La Grande Bellezza



No la había visto cuando la estrenaron, ni cuando le dieron el Oscar, ni después. Tenía el DVD, esperando la ocasión propicia y ésta no llegaba nunca, porque el día a día nos supera con sus tonterías. Hasta que, ayer mismo, descubrí que pasaban La Grande Bellezza por televisión y me dije que hasta ahí podíamos llegar. Ahora o nunca. Puse el DVD, seleccioné la versión original, me instalé para verla con todo detalle y no aparte la vista de la pantalla de principio a final. Quedé apabullado por las imágenes y me dejé llevar por la película, hasta el fundido en negro final, que sucede después de navegar bajo los puentes del Tíber mientras aparecen los títulos de crédito. Bravo! Bravissimo!

El fondo de la película es duro, un mensaje de melancolía y frustración, de anhelos imposibles y vidas perdidas detrás de ellos, y la forma no es convencional, pero sí que es bellísima y extremadamente cuidada. No entraré en detalles ni en argumentos, porque ahora no me importan demasiado. Sólo diré que me dejó impresionado, que es lo que a mí me importa, a fin de cuentas. Tengo muchísimas ganas de volver a Roma, ahora mismo, para ver una puesta de sol desde el Ponte Cavour, por ejemplo. Unas ganas de morirse.

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