Ausencias y acusaciones


El señor Ribó, ante la comisión parlamentaria.

En español, su título es Síndico de Agravios, aunque se emplea más el título de Defensor del Pueblo. Es el Síndic de Greuges, el señor Ribó, del que podemos decir cosas buenas y malas. Pero no importa lo que digamos de él, sino lo que dijo ayer en el Parlamento de Cataluña, donde defendió un informe que decía cosas gravísimas sobre la política social del Gobierno de los Mejores.


Pueden leer el informe en versión española, en pdf, pinchando sobre la imagen.

Ante los señores diputados, ha denunciado que la crisis económica ha provocado carencias alimentarias (sic) en 50.000 niños catalanes, ha señalado que durante el último medio año se han tenido que atender más de 750 casos de patologías relacionadas con la desnutrición infantil en hospitales catalanes y ha denunciado que los políticos en general y el Gobierno de la Generalidad de Cataluña en particular conocían estos datos y su evolución hace ya años (repito: años) y no han hecho nada, nada, para combatir este problema.

Al contrario. Dice que las acciones sobre la renta mínima de inserción (PIRMI) o el recorte en becas-comedor, por citar sólo dos ejemplos de la política social del Gobierno de los Mejores, han agravado el problema. Los números cantan, las conclusiones son evidentes.

El actual Síndic de Greuges se ha convertido en lo que vulgarmente se llama, y perdonen ustedes, un grano en el culo. Pero en eso consiste su trabajo, en denunciar al Gobierno de la Generalidad de Cataluña cuando éste, mediante pensamiento, palabra, obra u omisión, perjudica a los catalanes, o a algunos de ellos. Da igual quién forme el gobierno o quién ejerza la sindicatura, ése es su trabajo.

¿Saben lo que más me llama la atención? Los datos que ha utilizado para llegar a estas conclusiones son públicos y publicados, y los proporciona la misma Generalidad de Cataluña. Usted mismo puede acceder a ellos. Esto es importante que se sepa, porque se carga de razones al denunciar la pasividad del gobierno (y de la sociedad) ante este problema.

Por eso, cuando dice que existe (cito) un déficit de las políticas públicas que habría que corregir, es difícil negarlo. Es aberrante intentar negarlo. El síndico dijo que negar el problema es diabólico.

La Diputación Permanente del Parlamento de Cataluña fue el lugar donde el síndico ratificó su informe. Cualquier persona de bien se escandalizaría al leer este documento, pero hay quien se escandaliza hipócritamente, por conveniencia. Por ejemplo, el PP apoyó en su día el recorte en prestaciones sociales que redujo la renta mínima de inserción y hoy da grandes gritos contra el Gobierno de los Mejores. A su vez, ERC se rasga las vestiduras en público y se dice de izquierdas, pero su voto protege a CiU de la censura y apoya su política económico-social de extrema derecha a cambio de banderitas. No hay que juzgar a la gente por lo que dice, sino por lo que hace, y estos dos hacen lo que hacen.

La señora Borràs nos dio una lección de mentira, cinismo y soberbia parlamentaria.

Destaca otra intervención, la de doña Meritxell Borràs, portavoz de CiU en esa comisión. Sentí asco al oírla hablar y no diré mas, por no sufrir bascas.

Destacan también notables ausencias. Don Baudilio Ruiz, consejero de Salud (sic), doña Irene Rigau, consejera de Enseñanza, y doña Neus Munté, consejera de Bienestar Social y Familia (sic), no asomaron las narices por la sala. Al menos uno de ellos tendría que haber aguantado el chaparrón, porque los tres son los consejeros responsables de luchar contra la malnutrición infantil desde la sanidad pública, las escuelas y los servicios sociales. Dieron sobradas muestras de indiferencia.

Es normal que sea así. Ya saben cuál es el lema de CiU en cuestiones sociales, ¿no? Les recordaré: IN IN-DI IN-DI-FEREN-CIÁ. Se canta levantando la mano con los cuatro dedos en alto, a la romana, reivindicando una comisión del 4% para sus cosas, como suele ser habitual.

La última, los valores


Pronto nacerá el nuevo plan nacional de valores.

La última, los valores. Aunque la última, la última... no es.

Pero qué buena excusa para reclamar tu atención, querido lector. Porque el Gobierno de los Mejores anunció un plan para (cito) promover una nueva cultura cívica que garantice la cohesión social, la convivencia y el bienestar de la ciudadanía hacia finales de 2011. Entonces se anunció el Plan Nacional para la promoción de los valores en Cataluña para una nueva cultura cívica (sic) tal que así.

