El invento de la Vieja Banda (y IV)


El TOG 1, con la torreta de un Matilda II (desarmada) y sin los pontones laterales (que nunca llegaron a instalarse). La perspectiva de la fotografía engaña un poco: el TOG es un vehículo muy largo y estrecho.

El primer TOG, el TOG 1, tardó un año en construirse y se entregó en octubre de 1940. Llevaba un motor Paxman-Ricardo de 600 CV (un motor naval), que movía unos generadores que a su vez movían unos motores eléctricos que movían las cadenas, porque no estaba la metalurgia de entonces como para un cambio de marchas que soportara tanta torsión sin romperse.

El TOG 1, a punto, bien a punto, de quemar sus motores eléctricos.

Porque la criaturita pesó 68 toneladas nada más nacer. Tan grandote y no fue exactamente como habían solicitado los militares. Medía diez metros y medio de largo y podía sobrepasar todos los obstáculos que se le había pedido sobrepasar, pero la presión sobre el suelo era casi el doble de la que se había especificado. En cuanto a las armas, improvisaron. Entre las cadenas le montaron un cañón francés de 75 mm y encima, una torreta del carro de combate Matilda II. Tenía que llevar una especie de torretas a los lados, pero los ingenieros dejaron el agujero, mientras pensaban cómo y con qué llenarlo.

El monstruo de Frankenstein que habían creado comenzó a dar problemas. La transmisión eléctrica se sobrecalentaba y el vehículo giraba muy mal. Un mal día, la transmisión eléctrica se recalentó tanto que se incendió y los ingenieros decidieron colocar una hidráulica, más convencional. Así nació el TOG 1A, que se probó en junio de 1943. Alcanzó la increíble velocidad de 11 km/h en línea recta. Parecía que funcionaba bien, hasta que la transmisión... se rompió. En diciembre de ese mismo año, se rompió la transmisión, la suspensión... prácticamente todo el tren de rodaje. Meses después, montaron lo que quedaba en un tren de mercancías y se lo sacaron de encima.

Las últimas noticias que tenemos del TOG 1A son las de un informe de julio de 1947 donde se decía que se empleaba para probar la resistencia de los cambios de marcha de los prototipos de carros de combate. Seguramente, los rompería todos y el TOG 1A se convirtió bien pronto en un montón de chatarra y se desguazó.

En este esquema pueden compararse el TOG 1A (con los pontontes laterales instalados), arriba, y el TOG 2* (con un cañón de 17 libras contracarro y sin pontones), abajo. El TOG 2* es el único que ha sobrevivido y hoy puede verse en el Tank Museum de Bovington, Reino Unido.

Pronto nació el TOG 2, porque con un TOG no tuvieron bastante. Lo encargaron en junio de 1940 y lo tuvieron listo para las pruebas en marzo de 1941. Era otra cosa. Habían cambiado significativamente algunas partes mecánicas, aunque seguían empleando la transmisión diésel-generador-motores eléctricos. La cadena estaba protegida por el blindaje y lo más importante, tenía una torreta y un cañón a medida. 


Puede verse que el TOG 2 es larguísimo.
Sigue sin resolverse la cuestión de los pontones laterales.

Más que una torreta, cuatro. Porque se probaron cuatro: tres con un cañón antiaéreo de 3 pulgadas (76,2 mm) y la última con un cañón contracarro de 17 libras (también de 76,2 mm, pero más potente). En esta última torreta... ¡no cabían el cañón y los tripulantes a la vez! Antes de disparar, corrían todos al interior del tanque, no los pillara el retroceso de la pieza.

Los TOG tenían un interior amplísimo, que recordaba la cubierta de un submarino.
Éste es el interior del TOG 2* que se conserva en el Tank Museum de Bovington.

La Vieja Banda se mostró muy optimista con su nuevo juguetito y en noviembre de 1941 su entusiasmo era tal que ya encargaron la construcción de un par de centenares (sic). Por suerte, el Estado Mayor puso la orden en cuarentena. Porque los militares comenzaron a criticar el dispendio en esos monstruos mecánicos y solicitar más carros medios, que eran más veloces y ligeros y llevaban piezas tan potentes y blindajes casi tan gruesos (en el caso del Churchill) como los TOG. 

El TOG 2R.
¿A que impresiona?

Pero Sir Albert Stern, el líder de la Vieja Banda, contraatacó presentando en noviembre de 1941 una versión TOG 2R, que era el TOG 2 que había pasado por el taller y había salido con unos filtros para las arenas del desierto y alguna cosilla más. A ésa le siguió otra y otra... De vez en cuando, desaparecía el TOG 2, le hacían unos arreglillos y volvía a aparecer ligeramente modificado: con una nueva torreta, con otro cañón, con diferentes cojinetes... La última versión, la TOG 2* (en argot, la Two Stars) fue finalmente rechazada por el Departamento de Diseño de Tanques del ejército, que ya estaba de la Vieja Banda hasta el gorro. 

El TOG 2* que se conserva en Bovington.

El proyecto del TOG fue definitivamente aparcado en mayo de 1943, aunque todavía siguieron empleándose los dos prototipos (TOG 1 y 2) en algunas pruebas durante pocos meses más. El TOG 2* se guardó en un almacen y hoy, gracias a Dios, luce en el Tank Museum de Bovington, donde sigue despertando pasmo y admiración.






Los cuatro competidores en enero de 1942.
De arriba a abajo: un TOG 2* (en verdad, el que compitió fue un TOG 2R); un Matilda II, un Valentine, un Churchill (primera versión, con cañón entre las cadenas).
El TOG 2R ganó a todos bajando por una cuesta con mucha pendiente. 

Quizá la anécdota más divertida del TOG 2 (mejor dicho, del TOG 2R) fue una carrera con otros carros de combate entonces considerados pesados, por muy blindados, en enero de 1942. Se enfrentó a un Matilda II, a un Valentine y al nuevo Churchill. La primera prueba, la de cruzar trincheras, la ganó de calle, porque era un bicho larguísimo y eso le daba ventaja. En la segunda, la de ver quién corría más por un campo a través en línea recta, quedó el último. Mal asunto, porque el Matilda II era un trasto lentísimo y ni el Valentine ni el Churchill podrían considerarse rápidos. La sorpresa fue la prueba de subir y bajar pendientes.

Subir... Bien, al final subió. Fue el bajar. El TOG 2R sobrepasó ese día los 24 km/h. Porque de bajada se le que maron los motores eléctricos y perdió los frenos, así que se precipitó cuesta abajo a tumba abierta y sin poder parar. Casi setenta toneladas pidiendo pista, que voy, imagínense ustedes el susto.

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