Las claves secretas de Barbarossa


Fall Barbarossa, el plan para derrotar a la Unión Soviética.

El 22 de junio de 1941, se desató el infierno sobre la tierra cuando la Alemania de Hitler atacó a la Unión Soviética de Stalin. Durante casi un año, más de tres millones de soldados alemanes se habían apostado a lo largo de 2.800 km de frente. También, más de medio millón de aliados (en su mayor parte, rumanos, húngaros y eslovacos). Entre todos sumaban más de siete mil piezas de artillería de campaña, más de 4.300 carros de combate, 4.400 aeroplanos... y contaban con el apoyo de 600.000 vehículos a motor y unos 750.000 caballos de tiro (gran parte de los vehículos y los brutos requisados en los países recién conquistados en la Europa Occidental).

Ciclistas húngaros prestos a pedalear contra el comunismo.
¡Qué pronto abandonaron las bicicletas!

El ataque pilló a muchos por sorpresa. A Mussolini, por ejemplo, que no había sido informado del ataque y pilló una rabieta tremenda. Luego no tardó en sumarse a la cruzada contra el bolchevismo, así la llamaron. Como él, tantos otros. En toda Europa, en su mayor parte ocupada por los nazis, hubo voluntarios para luchar contra el Ejército Rojo. España, no beligerante, reunió los soldados necesarios para la 250.ª División Hipomóvil, la División Azul. Los franceses, belgas, holandeses, noruegos, daneses, croatas, bosnios, que quisieron matar rojos (perdón) se sumaron a las SS, que pasó de ser una organización aria toda ella a formar algo parecido a una Legión Extranjera. Finlandia, que había tenido una guerra corta, salvaje y brutal con la Unión Soviética poco antes, se sumó a las fuerzas del Eje. Etcétera.

También pilló por sorpresa a Stalin. Porque Stalin creía que Hitler era su aliado y socio, tal cual. Le resultaba inconcebible que los alemanes quisieran atacar la Unión Soviética.

Una impresionante formación de carros soviéticos T-26.

En primer lugar, porque el Ejército Rojo era impresionante: casi tres millones de hombres en el frente europeo, más cinco millones en Asia y en la reserva; unos 20.000 carros de combate y otros tantos aeroplanos; la misma extensión de la Unión Soviética jugaba en contra de cualquier invasor. ¿Quién querría suicidarse atacando a la Unión Soviética?

A la izquierda, una autoametralladora soviética, su conductor y un oficial soviético. A la derecha, soldados alemanes (el de negro, un tanquista). En Polonia, en 1939.

En segundo lugar, porque se habían aliado para repartirse Polonia y luego Stalin había invadido los países bálticos con el beneplácito de los nazis. Es más, a finales de 1940 Stalin había estado a punto de firmar el tratado del Eje y sumarse a Italia y Japón como firme aliado del nazismo. Seguía la negociación. Tratados comerciales provechosos sellaban el pacto entre ambos regímenes, que compartían el aislamiento internacional e intercambiaban materias primas. ¿Por qué atacar a tu mejor amigo?

La operación Barbarossa y su desarrollo. De poco que Alemania no gana la guerra.
Las bajas soviéticas fueron espantosas: unos tres millones de hombres en seis meses.

Tengo muy poco espacio para extenderme aquí, pero era más que evidente que Hitler, más pronto que tarde, iba a lanzarse contra la Unión Soviética. La concentración de tropas en la frontera no había pasado desapercibida. Los espías soviéticos, además, habían conseguido los planes de la invasión. La Orquesta Roja, un grupo de espías que actuaba desde Alemania, ¡desde los mismísimos cuarteles generales del ejército alemán!, había avisado del ataque. Los espías en los países ocupados también habían avisado. Sorge, que trabajaba en Japón para la embajada sueca, quizá el espía más grande que tuvo la Unión Soviética entonces, hasta proporcionó la fecha del ataque y el detalle de todos los ejércitos que iban a participar en la ofensiva. Las alarmas eran muchas y todas sonaban a la vez, pero Stalin no quiso oírlas y nadie se atrevió a insistir.

Porque Stalin era un tanto paranoico. Si uno le llevaba la contraria... Los alemanes se habían aprovechado de ello y habían preparado el terreno de la operación Barbarossa (la invasión de la Unión Soviética) con mucha antelación. 

Al final de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles prohibió a los alemanes disponer de carros de combate, artillería de medio o grueso calibre, vehículos blindados, submarinos y aeroplanos en su ejército. La Unión Soviética, campeona del bolchevismo, sufría un fortísimo aislamiento internacional. Los oficiales alemanes no tardaron en ponerse de acuerdo con el Ejército Rojo y comenzaron a colaborar (en el más estricto secreto) en el desarrollo de tantas armas prohibidas. Cuando Hitler subió al poder, esta colaboración era estrecha y provechosa y continuó unos años más.

