El bicentenario de la batalla de Waterloo


La batalla de Waterloo, una matanza que cumple 200 años.

El 18 de junio de 1815, Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, rey de los italianos, protector del Rhin, etcétera, se enfrentó a las tropas aliadas en su contra, al mando de sir Arthur de Wellesley, a quien conocerán ustedes como duque de Wellington o simplemente como Wellington, aunque también era entonces marqués de Douro, duque de Ciudad Rodrigo, vizconde de Talavera de la Reina y grande de España. Wellington había mostrado su muy alta capacidad militar luchando contra los franceses en España y Portugal, en la Guerra de la Independencia, que los británicos llaman Peninsular War, y de ahí tanto título español en su tarjeta de visita.

No entraremos en el detalle de la batalla, que da para mucho y no acabaríamos nunca. La batalla de Waterloo es uno de los acontecimientos bélicos que más tinta ha vertido sobre las páginas de los libros y que más ha emocionado a los europeos durante todo este tiempo. Sin ir más lejos y citándolos sólo a modo de ejemplo, La cartuja de Parma comienza con la batalla de Waterloo y ésta tiene un papel brillante en Los Miserables, de Víctor Hugo. 

La batalla es famosa porque significó el fin definitivo de los sueños imperiales de Napoleón, que sufrió una derrota tremebunda. Puso fin a los Cien Días, el breve segundo reinado del emperador, que escapó de la isla de Elba (su pequeño reino) para echar de nuevo al rey de Francia (Luis XVIII, hermano de Luis XVI) y ponerse él en su lugar. Para asegurarse el puesto, tuvo que ceder muchas prerrogativas de su cargo imperial al senado y volverse más liberal, pero de poco le sirvió, porque después de la derrota, su gobierno se deshizo como azucarillos y el pueblo, harto de guerras, le dió la espalda.

La campaña de Waterloo es a la vez una obra maestra de Napoleón, el estratega, y una derrota anunciada, un cúmulo de errores que no hizo más que estropearlo todo. El ejército imperial ya no era el de antaño y se veía muy superado en número por la alianza de la Séptima Coalición. Sumaba poco más o menos 120.000 hombres. La elección de sus generales no fue la mejor. Davout, su mejor general entonces, quedó en París; Berthier, su mejor y más preparado ayudante, había muerto días antes (¿accidente, suicidio, asesinato?); Ney iba bien para unas cosas, pero no para otras y Wellington podía con él; Grouchy, uno de los mejores generales de caballería de las guerras napoleónicas, recibió órdenes confusas (porque era Berthier el que ponía orden en las instrucciones de Napoleón, y en su ausencia...). Mal asunto.

Enfrente, Wellington, con las tropas británicas, de los Paises Bajos, hanoverianas, de Nassau, Brunswick, etcétera (el paraíso de los aficionados a los soldaditos de plomo, ¡tantos uniformes...!). En total, unos 110.000 hombres. Por el otro, los prusianos, sajones y demás germanos, que sumaban unos 120.000, a las órdenes de un viejo e impetuoso húsar, Blücher, que tenía una especial inquina contra los Bonaparte.

El plan de Napoleón era muy simple: impedir que los dos ejércitos se unieran, porque comenzaron la campaña separados entre sí. Lanzarse contra uno con el grueso del ejército y retener al otro, para que no pudiera acudir en su auxilio. Luego, perseguir al primero (derrotado) con una fuerza menor y lanzarse con el grueso de la tropa contra el segundo. Así, ahora tú, ahora tú, iba a derrotarlos. 

Se lanzó contra los prusianos en Ligny, les dió una soberana paliza. Retuvo a los británicos en Quatre Bras o mejor dicho, éstos resistieron los ataques franceses hasta que tuvieron que retirarse (y eso que eran más). Entonces, el día 18 de junio, con 72.000 hombres, se lanzó contra los aliados (68.000) en el Mont Saint Jean. El mariscal Grouchy, mientras tanto, perseguía a los prusianos con unos 30.000 hombres y poco después los encontraba y derrotaba en Wavre.

La batalla de Waterloo se llama de Waterloo porque ahí se firmó el orden del día y se dió noticia de la victoria. En verdad, se luchó en Mont Saint Jean, unos kilómetros más allá, y Napoleón ni se acercó a Waterloo. Después de varios, sangrientos e infructuosos ataques, de heroicas cargas de caballería de uno y otro bando (los Scot Greys, los coraceros franceses, los lanceros polacos, etc.), cuando parecía que el frente aliado iba a derrumbarse, aparecieron los prusianos y se torció todo. 

