Dejadlos que hablen


La vicepresidenta, al teléfono. Qué chachi.

Esta mañana, he pillado una entrevista en la radio. Preguntaban cosas a la vicepresidenta del gobierno, doña Soraya Sáenz de Santamaría, y ella respondía... lo mismo, una y otra vez. Además, hablando lentamente, poquito a poco, como si hablase a niños pequeños, con un registro didáctico, que dirían ahora. Para que se entienda lo que viene a decir, un par de frases, siempre las mismas, repetidas lenta y machaconamente. El entrevistador ve cómo se le escapa el tiempo, con respuestas tan largas e insulsas, y la entrevistada dice lo que ha ido a decir y eso de responder a las preguntas no va con ella. El resultado es irritante y cuando he apagado la radio sentía dentro de mí una íntima desafección (véase el diccionario, por favor) por esa señora, y sé que eso no es bueno.

La penetrante mirada del socio del señor Mas.

Produce el mismo efecto y emplea la misma táctica el caballero Junqueras, que es líder de ERC y habla lo mismo, machaconamente, lentamente, tratándonos como a niños, con mensajes simplones y repetitivos, como si fuéramos tan tontos que no pudiéramos comprender un razonamiento inteligente y respondiendo lo que ha ido a decir, sin importarle para nada lo que el periodista le ha preguntado. Si cambiáramos las voces, indistinguibles. Por supuesto, me irrita también, lo mismo. Sin necesidad de acudir al argumentario (en ambos casos simple, falso y elemental), sin discutir el razonamiento, una manera de hablar que exaspera.

Pero siguen empleando esta manera infantil y gilipollas de tratar al público. ¡Y no son los únicos! Señal de que funciona y no sé qué me da más miedo, que esta gente nos mande o que nos dejemos mandar por ellos.

Magnífico recordatorio


Un artículo de Víctor Saura que nos recuerda cinco momentos clave en la carrera política de Artur Mas. Brillante de la cabeza a los pies, un recomendable ejercicio de memoria.


Hipotecas de juguete


Residencia de la familia Playmobil en Malibú.
Delante de la casa, el señor y la señora Playmobil.

Qué cosas inventan. Una empresa inmobiliaria norteamericana apareció en los periódicos por haber valorado una de las casas de la familia Playmobil. 

El tren de vida de los Playmobil ha sido portada en diversas publicaciones.

El cálculo ha pillado a contrapié a la familia Playmobil, que estaba renegociando la hipoteca. Papá Click Playmobil discutía sobre las cuotas de la hipoteca con mamá Clicka Playmobil, llevándose las manos a la cabeza. ¡No me dijeron que subía a tanto!, exclamaban ahora uno, ahora el otro.

Al parecer, el señor Playmobil fundó su fortuna en la política.
Aquí le vemos cobrando una comisión del 3%.

La casa no está mal y el señor don Click Playmobil podría haber sabido dónde se estaba metiendo. Pero él, inconsciente, dijo que sí a todo. Su pequeña mansión consta de tres habitaciones, dos baños, piscina, una cocina de primera y una habitación de matrimonio de ésas que quitan el hipo. 

La ficha de Trulia sobre la casa Playmobil.

Los de Trulia, especialistas en el mercado inmobiliario, han valorado la propiedad en seis millones de dólares, de estar en Malibú. Son quinientos metros cuadrados, argumentan, mientras al señor Playmobil se le ponen los plásticos de punta. En Miami, dicen los de Trulia, pasaría por más de un millón y medio de dólares, pero en Malibú... 

El fontanero.
Según la revista ¡Aquí te pillo!, la reciente crisis del matrimonio Playmobil ha tenido mucho que ver con las cañerías y los desatascadores, no sé si me explico. ¡Sólo faltaba la hipoteca...!

Su vecina, Barbie, una mala pieza, se ríe de las desgracias de la familia Playmobil. Ella tuvo a bien casarse con Ken, un tipo con más dinero que seso, un guaperas tontorrón que hizo mucho dinero y que Barbie cazó al vuelo, así que le puso la mano encima. 

La señora Barbie y el ya difunto señor Ken.
Vecinos en Malibú.

Barbie hizo tasar su casa hace un par de años y le dijeron que valía 25 millones de dólares. La parcela del cementerio donde yace Ken, envenenado con purpurina (accidentalmente, por supuesto) no ha sido tasada todavía.

La casa Barbie, en Malibú, tasada en 25 millones de dólares.


Mr. Holmes (la película)



Cuando sale Sherlock Holmes, ahí me tienen. Es un personaje magnífico, uno de mis héroes literarios. 

Ya hablé hace unos meses de Mr. Holmes, el libro. En:

El título original se tradujo como Un sencillo truco mental, pero Mr. Holmes le queda bien y no está mal tanto para un libro como para una película.

En cuanto a la película, una advertencia. En el libro hay tres tramas principales y una de ellas, en el Japón. Esa trama (con momentos especialmente interesantes) casi desaparece en la película, aunque proporciona una o dos escenas dignas de verse. El final (que no diré) es diferente. La novela acaba de una manera y la película, de otra. Por lo demás, aunque haya dicho lo que he dicho, la adaptación es notable y la película, excelente. Y la principal razón de su excelencia es el trabajo de los actores. El que interpreta a Sherlock Holmes, Ian McKellen, se supera a sí mismo y nos ofrece un Holmes que no dudo en calificar como brillante.

Los críticos critican (que para eso están) el acaramelamiento de la película, que deja a un lado la crueldad y la desolación de la novela. De acuerdo, con algunas reservas, porque añadiría que capta la atmósfera descrita por el autor (literario) en gran parte del metraje. Al autor también se le criticó por sentimental (no discutiré ahora si con razón o sin ella), aunque no de acaramelamiento. Sin entrar en detalles ni desvelar sorpresas, ese acaramelamiento es debido, principalmente, al final, a los últimos minutos de metraje. El resto, impecable.

Eso sí: Todos los críticos, sin excepción, coinciden en aplaudir el trabajo de McKellen, que gracias a esta película de argumento no canónico (es decir, no basado en una obra de Arthur Conan Doyle) pasará al Olimpo de los mejores Sherlock Holmes en una pantalla grande. Que no son pocos, pero sí selectos. Bravo, señor McKellen.

