo que le echen al agua del grifo. En serio, no atisbo otra explicación.

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