Las pilas del audífono de Pujol

¿Cómo dice? ¿Millet? ¿Prenafeta? ¿Andorra?
¡Lo siento, pero se me han acabado las pilas!

Este lunes, el que fuera presidente de Banca Catalana, de Convergència Democràtica de Catalunya y de la Generalidad de Cataluña durante un montón de años, que perdió el título de muy honorable a petición propia en vez de verse privado de él, como hubiera sido de esperar, este lunes, decía, el señor don Jordi Pujol fue a declarar a la comisión parlamentaria del Parlamento de Cataluña que pretende (en vano) abrir las ventanas y echar fuera del país los aires de corrupción que hace tanto tiempo están apestándolo todo.

El sinvergüenza pasó ciertos apuros, porque a nadie le gusta que le lean la cartilla, pero también porque se le había gastado la pila del audífono. 

¿Saben? Es que no oigo bien, decía, cuando un diputado le ponía de vuelta y media, y el solícito presidente de la comisión, muy atento, iba a decir servil, iba repitiéndole lo que no había oído y estaba más por el invitado que por su labor. Le hacía reverencias y le encendía y apagaba el micrófono, o le pedía permiso (¡sí! ¡le pedía permiso!) para que los miembros de la comisión (todos de acuerdo) pudieran hablar cada uno de ellos un minuto más. 

El sinvergüenza se valió de esa repentina sordera para disimular y dejar de escuchar a discreción. Cuando quedaba claro que ya no le valía el disimulo, comenzaba a exclamar ¡Esto no es serio! ¡Esto no es serio! y se negaba a responder. Luego, reía. Sí, reía.

Nada, que sigo sin pillarlo, no sé de qué me está hablando.
¿Puede decírmelo un poco más alto? Mecachis, las pilas.

El audífono sin pilas del señor Pujol es todo un símbolo en sí mismo. Su propietario siempre se ha negado a dar explicaciones. ¡Ahora no toca! era su máxima. ¡Es que me he quedado sin pilas! dice, cuando ahora sí que toca.

Trágico, cómico, sin duda patético, el emperador desnudo... y sordo.

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