Yo recomiendo verla. Si es usted sherlockholmesiano, como yo, sin falta.

Inside Out (Del revés)



Lo ha dicho tanta gente y tantas veces que no sé si repetirlo: la irrupción de Pixar en el panorama del cine (si prefieren, del cine de animación) fue como una bocanada de aire fresco. La calidad de sus películas no es sólo técnica, sino debida a guiones impecables, que nos han dado lecciones de cine de primera categoria. Algunas escenas de Toy Story (cualquiera de sus tres partes), la poesía que se amaga en Wall-e o los primeros minutos de Up! son simplemente obras maestras.

Inside Out es su última película. Un conocido fue a verla con sus niños y no quiso decirme qué le había parecido, porque los pequeños se habían aburrido en el cine. Porque eran demasiado pequeños y la película, pese a todas las apariencias, es una película adulta, porque gira alrededor de la pérdida de la infancia. Así, tal cual. Si tiene niños pequeños y los lleva al cine a verla, no la entenderán y conozco adultos que serían incapaces de comprenderla. ¡Quién ha dicho que una película de dibujos animados es sólo para niños...! 

Pero ¡cuidado! Es una gran película. Bajo un escenario de comedia se muestra un drama cotidiano, que todos hemos vivido y viviremos, y el trabajo de los guionistas de Pixar es otra vez magnífico. En serio, aparte de los premios a su exquisita perfección técnica, esos guionistas tendrían que llevarse premios a casa por dotar de gran profundidad a escenas aparentemente simples. Como diría un profesor de literatura, no enuncian, sino que muestran, y lo hacen continuamente.

En todo caso, a mí me gustó. A ustedes puede que les guste, puede que no, pero yo les recomiendo verla. Y déjense llevar.

El ojo que todo lo ve


El vigilante, al acecho.
Apunte gráfico, in situ.

Paseando por Sitges, regresé al Racó de la Calma, un lugar que ha padecido las obras (horrorosas) durante años y que ha regresado a una aparente normalidad, recién pintado.

En éstas, buscando las novedades (que afectan especialmente a la casa Rocamora) descubro en las paredes un artefacto que pasa por cámara de seguridad.

No parece que vigile demasiado, me digo. Ahí está, con el objetivo apuntando a ninguna parte.

Entonces pasa por la calle una señorita en edad de merecer y con un cuerpo de ésos que quitan el hipo, una diosa de la cabeza a los pies, un monumento artístico, una belleza sin par, una tía bonísima, para qué disimular. 

Un zumbido llama mi atención. La cámara de vigilancia ¡se mueve! Apunta al objetivo, lo sigue con detenimiento, sin dejar de fijarse en él. Ajusta el zoom, enfoca el escote, repasa las piernas, explora el final de la espalda, sigue a la mujer hasta que desaparece de la vista y entonces, con un zumbido menos urgente, apagado, vuelve a su posición inicial, esperando a verlas pasar.

Pues, sí, sí, hay alguien al otro lado. ¡Qué bien se lo está pasando!

Se desataron los infiernos







Todos los apuntes gráficos, in situ, por el autor.

Una cuestión de calzado


A la izquierda, una bailarina levantándose las faldas para mostrar su calzado.
A la derecha, un músico armado con chirimías y calzado con alpargatas blancas.
Apunte gráfico, in situ.

Típico calzado de un bailarín indígena suburense.
Vista posterior. Apunte gráfico, in situ.

El calzado de los bailes populares indígenas es una simple alpargata. Eso sí, decorada con los colores azul y rojo, que son los dos colores predominantes sobre fondo blanco en los vestidos que llevan la mayor parte de los bailarines. Una excepción son los sopladores de chirimías, que suelen llevar calzado (alpargatas, aunque algún moderno lleve zapatillas de deporte) blanco.

Mientras que la mayor parte de los bailes populares se atan unos cascabeles al tobillo, que anuncian su proximidad, los que tocan la chirimía carecen de este dispositivo de alarma y pueden sorprenderte en cualquier momento y obsequiarte con una tonadilla cuando menos lo esperas, sin tiempo a huir. Así que, cuidado y ojo avizor.

Cincuenta años de cubanitos


Baile de los Cubanitos, 50.º aniversario.
Apunte gráfico, in situ.

Los indígenas del lugar tienen un singular aprecio a dos gigantes que no son tan grandes como los otros, a los que llaman Cubanitos. Son una caricatura de los indianos que regresaron de Cuba con dineros... o haciendo ver que los tenían. Nuevos ricos de pueblo, sobre los que corren muchas leyendas y que han dejado en la villa de Sitges casas preciosas. 

Los Cubanitos cumplían cincuenta años, pues salieron a bailar por vez primera en 1965. De regalo, una restauración, un nuevo traje y un repeinado. Ella sigue siendo cejijunta, pero él luce un ricito que le cae sobre la frente que le convierte en un mujeriego peligroso. De hecho, el gigante moro ya tiene la mosca subida a la nariz (eso me han dicho).

A bastonazos


Bastón, instrumento de percusión y persuasión.
Apunte gráfico de un bailarín de bastones, in situ.

Uno de los bailes que más aman los indígenas es el Baile de Bastones. Los suburenses aplauden la ejecución de un baile que promete bastonazos a diestro y siniestro, pero que se convierte en un juego de habilidad, fuerza y resistencia física, pues no vean ustedes el trabajo de andar repartiendo bastonazos a diestro y siniestro dando saltitos por la calle y perseguido por las chirimías. ¡Todo por honrar al santo!

Recuerdo hace muchos años que las mujeres también quisieron bailar a bastonazos. Hubo mucha polémica, porque los varones querían repartir los bastonazos ellos solos. Pero después de unos pocos desfiles de bailes populares, los indígenas más conservadores se resignaron y los más observaron que las chicas no pegaban mal. 

Hoy pegan chicas y chicos, pero queda mucho todavía por avanzar en la igualdad de sexos. Por ejemplo, no bailan a bastonazos chicas y chicos juntos; las chicas se pegan ellas entre sí y los chicos, ellos entre sí. Si se dieran de bastonazos ellos y ellas, ¿se consideraría un baile violento o un avance de los derechos de la mujer? No lo tengo claro, y cuando expuse la duda a un indígena del lugar me dijo, poco más o menos, que no le tocara... la gaita, que sonaban las chirimías justo entonces y mal momento era ése para andar haciendo preguntas.