Napoleón, abandonando su coupé mientras la Guardia toma posiciones.
Maldita la gracia que le hizo a Napoleón tener que huir a caballo del campo de batalla, con el culo tan perjudicado por las hemorroides. ¡Es lo que tiene perder batallas!

Grouchy vencía en Wavre, pero no había sabido interponerse entre el grueso de los prusianos y Wellington. A última hora de la tarde, el ejército aliado y los prusianos por fin unidos pusieron en fuga a los franceses y los veteranos de la Vieja Guardia Imperial obligaron a Napoleón a salvar su vida, cosa que hizo a uña de caballo. Tuvieron que forzarlo. Él quería morir con sus gruñones (los veteranos) y lo de huir a caballo le daba grima (se cuenta que Napoleón sufrió en Waterloo un ataque de hemorroides y se culpa al mal del culo de la derrota del emperador). Sea como fuere, despacharon al jefe y se enfrentaron a su destino, a la historia y a todas esas cosas que se dicen cuando van a matarle a uno. En cuadro y perfectamente formados, fueron rodeados y conminados a rendirse. La respuesta de su comandante (el general Cambronne) fue histórica: Mérde! 

Varios botes de metralla después, ya no quedaba nada que rendir y la batalla se dió por terminada. Esa misma noche, mientras paseaba por el escenario de la carnicería, Wellington dijo aquello de Lo más triste después de una derrota es el escenario de una victoria.

Restos de un soldado muerto en Waterloo y de la bala de mosquete que lo mató.
Fueron hallados en 2012 y a día de hoy se cree que pueden ser los restos de Friedrich Brandt, un soldado hanoveriano de 23 años al servicio de las tropas hanoverianas del rey Jorge III.

La sangría fue tremenda. Uno de cada tres soldados aliados fue muerto o herido. Los franceses sufrieron unas 45.000 bajas (entre éstas, 10.000 soldados apresados por el enemigo). El Gran Ejército Imperial tuvo que huir, qué remedio, y Napoleón abdicó una vez más, días después. Esta vez, en ver de enviarlo de vuelta a la isla de Elba (en la Toscana), como rey, lo enviaron a la isla de Santa Elena, en el quinto pinto, como invitado de un gobernador británico con el que Bonaparte nunca acabó de llevarse del todo bien.

La paradoja de la campaña de Waterloo es que la batalla de Waterloo fue la única derrota que sufrieron los franceses. Fue más que suficiente. 

Waterloo, por Neyman le Roi.
Como ven, el asunto todavía despierta interés entre los pintores.

La última batalla de la campaña, la batalla de Versalles (hasta ahí llegaron los aliados, en efecto) fue una victoria francesa contra todo pronóstico. Un regimiento de húsares (el 5.º) se lanzó contra dos batallones de infantería prusianos y un regimiento de caballería, poniéndolos en fuga. Poco más de trescientos hombres se las apañaron para espantar a una tropa que quizá sumara diez veces más. Pero a esas alturas del cuento, a nadie le importó. Napoleón ya había abdicado.

2 comentarios:

  1. Las últimas operaciones en realidad tienen lugar en los Pirineos. Lo que pasa es que en España hoy día no se cultiva ni se fomenta su propia Historia.
    En Perpiñán el Ejército español de la Derecha tomó esa ciudad entre aclamaciones y sin resistencia y en el Norte el de la Izquierda se paseó y tomó posiciones por la provincia de Bayona sin que nadie le chistase y menos la guarnición que estaba comiéndose los codos de rabia tras los muros de esa plaza fuerte, esperando a ver en qué quedaba todo eso de la abdicación y demás.
    Pero, claro, de eso Bernard Cornwell ni idea, y así se perpetúa el error por más que algunos heroicos historiadores españoles hayan tratado de enderezar el error. Recomiendo a ese respecto "El Waterloo de los Pirineos". Ameno y documentado, pero, claro, como es costumbre en España, publicado en una corta tirada y nada publicitado.
    Dejo un link para facilitar las cosas

    https://hiberniansoldierbooks.com/2016/01/08/el-waterloo-de-los-pirineos/

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    1. Gracias por su información.

      La información sobre la batalla de Versalles la obtuve de la tesis doctoral de Gérard-Antoine Massoni, sobre el 5.º Regimiento de Húsares, francés, y tuvo lugar a primeros de julio de 1815. Fue la última batalla de la campaña de Waterloo propiamente dicha (la del Ejército del Norte), pero no la de la guerra. Austria, por ejemplo, violó la neutralidad impuesta por el armisticio en agosto de 1815 en la frontera Suiza y los españoles (en efecto) cruzaron la frontera francesa en los Pirineos.

      Agradezco muchisimo sus aclaraciones y sus recomendaciones bibliográficas, que parecen muy interesantes. Gracias.

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