Hoy, dos años después, sabemos que ese plan está a punto y que tropezaremos con él en cualquier momento. Será una de las pocas, poquísimas, iniciativas del Gobierno de los Mejores en los últimos tres años, en los que sólo ha sabido aprobar un presupuesto (¡uno!) y perder doce diputados en unas elecciones anticipadas.

Estas personas querían conservar su identidad frente a la globalización.

Pronto, ya verán, La Vanguardia comenzará a hablar de la crisis de valores y el señor Cuní promoverá debates sobre qué valores habría que promocionar en nuestra sociedad. Qui paga, mana, que dicen en catalán. Al órdago se sumarán sesudos intelectuales subvencionados y ninguno osará manifestar que un gobierno que propone cuáles tendrían que ser mis valores éticos es un gobierno

a) filofascista,
b) gilipollas, y
c) ambas cosas a la vez y a un mismo tiempo.

Qué triste. Qué pena. Qué mierda de país, que lo tolera.

Traduciré (y comentaré) un fragmento de la nota de prensa que anunció dicho plan. Dice:

Participarán los diferentes departamentos de la Generalidad, con la colaboración de expertos del ámbito académico, universitario y social. [De hecho, han participado más de trescientos asesores externos a la Generalidad de Cataluña a lo largo de muchas reuniones y dos años.]

Iniciado por la Dirección General de Acción Cívica y Comunitaria [sic] del Departamento de Bienestar Social y Familia [sic], el Plan nace de la necesidad de repensar [¿?] cuáles son los valores esenciales que contribuyen a la convivencia, el fortalecimiento de la nación [sic] y la pervivencia de una sociedad [¿?] que quiere conservar su identidad [sic], en un momento en que la globalización y sus consecuencias se hacen evidentes en la cotidianidad.

Así, el Plan Nacional para la Promoción de los Valores definirá cómo hay que entender el civismo hoy [¿?], con el objetivo de convertirse en un instrumento [¡!] que promueva una nueva cultura cívica que vele por la cohesión social, la convivencia, el bienestar y la pervivencia de la identidad del pueblo catalán [sic]. Y es que, como pone de relieve el Acuerdo de Gobierno, el progreso y la cohesión social del país [¿?] se ha dado en buena parte gracias a los valores compartidos entre los catalanes [¿?]. De hecho, Cataluña cuenta con una larga tradición en programas y actuaciones de sensibilización en materia de civismo [¡¿?!].

Parece muy bonito, ¿verdad? Pero de bonito, nada. ¿Quién es el Gobierno de los Mejores (o nadie) para decirme cuáles han de ser mis valores (éticos)? ¡Que les den por viento!

Esta mujer viste así porque las autoridades promueven la pervivencia de la identidad de su pueblo.

Las pretensiones y objetivos del plan de marras me recuerdan peligrosamente la Formación del Espíritu Nacional del franquismo, por ejemplo, para no acudir a los ejemplos de la Grossdeutchsland o la URSS. En general, sólo los regímenes totalitarios (o con vocación totalitaria) insisten en decir a la gente qué es bueno y qué es malo, qué valores éticos han de prevalecer sobre los demás y qué valores forjan a un buen ciudadano. Allá donde se respeta la libertad, los gobiernos se limitan a aplicar la ley y allá cada uno con sus valores.

Los miembros de esta sociedad defienden los valores esenciales que contribuyen al fortalecimiento de su nación y a la pervivencia de su sociedad.

En un Estado social y de derecho, en democracia, la cohesión social se consigue combatiendo las injusticias sociales, promoviendo la igualdad de oportunidades y reduciendo la desigualdad de la renta entre los más ricos y los más pobres, no promoviendo valores. ¡Promoviendo valores...! Qué solemne tontería.

Igualmente, la convivencia y el bienestar de la ciudadanía se consigue mediante la aplicación de la ley y la acción de gobierno, que no ha de distinguir entre unos y otros por su escala de valores, sino por aquello que hacen o dejan de hacer a los demás.

Porque la libertad consiste, precisamente, en poder escoger mi propia escala de valores, cambiarlos a discreción y actuar en consecuencia. Mi libertad se acaba donde mis acciones (no mis valores) perjudican a los demás.

El establecimiento judío no compartía los valores del pueblo ario.

