El acorazado de hormigón


Los restos de Fort Drum, en la isla El Fraile, Filipinas.

Todavía pueden verse sus restos en la bahía de Manila, en la isla de Corregidor, Filipinas. Lo que queda del fortín todavía se alza ahí en medio, como un centinela de otros tiempos, que está ahí para vigilar que no nos olvidemos de él. Lo que antes fue un fortín impresionante es ahora poco más que una ruina llena de óxido y escombros, pero también de recuerdos e historia. Unos la conocen como isla El Fraile, que era su nombre original; otros hablan de Fort Drum; en más de una ocasión, se la menta como el acorazado de hormigón (the Concrete Battleship, en inglés). Porque, en efecto, se construyó imitando en todo a un moderno (en aquel entonces, moderno) acorazado.

Durante el mandato del primer presidente Roosevelt, William H. Taft, Secretario de Guerra (ahora diríamos de Defensa, pero entonces no estaban para eufemismos) hizo caso de la Oficina de Fortificaciones y de su olfato. Aunque acababa de firmar un acuerdo con Japón en el que éste prometía no interesarse ni entonces ni nunca en las Filipinas, su victoria sobre el Imperio Ruso en 1905 pronosticaba que ese desinterés iba a durar relativamente poco. Japón se había convertido en una gran potencia regional y tarde o temprano miraría hacia el Pacífico, con ganas de echarle el guante. 

La Oficina de Fortificaciones había recomendado fortificar los territorios que habían quedado bajo la administración de los Estados Unidos después de la Guerra de Cuba (y de las Filipinas), donde los españoles recibimos una patada en el lugar preciso donde la espalda pierde su casto nombre. Por lo tanto, se elaboraron planes para fortificar las bahías de Manila y Subic. La isla El Fraile sería fortificada como parte de esa defensa, como centro fortificado de control y activación de las minas explosivas repartidas por la bahía.

La isla El Fraile antes de ser fortificada. Un peñasco.

La isla El Fraile era poco más que un peñasco y el fortín previsto, no muy grande. Pero los ingenieros militares no tardaron en ver que con las minas no habría suficiente (años más tarde, la guerra demostró que tenían razón). Las defensas de la bahía necesitaban ser reforzadas y la isla El Fraile iba ahora para emplazamiento de artillería pesada. Los ingenieros propusieron instalar dos torretas, cada una con dos cañones de 12 pulgadas (305 mm), un estándar de la marina de guerra. Pero el Departamento de Guerra quiso los nuevos cañones de 14 pulgadas (356 mm), que iban a ser instalados en los acorazados de la clase New York, el primero de los cuáles sería comisionado en 1910. Es decir, quiso lo último y más potente de su arsenal.

Esquema del fuerte y sus instalaciones.

La construcción del fortín comenzó en abril de 1909 y la construcción llevó cinco largos años. Los ingenieros diseñaron un fortín realmente curioso y espectacular. La isla desapareció bajo toneladas de hormigón y planchas de acero blindado. Nació una isla artificial con forma de acorazado, un gigantesco buque de guerra inmóvil, puro cemento, dispuesto a plantar cara a quien quisiera meter las narices en la bahía sin permiso. 

Los ingenieros imitaron en todo la silueta de un acorazado: las dos torretas, la artillería secundaria, la torre-mástil de los acorazados americanos de esa época (tan característica y única), etcétera. Hasta en sus dimensiones parecía un buque de guerra: 110 metros de largo, 44 de ancho y una altura de 12 metros sobre el nivel del mar durante la marea baja. Su blindaje (vamos a llamarlo así) era impresionante: el techo del fortín tenía un grosor de más de seis metros y el de sus paredes oscilaba entre los siete y los once metros. Ningún cañón naval conocido podía atravesar tanto hormigón reforzado, además, con planchas acorazadas.

La artillería principal de Fort Drum.
Los cañones de 14 pulgadas M1909 en una torreta a medida.

