Dramas humanos del pujolismo


Cómo se ríe, cómo se ha reído de nosotros...

No querer ver que el expresidente de Banca Catalana metido a presidente de la Generalidad de Cataluña fue un chorizo exigió grandes dosis de tragaderas y mucha fe. Los grandes sinvergüenzas de la historia siempre se han apoyado en esta fe ciega y crédula y el señor Pujol no iba a ser menos que los demás. ¡Tantos años capitaneando las cloacas de la peor política y tantos siendo considerado un referente ético y moral! 

Ahí reside su verdadero genio, en la estafa, en la apropiación e identificación de lo propio y lo ajeno, incluyendo lo que mueve a sentimientos religiosos y patrióticos, para la satisfacción de sus propios fines, que no eran tan políticos como se cree y mucho más pecuniarios de lo que estamos dispuestos a creer. A ningún catalán le gusta descubrir que Cataluña tiene más de Sicilia que de Dinamarca, incluso los que, como Hamlet, llevábamos tiempo sosteniendo que algo huele a podrido en nuestra patria. 

Los que no veíamos con buenos ojos al personaje nos hemos quedado de una pieza. Pero imagínense el mal trago de sus fieles adoradores, ésos que han creído en lo que decía y se han negado a ver lo que hacía, los que ahora descubren que sin su concurso no podría haberlo hecho y exclaman, como Frankenstein, ¡he creado a un monstruo! Viven un drama humano. 

Porque en verdad es un drama tener que reconocer que te has dejado engañar, porque has querido dejarte engañar... ¡durante décadas! Es dramático verse despojado de un día al siguiente del sustento de tu fe. Todo se tambalea cuando el mago reconoce al fin que todo tiene truco. Pero creo que es peor persistir en el engaño. Cuántos no quieren bajarse del burro. Véanlos gritando con manifiesto desamparo y desesperación. Desprovistos de dios, tienen que enfrentarse al vacío y muchos no pueden resistirlo.

Este último caso es el más lamentable y humanamente doloso y se da en todos los grandes engaños, donde un puñado de los mayores crédulos, que no tienen por qué ser tontos, sólo ciegos, sigue creyendo en la manifiesta mentira. 

Rahola predicando el pujolismo desde el púlpito del Grupo Godó.

La inefable Rahola gritaba, y digo gritaba porque parece incapaz de hablar sin desgañitarse, gritaba, decía, que todo lo que se decía de la familia Pujol era una manipulación política (sic), no un suceso criminal, y luego, viéndose desmentida, se apresuró a decir que Pujol es nuestro padre (sic) y una víctima del sistema (sic). ¿Del sistema que él mismo creó?

El señor Albà ante uno de los símbolos de Cataluña, CatalunyaCaixa.

El sociólogo y el sinvergüenza, pontificando sobre lo mismo mismamente.

Albà, un payaso desquiciado, felicitó al president por robar al Estado opresor (sic) y se retrata más tonto de lo que parece, pues los robados en este caso son todos los catalanes, no el Estado. Cardús, un sociólogo que hace tiempo sólo describe la sociedad que desea, no la que es, dijo que lo sucedido es consecuencia de la españolización del país (durante) las últimas décadas (sic), así, con dos bemoles. Quizá convendría recordar que la maldad se inició y gestó en la banca y prosiguió en la política una vez asentado el sistema de clientes y amigos y que más que españolización, fue robo. El modelo autonómico catalán se cortó a la medida del ladrón, con sastres de la altura del señor Prenafeta, por ejemplo.

¡Papá! ¡Papá! ¡Cuánto te quiero, papá!

Metidos en política, el actual presidente de la Generalidad de Cataluña se metió él solito en un berenjenal. Siempre que improvisa suele meter la pata y esta vez no iba a ser una excepción. Se declaró dolido, consternado y tal y se imaginarán ustedes cómo me siento si yo soy su hijo político, digámoslo así (sic). El hijo político, inmediatamente, quiso quitarle hierro al asunto dejando ir que era una cuestión familiar y personal (sic). Pero ¿no eras tú su hijo? ¿No te puso él donde estás? Con la sede de su partido embargada por orden judicial, sólo se entrevé una cuestión familiar en un contexto siciliano.