Sobre los valores que forman o preservan la identidad a un pueblo (cualquiera), sólo puedo hablar de gilipollez, de suma gilipollez, de un grado de gilipollez superlativo y extremo. No tiene ningún sentido hablar así. Ni teóricamente, ni prácticamente, por mucho que diga Hegel. En democracia, además, la cosa tiene delito.

Que yo dé más o menos valor a una cosa que usted es un asunto de mi particular incumbencia, que soy yo quien considera qué me conviene más, qué me causa más placer, por qué estoy dispuesto a sacrificarme o qué me interesa más o menos. Como un servidor de usted no es un ente aislado, mis valores (éticos) vendrán influenciados por mis relaciones con el entorno y he aquí por qué compartimos (algunos) valores, porque nos relacionamos entre nosotros.

Pero yo no formaré parte de la sociedad porque asuma sus valores, sino que yo asumo a discreción (algunos de) los valores de los demás porque me ha tocado formar parte de esta sociedad. ¿Una apreciación sutil? Quizá, pero evidente.

Además, los valores cambian y evolucionan, como cambia y evoluciona la identidad propia o colectiva. Hoy soy éste, que no es quien era ayer ni es quien será mañana, y eso vale tanto para mí como para una sociedad entera. Esto es así porque mi escala de valores (o la escala de los valores predominantes en una sociedad) cambia de acuerdo a mis preferencias, y es bueno que sea así, porque cambia el entorno, el medio y mis necesidades.

La pancarta dice: Francia tiene necesidad de niños, no de maricones.
Sostienen la pancarta quienes creen que sus valores son los únicos posibles y buenos..

De ahí que intentar demostrar que sólo una identidad o una escala de valores determinada es la correcta, la buena, la que se espera de un buen ciudadano sea una estupidez mayúscula, inmensa, de las que ponen alto el listón de lo burro que puede llegar a ser alguien.

También es, insisto, una ofensa contra la democracia, un síntoma de tiranía. Quien quiere imponer unos determinados valores a los individuos o a la sociedad desde el poder político, se inmiscuye donde no debe y ataca todo lo que es la diversidad de pensamiento, la crítica y la libertad y no puede ser llamado demócrata. Punto. No hay más.

Así que ya saben por dónde pueden meterse el plan nacional de marras. Se lo meten por ahí y bien adentro, y que duela.

Pueden leer más al respecto aquí mismo:

BMJ desmiente a don Baudilio y don Arturo


El dúo dinámico, Arturo y Baudilio, Malo y Peor.

La salud de los niños catalanes ha empeorado. No lo digo yo, lo dice el British Medical Journal (BMJ). Pueden leer el artículo en:


El artículo se titula Impact of the economic crisis on children's health in Catalonia: a before–after approach, algo así como Impacto de la crisis económica en la salud infantil en Cataluña: un antes y un después. Lo firman cuatro médicos catalanes, que trabajan en entes públicos de la Generalidad de Cataluña y se consigna como artículo de Epidemiología. El artículo fue recibido en mayo, revisado por los expertos del British Medical Journal en junio, dado por bueno y publicado hace poco, el 23 de agosto.

El objetivo del estudio ha sido (traduzco) analizar cambios en las condiciones de vida de los niños en las familias catalanas entre 2006 y el período 2010-2012, y estudiar la asociación entre estos cambios y los indicadores de salud. Las conclusiones son brutales e incontestables. La primera, que los niños de familias pobres, en paro o con bajos niveles de educación sufren acusadamente en su salud los efectos de la crisis económica. Un ejemplo: no desayunan el 5,5% de los niños catalanes, en general; pero si éstos son niños catalanes pobres, que han nacido en una familia con un bajo nivel de educación, no desayunar es lo normal en uno de cada diez niños.

La salud infantil ha empeorado. Su actividad física se ha reducido un 4% (un 8% en las familias pobres), el incremento del consumo de comida basura también es notable y la obesidad entre las familias menos afortunadas se ha doblado, hasta afectar a uno de cada tres niños. Los indicadores de salud física y mental han empeorado en el conjunto de la población infantil alrededor de cuatro o cinco puntos sobre cien entre 2006 y 2010. En la población menos favorecida, por su nivel de educación o su situación laboral, el empeoramiento es más acusado y se dobla en algunos parámetros. Crecen los malos hábitos y disminuye la actividad física. La ansiedad y la presión del entorno sobre la población infantil cobran un peaje. Pero siempre más acusadamente entre los menos favorecidos.

