Ser amigo mío es funesto



Paseaba por mi librería de cabecera tan tranquilo y de repente ¡zas! Salté sobre la mesa de novedades y me hice con Ser amigo mío es funesto. Correspondencia (1927-1938). ¡No pude evitarlo! Porque el libro reúne en un volumen la mayor parte de la correspondencia conocida entre Joseph Roth y Stefan Zweig. La publica Acantilado (¡qué magnífica edición!) y la traducción es de Fontcuberta y Gil Bera. La edición original, en alemán, es de Madeleine Rietra y Rainer Joachim Siegel, que trabajo tuvieron en encontrar, catalogar y seleccionar tantas cartas.

He dicho que no pude evitarlo porque Roth y Zweig son dos de mis autores favoritos y rara vez resisto la tentación de leer una de sus obras. En mi modesta opinión, Roth es más sólido y mejor literato que Zweig, pero Zweig sale de vez en cuando con libros que son una verdadera maravilla. Los dos, cada uno con su estilo, cada uno a su manera, me han procurado felicísimas lecturas. Cuando eché el ojo a su correspondencia, me abalancé sobre ella.

La lectura de una carta tras otra no es como la lectura de una novela y algún lector no se sentirá especialmente atraído por ella. Pero nos recuerda la época en que la gente escribía a vuelapluma cartas para sus amigos y las echaba al buzón de correos en vez de enviar un guasap idiota. A poco que uno reflexione, se comprende que la estulticia triunfa donde ha fracasado el correo. Aparte de eso, conocemos un poco mejor a estos dos grandes escritores que tanto se parecen, que tan diferentes son el uno del otro. Y quizá recordemos que una cosa es leer un libro y otra, conocer personalmente a su autor. Lo segundo no siempre es aconsejable.

Joseph Roth

Ambos, judíos. Ambos, perseguidos por la estupidez del nacionalismo alemán. Ambos, atentos a su entorno, pronostican la barbarie a la que se verá sometida Europa. Ambos serán perseguidos por escribir ¡novelas! Sus libros serán quemados en público por los que creen que el pueblo es uno en cuerpo y alma y no la unión cívica y civilizada de muchas personas, cada una con sus propios valores y preferencias. Como dijo otro alemán, un siglo antes, donde queman libros acaban quemando personas. A la vista del percal, los dos acabaron destruyéndose a sí mismos. Roth, entregándose al alcohol; Zweig, suicidándose.

Roth era, de los dos, el más pesimista. Ergo, también el más realista, el más certero a la hora de percibir el futuro de Europa... y su propio futuro. Zweig, el más optimista, hasta que la realidad se le echó encima en forma de un atropello por parte de las SA en su propia casa, en 1934. Zweig combatió contra el nazismo buscando la complicidad de otros artistas y con una obra que reivindicaba las libertades. Roth, en cambio, perdida toda esperanza, se pasó a la derecha monárquica austríaca (algo así como una excentricidad), se hizo católico (sólo por reforzar su postura a favor del Imperio Austro-Húngaro) y también borracho. El alcohol se lo llevó por delante en 1939. Zweig duró algo más. En Brasil, exiliado, llegó a la conclusión de que Europa, sometida a la barbarie del nazismo, el fascismo, el estalinismo y la guerra, nunca más sería terreno fértil para la belleza y la libertad y simplemente, se mató, en 1943.

Stefan Zweig

Roth era la viva imagen del artista amargado y desgraciado, que vaga por el mundo arrastrando calamidades; Zweig, en cambio, aparentaba una vida más feliz, coronada por el éxito literario. Habría que matizar esta visión, puesto que Roth también tuvo grandes éxitos literarios, pero derrochó el dinero con tal despreocupación que las deudas lo acosaron toda su vida, mientras que Zweig era, en cierto modo, más conservador. Roth era un vagabundo, sin dirección fija, que iba de hotel en hotel arrastrando una maleta consigo (por eso no se conservan tantas cartas de Zweig a Roth). Zweig era más burgués, vamos a decirlo así, aunque no sea exacto.

No sigo, pero la correspondencia entre estos dos es fascinante. Hay confidencias eróticas, consejos para mejorar un manuscrito, relaciones con editores y periódicos, libros, libros y más libros, problemas de dinero, política, exilio, dolor, amor, y una amistad sólida, pero también poco convencional y sometida al genio de dos personajes tan particulares, tan distintos entre sí, tan irremisiblemente unidos el uno al otro. Léanlo y ya me dirán. Vale la pena que un lector asiduo de Roth y Zweig eche un vistazo a esta correspondencia.

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