No por ser feliz vas a vivir más (o menos)


¿Feliz o infeliz?
Desgraciado lo mismo en ambos casos.

No hace mucho, los periódicos publicaron una noticia que decía, poco más o menos, que la felicidad no alarga la vida. Tampoco la acorta. La vida dura lo que dura seas feliz o estés triste. El asunto tiene su importancia y pronto la comentaremos. El artículo original se titula Does happiness itself directly affect mortality? The prospective UK Million Women Study, y lo firman las doctoras Bette Liu y Sarah Floud y los profesores Richard Peto y Valerie Beral, ambos de la Royal Society como colaboradores del Million Women Study. Se publicó hace poco en The Lancet, que no es moco de pavo. Pueden acceder a ese artículo aquí mismo.

Una de las implicaciones de este estudio tiene que ver con las mal llamadas medicinas alternativas, porque medicina hay una, la que cura, y lo demás no es medicina ni es nada. Punto. Mil veces y alguna más se ha demostrado que los efectos de la homeopatía, el reiki o imposición de manos, la acupuntura y tantas otras timoterapias son pura y simplemente efectos placebo. Dicho de otra manera, las víctimas... digo, los pacientes, creen que están mejor después del tratamiento, se sienten mejor, pero no están realmente mejor. Hay casos en que sí, naturalmente. Un resfriado se cura solo y algunas dolencias tan pronto vienen como se van. Pero uno no se cura de una artritis porque te pinchen con unas agujitas allá donde la energía espiritual no sé qué hace, ni ganas. Si acaso, durante un tiempo indeterminado, puede sentirse mejor, pero no estar mejor. Sutil diferencia.

El efecto placebo está muy estudiado y no deja de sorprendernos. Si usted toma unas pastillas de colorines, por ejemplo, se sentirá mejor que si las toma blancas, y eso que todas ellas contienen lo mismo (azúcar), que no hace nada. El efecto placebo se induce en los animales y en los bebés y se da en cualquier sexo, edad o condición del ser humano. Pero los científicos están cada vez más convencidos de una cosa: curar, no cura. Una cosa es sentirse mejor y otra, estar mejor. 

Esta incapacidad de curación del efecto placebo supone un jarro de agua fría para las pseudomedicinas alternativas, chachis y guayes. Porque son puro placebo, y si el placebo cura, argumentaban... Pues, no, parece que no cura. 

No se rindieron y se abrazaron a la felicidad que proporcionan las agujitas, las imposiciones de manos y las diluciones 200C. Las pseudomedicinas alternativas consiguen que el paciente se sienta más feliz y más feliz se siente, más sano está o se conserva, dicen. Porque numerosos estudios señalaban que la gente feliz vive más y mejor. Es verdad. Eso decían. Por lo tanto, ¿qué tiene de malo engañar a un tipo imponiéndole las manos y cobrándole cincuenta euros por sesión si así se siente más feliz? Ser feliz es sano.

Pues... Pues va a ser que no.

En primer lugar, hay un problema de causa y efecto. ¿Eres más sano porque eres feliz o eres feliz porque estás sano? La buena salud es un punto a favor de la felicidad. Los sanos suelen ser (o estar o sentirse) más felices que los enfermos. Los enfermos se duelen, se quejan, tienen miedo, no pueden hacer determinadas cosas... Los sanos, en cambio, viven la mar de bien. Los enfermos se mueren de envidia y los sanos se felicitan de la suerte que tienen.

Otra manera de plantearlo: ¿La gente feliz enferma? Sí. ¿Enferma más o menos que la gente infeliz? Eso está por ver. O estaba por ver. Hoy todo parece indicar que feliz o infeliz, uno enferma lo mismo y se muere igual.

¿Creen que por ser más o menos feliz no se la va a pegar lo mismo?

El estudio que he mencionado antes es el último y el más contundente. En primer lugar, porque se basa en el Million Women Study. Esto es, ni más ni menos, que el seguimiento detallado del estado de salud de un millón trescientas mil mujeres británicas, una más o una menos, seleccionadas entre 1996 y 2001, cuyos datos llenan hojas y hojas de datos de toda clase hasta el 1 de enero de 2012. Una burrada de datos, con un detalle y unos márgenes de error antes nunca vistos. 

En el caso de la relación entre felicidad y salud, se controlaron 719.671 mujeres entre los 55 y los 63 años (edad media, 59 años). El 39% dijo ser feliz casi todo el tiempo; un 44% normalmente feliz y sólo un 17% se declaró infeliz. Murieron 31.531 mujeres en los diez años de seguimiento de la muestra. Ahí comienza el estudio.

Se estudiaron parámetros médicos de todo tipo: hipertensión, diabetes, asma, artritis, ansiedad y depresión fueron evaluados; también factores como la renta, la clase social, el hábito de beber o fumar o el sobrepeso; hacer ejercicio, vivir en pareja, participar en actividades sociales... también fueron factores considerados. Pero las mujeres felices e infelices se morían de lo mismo y en la misma proporción tanto de infarto como de cáncer y es más, sufrían en idéntica proporción ataques de ansiedad o histeria. 

Te va a caer lo mismo encima alegre que triste.

Las mujeres infelices se consideraban a sí mismas más enfermas que las mujeres felices, pero su salud era tan buena (o mala) como la salud de las mujeres felices. Las diferencias estadísticas entre mujeres felices o infelices salieron indistinguibles del ruido estadístico, que era muy pequeño (debido al tamaño de la muestra). Véase aquí, por ejemplo. La conclusión es evidente e inevitable: ser más o menos feliz no te alarga la vida. Tampoco la acorta. No estarás más o menos enfermo por ser más o menos feliz. Lo feliz que te sientas no tiene ninguna influencia sobre tu estado de salud ni tu esperanza de vida.

Es más fácil que te dé un ataque al corazón si fumas que si estás triste todo el día. Es más fácil palmarla si eres pobre que si eres rico, aunque des saltos de alegría. Peor te irá si vives solo, eres gordo y sufres de diabetes e hipertensión. Pero si encima estás triste... ¡Alegra esa cara, joder!

Ahí está lo importante. Procura ser feliz. Te morirás lo mismo y de lo mismo, pero te lo pasarás mejor. Y la vida está para vivirla. 

Puestos a elegir, disfruta del viaje. 
El castañazo será el mismo, pero que te quiten lo bailao.

P.S.: Los autores del estudio tienen sus reservas sobre la relación entre felicidad y enfermedades psicológicas, porque, por poner un ejemplo, la depresión se asocia claramente con la infelicidad, que pasa a ser un síntoma, no un estado, y surgen problemas en las relaciones de causa-efecto. Pero descubren que las personas felices e infelices caen en proporciones similares (prácticamente idénticas) en estados de ansiedad, sean causados por un entorno laboral o familiar, o por un problema físico. Éste es el paso siguiente del estudio, que merece más atención y así está el asunto, tal cual.

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