Una cura de modestia


¡Olé! Recuerdo de Barcelona.

Les recomiendo que una vez cada tanto tiempo acudan a una tienda de recuerdos para turistas de su ciudad. Les vendrá bien. Es una cura de humildad que conviene al cuerpo y fortalece el espíritu.

Al menos en Barcelona, tenemos la manía de considerarnos estupendos. Somos lo mejor de lo mejor que parió madre, decimos. A poco que viaje uno, descubrirá que ésta es la opinión que tiene todo el mundo de sí mismo. La verdad es que somos tan estupendos como todo el mundo, que no es mucho ni demasiado. ¡No somos nada originales! Dicho esto, lo que vale para Barcelona vale para cualquier capital de provincia, incluso capital de un Estado, en Europa o cualquier otro lugar del mundo.

La ventaja de una persona leída y viajada es que comprende esto que acabo de decir y es más fácil que vea las cosas como son. Leer y viajar son dos verbos que ayudan a fortalecer el espíritu crítico y nos proporcionan una perspectiva más abierta y generosa. En el verbo viajar tienen que incluirse las visitas periódicas a las tiendas de souvenirs de la propia ciudad de cada uno, de su patria chica.

Pueden apreciar aquí mismo la diversidad cultural de Barcelona.

Hace pocos días me llegué a los alrededores de la Sagrada Familia y descubrí (volví a descubrir) que una cosa es lo que pensamos nosotros de nosotros mismos y otra es lo que somos en realidad. Luego está lo que piensan los demás que somos, que también tiene tela. Nada como un recuerdo de la ciudad de Barcelona para ilustrarlo.

El caganer (cagón), un personaje navideño catalán que causa pasmo entre los turistas.

Hice esta excursión con un conocido que me estaba dando la vara con la murga del Proceso, la Consulta y la madre que los parió. Tan metido estaba en sus cosas que no se dió cuenta de hacia donde íbamos hasta que no se dió de bruces con una gitana de trencadís (el mosaico de baldosas rotas de colorines tan típico de Gaudí y del modernismo catalán). Con un toro de trencadís. Con sangrías en porrón. Con toreros de plástico, trajes de lunares y navajas toledanas de pacotilla. Con un largo etcétera de pesadillas estéticas y conceptuales. Con lo más cutre y hortera que uno pueda echarse a la vista. Con legiones de turistas felicísimos ante tantos tesoros y recuerdos.

El mundo kitsch del souvenir en su apogeo hizo del personaje patriotero y bocazas un tipo consternado y confuso. Fíjate tú en el trabajo que te queda por hacer, le dije, mostrándole el percal, y pasamos a hablar de otras cosas más interesantes. Lo dejé K.O. Dentro de mí, sin embargo, pensé lo mismo: ¡Fíjate tú cuánto nos queda por hacer!


En el fondo, lo más cómodo es el estereotipo, y lo sufrimos todos.

2 comentarios:

  1. La pena, mi querido amigo, es que tu acompañante posiblemente se limitó a pensar que eres un fascistilla incorregible.

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