Los cañones modelo M1909 de 14 pulgadas se instalaron en dos torretas hechas a medida para el blocao, que se bautizaron Marshall y Wilson. Fueron instaladas en 1916 y tenían un blindaje de 16 pulgadas (unos 40 cm de acero). La torreta inferior tenía un campo de tiro de 240º y la posterior, algo más elevada, un arco completo de 360º. Estaban controladas eléctricamente y su punto débil eran los periscopios y telémetros de puntería, que, según los informes militares que se hicieron años más tarde, estaban insuficientemente blindados. Podían lanzar sus obuses a unos 18 km de distancia, porque sus cañones sólo podían elevarse hasta los 15º.

Las instalaciones para la tropa eran superiores a la media.
Podía alojar a unos 250 hombres.

Como armamento secundario, dos torretas de dos cañones cada una, de 6 pulgadas (152 mm), a babor y estribor... perdón, en el lado norte y el lado sur, las baterías McCray y Roberts, respectivamente. Su blindaje era también considerable: casi dos metros de hormigón y una plancha de acero blindado de 15 cm. El alcance de estas piezas también estaba limitado a unos 10 km porque no podían elevarse a más de 12º. 

Años más tarde, se instalaron unos viejos cañones de 3 pulgadas (76,2 mm) M1906 para defenderse de embarcaciones ligeras, justo a tiempo para defenderse de los ataques japoneses. Fueron disparados el 13 de enero de 1942 con el hormigón todavía fresco (había sido vertido hacía apenas un día) y sin ajustar sus miras de puntería, pero lograron su objetivo y las lanchas japonesas no volvieron a acercarse a la fortificación. Fue la primera batería de artillería de los Estados Unidos en disparar contra el enemigo en la Segunda Guerra Mundial.

Fort Drum contaba además con piezas antiaéreas móviles de 3 pulgadas (76,2 mm), que se instalaban en la cubierta (sic) según fuera menester, y ametralladoras pesadas (12,7 mm, refrigeradas por aire), focos, equipos de radio, teléfono, generadores eléctricos... Podía alojar a unas 250 personas (tripulantes, podríamos decir) y disponía de víveres y municiones para aguantar lo que le echaran.

El fuerte, recién acabado.

Fue bautizado Fort Drum en honor a un héroe de la guerra entre México y los Estados Unidos y en diciembre de 1941 se vio metido de lleno en la Segunda Guerra Mundial. Ese mes, disparó algunas veces contra aviones enemigos (japoneses), sin resultado. Sólo venían de visita. Lo peor estaba por venir.

El mediodía del 29 de diciembre de 1941 Corregidor fue atacada por unos sesenta bombarderos bimotores japoneses, que venían acompañados por un número indeterminado de bombarderos en picado (al menos, nueve de ellos biplanos). Así, hasta el 6 de enero. Aunque algunas fortificaciones sufrieron de lo lindo, Fort Drum no fue atacado. Siguió un mes de calma, con la única excepción que hemos narrado antes. El 13 de enero de 1942 un buque de guerra japonés se arrimó demasiado a Fort Drum y recibió una buena bienvenida.

El 6 de febrero de 1942, Fort Drum fue atacado por la artillería japonesa durante tres horas y media (recordemos: los japoneses estaban invadiendo las Filipinas). Los obuses japoneses de 105 mm casi no hicieron daño y recibieron la respuesta de las piezas de 3 y 6 pulgadas del fuerte. En los días que siguieron, las grandes torretas de 14 pulgadas abrieron fuego un par de veces contra objetivos en tierra, causando mucho daño y conmoción.

El obús Tipo 45 japonés, de 240 mm.
Esta pieza de sitio podía arrojar proyectiles de 200 kg de peso a 11 km de distancia.