Precauciones


Apunte gráfico. In situ, por el autor.

Observen el cartel que repartió el Ayuntamiento de Sitges por las calles en las que iban a desfilar los bailes populares. El pasacalles es un peligro, alejen a los niños. Los efectos de la pirotecnia pueden verse en el cartel, picado de pólvoras, abrasado por los fuegos, maltratado por las chirimías y apabullado por la muchedumbre. Es un sabio consejo, pero los niños indígenas se mofan de la sabiduría de los munícipes. Anda y que les den, dicen. Luego preguntan si falta mucho para que lleguen los diablos y dragones, que quieren ver humos y sentir miedos. Qué menos, pobrecitos.

A golpe de chirimías


Chirimía desactivada (por el momento).
Apunte gráfico del autor, in situ.

Es costumbre de los indígenas suburenses presumir de muy alta estima por un instrumento de fama universal y antigua, que ya venía descrito por Cervantes y que entonó las primeras notas de la follia española, que luego servirían de luz a la ciencia harmónica de Juan Sebastián Bach y proporcionarían ciencia al arte musical. 

Hablo, naturalmente, de la chirimía, que los naturales del lugar llaman gralla y alaban por encima de cualquier otro instrumento. De hecho, podrán distinguir a un indígena de rancio abolengo de uno sobrevenido cuando lo vean con los ojos llenos de lágrimas ante un toque de chirimía de particular belleza, o arrugando las narices ante los sones de una gaita, que los antropólogos, en absoluto inocentes, insisten en considerar oriunda de la comarca. Los amantes de la chirimía, vengándose de los antropólogos, con razón, han bautizado a la gaita con una expresión catalana que, traducida literalmente, dice saco de gemidos. Muy gráfico, el nombre.

La chirimía, sin embargo, se las trae. Aunque su importancia en la historia de la música es innegable (pues, como ya he dicho, en el siglo XV, en Portugal, inició la que sería la base de la harmonía musical moderna), los músicos han hecho lo posible para hacerla desaparecer de la escena musical culta... y popular. Desaparecieron las chirimías y no se quedaron en las páginas del Quijote porque los folcloristas peninsulares insistieron e insisten en soplarlas aquí y allá, y como habían sido expulsadas de las orquestas, se quedaron en las calles y hoy en día, apenas en las fiestas patronales, donde la gente las soporta con estoicismo. Que no hay que confundir lo folclórico (un rollo) con lo popular.

Pero esto, chist, no lo repitan en voz alta. Semejantes afirmaciones o sospechas pueden provocar graves incidentes identitarios. La chirimía es sagrada, no se hable más, y si suena desgarrando tímpanos, toca llorar de emoción y guardar silencio ante la ejecución (nunca mejor dicha, refiriéndose al martirio).

Con todo, cuando una chirimía desafina, desafina. Se dice que lo único más desagradable que una chirimía es una chirimía desafinada y esta vez, doy fe, he podido comprobarlo. Un baile (que no señalaré) desfilaba por las calles acompañado de chirimías, dulzainas y tamboriles, pero más eran las chirimías, más desafinaba el personal. El resultado final, indescriptible. Fíjense que hasta un indígena de sangre pura, de ésas que se remontan a los tiempos de Matusalén, exclamó qué es eso, qué horror y cosas semejantes. Para decir eso de una chirimía, muy gordo tendría que haber sido.

Ruegos de vigilia y madrugada al santo varón Bartolomé (anónimos populares)


Ay, Bartolo, santo varón,
escucha ésta mi oración,
que a ti encomiendo el bebercio
en vísperas del comercio
mañana de canelones,
que hay que tener cojones
para con tan suprema resaca
sufrir el toma y daca
de tan cruel suegra y cuñado
con que Dios me ha castigado.


Botellón en honor a San Bartolomé.
In situ, por el autor.

Ay, Bartolo, querido patrón,
auxíliame en el botellón,
que no sufra en demasía
resacas de malvasía,
atracones de cerveza,
que no suba a la cabeza
el güisqui de garrafa,
con el que en los bares te estafa
el barman despiadado
¡que bien caro lo ha cobrado!


Botellón en honor a San Bartolomé.
In situ, por el autor.

Ay, Bartolo, amigo mío, 
que tal suplicio mañanero
espérame agorero,
a toque de chirimío,
que despertarme quieren
y con los petardos hieren
mi cabeza perjudicada
a primeras de madrugada,
después de haber bebido
hasta perder el sentido.


Botellón en honor a San Bartolomé.
In situ, por el autor.

Ay, Bartolo, qué martirio
tener que usar colirio
pues ¡qué ojos me han quedado!
A las sábanas pegado
despierto con gran resaca
y a mi lado una vaca
de ignota procedencia
que requirió con urgencia
mis favores.
Qué dolores...
Qué sudores...
Qué hálitos y estertores,
que ronca como un dragón,
quien fuera ocasión
de fornicio insatisfecho,
que de la intención al hecho,
largo trecho queda por andar
en esta jornada singular.

¿Qué hay de nuevo, Bartolo?


Sitges, mirando al mar.
Apunte gráfico, in situ.

La vida da muchas vueltas y las últimas que ha dado la mía me han mantenido alejado de Sitges, una de mis patrias chicas, un lugar de veraneos interminables, playas y bicicletas, que albergó mis sueños de infancia y juventud. El final, o más bien el principio del fin, lo marcaba la festividad de San Bartolomé, santo mártir, que se dejó la piel, literalmente, por predicar el Evangelio. 

Ahora se pasea en fechas tan señaladas con la palma del martirio, que no es de una palmera del Paseo Marítimo, como sostienen algunos, y el bisturí que le separó la piel del cuerpo, que vaya recuerdos que se lleva uno de esta vida. De Sitges, patrón, Bartolo regresa cada año convocando las bestias y los diablos, que suman pólvoras, y desfila precedido de bailes populares, chirimías y autoridades, que en un estado tan laico como éste siguen rindiendo pleitesía al varón que tal fin tuvo de sus días. 

Ay, el mar, tan azul...

El meteorito del 27-S


Primero, pido perdón por caer en la manía de decir 27-S en vez de 27 de septiembre, como es de recibo, pero he cedido ante la tentación, mea culpa!

