Los saboteadores de la Home Guard


Material abandonado en las playas de Dunkerque.

Pónganse en situación. Han perdido una batalla casi decisiva. Francia ha caído. Han conseguido evacuar a los soldados en Dunkerque, pero han tenido que dejar atrás los cañones, los camiones, los carros de combate... ¿Quién defenderá el Reino Unido? ¿Con qué armas? ¿Cómo?

Una unidad de la Home Guard, con un vehículo blindado improvisado.

Se crea la Home Guard, un ejército de pacotilla formado por gente no apta para el ejército, que emplea picas a falta de fusiles y botellas de gasolina haciendo las veces de artillería. La situación es desesperada y en cualquier momento van a caer del cielo los paracaidistas alemanes para abrir camino a la invasión. 

Churchill no se hace ilusiones. Si el ejército alemán logra cruzar el canal y pone los pies en Inglaterra, el ejército británico apenas podrá retrasar su avance. Sin material, sin munición, no podrá resistir mucho tiempo. La Home Guard se sacrificará inútilmente, bien lo sabe.

Una unidad de la Home Guard. Ésta, con fusiles.

Churchill, sin embargo, es un hombre de recursos. En estos días difíciles crea el primer Commando, una compañía de infantería ligera de élite que será entrenada especialmente para atacar la retaguardia del enemigo. Hay que llevar la batalla al enemigo, no esperar a que venga, dijo, y pronto veremos a los comandos en acción. 

La misma filosofía se aplica a una unidad secreta, la Auxiliary Unit, la Unidad Auxiliar. Muy pocas personas conocen su existencia. La componen voluntarios que proceden de la Home Guard, seleccionados con sumo cuidado. Sus miembros son entrenados en tácticas de guerrilla, asesinato y sabotaje, sin decírselo a nadie. Mientras tanto, se construyen en el campo depósitos de armas en los que se guardan armas, municiones y explosivos (lo que ahora llamaríamos zulos). 

Lo que queda de un escondite de la Auxiliary Unit.

El vecino de al lado, el párroco del pueblo, el mozo de la taberna, pueden ser miembros de la Auxiliary Unit. Todo es muy secreto. Casi nadie sabe que existen, o quiénes son.

Cuando lleguen los alemanes, los miembros de la Auxiliary Unit comenzarán una campaña de asesinatos, sabotajes y emboscadas contra el invasor. Divididos en células, independientes unas de otras, se saben muertos si los alemanes los capturan. Los mandos calculan que los miembros de una célula de la Auxiliary Unit no vivirán más de diez o doce días combatiendo contra los alemanes. Los pillarán, tarde o temprano. El suicidio es una opción, y morir matando. 

La Auxiliary Unit nunca entró en acción, gracias a Dios. Desapareció. Sólo muchos años después de la guerra se supo de este cuerpo de saboteadores y terroristas, llamémoslo así. De hecho, apenas nadie los conoce.

Hace poco, ha resucitado la memoria de la Auxiliary Unit porque se subastan los recuerdos de Louis Pugh, el propietario de una fábrica de productos químicos que era, ¡caramba!, el líder de una célula de seis saboteadores. 

Los saboteadores se reunían en un escondite en la granja de Gibbet Oak, en Tenterden, Kent. El mecánico del pueblo (otro saboteador) les había construido una compuerta secreta para su escondrijo, en medio del bosque, donde guardaban toda clase de armas y explosivos. 

Tuvieron tan mala suerte que una pareja de amantes decidió hacerse cariñitos justo encima del zulo. Algo harían que se abrió la puerta y se llevaron un susto de muerte. Vino la policía, el ejército... La célula de Pugh tuvo que disolverse, inmediatamente, al ser descubierto su escondrijo. Pugh salvó el material que pudo y lo escondió en su casa. Luego se apuntó a la RAF, llegó a ser teniente de aviación, lo condecoraron y regresó a casa como un héroe.

Murió en 1984. Entonces, ¡oh, sorpresa!, sus hijos dieron con el material de la Auxiliary Unit en su propia casa. Encontraron un par de bombas incendiarias de fabricación casera, que uno no explica como no incendiaron la casa de Pugh en más de cuarenta años. También, insignias y manuales: cómo fabricar bombas con productos químicos domésticos, cómo construir trampas explosivas, cómo volar las vías del tren... El señor Pugh, que pasaba por incapaz de romper un plato, resultó haber sido un pájaro de cuidado.

Uno de los manuales que guardaba Louis Pugh.

Ahora subastan estos manuales. Uno parece un almanaque y el otro, una guía de fertilizantes para granja, pero ocultan mortíferas recetas. Están ilustrados y son fáciles de entender. Ponga el explosivo en este lado, encienda la mecha, salga corriendo... Sería posible obtenerlos por unos cuatro mil euros.

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