Los autores dicen (traduzco) que algunas mejoras en los indicadores de salud infantil no han sido suficientes para compensar el impacto negativo de factores como la falta de recursos a la hora de comer en casa, la influencia de situaciones estresantes sobre los niños o la creciente desigualdad en factores y comportamientos saludables.

El estudio concluye con dos evidencias. La primera: la desigualdad social se ha disparado en Cataluña y son las familias menos favorecidas las que están pagando el precio de la crisis. La segunda evidencia es la consecuencia de la primera: la desigualdad afecta mucho más a la (mala) salud de los pobres que a la (no tan mala) salud de los ricos.

El consejo de los autores no puede ser otro: Policy measures that fight against these inequalities should be urgently implemented to avoid their negative impact on the health of future generations of Catalans. Claro y diáfano. En español, por si no lo han pillado, dice que si el Gobierno de los Mejores no se pone las pilas ya, ahora mismo, esto irá a peor y lo pagaremos todos.

Encima, se nos ríen en la cara.

Pero la urgencia de don Baudilio Ruiz y de su protector, don Artur Mas(nostijeras), es otra: jugar con la banderita para marear la perdiz y recortar y privatizar a gusto y destajo. El Síndic de Greuges anuncia que 50.000 niños catalanes sufren desnutrición y es como si dijera que viene el lobo, que nadie le hace caso. Es más, don Baudilio y don Arturo afirman, con una soberbia insultante, que no hay hambre en Cataluña (sic). Si acaso, añade don Baudilio, problemas de obesidad. Así le duela la barriga, ojalá.

Me apena decirlo. En Cataluña, combatir la injusticia social no es, ni parece que quiera ser, una prioridad del gobierno o de sus socios de juerga. Tampoco moviliza al personal. La pasividad, el desinterés y la desidia con que los catalanes permiten la destrucción de la sanidad pública, el desmantelamiento de los servicios sociales, la pérdida de calidad de la educación o la corrupción del gobierno, por citar lo más obvio y elemental, pone los pelos de punta. Las banderitas son el opio del pueblo y detrás de los colorines está cavando su tumba. Narcotizado y estúpido, (parte de) el pueblo aplaude quimeras y se deja robar su futuro.

Contribución a la historia automovilística suburense

Los artesanos que restauraron el llamado Sitges monumental a principios del siglo XX tenían sentido del humor. Entre la parroquia de San Bartolomé y Santa Tecla, pasando por la casa del rector, el palacio Maricel, el Cau Ferrat, etc., hasta llegar a la Torreta, pueden verse cosas insólitas. En los capiteles de algunas columnas, las fábulas de Esopo, pero con detalles inesperados, como los de una cabra que lee un libro y emplea gafas para seguir el texto. También, caricaturas de la vida cotidiana, donde aparece un ricachón (gordo, con sombrero de copa y puro) presumiendo de industria.


Esos artesanos no sólo jugaban con la piedra, sino también con elementos más populares. Fíjense en la fotografía. Estas baldosas forman parte de una tradición mediterránea, la de pintar sobre cerámica escenas cotidianas. Esta vez, lo cotidiano es también extraordinario. Un automóvil avanza a toda velocidad. Al volante, el chófer. Detrás, con sombrero de copa, puro y kilos de más, el patrón, el ricachón, satisfecho de sí mismo.

Un Austro-Daimler de 1921.

Cabe preguntarse si el pintor de baldosas pintó un automóvil genérico o uno que había visto, y hasta qué punto el detalle del automóvil es exacto. La vestimenta del chófer y del acaudalado pasajero son detalladas: gafas protectoras, gorras, bufandas, abrigos... La ropa al uso.

Un Darracq 16HP de 1914.

El automóvil que aparece en la ilustración está carrozado como torpedo (en inglés, tourer, o carrocería de viaje). Hereda el nombre del latín (veloz) y la primera carrocería torpedo se atribuye al carrocero francés Lamplugh. Se trata de un automóvil descapotable donde la línea que parte del radiador continúa sin interrupción, paralela al suelo, hasta el final. Es curiosa la posición de los faros. El pintor muestra los llamados faros supletorios, al costado del chófer, pero no pinta los faros al costado del radiador. Los faros supletorios eran comunes en la década de 1920 a 1930, pero esa posición para los faros principales es inusual en esa época, aunque habitual en los veinte primeros años del siglo XX.

Un Crossley-Manchester de 1920.