Segundo, la noticia se las trae.

Poco lío teníamos los catalanes entre manos con unas elecciones donde el surrealismo impera y el sentido común hace ya tiempo que ha dimitido cuando se anuncia en las redes que, ¡ay, Dios!, el 27 de septiembre, ¡precisamente el 27 de septiembre!, nos caerá encima un meteorito que vas a ver tú, que nos dejará en el Paleolítico inferior, y eso con suerte, que nos va dar y esto será el acabóse, el fin, el no da más. 

El meteorito 27-S cayendo sobre la Sagrada Familia, Barcelona.

No han faltado voces que han acusado directamente a Madrid del catapún sideral, que antes todos a tomar viento por un meteorito que ceder al separatismo. Pero, claro, Madrid sostiene que no tiene nada que ver, que eso del meteorito es un cuento orquestado por el nacionalismo catalán para amargarles el final de las vacaciones y aquí paz y después, gloria, que ya está liada.

Extinción de los dinosaurios.
Parque de la Ciudadela, Barcelona.

La verdad es que el asunto del meteorito lleva tiempo dando vueltas por internet. Corre por ahí la noticia de que un asteroide caerá sobre nuestro planeta entre el 15 y el 28 de septiembre. Algunos añaden que caerá evidentemente (sic) alrededor de Puerto Rico, donde cayó aquél que se llevó por delante a los dinosaurios, hace millones de años. Evidentemente, porque lo más fácil es que una cosa que sucede una vez cada cien millones de años da la casualidad que ocurre dos veces en el mismo sitio, ahí es nada. 

Vaya a caer donde sea, da igual, que si se nos echa encima, poco importa. De repente, todos hablan de la que nos espera y cunde el pánico... Bueno, es un decir, porque yo ni me había enterado, que yo el pánico lo sufro por otras cosas más inverosímiles y próximas.

El caso es que el asunto ha llegado tan lejos que el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, en el California Institute of Technology (donde trabaja uno de los protagonistas de The Big Bang Theory, por cierto), ha tenido que publicar una nota de prensa desmintiendo la amenaza. 

Aquí la tienen: 

La nota dice lo que hay que decir, pero no convencerá a nadie que crea en lo increíble. Los crédulos y fanáticos no se avienen a los echos, porque si no, no serían crédulos y fanáticos.

Al grano.

El 27 de septiembre no caerá ningún meteorito que vaya a cambiarlo todo, dice la nota. El estudio de los llamados asteroides potencialmente peligrosos dice que la probabilidad de que uno de ellos nos venga encima los próximos cien años es menor al 0,01%. Que es mucho, pero no tanto.

Los técnicos y científicos de la NASA afirman que si hubiera algún objeto lo suficientemente grande para provocar ese tipo de destrucción en septiembre, a estas alturas ya habríamos visto alguna cosa en los cielos. Así que, tranquilos, que no pasa nada y todo seguirá igual.

Barcelona, vista desde un satélite, 28 de septiembre.

El programa Spaceguard busca, identifica, sigue y controla cualquier cosa un poco grande que se aproxime a 50 millones de kilómetros de la Tierra, para ver si podría caernos encima alguna vez y cuándo. Y ahora mismo, la verdad, no parece que nada suficientemente importante vaya a pasarnos el 27 de septiembre. No nos caerá el cielo encima ni tendremos que comenzar de cero. A decir de la NASA, todo seguirá igual.

Una storia semplice



Una storia semplice es un relato, hay quien dice una novela corta, de Leonardo Sciascia, que he leído en italiano publicada por Adelphi. ¡Es una pequeña maravilla!

Cuentan los críticos (¡y no lo sabía!) que es una novela policíaca basada en hechos reales, inspirada en el robo de un cuadro de Caravaggio, la Natividad con los santos Lorenzo y Francisco de Asís.


¡Desgraciada la historia del lienzo! Ente el 17 y el 18 de octubre de 1969, fue robada del oratorio de San Lorenzo, en Palermo, donde era expuesta en el altar mayor. Durante unos años, intentaron venderla varias veces, pero nunca se llegó a materializar la venta. En cualquier caso, los expertos se llevaron las manos a la cabeza, porque el estado de la tela era muy precario y se temía lo peor. 

Todos en Sicilia acusaron a la mafia. Unas voces aseguraron que el cuadro presidía las reuniones de los capi, en la Cupola. Pero en 2009 se supo que, después de permanecer en custodia de la familia Pullarà (capimafia), fue roída por los ratones en una casa en el campo y lo poco que quedó fue quemado, para borrar pruebas. Con todo, nada es seguro, y hay quien sueña todavía con recuperarla.

Tranquilos, con lo que les he contado del cuadro de Caravaggio no desvelo nada del argumento y pueden leer Una storia semplice tranquila y felizmente.

En cualquier caso, hablábamos del relato de Sciascia, que es una maravilla. Lo es. Emplea un lenguaje sencillo (el más difícil) que va mostrando una trama que se complica cada vez más y más... Detrás de unos sucesos que parecen bien poca cosa, aparecen otros, y otros detrás, y al final uno se enfrenta a algo mucho más gordo de lo que creía en un principio. Genial. 

Siendo Sciascia quien es, no se ahorra la denuncia. El protagonista, un policía que investiga el caso (il brigadiere, un sargento brigada), se enfrenta a la burocracia, a la negligencia, a las ganas de no complicarse la vida y dejar las cosas como están de sus superiores y de otros personajes, y no diré más.


Una storia semplice fue la última novela publicada por Sciascia, en 1989. La publicó Tusquets en 1990, en un librito de 86 páginas. Que la historia es sencilla, corta... ¡magnífica!

La visita de Wagner a Rossini



Antoni Bosch, editor, publicó en 2013 un librito muy curioso. Se titula La visita de Wagner a Rossini y la escribió Edmond Michotte, un músico belga que era conocido de ambos y fue testigo de la única vez que se vieron, en París, media hora en la que Michotte se permitió tomar apuntes y que muchos años después publicaría. Aquí se ha publicado ahora, traducida por Manuel Serrat, y es una obra que se incluye en el género rara avis, apto para curiosos y diletantes, y para amantes de la música, en este caso.

