Wolfgang (Extraordinari)



Venga, de entrada, una reflexión, que es personal y no pretende sentar cátedra. Cuando oigo hablar de literatura juvenil frunzo el ceño y disparo todas las alarmas. Porque lo que yo experimenté como literatura juvenil nada tiene que ver con lo que ahora llaman literatura juvenil. 

Un adolescente es (tendría que ser) un lector perfectamente capaz de enfrentarse con la mayor parte de la literatura adulta (póngase cursiva), aunque preferirá, como es natural, leer Dumas antes que vérselas con Proust, o visitar Londres de la mano de Arthur Conan Doyle a tener que pasearse por Dublín siguiendo las indicaciones de Joyce. Bueno, yo también, no puedo censurárselo. Eso es, en parte, porque todavía se está educando el gusto y el placer de la lectura y, en parte, porque el adolescente busca en los libros unas cosas y la persona adulta, otras.

Se disparan las alarmas y los recelos ante un género por el que las editoriales se dan de bofetadas, que bautizan (cómo no) en inglés. Así hablan de crossover, de young adults (¡menudo eufemismo!), etc., para no llamar a las cosas por su nombre, que es la de publicar libros facilones e insulsos que estropean el gusto de los lectores que se están formando y que, al mismo tiempo, pueden satisfacer a tantísimos adultos que nunca han llegado a formarlo del todo y que leen (o eso dicen) una novela de uvas a peras. Sobran los ejemplos y entre ellos se dan algunos grandes éxitos de ventas.


Por eso, cuando Laia me dijo que había publicado una novela juvenil, saltaron las bocinas de alerta. Ay, perdón... Laia es Laia Aguilar, la autora de Wolfgang (Extraordinari), una novela en catalán que ha publicado Columna, que se ha llevado el premio Carlemany 2016 (de fomento de la lectura) y que ya va por dos o tres reimpresiones. Brava! Llamarla por su nombre ha sido una falta motivada por el hecho de conocerla gracias a la casualidad y a unos cursos del Ateneo de Barcelona. Perdón.

Wolfgang es un niño de once años que actúa de narrador protagonista. Wolfgang es extraordinario: tiene un coeficiente intelectual de 152. Pero también tiene problemas, lo que se dice problemas, porque el chaval es un genio en unas cosas, pero un desastre en otras, porque es deficiente en la gestión de las emociones, la empatía o las relaciones sociales, y eso le pasa factura cuando ha de lidiar con una tragedia terrible que... que no explicaré, porque es la clave del desenlace de esta novela. El relato comienza cuando Wolfgang pierde a su madre y tiene que irse a vivir con su padre, del que hasta ese momento no tenía noticia. Wolfgang no tarda en querer escapar de una realidad que no le gusta nada y sueña con ser alumno de una prestigiosa academia de música en París, porque Wolfgang (¿no lo he dicho?) es un niño prodigio tan pronto acaricia las teclas de un piano. Y hasta aquí puedo leer, que suele decirse.

Tengo que decirlo: si uno se ha leído El curioso incidente del perro a medianoche, no podrá evitar, tarde o temprano, compararlo con Wolfgang (Extraordinari). En parte, porque emplea una técnica narrativa parecida (con un narrador protagonista en primera persona); en parte, también, por las semejanzas entre los protagonistas. Pero el relato de Haddon va por un lado y el de Aguilar, por otro. 

La autora ha trabajado como guionista de series de televisión y da clases de narrativa en el Ateneo de Barcelona, y eso se nota. Porque su novela es ágil, busca el ritmo, tira de la curiosidad y el interés, dosifica la información para mantener la intriga, emplea un lenguaje al alcance de cualquier lector y adorna el relato con pinceladas de humor y (ahí sale la televisión) con toques melodramáticos, que no censuro, porque, en este caso, son como esa pizca de sal que convierte en sabroso un plato. A ver, no será una obra profundamente literaria, de ésas de enjundia y tesis doctorales, que luego nadie lee, pero comprendo por qué se ha llevado el premio Carlemany. El premio lo conceden los votos de lectores entre catorce y dieciséis años y éstos han encontrado en la obra de Laia Aguilar un relato honesto, que no los toma por tontos, sino que pretende emocionar y entretener al lector, a cualquier lector, y ya está.

El caso es que también cuenta a su favor que Wolfgang (Extraordinari) es una lectura para todos los públicos. Es decir, es tan válida para una persona adulta como para alguien que todavía no lo es; puede leerla un lector ocasional y disfrutarla y puede leerla un lector bragado en mil novelas y pasar un rato agradable. La experiencia será diferente, claro, pero todos darán su aprobación. Ahora saldrá algún tonto diciendo entonces que es una crossover y yo le diré que no, que es, simplemente, una obra bien escrita, merluzo. Si quieres que la gente lea más, publica mejores novelas, añadiré, dejándome ir. De nuevo, perdonen ustedes.

Felicidades, Laia.

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