Sexo en el metro: cambio de perspectiva


La escena no es apta para menores.

Estos días, los barceloneses andan divertidos unos y escandalizados otros porque se ha dado mucha publicidad a una grabación hecha con un teléfono en un andén de la parada de metro de Liceo. En esa grabación, varón y mujer copulan delante de todo el mundo (iba a decir delante del público) sin manías. Ella, sentada en uno de los bancos, con la espalda apoyada en la pared, las piernas dobladas en alto, y él, con los pantalones bajados, dándole en una postura tal que, de haber resbalado la suela de sus zapatos, se deja los dientes en el asiento. Al fondo se aprecia el común contemplando la escena y no se nos escapa algo muy obvio, que uno se entretuvo filmándolo todo.

Suceden cosas así todos los días, o quizá no. Transportes Metropolitanos de Barcelona dice que revisará las imágenes grabadas en la estación para sancionar a los amantes, después del ruido que ha producido el caso. Hay quien se lleva las manos a la cabeza (qué escándalo), hay quien afirma que ha sido todo un montaje, una especie de performance sexual, y hay quien lo toma a la chirigota. Sí, sí, no son pocas las risas, pero no son menos los que hacen del suceso un drama.

Los más conservadores pueden imaginárselos. La carcunda se ha puesto las botas y ha empleado la artillería contra la señora alcaldesa (como si hubiera sido ella la que pillaron en falta). En el extremo contrario, los mismos que promueven el uso de esponjas marinas para contener las hemorragias menstruales y acabar con la fauna marina cargan contra la hipocresía burguesa porque, dicen, lo que ocurrió en el andén de Liceo es lo más normal del mundo, y lo dicen con una carga de seriedad y convencimiento tal que parece que se alegren de esa transgresión. Se demuestra, una vez más, que los fanáticos, de cualquier bando, son incapaces de sonreír. Pero no sigo por aquí, porque saldría escaldado. Creo que mis lectores tendrán (o deberían tener) el criterio necesario para juzgar por sí mismos.

Por si no saben de qué hablo, un día les cuento lo de la abejita y la flor.

Sin embargo, un comentario en un programa de radio me hizo contemplar el caso desde una perspectiva completamente diferente. Según algunos testigos, contaba un periodista, la mujer que recibió al varón estaba ida, completamente borracha o bajo la influencia de algún estupefaciente. No andaría muy fino el varón, para resolver con tanta urgencia su necesidad, pero si lo dicho es cierto, si la mujer estaba ida y no respondía de sus actos, quizá no estemos ante un caso de exhibicionismo (más o menos censurable), sino que podría ser éste un caso de abusos, incluso una violación. ¡Cómo cambia todo! ¡La historia resulta otra, completamente diferente de arriba abajo!

No sé si fue así, si la mujer sabía o no sabía lo que se hacía o lo que le hacían, si hubo abuso o no lo hubo. No lo sé, insisto, pero esa posibilidad me inquieta. Imaginemos que sea cierta. Allá, delante de todo el mundo, le dieron a una mujer incapaz de defenderse y nadie pulsó el botón de emergencia del andén, nadie llamó a la policía, nadie plantó cara al abusón. Nadie. Se quedaron todos mirando. O haciendo ver que no veían. Alguno jaleó al macho. Eso sí, alguien grabó la cópula y colgaron la película en las redes sociales, porque es lo más guay. A continuación, la carcunda y los que pasan por progres dijeron muchas barbaridades y nos hemos llenado todos la boca de un blablablá insustancial y en el fondo obsceno.

Si ésta es la historia, ¿en qué mundo vivimos? Ésa es la idea que no me quito de la cabeza, pues, aunque no fuera cierta, ¿no podría haber sido posible? Con el corazón en la mano, respondan: ¿Creen que, si se hubiera tratado en verdad de un abuso, hubiera sido diferente? ¿Creen que la gente se hubiera comportado de otra manera? Yo creo que no, lo siento, me apena decirlo. 

Y eso da para una novela, ahora que pienso. ¿Alguien se anima?

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