El librito se publicó con abundantes notas en plena efervescencia wagneriana. Es decir, cuando unos querían matarlo y otros creían que era un dios de la música, mientras Bayreuth comenzaba a programar anillos y llenaba los escenarios de señoras y señores disfrazados de viquingos. Michotte, wagneriano, publicó estas anotaciones para mostrar algo que la gente olvida: Wagner no salió de la nada, no surgió como una seta, puf, sino que tuvo maestros. Y la conversación que mantuvo con Rossini, en el dormitorio de éste (que Rossini era Rossini), demuestra que entre dos grandes músicos no hay más que admiración y respeto. También, que Rossini era italiano, extrovertido, aficionado a los chistes y a las palabrotas y Wagner, un soso, pero ésa es otra historia.

Sí, no, sólo un ratito


Hace unos días, la periodista Àngels Piñol entrevistó a Raúl Romeva. Pueden leerla aquí:

¿Quién es Raúl Romeva? Un señor que dice ser de izquierdas y progresista y para demostrarlo se presenta como cabeza de lista por una coalición de derechas, la que pretende que Artur Mas repita después de cinco años y tres elecciones a la Generalidad de Cataluña. 

Que han sido cinco de los peores años. Cinco años de políticas brutalmente neoliberales y de la peor derecha posible, en los que ha echado a la calle a 8.000 empleados públicos (la mayoría, de sanidad o educación), ha privatizado parcialmente la sanidad pública, ha recortado salvajemente, a discreción y sin criterio las ayudas sociales, ha amparado tramas de corrupción tremendas, ha votado junto con el Partido Popular la reforma laboral, la desregularización de los consorcios sanitarios, etc.

Muy coherente. Como es de izquierdas (eso dice), apoyará al señor Mas.

Más de uno se pregunta si será un tonto útil o un listo inútil. Es decir, si se ha dejado engañar fácilmente o a cambio de una silla. En cualquier caso, es una persona de palabra volátil, tan volátil como sus principios, y eso nos proporcionará tardes de gloria, que dijo aquél.

Uno de los problemas del señor Romeva es que le gusta tanto hablar que no calla ni bajo el agua.

La primera fue hace unos días, cuando el señor Romeva afirmó que en ningún punto del acuerdo entre ERC y CDC ponía que Mas tendría que ser el candidato a presidente. Así, tal cual. Le preguntaron si no se le había subido a la cabeza eso de encabezar la lista y el tipo dijo que no. Mejor dicho, respondió lo mismo, que en ningún punto del acuerdo entre ERC y CDC ponía que Mas tendría que ser el candidato a presidente. Porque a esta gente les ponen una frase en la cabeza y no cabe otra, responden con ella a todas las preguntas. Los periodistas insistieron: ¿Eso quiere decir que usted...? Y él respondía que en ningún punto del acuerdo, etcétera. No lo sacaron de ahí.

Al día siguiente, los periódicos amanecieron con toda clase de desmentidos. Rull, Turull o Tururull (no sé, siempre me los confundo) ya dijo que no, que el señor Mas sería presidente, ¡faltaría más! En ERC dijeron que sí, pero no, un sí descafeinado; es su costumbre. 

El señor Romeva tuvo que salir a decir que él no había dicho lo que había dicho, sino que quiso decir lo que no había dicho, que era, en verdad, lo que quería decir, pero que lo leyeron mal. Los periodistas, entonces, pidieron ver el acuerdo entre CDC y ERC, para ver quién mentía, y aquí todos se hicieron el sueco. En parte, porque sostienen que con la independencia esto será como Suecia (alcoholismo, depresión, asesinatos, noches infinitas...) y en parte, porque se sospecha que ERC y CDC todavía están negociando el famoso acuerdo, que todavía no está disponible porque ahora mismo ocupa un par de folios que no dicen nada.

Es decir, no, ¿quién dijo que no?, ¡sí! Pero con matices. Ningún matiz, que sí. En cualquier caso, es un sí, porque lo pone en un documento que no te vamos a enseñar.

Era obligado preguntarle al señor Romeva si era sí o no. Cualquier periodista con ojos en la cara explotaría este filón de noticias. En la entrevista que he dicho, Àngels Piñol (P) pregunta al señor Romeva (R), y copio:

P. ¿Figura o no en el acuerdo que Mas será presidente? Usted dijo que no...

R. Dije y repito que si hay mayoría clara, saldrá un Gobierno plural y de concentración con un mandato de avanzar el proceso. Y en este contexto Mas tendrá un papel como quien venga de ERC. No gira alrededor de él. Si no lo entendemos, fallamos el análisis.

P. No me ha contestado.

R. Es que no es relevante.

P. Pregunto si figura o no.

R. Hay un acuerdo de dos partidos que dice lo que dice y está supeditado a una mayoría parlamentaria. No importa quién será el presidente. Es irrelevante.

P. Pregunto si Mas seguirá pilotando el proceso.

R. ¡Le niego la mayor! Lo han pilotado 1.500.000 personas desde 2012. O dos millones el 9-N. No lo pilota ni Mas ni Convergencia. Lo hace una sociedad movilizada y eso condiciona que haya elecciones. Es lo que ha hecho que CiU se haya roto o se haya sumado gente del PSC. Nos han dicho: 'Pónganse de acuerdo y hagan lo que pedimos'. Llámense Mas, Romeva o Junqueras.

P. Deduzco que no figura…

R. No estoy diciendo eso, es irrelevante. Entiendo la voluntad de circunscribir esto a una persona, pero es lo contrario. Somos instrumentos para responder al movimiento más masivo de Europa de los últimos años.

Vaya, que es irrelevante, con dos cojones. Que no importa quién vaya a mandar en el país, a montar un gobierno, a negociar con Madrid, a pilotar (sic) la desconexión (sic), que ahora se llama así, desconexión. Irrelevante.

De la noche al día, irrelevante es la palabra de moda en la política catalana.

El pacto de la izquierda catalana...
...y yo soy Julio César, ya puestos.

Otra vez, se montó la de Dios es Cristo, o la de Mas es el Mesías o no lo es. 

Mas, de vacaciones en Menorca (¿de vacaciones? ¿a un paso de la revolución?), no dice nada. Rull, Turull o Tururull (no sé, siempre me los confundo) diciendo que de irrelevante, nada, que el Mesías y Gran Timonel es Mas y sanseacabó. En ERC, lo mismo, un sí, pero suavecito, no vaya a interpretarse como un sí sin duda alguna. 

