Turismo, cultura, deporte e idiotas


El origen del éxito de San Sebastián, los baños de mar.

En San Sebastián, Donostia para los amigos, viven del turismo. Es así desde tiempos inmemoriales; es decir, desde hace poco más de un siglo, desde que la gente bien de toda España iba a esta bella ciudad a tomar los baños, eso que ahora decimos ir a la playa. Era un turismo de categoría y eso explica que una parte de la ciudad tenga un aire parisino similar, por ejemplo, al de una parte de la ciudad de Barcelona, porque uno imita lo que le gustaría ser, siempre ha sido así.


Si antes viajaban los que podían, ahora es turista uno cualquiera. ¡Todos somos turistas! Entre el automóvil, los billetes de avión y los hoteles por internet, una mejora de la economía y un largo etcétera, ser turista ya no es un lujo, sino una costumbre extendida. Ciudades como San Sebastián o Barcelona son redescubiertas no ya por esos antiguos caballeros con bigote y damas con sombrilla, sino por mucha gente que quiere, por ejemplo, contemplar la mona de Pascua más grande del mundo (la Sagrada Familia) o comerse unos pinchitos como Dios manda (en el Barrio Viejo de San Sebastián). 

El resultado era previsible: la Sagrada Familia es la meca del espectáculo kitsch y los pinchitos ya no son lo que eran, además de una subida general de precios (de bares y restaurantes, de alquileres, etc.), el inconveniente de la mucha gente en verano y una deshumanización de algunas zonas de la ciudad, que se convierten en una especie de Disneylandia y dejan de ser un barrio de vecinos. Se quiera o no se quiera, el turismo se convierte en la principal fuente de riqueza generada por la ciudad (más de un 13% en Donostia y más de un 16% en Barcelona), o casi, pero también en un problema. (En algunos casos, en un serio problema.)

Gran parte de ese problema tiene su raíz en las políticas seguidas por las administraciones públicas implicadas que, en esencia, no han seguido ninguna política y se echan las culpas las unas a las otras. Fuera de promocionar el turismo, no han previsto lo que podría suceder una vez vinieran los turistas y gran parte de los inconvenientes que genera el turismo tienen que ver con una falta de regulación o previsión de las autoridades. Con el caso de Mallorca bien visible y conocido desde hace muchos años, asombra que nadie haya aprendido nada. Mientras éstas, las autoridades, se encuentran más perdidas que un paraguas, sin saber qué hacer, surge una cosa que ahora llaman turismofobia, que en algunos casos extremos se confunde fácilmente con la fobia a quien no es como yo quiero que sea.

Todos los turistas son unos bastardos, menos yo cuando marcho de vacaciones.

Entre estos últimos grupos está uno llamado Bildu, que fuera antes representante del terrorismo etarra en las cosas de la política y que ha probado suficiente y sobradamente a lo largo de toda su trayectoria su asco fanático por la diferencia de sentimiento u opinión. A esta organización le va la turismofobia (la mala, quiero decir) como al pie un zapato viejo. Porque ¿quién es el turista? ¿No es acaso un tipo de fuera que viene a cambiar nuestra manera de ser? ¡Malditos extranjeros...! ¡Maldito cosmopolitismo...! Así que se han sumado a la idea de otros grupos turismofóbicos (a la CUP barcelonesa, quiero decir, por poner un ejemplo) y han iniciado una campaña de pintadas, amenazas y amedrentramientos contra el turismo, por marcarse méritos. Es la costumbre y lo que les va, aunque no sea civilizado.

Pero la política obliga a proponer medidas políticas y Bildu se ha visto forzada a proponerlas. ¿Cuál ha sido su genial idea? En un folleto del grupo municipal de Bildu en San Sebastián, una especie de diario de ocho páginas que han repartido por docenas, propone una solución que, además, señala muy claramente qué modelo de país tienen en la cabeza.

Para acabar con el turismo, dicen, hay que reducir drásticamente las actividades culturales y deportivas que se llevan a cabo en la ciudad en los meses de verano. Así, con un par. Hay que dejar de subvencionar el Festival de Cine de San Sebastián, su festival de jazz, las reuniones internacionales de niños deportistas... Hay que acabar con la cultura y el deporte subvencionado, así, sin discriminar en absoluto. Dicen que sólo en verano, pero la retirada de subvenciones propuesta va más allá y apunta a una ciudad yerma de propuestas lúdicas, culturales o deportivas importantes durante todo el año. Sólo valdrá el vino y el fútbol. ¿La cultura? ¡Que le den a la cultura! ¡La cultura sólo trae problemas!

Los responsables de esta propuesta sostienen que los turistas, que acuden a la ciudad principalmente por su rica oferta cultural, perdidos los alicientes, perderán el interés y ya no vendrán. Lógico. Serán los donostiarras los que disfrutarán entonces de la ciudad y de su oferta cultural... Calla, que ya no habrá oferta cultural. Vaya, no había pensado en ello. Pero vino sí que habrá, ¿no? Y fútbol. ¡Bah! Entonces, ¿de qué se podrán quejar?

Lo que quizá no hayan pensado tan geniales estrategas es que el turista que acudirá entonces a San Sebastián ya no estará, efectivamente, interesado en la cultura, sino en el vino, como he insinuado, y que hacer de la ciudad un lugar más inculto lo único que conseguirá es, como es evidente, el incremento del turismo de borrachera y la extensión de la estulticia, por no hablar de cómo se verán las calles un domingo por la mañana. 

La desesperación del sabio es que la inteligencia es limitada, pero la tontería, infinita. Qué gran verdad.


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