El franctirador



Angle Editorial publica El franctirador (El francotirador), de Albert Pijuan. El autor ya ha publicado relatos en varias antologías y un poemario; además, ha estrenado varias obras de teatro. Tiene mérito, porque es joven (nació en 1985) y le queda mucho y bueno por delante, pero ésta es su primera novela. Está escrita en catalán y que yo sepa, ahora mismo, no ha sido traducida a otros idiomas (y eso que merecería traducirse).

Albert Pijuan ha decidido estrenarse con el género policíaco. Porque El franctirador es una novela de género, una policíaca, y de las buenas, de pe a pa. He leído por ahí algunas reseñas que apuntan a una relación de El franctirador con Dostoievski u otros clásicos de la literatura rusa, pero soy de la opinión de que no van por ahí los tiros (nunca mejor dicho). En mi modesta opinión, El franctirador está inspirada en la novela policíaca americana clásica, en el pulp fiction, en ese género de policías violentos, sociedades corruptas, donde resulta inevitable una lectura política y social y donde los personajes se definen mediante la acción y los diálogos. Si buscara más influencias, las buscaría en el cine; señalaría a los grandes clásicos del cine negro, por supuesto, pero me inclino a señalar también y más especialmente las películas policíacas de los años noventa, que parecen inspirar algunos de los toques de humor que el autor deja ir aquí o allá.

Llama la atención el escenario de la acción, la ciudad de K***, en Polonia, en 1991. Es un escenario poco frecuente, se diría que hasta exótico, que llama la atención y que está muy bien escogido. Descubrimos una ciudad abatida después de la caída del comunismo, una población pobre y miserable (también moralmente miserable), el miedo, la violencia, ¡todos los ingredientes necesarios para que intervenga el agente de la Continental! ¡Bravo!

En esa ciudad, un francotirador comienza a disparar a los viandantes y la policía toma cartas en el asunto. Justo comienzan los ataques, justo regresa a su hogar uno de los protagonistas, Krzysztof, que ha huido de Suecia, y no diré por qué. Vivirá con su madre, Zofia, una mujer abandonada por su marido y hoy fanática ultracatólica, sometida al padre Garbacz, que vive como puede en un bloque de apartamentos que el Partido, en su día, reservaba para la canalla de la sociedad de K***. Jerzy, su hermanastro, un sociópata violento, querrá investigar qué le ha ocurrido a Krzysztof mientras colabora con la policía. Y Krzysztof se obsesionará con la figura del francotirador mientras la policía acude al expeditivo inspector Blumenfeld para dar con el asesino. Hasta aquí hemos llegado y el resto, si quieren saberlo, lo tienen en las librerías.

La historia está bien narrada, bien tramada y bien escrita. Quizá chirríe alguna página (en especial, aquéllas en las que aparece el padre Garbacz), pero se perdona. El conjunto es notable y la lectura, divertida e interesante. ¿Que aparecen personajes y escenas tópicas? Pues ¿qué tiene eso de malo? Es lo que uno espera de una novela de género como ésta, que sin un inspector Blumenfeld (mi personaje favorito) no funciona. La recomiendo y concluyo diciendo que merece tener buena suerte en las librerías.

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