Cuando comenzó a maquinarse la invasión y destrucción de la Unión Soviética, los servicios secretos alemanes quisieron aprovecharse de la relación entre oficiales de alto rango alemanes y soviéticos. Justo en ese momento, la Gran Purga de Stalin estaba en su apogeo. Había comenzado en 1936 y llevaba cientos de miles de desaparecidos, presos y fusilados a sus espaldas. Stalin había desatado el terror. Por el momento, la Gran Purga había pasado de puntillas por el Ejército Rojo. Entonces, actuaron los alemanes.

Heydrich, uno de los personajes más siniestros del III Reich.

Dicen que la idea vino de Reinhard Heydrich, jefe del SD o Servicio de Seguridad del Reich, el SS más temido y peligroso después de Himmler, un personaje siniestro, abyecto y deleznable, y es decir poco, que luego organizaría la Solución Final. Puede que fuera así, o puede que la idea surgiera de cualquier otra parte y él se aprovechara de ella.

El mariscal Tujachevsky, en una de esas fotos retocadas de la Enciclopedia Soviética.
Antes de caer en desgracia, naturalmente.

Al grano. Aparecieron unas cartas de oficiales del OKW (Oberkommando der Wehrmacht), el alto mando del ejército alemán. Por lo visto, el mariscal Mijaíl Tujachevsky se carteaba con ellos. Dice la leyenda (es difícil de verificar) que esas cartas llegaron al NKVD (la policía política soviética) a través de Edvard Beneš, presidente de Checoslovaquia. Poco después, Alemania se anexionaría Checoslovaquia, bajo la impávida mirada de las potencias occidentales. Esas cartas desataron el pánico en Stalin, que temió lo peor e inició una purga salvaje en el Ejército Rojo.

Los historiadores soviéticos restan importancia a esta maniobra de los nazis, porque a nadie le gusta admitir que ha caído en la trampa, una trampa burda y chapucera. Porque unas cartas eran auténticas, pero otras... En fin, que cualquiera con ojos en la cara hubiera visto que eran falsas o estaban manipuladas. 

Los historiadores soviéticos dicen que algunos oficiales próximos al mariscal Tujachevsky ya habían sido arrestados (y purgados) y que estas cartas no se emplearon en los juicios contra los militares. Vamos a ver... A finales de los años treinta, el NKVD había arrestado a casi todo el mundo, incluyendo algunos oficiales próximos al mariscal y a la vecina del quinto. La paranoia política era completa en todas partes y se hablaba de los Coches Negros (los ZIL del NKVD) como de la Peste Negra en la Edad Media. En segundo lugar, esas cartas tenían relación con la estrecha colaboración entre el Ejército Rojo y Alemania en el desarrollo de armas prohibidas. Mejor no hablar mucho de ello en público o en los libros de historia después de la Gran Guerra Patria (o Segunda Guerra Mundial).

Basto esta chispa para desatar un incendio terrible. Tres de los cinco mariscales de la Unión Soviética, 13 de los 15 comandantes de ejército, 50 de los 57 comandantes de cuerpos de ejército, 25 de los 28 comisarios políticos de los cuerpos de ejército, 154 de los 186 generales de división, todos (sic) los comisarios políticos del ejército (a nivel de división o inferior) y ocho de nueve almirantes de la Unión Soviética fueron apresados, interrogados, acusados, juzgados y condenados. Y quizá me deje alguno.

Los cargos del ejército fueron ocupados por oficiales muy, pero que muy estalinistas, no fueran a sufrir la misma suerte que sus antecesores, pero muchos de ellos no daban la talla que reclamaba el cargo. Se vió en la guerra ruso-finlandesa, donde el Ejército Rojo hizo un ridículo espantoso y sufrió numerosísimas bajas.

Un Pz. IV alemán vigila el cruce de la artillería a caballo en el frente ruso.
El avance alemán fue rapidísimo y violento.

Cuando se desató el infierno, el 22 de junio de 1941, el Ejército Rojo carecía de un cuerpo de oficiales de Alto Mando realmente profesional e independiente. Que fuera por culpa de la astucia de Heydrich, la paranoia criminal de Stalin o una combinación de ambas, no podemos establecerlo con seguridad. Pero sí que sabemos que Stalin estuvo ausente durante días, incrédulo, incapaz de concebir que Hitler le hubiera traicionado. ¡Dime con quien te juntas y te diré quién eres!

La sorpresa fue casi absoluta.
Aeroplanos soviéticos (un caza I-16) destruidos en tierra por los bombarderos alemanes.

En los años que siguieron, varios generales de alto rango se convirtieron en héroes de la Unión Soviética y consiguieron victorias apabullantes. Algunos de ellos habían sido rescatados de los gulag de Siberia por el NKVD, restituidos en el cargo y enviados al frente. El espionaje alemán, que presumía de haber desbaratado al Ejército Rojo en 1941, demostró ampliamente su ineficacia en relación con la Unión Soviética. En cambio, los espías soviéticos consiguieron informaciones valiosísimas y contribuyeron decisivamente a la victoria de mayo de 1945.

Pero eso fue veinte millones de muertos más tarde.

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