¡Cuánto tiempo sin verte!


Es lo que se dice a los viejos amigos: ¡Cuánto tiempo sin verte! Luego viene preguntar qué ha sido de tu vida y que estás haciendo. Ésas y otras cosas son las que habrán exclamado algunos ingenieros de la ESA (la Agencia Espacial Europea) cuando los americanos les han enseñado una fotografía y les han dicho: ¡Mira! ¡Hemos encontrado la Beagle 2

Una de las tres fotografías obtenidas por la NASA.
Arriba, la Beagle 2. En medio, ¿un paracaídas de la nave?
Abajo, una carcasa que protegía la sonda, desprendida durante el aterrizaje.
Fijándose mucho, arriba a la izquierda, un marciano con trompetas en la cabeza.

¡Caramba! La daban por perdida. A efectos prácticos, se perdió y sigue perdida, aunque ahora saben dónde está. No es una paradoja, porque la cuestión es que está ¡en Marte! Eso queda lejos, muy lejos, y por eso he dicho que la han encontrado... pero sigue perdida, irrecuperable.

Un primer plano de la nave perdida y vuelta a encontrar.

Esto es así sólo por el momento. El día que colonicemos el planeta rojo y paseen los astronautas por su superficie como Pedro por su casa, entonces alguno dirá: Querida, salgo un momento. Cojo las llaves del módulo de transporte, que aprovecharé para acercarme al Beagle 2. Pues, cuando vuelvas, le responderán, pasa por el módulo de mantenimiento y les dices que se pasen a mirar el evaporador hidropónico, que no va muy fino. Vaaale... suspirará el intrépido y audaz explorador espacial.

Entonces, la Beagle 2 será o una pieza de museo o un montón de chatarra. Ojalá se conserve como lo primero, y se exponga en el museo marciano, para regocijo y solaz de las futuras generaciones de marcianos humanos. Contemplarán con ojos pasmados un cachivache destinado a explorar la superficie de Marte y se asombrarán de cómo eran de primitivos sus tatarabuelos. ¿Con eso pretendían explorar Marte? ¿Que no tenían transpondedores filomásicos hiperresolutos? ¡Qué tontos!


El profesor Colin Pillinger, padre de la Beagle 2, mostrando cómo tendrían que haberse desplegado los paneles solares en la superficie de Marte. El cacharro se inspira en un viejo reloj de bolsillo, como puede apreciarse en las fotografías.

Pero aún falta para eso. Ahora mismo, volviendo al presente, la fotografía de la NASA ha resucitado la cuestión de por qué se perdió la Beagle 2. Creían que se había estrellado sobre la superficie y se había hecho añicos. ¡Adiós! ¡Otro bonito cráter en la superficie marciana! Pero, no, la fotografía demuestra que aterrizó la mar de bien. El problema vino después del aterrizaje. Los ingenieros creen, después de haber examinado las pruebas, las viejas y las nuevas, que el cachivache no pudo desplegar correctamente los paneles solares fotovoltaicos y ahí se quedó, sin pilas.

Un examen de la fotografía nos muestra que no pudieron desplegarse todos los paneles.

Había partido de Baikonur, en Kazajistán, el 2 de junio de 2003. El aterrizaje de la sonda fue el 25 de diciembre de 2003. No se volvió a saber de ella y el 6 de febrero de 2004 se dió oficialmente por perdida. Su misión era la de encontrar (si hubo, si hay, si podría haber) vida en Marte y la pérdida disparó las alarmas de los conspiranoicos que todavía creen que nos vigilan desde Marte unos marcianos con trompetas en la cabeza, que no podían permitir que fuéramos nosotros a descubrir sus aviesas intenciones de invadirnos. No, no, lo sucedido fue más estúpido que eso: se atascó un tornillo y millones y millones de euros se fueron a tomar viento así de fácil.

Todo irá bien mientras no sean los marcianos los que vengan a explorar (y quedarse).

Un satélite de la NASA, el MRO (Mars Reconnaissance Orbiter) pasó por encima y sacó unas fotografías el pasado 16 de enero. En ellas se ven, dicen los expertos, los paneles solares a medio desplegar. El cachivache cayó a cinco kilómetros de distancia de donde habían previsto y quizá por eso no habían dado antes con él. 

Este hallazgo del pecio del Beagle 2 nos ilustra sobre el grado de detalle con el que estamos reconociendo Marte. Somos capaces de descubrir en su superficie un objeto tan (relativamente) pequeño como una barbacoa o un grupo de mesitas de la terraza de un café. El lugar comienza a estar concurrido, ya ven.

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