El señor Romeva volvió a sostener que donde dije digo digo Diego, que han interpretado mal mis palabras, que no quise decir lo que dije, que lo que dije quería decir eso que no dije, aunque dijera lo que dije que no es lo que quería decir cuando no dije lo que quise decir, no sé si van siguiéndome.

Al tipo no se le ocurre nada más que desmentir lo que dijo mediante veinte (veinte) mensajes en Twitter, que nadie ha podido leer seguidos y que dudo que alguien haya podido leerlos todos. En confianza, tampoco vale la pena leerlos. ¡Ay, qué mundo éste! ¿Ya nadie sabe escribir un comunicado de prensa? ¿Un artículo de opinión? Incluso unas declaraciones públicas, ante los micrófonos. No, no. A tuitear, que es más chachi.

La primera en la frente. Vean cómo empieza su veintena de tuits, proporcionando pólvoras al enemigo. 


Yo nunca lo hubiera dicho mejor, es la respuesta de muchos tuiteros. ¡Hay que ser torpe...!

Ahora, después del sí, pero no, o del no, pero sí, el señor Romeva sale con un sí, pero sólo un ratito. Porque lo de decir claramente, en voz alta, que Mas será presidente, le jode mucho, porque los antiguos compañeros de la izquierda se lo echan en cara y quizá también porque ser el primero de la lista se le ha subido a la cabeza. Ahora, dice que sí (en voz bajita) y añade inmediatamente por un período transitorio (sic) y cuanto más breve, mejor.

Es decir, sí, no, sólo un ratito, según el día.

Y Mas, y todo su gobierno, y toda su coalición, de vacaciones a las puertas de la revolución, a un mes de la toma del Palacio de Invierno. Esto no es serio, de verdad que no. 

El demonio de Caravaggio


¿Cómo era Caravaggio? Físicamente, quiero decir. Como él mismo se pintó y autorretrató en varios lienzos, ahora joven, ahora adulto, podemos adivinarlo. En la capilla Contarelli de Roma, se pintó huyendo del escenario del martirio de San Mateo, echando la vista hacia atrás con cara de pena. Cuando pintó el prendimiento de Cristo que hoy puede verse en Dublín, se pintó sosteniendo una linterna e iluminando la terrible escena. Hacía años se había pintado como Baco, en el Baco (o Bacchino) malato. Etcétera. 

Caravaggio, visto por Ottavio Leoni.
Ottavio fue compañero de juergas del pintor.

Aparte, Ottavio Leoni dibujó el que se considera el retrato más fidedigno de Caravaggio, que se conserva entre otros dibujos del autor en la Biblioteca Marucelliana de Florencia. Es un retrato muy conocido, donde el pintor aparece en su edad adulta, en los treinta y tantos, con bigote y perilla alrededor de unos labios sensuales, el rostro avejentado, quizá cansado, ojos un tanto saltones, grandes cejas peludas, el pelo sucio y desordenado, una expresión entre triste, airada y melancólica (según se mire), que es cosa digna de ver (aunque hubiera sido el retrato de cualquier otra persona). Sabemos que Leoni conoció al de Caravaggio y aunque pintara el retrato incluso después de su muerte (como sostienen algunos), es indudablemente él y así sería, más o menos, porque coincide en lo esencial y en el detalle con los autorretratos que conocemos.

Pero los que se preocupan de estas cosas suelen pasar por alto un retrato contemporáneo que pintó su biógrafo, Giovanni Baglione, con una gran historia detrás.

Hacia 1602, Caravaggio ya había saltado a la fama y asombraba a propios y extraños con su obra. En algunos producía un profundo rechazo y en otros, una desmedida admiración. Baglione era un buen pintor, pero no un genio, y se esforzó mucho por triunfar a lo largo de su vida profesional. Comenzó como manierista y pronto lo vieron medrando en la Academia de San Lucas, el gremio de los pintores, por decirlo así, el nido de los academicistas. Gracias a la política, pero también a sus lienzos, haciendo amigos aquí y allá y recibiendo encargos gracias a ellos, Baglione se permitió triunfar en Roma.

Que un tipo como Caravaggio, que se saltaba todas las convenciones del momento, que vivía de regalo en el palacio Madama del cardenal del Monte y que fuera un reconocido juerguista, un follonero, un tipo de moralidad dudosa, amigo de putas y chaperos, se convirtiera de la noche al día en el pintor mejor pagado de Roma y que él, Baglione, tan obediente y formal, tuviera que ser considerado detrás de él... La verdad, la verdad, no le hizo mucha gracia. 

Peor todavía. En secreto, admiraba su obra y la consideraba espléndida. No lo decía en voz alta, pero se descubrió imitando caravaggerías en sus lienzos.

En éstas, a principios de 1602, don Vincenzo Giustiniani tuvo una genial idea. Antes de decir qué idea tuvo, hay que añadir que don Vincenzo tenía mucho dinero (era banquero) e influencia política, que era amigo íntimo del cardenal del Monte y mecenas de muchos artistas. Del Monte y Giustiniani competían por ver quién era el mayor coleccionista de obras de arte en Roma y por los favores de Caravaggio, al que los dos ayudaron y protegieron siempre. Giustiniani, además, era el pagano de la Academia de San Lucas, y cualquier pintor en Roma sabía que, para triunfar, mejor le sería tener a los Giustiniani a favor que en contra.

Giustiniani tuvo la genial idea de enfrentar a la Academia con Caravaggio. Es decir, a Baglione con Caravaggio. El tema, el amor que todo lo puede (amor omnia uincit, o uincit omnia, como prefieran). Es de suponer que el vencedor se llevaría una propina y Baglione vio en ese reto la oportunidad de lucirse ante su principal cliente (y de pasarle la mano por la cara a un Caravaggio cada vez más pendenciero). 

Amore sacro e amore profano, de Baglione.
Primera versión, la del concurso.

Baglione puso todo su arte al servicio de un lienzo que tituló Amore sacro e amore profano, que hoy puede verse en el Staatliche Museen de Berlín, porque fue uno de los lienzos de la colección Giustiniani que compró Federico Guillermo III de Prusia un día que le dió por el arte.