El 17 de marzo el asunto se puso serio. Lo menos seis piezas de sitio japonesas de 240 mm abrieron fuego contra Fort Drum y Fort Frank (una fortificación vecina). Aunque dañaron a una de las baterías de 6 pulgadas, no pudieron con las de 14 pulgadas, aun recibiendo varios impactos directos (!). Eso sí, todo lo que había en cubierta quedó arrasado. Sin artillería antiaérea disponible, los aviadores japoneses creyeron que había llegado su momento. Lanzaron un demoledor ataque en el que arrojaron centenares de bombas (literalmente), pero sólo acertaron dos veces (dos), sin resultados aparentes.

En los días que siguieron, las baterías de Fort Drum dispararon contra los japoneses haciendo mucho daño. En mayo, las baterías de 14 pulgadas encuadraron una concentración de infantería y provocaron tres mil bajas entre los japoneses. ¡Tres mil...! También desbarataron y destrozaron una flotilla de lanchas japonesas que se creía fuera del alcance de sus cañones. Efectivamente, estaban fuera del alcance... teórico. Día tras día, los cañones de Fort Drum decían la suya y no dejaban indiferentes.

Pero las Filipinas habían caído y el 6 de mayo de 1942 el comandante de Fort Drum recibió la orden del Alto Mando de destruir las armas del fuerte y rendirse a mediodía. En veinte minutos, todas las armas de la fortificación fueron saboteadas. Durante un año, los soldados de Fort Drum siguieron en la isla, hasta que, poco a poco, fueron repartidos por los campos de prisioneros japoneses en las Filipinas.

Todavía pueden verse los impactos en el blindaje de la batería secundaria.
Aquí se registraron los únicos heridos de la guarnición.

Dice mucho del fuerte que ningún soldado americano murió por culpa de los proyectiles enemigos. Hubo cinco heridos, cierto, pero sólo uno necesitó ser hospitalizado, y no fue herido por la metralla enemiga, sino porque se le cayó encima del pie un telémetro, que también es mala suerte. 

La fortificación había sido alcanzada por no menos de 593 proyectiles de todo tipo. De éstos, unos 100 de 105 mm, cinco bombas de aviación de 50 kg, dos de 500 kg... La mitad de esos impactos, fueron de obuses de 240 mm. Una de las torretas principales resultó abollada (cito el informe oficial) y otra, sufrió una grieta de un metro de largo y 15 cm de ancho, pero su interior no sufrió daño alguno. Fort Drum aguantó cinco meses, negando el uso de la bahía a la flota japonesa, que perdió doce buques por su culpa. ¡No está mal!

Una vez capturada por los japoneses, éstos intentaron ponerla en funcionamiento, pero el sabotaje había sido completo y tuvieron que conformarse con instalar armamento de pequeño calibre. Cuando los estadounidenses regresaron a las Filipinas, Fort Drum fue bombardeado durante días por tierra, mar y aire, hasta que el 13 de abril de 1945 desembarcó la compañía F del 151.º Regimiento de Infantería y un destacamento de ingenieros. Los japoneses, atrincherados dentro del fuerte, esperaban a verlas venir, pero los soldados americanos no pensaban entrar a por ellos. 

Los ingenieros hicieron lo que habían hecho antes con otras fortificaciones alrededor de Manila: echaron diésel y gasolina (dos partes de diésel y una de gasolina) por los conductos de ventilación y luego cargas de demolición y bombas incendiarias. En total, 11.500 litros de combustible más los explosivos. Los soldados abandonaron la isla y media hora después reventó todo. El fuego hizo detonar la munición almacenada en su interior. El fuerte estuvo ardiendo varios días. Una vez se apagó el incendio, tuvieron que esperar dos semanas a que se enfriara lo suficiente como para poder entrar a ver qué había quedado. No sobrevivió ni un japonés, no sé ni por qué lo digo.

Hoy, Fort Drum aloja un faro y es víctima de los chatarreros, que pillan todo el hierro que pueden de los restos del fortín. Los cañones de 14 pulgadas siguen todavía ahí, oxidados, desafiando al fantasma del enemigo.

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