La fraudulenta sociedad del señor Pujol y la bruja Adelina


En toda tragedia, incluso entre las que se mueven en el lodazal de la vileza y la corrupción, apunta siempre una escena cómica, hilarante, esencialmente absurda. En el fondo, la tragedia es una broma que no mueve a risa. 

El caso del Gran Engaño del señor Pujol pertenece a esas tragedias que transcurren entre mediocridad y podredumbre, pero es sorprendentemente rica en adornos histriónicos y delirantes. Uno es, sin duda, el caso del negro de las memorias del delincuente, que es de una comicidad tan extrema que roza el patetismo. Pero el otro caso, difícilmente superable, es el de la bruja Adelina.

Publiqué la historia en El cuaderno de Luis hace casi dos años. ¡Nadie me hizo caso! La noticia ocupó tan poco espacio en tan pocos periódicos que tropecé con ella de casualidad. Eso también provocó mucha incredulidad entre mis lectores, tanta como me había provocado a mí. Alguno me dijo que me había pasado de rosca.

Pueden leer la entrada que publiqué en diciembre de 2012 aquí mismo:


Les haré un breve resumen. En uno de sus viajes a Andorra, uno que había sido un alto directivo de Banca Catalana le contó al señor Pujol que conocía una bruja que era cosa de ver. Quitaba el mal de ojo como nadie. El señor Pujol accedió a verla y allá fueron los dos, a la casa de la bruja Adelina, una bruja genuina de las montañas (sic). 

La bruja Adelina hizo el número del huevo, la llamada terapia del huevo (sic). Se frota un huevo (de gallina) por el cuerpo del interesado y después de varios pases mágicos, abracadabra y demás, se rompe en un cuenco, como para hacer tortillas. Las más de las veces, el huevo sale negro (sic) y eso quiere decir que ha absorbido (sic) las malas vibraciones, las enfermedades, los pesares, las penas y así hasta el mal de ojo, que ha eliminado tan ricamente. Llegados a este punto, se ahueca la mosca y se va uno a casa tan contento, con el pase de huevo con tinta dentro en su biografía.

Hasta aquí no diré que fuera todo normal, pero como si lo fuera. Podría calificarse como broma o como curiosidad. Pero lo que siguió después ya no. Porque, ¡quién lo iba a decir!, el señor Pujol se obsesionó con la bruja Adelina y fueron muchos los viajes que hizo hasta Andorra para consultarla. Por lo visto, la cosa de la bruja lo tenía atrapado y escapaba de sus obligaciones día sí y día también para consultarla.

Hasta aquí, la confesión del alto directivo de Banca Catalana ante la policía judicial que investigaba el caso Pretoria. Tal cual.

El delincuente confeso también participó en negocios de brujería.

Pero ahora han trascendido más datos y mejores. El señor Pujol confesó su delincuencia el pasado 25 de julio y se ha abierto la veda. No ha tardado en volver a leerse la historia de la bruja Adelina. Las risas han sido muchas, pero la historia que antes parecía inverosímil es ahora creíble, dejando a un lado que siempre ha sido cierta.

Ayer, en El Intermedio, el programa de La Sexta, dedicaron un buen rato a la bruja Adelina y pudimos ver a la bruja misma en la pantalla, rodeada de estampitas, quejándose de su sociedad con el señor Pujol. ¡Ése se ha hecho rico a mi costa!, exclamó la bruja.

Parecía referirse a sus dotes de videncia, pues una vidente en condiciones se supone que puede decirle a uno dónde invertir tanto dinero y obtener buenas ganancias. Pero ¡no! ¡La historia es otra, muy diferente!

Al parecer, el señor Pujol le montó un despacho a la bruja Adelina en Barcelona. Tanto ir a Andorra con el coche oficial podía levantar sospechas y mejor tenerla cerca. Para sus cosas... y para otras.

El señor Pujol le dijo a la bruja que atendiera exquisitamente a las personas que él iba a enviarle. Ya saben, el pase de huevo y tal. A cambio, por cada una de esas visitas la bruja Adelina recibiría 150 euros del señor Pujol.

Después de una temporada de gloria brujeril el negocio se fue al traste y la bruja, con un cabreo monumental, abandonó la sociedad y el consultorio barcelonés. Luego se retiró. La bruja vidente Adelina no había visto lo que ocurría delante de sus narices y tan pronto lo descubrió, saltó la liebre y se disolvió la sociedad del señor Pujol y la bruja Adelina. ¿La razón? ¡El enriquecimiento del señor Pujol!

El señor Pujol cobraba 300 euros a la víctima, pero sólo pagaba 150 euros a la bruja. ¡Él se quedaba con el resto! Y no se lo había dicho a la bruja. ¡Madre de Dios, qué hombre! 

¿No queda claro quién es y cómo es el señor Pujol?

¿En manos de quién ha estado Cataluña tantos años?

Quedan muchas preguntas en el aire en este caso. A mí me intriga especialmente cómo obtenía los clientes el señor Pujol.

Lo imagino diciéndole a un fulano que tiene que acudir a una bruja que él conoce, que hace maravillas con la terapia del huevo y que además es vidente cosa fina. El fulano en cuestión ¿quién podría ser? ¿Un alto cargo de CiU? ¡Cualquiera le dice que no al jefe! ¿Un empresario en busca de contratas? ¡No irá a negarse! ¿Qué les decía? ¿Cómo les convencía? ¿Cobraba en efectivo, allá mismo, en el despacho?

Pero lo que me muero de ganas por saber es: ¿Quién fue? ¿Hubo alguien que se negó? ¿Podremos conocer algún día la lista de víctimas de la fraudulenta sociedad del señor Pujol y la bruja Adelina?

¡Por favor! ¡Por favor! ¡Quiero conocerla! ¡Que se publique!

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2 comentarios:

  1. Adolf Hitler era nigromante, aficionado al espiritismo y creía firmemente en la astrología. Es una debilidad propia de los grandes hombre que marcan la historia del pueblo, sea el alemán o el catalán.

    Igual que Hitler, Himmler, Hess, Rosenberg y otros. Igual que Pujol, Mas, Puig, Homs y los demás. Al tiempo.

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    1. Carlos, las ciencias ocultas entre los jerarcas del nazismo adquieren desde el primero momento un aire siniestro y amenazador. En este caso, no. En este caso no tienen más que un aire ridículo, cómico y si quieres, histriónico. Es lo que pienso.

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