Paradójicamente, Baglione intenta deslumbrar a Giustiniani en particular y al público en general con la inspiración de su adversario, Caravaggio. Aplicó la técnica del claroscuro y el amor profano (Cupido) a los pies del amor sacro (un ángel con coraza) es típicamente caravaggesco. Aunque no sea una obra maestra, es un cuadro de mucho mérito.

Aparte de los amores sacro y profano aparece en un segundo plano, de espaldas al público, un personaje terrenal que podría pasar por fauno, por sus orejas puntiagudas. Por tierra, las flechas de Cupido, rotas, y el arco, y Cupido con cara de susto, viéndolas venir. Es un muchachito ya crecidito, no es un querubín, pero su piel es blanca e inmaculada. El ángel, el amor, perdón, victorioso, está desnudo bajo la más rica armadura (a la que le falta toda la parte superior por encima del pecho) y es también un jovencito de largos cabellos ondulados y rostro griego clásico. El amor verdadero puede con los caprichos de la carne, viene a decir Baglione (diciendo lo que se esperaba que cualquiera dijera en tiempos de Contrarreforma).

Amor omnia uincit, de Caravaggio.

Cuando Caravaggio descubrió su Amor omnia uincit, se quedaron todos de una pieza. Porque en efecto, hubiera vencido sobre cualquier otro lienzo. Hoy se conserva junto al Amor sacro y amor profano de Baglione, en el mismo museo de Berlín y por las mismas razones. Dicen que se convirtió en la pieza más estimada de don Vincenzo, que la tenía tapada con una tela y sólo la enseñaba a unos pocos elegidos porque decía que si el visitante la veía al entrar a su colección, no vería ningún otro cuadro. 

A título personal, cuando me enfrenté a esta obra en la Mostra romana de 2010, quedé absolutamente fascinado. ¡Tantas veces la había visto en fotografías...! ¡Nada! ¡Como si no la hubiera visto! Fue verla y no poder apartar la vista de ella, asombrado, consternado, sin saber qué decir. Creo que es uno de los cuadros que más impresión me ha causado nunca y comprendo todas las precauciones de don Vincenzo para no dejarlo ver al primero que pasase por su casa.

Es un cuadro obsceno, el desnudo frontal de un muchacho (seguramente, el que luego sería el Cecco di Caravaggio) que parece que está pedo (ebrio), y seguramente lo estaría (el cuadro se pintó en invierno, hacía frío y el vino ayuda a calentarse, ¿no?). No es un amor divino, sino un tunante callejero, que no es adulto, pero casi, que pisotea sin cuidado las artes, las ciencias, mostrándose triunfante sobre cualquier obra del intelecto humano, triunfante absoluto y sin remedio. 

Descarado, lascivo, es todo, absolutamente todo lo contrario del amor que pinta Baglione, de los dos amores que pinta. Y con esa inocencia tan cruel con la que pisa instrumentos musicales, partituras, corazas, orbes, escuadras y demás, con esa inconsciencia tan brutal, pasa por encima de la obra de Baglione y vence, vence irremisiblemente, obligatoriamente, sin remedio, sin discusión. 

Hagan la prueba y pongan un cuadro al lado del otro. No hace falta que entiendan de pintura, que lo verán con sus propios ojos.

Caravaggio recibió 300 escudos de don Vincenzo (¡una millonada!). No cobró más por pintar toda la capilla Contarelli y se consolidó, una vez más, como el artista mejor pagado de Italia.

A Baglione le pilló una rabieta de padre y señor mío. Su derrota había sido completa, monumental. Apabullado y aplastado por una obra maestra, se tuvo que tragar el orgullo y la bilis, que de tanta envidia que le vino se le agrió el carácter. Furioso, con la ira de quien se ve superado por un imbécil, Baglione declaró la guerra a Caravaggio y lo hizo volviendo a pintar Amore sacro e amore profano.

El amor sacro, el profano... ¡y el demonio de Caravaggio!
La venganza de Baglione.

La copia, que hoy puede verse en la Galleria Nazionale di Arte Antica del Palazzo Barberini en Roma, es la misma en cuanto a la forma y el contenido. El amor profano es prácticamente idéntico, sólo que esta vez sostiene una flecha rota con la mano derecha. Nada, un detalle. El amor sacro lleva un peto, pero ahora muestra la pierna blanca y desnuda, se ha desprendido de su brillante armadura. Es el mismo modelo, se mantiene en la misma posición... Pero ¡fíjense en el fauno!

Quien antes volvía la espalda al público, ahora se da la vuelta y contempla la victoria del amor sacro con espanto. ¡Quizá sea ése su destino! Y no esperamos otro, porque es un personaje grotesco, seguramente malvado, en cualquier caso rastrero y villano. Es un demonio. Es... ¿No adivinan quién es? ¡Es Caravaggio! 


Esos ojos saltones, esas cejas, la nariz ancha, los gruesos labios... Es él.

Pues éste, damas y caballeros, es el único retrato contemporáneo de Caravaggio que se conoce, pintado al momento. ¡Y vaya retrato!

Si hasta el momento se habían respetado el uno al otro, a partir de entonces comenzaron a buscarse las cosquillas. Ese mismo año, 1603, Baglione pintó una Resurrección en la Iglesia de los Jesuitas (Chiesa del Gesù), que le salió rana, a decir de todo el mundo. No se conserva, se perdió en algún momento de la historia. Pero sí se conservan unos versos que celebran el lienzo.  Comenzaron a circular bien pronto e iban sobre Giovan Coglione (por Baglione, y por cojones), y no hace falta que entre en los detalles. A Baglione le faltó tiempo para denunciar a Caravaggio y sus amigotes Orazio Gentileschi, Ottavio Leoni (el mismo que lo retrató) y Onorio Longhi, arquitecto, por difamación. Caravaggio tuvo la caradura de elogiar la pintura de Baglione ante el tribunal (imagino las risas).

Baglione ganó el juicio, pero ya se había convertido en el hazmerreír de Roma. Abandonó cualquier rastro de caravaggismo en sus cuadros y regresó al academicismo puro, resentido y doblegado. Muchos años después, muerto el de Caravaggio hacía ya tiempo, Baglione escribió su biografía. Hay que reconocer que, pese a todo, no abusó del poder del biógrafo y mantuvo una cierta ecuanimidad en el relato. Dejó escapar alguna, pero visto el percal, más vale perdonársela.

