Gabriel García Márquez, a. "Gabo" (1927-2014)


Aureliano Buendía se ha quedado huérfano. Eso dicen los periódicos. No ha sido ninguna sorpresa, pero la noticia nos ha pillado a todos de sopetón. 

No entraré en detalles, que los periódicos amanecerán con panegíricos y glosas de su persona y sus letras. Pero sí diré que nos ha dejado uno de los mejores escritores del siglo XX. 

Cuatro o cinco de sus libros son más que suficientes para comprender que su paso por la literatura merece un capítulo destacado sobre los demás. Se me ocurre citar Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada, El coronel no tiene quien le escriba o El amor en los tiempos del cólera, y no hay más que decir. ¿No han leído alguna de estas obras? Pues ¡corran a la librería más cercana! Porque son literatura en estado puro y un regalo para los lectores. Un consejo: no se lean ni la crítica ni el prefacio ni el prólogo ni la contraportada ni nada. Vayan directos a la novela y no se dejen influenciar, déjense llevar.

Gabriel García Márquez comprando un periódico en un quiosco de las Ramblas de Barcelona, en 1970.

Una nota final. También ha dejado huérfana a una Barcelona que fue y que pudo seguir siendo, pero que no ha sido más. Gabo y sus amigos, de la mano de Carmen Balcells, pero no solamente, se mezclaron con lo mejor y más granado de la literatura en lengua española (¡y catalana!), con editores irrepetibles y tarambanas de toda clase y condición y engendraron una Barcelona cosmopolita, un lugar que aparecía en los libros y los periódicos como referente de la cultura y el pensamiento. Corren muchas historias sobre esos años de bullicio cultural, se han convertido en leyenda. ¡Mal asunto! Si hoy son leyenda es porque treinta años de miopía cultural y nacional acabaron con este sueño. También tendríamos que llorar esta pérdida.

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