A rastras por las calles de Barcelona (introducción)


A las pruebas me remito. La Europa civilizada es la mediterránea.

Es habitual ver desfilar por las calles de Barcelona un ruidoso grupo de turistas británicos o alemanes más o menos borrachos todos que celebran una despedida de soltero (o soltera). Vienen de su tierra a la nuestra para emborracharse y hacer perrerías, buscando sexo, sol y playa, eso que nuestras autoridades están empeñadas en llamar cultura mediterránea. ¡Qué gran prueba ha de superar nuestro europeísmo, sometido a semejante espectáculo! Uno se da cuenta que la civilización y todo lo bueno fue del Mediterráneo hacia el norte, con la sonada excepción de la música de Beethoven. 

Pero hay que notar que nosotros tampoco nos quedamos mancos organizando juergas. A modo de ejemplo, les recuerdo el Fórum de las Culturas, celebrado con alegría hace diez años. ¿Por qué preferimos olvidarnos del fiestorro? Uf, uf, responden las autoridades, llevándose las manos a la cabeza, así que mencionamos el Fórum, evitando la cuestión. Porque muchos, pero que muchos millones de euros más tarde, todavía nos sigue la resaca de algo que comenzó como una broma y no sabemos todavía qué acabó siendo. La juerga ha dejado para el recuerdo un horror urbanístico inútil, como ese tatuaje que dice Amor de madre que uno descubre después de haber despedido la soltería de su mejor amigo, tendido en cama ajena, con sarna en los bajos y el estómago revuelto.

Venga esta introducción para hablar del fiestorro en el que los barceloneses acabaron arrastrando a la monarquía española por las calles, hace ya unos añitos. Próximamente, en las pantallas de su ordenador. O de su teléfono móvil, o su tableta, o comoquiera que vean ustedes esto, que la ciencia adelanta que es una barbaridad. Ya verán qué juerga.

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