Firenze? Orrore!


Hace días, un buen amigo mío me anunció que iba a pasar una semana en la Toscana, en una villa, invitados por no sé quién (tampoco viene al caso). Inmediatamente, me carcomió la envidia y con apenas un hálito de voz biliosa (los celos...) le pregunté qué pensaba hacer por ahí. Me dijo que iba a invertir un par de días en visitar Florencia, quizá un poco más, y que luego visitaría Siena. De hecho, quería pedirme consejo. Se lo dí, muy emocionado.

Luego, partió. 

Cada vez que un servidor habla de Florencia, asoman las lágrimas a sus ojos, pues la tengo por una de las ciudades más bellas del orbe. Ahí he pillado yo verdaderos empachos de arte (de Arte, perdón) y me he dejado arrastrar por la belleza como el Arno arrastra las aguas hacia el mar. Mi entusiasmo se comprende por esa ligazón emocional que da haber pasado ahí algunas de las horas más felices de mi vida.

De ahí mi interés por conocer la opinión de mi amigo a la vuelta de su viaje, que sólo verme maldijo Florencia. Fea, fea, muy fea, y sucia, muy sucia, llena de gente, calurosa, muy calurosa... Yo ya le había advertido de los inconvenientes de Florencia en julio: turistas, turistas, más turistas y mucho calor. 

Cuando me había dicho que su intención era conducir por Italia, me había llevado las manos a la cabeza. Mi amigo, tan señor en el conducir, no ve más allá de un cambio automático y una autovía castellana, amplia y vacía, siempre al volante de un sedán de buen tamaño. Te va a dar algo si conduces en Italia, le había advertido. Acerté.

Su viaje comenzó con el trayecto por carretera del aeropuerto a la villa en cuestión. En vez de viajar treinta kilómetros en línea más o menos recta, viajó más de cien dando vueltas y revueltas y no disfrutó del paisaje. Se perdió (y eso que le advirtieron en la agencia de alquiler de automóviles para que se llevara un GPS). Dos horas tardó en dar con un pueblecito que nunca supo dónde estaba. Ni ahora, cuando le pregunto. 

La personificación del Enemigo, en la mente de mi amigo viajero.

Peor todavía, en los días siguientes, cuando viajó con sus amigos, su mujer, su niño, en un convoy formado por tres coches, se sintió acosado (sic) por los automovilistas italianos y su particular manera de conducir, por las carreteras de la Toscana (estrechas, sin arcenes y mal asfaltadas) y por el aparente descuido con el que los italianos tratan a sus coches pequeños. Mira que te lo dije... Pero él, entre furioso y asustado, todavía se altera cuando oye las palabras Fiat Panda. ¡Son un pueblo bárbaro!, se irrita todavía. ¡Brutos, bestias!

Los Uffizi, a rebosar de gente.

En Florencia le dió un soponcio. Literalmente. Le recomendé la Galleria degli Uffizi, cómo no, donde pilló un ataque de nervios. La gente, la gente, tanta gente, tan maleducada, dando empujones... Como no es muy ducho en las cosas del arte (del Arte, perdón) y viajaba en grupo, los cartelitos que anunciaban las obras le parecieron insuficientes, porque no explicaban nada, y la disposición del museo le pareció no mala, sino malísima. Se perdió algunas grandes obras, o las vió y no se enteró, y hasta tuvo sus palabras con un turista francés aficionado a dar empujones. Le dió un flato nervioso y salió de ahí irritado es poco. ¡Parecía la Sagrada Familia!, se queja todavía (es de Barcelona).

A los Uffizi hay que ir estudiado, le dije, con la guía comprada y leída antes de entrar, y a ser posible fuera de temporada alta. Lo mismo sucede en el Louvre, que a poco que se acerca uno a la Gioconda penetra en lo peor de la muchedumbre. Pero él, la verdad, no vió nada y disfrutó menos. Aunque a él le parezca que no, le comprendo. Pero considera (y no hay quien le saque de ahí) que es uno de los peores museos que ha conocido en su vida.

Los calores del verano y la muchedumbre de turistas.
La tormenta perfecta.

¡Hay que pagar para todo!, se queja todavía. No se sacó la Firenze Card y no visitó ni la Santa Croce, ni Santa Maria Novella, ni la Academia, ni San Marco, ni el Palazzo Pitti, ni... Nada. En parte, normal, que sólo tenía un par de días, pero es que no visitó nada. 

Incluso en medio del horror, surge la belleza.

Nada, nada... No. Recordó que le había mencionado el Bargello, uno de los más bellos museos de Florencia, que no suele recibir muchas visitas. Allá fue y gracias a Dios (¡gracias!) se dejó impresionar por el Davide de Donatello. El de bronce, no el de mármol. Quedó fascinado y no para de hablar de ese muchachito esculpido con tanta gracia. A su hijo, videojugador compulso, el Davide le pareció... Bueno, no les digo lo que le pareció. 

Comió así asá. Estuvo tentado a comer en un chino (peccato!). Se perdió los puestos callejeros de tripería o embutidos, la porchetta y otras maravillas. El bistecco alla fiorentina pensado para turistas no le provocó tanta emoción como los cochinillos de Segovia (eso lo comprendo) y su afición por comer en un restaurante con mantel, cuchillo, tenedor, largas sobremesas y cierta categoría lo alejó de la gastronomía más divertida. Además, como no es aficionado a los helados... (doppio peccato!). En fin, un desastre. ¡Menos mal que le gustó el caffè!

Visitó Siena y le gustó (normal). En parte, porque había muchos menos turistas. Le fascinó su catedral y luego, buscando dónde comer, dió con un local que le pareció muy señor, a su medida, en la mismísima Piazza del Campo di Siena, donde, cuando le pasaron la factura, le robaron todo menos los calzoncillos, hecho que su señora insiste en recordar (y recriminarme a mí, cuando me ve). Pero, hijo, cómo se te ocurre..., me defiendo, inútilmente. Él no responde, por no iniciar una escena con su señora, que no me quita los ojos de encima, hostil.

En fin... Supongo que si Stendhal se levantara de su tumba y visitara hoy la Santa Croce, se volvía corriendo por donde había venido y el síndrome de Stendhal sería otro. 

Pero qué pena, me digo, qué pena.