Sobrequés y el sinvergüenza, pontificando y predicando ética y moral.

Uno de los ejemplos más patéticos es el del señor Sobrequès. Se despachó a gusto comparando a Pujol con el Cristo en televisión, sosteniendo que mientras Cristo se había crucificado una vez por todos nosotros, Pujol se había crucificado no una, sino dos veces, una por su familia y otra por Cataluña (sic), y olé, ahí queda eso. Declino seguir comentando el caso.

Etcétera.

Pasará a la historia como el negro del sinvergüenza.
Seis años de su vida y tres volúmenes dedicados... a mentir.

Pero el que me parece más tremendo de todos es el ejemplo del señor don Manuel Cuyàs. Me da una pena muy grande. No es que el personaje me caiga simpático, es que puedo llegar a comprender su desazón. 

Él fue quien en verdad escribió los tres volúmenes (tres) de las Memorias de Jordi Pujol. Trabajó en ello durante seis largos años, seis, empitonados y difíciles como los Miura, sin picadores ni banderilleros. Una empresa tremebunda. Quien, como yo, haya tenido que enfrentarse a la lectura de la transcripción de docenas de discursos del señor Pujol sabrá que la empresa del señor Cuyàs tuvo una especial dificultad y perdonen que les diga, habrá sido un coñazo mayúsculo. En suma, qué gran sacrificio y para qué.


Véase desde el lado bueno.
Un mal libro de memorias es ahora un descacharrante libro de humor masoquista.

El producto de tantos trabajos son tres volúmenes de contenido plúmbeo y soporífero que antes pasaban por historia y ahora resultan ser pura ficción, si no una burla como la copa de un pino. Ficción y puro cinismo, porque el señor Pujol ha ejercido toda su vida de predicador de la más alta moral en política, con un fervor semejante al que decía sentir por la patria, al que sentía en verdad por el 3%.

Al señor Cuyàs se le ha quedado la cara de boniato después de ésta. ¡No es para menos! Además, si no quieres caldo, dos tazas. Las editoriales que han publicado las memorias de los grandes políticos españoles han tenido que comerse el marrón. Quiero decir, que no han vendido lo que querían vender y las memorias de González, Rodríguez, Aznar, Bono y compañía han hecho perder dinero a las editoriales. La excepción fue la biografía de Suárez, que tuvo el acierto de morirse poco después de publicarse y sólo así consiguió venderse. Lo mismo ha ocurrido con los tres volúmenes de la biografía de Jordi Pujol, que no habían satisfecho las expectativas y ya se estaban retirando del catálogo y de los almacenes, por miles, cuando ¡zas! ha saltado la liebre.

No sé cuál será el porcentaje del negro en este caso y cuál el del dictador de las Memorias, o qué adelanto cobraron ambos de Edicions 62. No lo sé. Pero el negocio no parece que haya sido redondo. Para la editorial, no, desde luego. Para Cuyàs, tampoco, y menos ahora, que pasa por un tonto muy tonto ante el personal. ¡Seis años engañado en primera persona del singular! ¡Seis!

Una carta del propio Jordi Pujol, página y media mal escrita y llena de errores gramaticales, ha arruinado seis años de trabajo honesto y sacrificado del señor Cuyàs. Una confesión ha mostrado al mundo que el expresidente de Banca Catalana estuvo tomándole el pelo en vivo y en directo al señor Cuyàs durante seis años, seis, que no son pocos. La fe en la política hueca, patriotera y populista que impulsaba el chorizo se ha mostrado como tal ante alguien que sigue creyendo que es, en verdad, la manifestación de la voluntad del pueblo y la cristalización de la esencia nacional. Porque es incapaz de concebir que sea como parece que es, como todo señala que es. Como es natural, duele descubrirse tonto y engañado, duele mucho, y en su caso, dolerá más después de tantos trabajos.

Negar la mayor será enquistarse en la tontería. Aceptarla es una dolorosa vergüenza. De ahí que diga que es verdad que se despistó, que el president no sabía nada de nada de nada. Patético. Triste. Un drama humano.

Este libro es muy, muy recomendable para comprender el alcance del drama Pujol.
Que no es el drama de Pujol, sino el nuestro.
Si no les interesa para nada el affaire Pujol, lo recomiendo igual de encarecidamente.


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