Llegaron las nubes



Quien se haya quedado en Barcelona este agosto, habrá valorado el abandono de la ciudad y la invasión de guiris, que son gentes que han abandonado otras ciudades para pasar un rato en ésta y luego volver, después de haber explorado a fondo nuestra cultura patria, asentada en tres puntales inamovibles: sol, playa y sangría. Ahora, que el otoño llama a las puertas y ya asoma las narices, vuelve la ciudad ruidosa y ajeteadra de siempre. También, la lluvia. Muchos guiris permanecen, persistentes.

En los periódicos y la televisión todo vuelve a ser lo mismo. ¡Qué poco ha durado la feliz pausa de las vacaciones! Los líderes patrios y los tertulianos en nómina regresan con el rostro bronceado en las calas más selectas y los pastos de montaña más caros, donde han hecho el besugo y la cabra, ahora en privado. Son unas vacaciones que no se explican, si es cierto que ahora mismo nos espera una cita con la historia. ¡No parecen tomársela muy en serio! No imagino a Lenin yéndose de vacaciones a Crimea justo antes de la Revolución de Octubre, por citar a uno cualquiera. 

Ese tono más oscuro en la piel es la única diferencia, que todo sigue como lo habían dejado, enquistado y ensimismado. Los que nos hemos quedado cuidando la ciudad, no fuera a escaparse, lucimos un blanco nuclear. Afuera, el mundo sigue dando vueltas y no importa.

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