El caso del nomenclátor de las calles de Sabadell


Una reflexión en abstracto. En mi país, en vez de numerar las calles con letras y números, las bautizamos, y me parece muy bien. Así hacemos honor a personajes famosos de la historia, a prohombres singulares, a pueblos, ciudades, santos, conceptos abstractos o lo que sea. Tenemos, por ejemplo en Barcelona, calles o plazas que se llaman Diagonal (porque cruza la ciudad en diagonal, claro), Diamante (carbono cristalizado), San Juan (el evangelista), Marx (Karl, no Groucho), Nápoles (una ciudad de Italia), Gaudí (víctima del tranvía), Verdi (compositor)... Leer el nomenclátor de las calles de una gran ciudad es un ejercicio muy interesante y una buena excusa para repasar la historia de la ciudad.

Ahora imaginen que el gobierno de la ciudad considera que ciertos nombres, por representar unas ideas que no son las de su ideología, han de ser suprimidos de las calles. Imaginen que se inicia una campaña que purga los nombres que no me gustan, porque no piensan como yo, tal cual. Aquí, en mi ciudad, sólo se ponen los nombres que yo quiera. Es decir, imagínense que gobernase cierta derecha y dijera que la plaza de Karl Marx tiene que desaparecer porque Marx era (naturalmente) marxista y propusiera llamarla... ¡qué sé yo! Plaza de Madison Grant, que creó el concepto de raza nórdica (y superior, por añadidura). ¿Qué dirían ustedes?

Otra cosa es que en el año en que estamos todavía haya calles dedicadas al Caudillo, al Generalísimo, a José Antonio (el de ¡Presente!), al Movimiento, la Cruzada... En fin, que todavía haya monumentos y dedicatorias a la tiranía del franquismo en nuestras calles. O que algunos monumentos sigan en pie si estar (como se dice ahora) contextualizados. Eso es un escándalo, porque no hace años ni nada que murió Franco. 

El Ayuntamiento de Sabadell (en el que gobiernan ahora ERC, ICV, la CUP, Podemos y alguien más en compleja coalición) encargó un estudio del nomenclátor de sus calles para descubrir si algunas de ellas estaban dedicadas al franquismo, y poner remedio al asunto, con la Ley de Memoria Histórica en la mano. Hasta el momento, bien. Pero anda que no han tardado.

La concejal de Cultura, Montserrat Chacón (que, como es de ERC, escribe Chacon), encargó un informe a un historiador llamado Josep Abad, que cobró 600 euros por él. El tal señor Abad es miembro de la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña) y otras organizaciones afines y su informe la lio parda, y no hay para menos. De entrada, vistos los papeles que entregó, 600 euros me parecen muchos.

El tipo es un fanático, con todas las letras, y llegada la ocasión lo demuestra, denostando, despreciando, considerando repugnante, execrable, a cualquiera que no esté de acuerdo con su ideología nacional. Quienes lo contrataron sabían con quien trataban, añado, y supongo que lo contrataron por afinidad ideológica, porque su trabajo como historiador... Más bien parece un trabajo de un ideólogo del KKK, que en vez de negros ve españoles por todas partes. Es, me parece, una comparación que viene al pelo, acertadísima, aunque reconozco que hace daño en el oído.

La calle Machado esquina con el pasaje Mozart, en Sabadell.
A Machado quieren echarlo por españolista y anticatalán, pero de Mozart, puntal de la cultura imperialista austrohúngara, nadie dice nada. Qué raro.

La propuesta del señor Abad ha saltado a las páginas de los periódicos porque es, toda ella, una barbaridad de arriba abajo. Saltó la liebre al considerar que Antonio Machado era indigno (tal cual) de figurar en el callejero sabadellense, por españolista. Con dos cojones. Muerto y enterrado en el exilio, por su republicanismo y su enfrentamiento al fascismo; poeta excelente y sobresaliente... Pero como ensalzaba los Campos de Castilla no era lo suficientemente catalán. ¡Fuera! 

Si esto no es racismo, fascismo, supremacismo o como quieran llamarlo, ¿qué es? No vale decir gilipollismo: se da por supuesto en todos los casos.

Pero en la situación de Machado están otros grandísimos autores: Larra, Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina... No se libran los políticos. Dolores Ibarruri, la Pasionaria, no es santa de mi devoción, precisamente, pero es expulsada del nomenclátor junto a Rafael del Riego, el del Himno de Riego, liberal, porque no son de la cuerda del señor Abad y los suyos, porque son enemigos. ¡Enemigos...! Podrían ser judíos, ya puestos. No se libran Agustina de Aragón, la batalla de Bailén, el Dos de Mayo, la Virgen de la Paloma y un largo etcétera de nombres inapropiados.

El señor Abad pretende (traduzco) deshacerse de las últimas rémoras de un nomenclátor que era una herramienta de propaganda franquista y castellanista-españolista (tanto a nivel de personajes, como a nivel histórico, geográfico y cultural) y lo que consigue es apropiarse del franquismo y ponerlo en práctica, con otra bandera, claro está.

Es en lo que estamos, y a ver cuándo nos damos cuenta.

2 comentarios:

  1. No es un caso, era sólo un informe al que no llego a hacérsele caso al no a aplicar sus recomendaciones, o sea que llega usted tarde al caso. Para que se de un caso tiene que haber una causa efecto, que no es el caso. Dicho esto, el historiador de la ANC, es un estúpido revisionista reaccionario, aunque esta es otra cuestión, y estos tipos son los que dan miedo, y hacen buena su frase:
    Es en lo que estamos, y a ver cuándo nos damos cuenta.

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    1. El caso es que no hay caso porque no pudieron hacerle caso al publicarse el caso y liarse parda. Pero, gracias, porque al menos alguien me hace caso cuando estoy al caso. ;)

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