La fiesta de la insignificancia



Hacía mucho que no leía a Milan Kundera. Había leído sus grandes novelas en checo... Quiero decir, las que escribió en checo, pero traducidas, que yo, de checo... En fin, ya me entienden. Había leído sus grandes novelas en checo, decía, y creo que alguna de las que ya había escrito en francés. Además, muy asiduamente y disfrutando mucho. Eran tiempos de muchísima lectura. Por lo tanto, leer La fiesta de la insignificancia (traducida del francés por Beatriz de Moura, publicada por Tusquets), ha sido como encontrarse con un viejo amigo al que no veías hacía mucho tiempo. 

Como sucede en estos casos, lo encuentras cambiado, pero también lo ves como siempre lo has visto. Ha sido un encuentro breve; La fiesta de la insignificancia se lee en un abrir y cerrar de ojos. Pero volver a leer a los viejos amigos y descubrirlos tan incisivos como antaño es una experiencia siempre agradable. Ahora bien, que quede entre nosotros, del Kundera de hace años al Kundera de ahora hay un largo trecho que me he perdido y tendré que recuperar.

Plantea las situaciones de manera simple y magistral y explora lo más íntimo como solía hacerlo, con sinceridad y precisión. Aprovecha para meditar sobre lo divino y lo humano y en este caso, con un afilado sentido del humor, con una ironía sutil, que se aproxima al cinismo si no fuera porque el buen humor y la broma, la humorada, es el núcleo del... ¿relato? 

Porque ésa es otra, es un libro un tanto caótico, pero sólo en apariencia. Planta las piezas de un rompecabezas y vamos reconstruyéndolo página tras página, con muchísimo cuidado, al tiempo que pensamos en Hegel, Schopenhauer (victorioso sobre el primero, gracias) y en la humana condición. En medio, Stalin haciendo bromas (de dudoso gusto). Una fiesta de cumpleaños, un ligón frustrado y otro que basa su éxito en pasar desapercibido. La metafísica del ombligo y la caída de los ángeles. Todo muy surrealista... y bello. ¿Qué comeran los checos que ahí los tienes, kafkianos y surrealistas a la que te despistas?

Leí de un crítico que La fiesta de la insignificancia es un divertimento. No creo: es demasiado serio. Aunque bien es cierto que se lee con una sonrisa.

Es un gran libro. Si les gusta leer, léanlo.

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