Fuga sin fin


Nota: La portada de mi libro es otra.
Además, dice que el apellido del traductor es
Vermal, no Vernal.

Acantilado edita Fuga sin fin (Die Flucht ohne Ende) traducida por Juan Luis Vermal y revisada por José Vivar. ¡Cuánto agradecemos a Acantilado que publique tantas obras del gran Roth! Hablamos, naturalmente, de Joseph Roth. De quién, si no.

Fuga sin fin narra las peripecias de Franz Tunda durante diez años, aproximadamente. Éstas se inician en Siberia. Tunda, entonces un oficial austríaco, ha sido hecho prisionero. Se escapa. Guarda en un bolsillo la fotografía de su novia, Irene. Así da comienzo un viaje que le llevará de Siberia a Ucrania, de Ucrania a Moscú, de Moscú al Cáucaso... Conocerá la Alemania de los años veinte, luego Berlín y acabará en París. Durante diez años vivirá la Revolución Rusa y el ambiente de la postguerra en Alemania. Se moverá entre soldados y nuevos ricos, entre artistas y amantes, siempre buscando algo... huyendo de algo.

Sin lugar a dudas, la última página de Fuga sin fin es una de las mejores páginas, y uno de los mejores finales, que he leído últimamente. Bravo, ¡bravo! 

Antes, uno se ha enfrentado al afilado humor, que a veces orilla el cinismo, de Roth, que no tiene contemplaciones a la hora de retratar la Europa de los años veinte. Muchas de las líneas de Fuga sin fin nos llevan hasta los artículos que escribió Roth sobre Rusia, sobre Berlín, sobre París, y a su faceta de corresponsal y periodista, pero aquí son novela, literatura. Pocos escritores consiguen obsequiarnos con una descripción tan precisa de la decadente Europa, de la nueva Europa, como Joseph Roth. Brillante.

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