La forma del radiador, redondeada, la ausencia de parabrisas y la prominencia del morro nos hacen suponer un automóvil potente y deportivo. También, una licencia del pintor.

Es difícil decir que es tal o cual modelo de tal o cual marca, pero estamos en ello, buscando.

Nuevos inquilinos en el Paseo Marítimo



La fauna local suburense cuenta ahora con una especie de importación, la cotorra argentina (Myiopsitta monachus). Se considera una especie exótica invasora y está prohibida su introducción en el país, precisamente porque ya se ha introducido. Mirlos y urracas contemplan la invasión con reticencia.

Fíjense qué nidos montan en las palmeras. Cosa de verse.

Sitges High Technology (5th Avenue)


¡Felicidades, Chiringuito!



El Chiringuito cumple un siglo de historia y aquí nadie dice nada. Caramba, carambita. Sitges inventa un tipo de establecimiento de gran éxito, introduce una nueva palabra en los diccionarios y... ¿nada?

Bah, yo lo digo. Felicidades, Chiringuito, muchas felicidades.

Personajes de la Fiesta Mayor








Finalmente, ¿la diablesa?

La mojiganga



La moixiganga (mojiganga, en español) es un baile de origen levantino. Baile de los valencianos, lo llamaban, y derivó en los castells y los castellers, que también se llaman xiquets, por ser xiquet (muchacho) voz que significa valenciano.

Este baile es de los más antiguos. Se consideró que era esencialmente pagano e impropio de procesiones religiosas, por levantar torres y hacer alarde de virilidad ante el santo patrón, pero consta que durante los siglos XVII y XVIII se ofrecieron bailes de valencianos en lugares como Sevilla, pues era baile de fama en toda España y los bailarines valencianos corrían de aquí para allá con el número ensayado.

Bien entrado el siglo XVIII, se prohibieron muchas mojigangas porque habían perdido su sentido religioso y eran excusa para juerga y tocamientos. Pero la tradición se refugió en la zona de Valls, Reus y Tarragona, donde se convirtió, hacia principios del siglo XIX, en lo que ahora llamamos castells.

Sin embargo, una variante del baile de los valencianos viajó hasta el Penedés y más allá. Era la variante religiosa, llamémosla así, la que ahora llamamos moixiganga propiamente dicha. Los bailarines se mueven al ritmo de una música de chirimías en una coreografía muy elaborada, para acabar formando un cuadro del Via Crucis subiéndose unos encima de otros. Esas figuras, la música y la compleja escenografía nacieron durante la segunda mitad del siglo XIX y se han conservado más o menos intactas hasta ahora.

Es, por lo tanto, el baile más antiguo de la Fiesta Mayor. Algunos bailes pueden presumir de cien años de historia y tradición, pero ningún otro puede presumir de más de ciento cincuenta. De ahí el respeto que los indígenas sienten por él.

Me explicaron una anécdota, que desconocía. La mojiganga de Sitges dejó de interpretarse en la Fiesta Mayor de 1984 (ni me acordaba, estaba por otras cosas, entonces), pero no se perdió gracias a los niños.

En efecto, en la Matinal Infantil de Santa Tecla de ese mismo año, apenas treinta días después de la Fiesta Mayor, los niños bailaron la mojiganga. El pueblo aplaudió a rabiar y los mayores, arrepentidos, bailaron la mojiganga de nuevo en la procesión de Santa Tecla, que fue mojiganga solemne y meritoria.

Rito iniciático, de tránsito o chupete



Ah, los antropólogos... Dales un rito iniciático u otro de tránsito y no verás persona más feliz en este mundo. Así que pillan que tal o cual comportamiento entre una etapa y otra de la vida, se vuelven majaras de puro contento.

Mejor un rito salvaje, como una circuncisión o un tatuaje a sangre y fuego. A tanto no llego, pero ofrezco a los estudiosos un curioso rito que ha nacido espontáneamente entre los papás, las mamás y los niños indígenas. Es el llamado (por mí) Rito del Chupete.

Los bebes sienten una gran afición por el chupete. Ahora vendrá un freudiano y nos dirá por qué, pero yo sigo hablando, no nos venga con tonterías. A una cierta edad, se inicia un conflicto entre la autoridad paterna y la criatura. Los padres consideran que el niño ya tiene edad de dejar el chupete y el niño no lo suelta ni loco.

En éstas, los papás y las mamás descubrieron la fascinación que los pequeñajos sienten por los gigantes. Estos tótems bailarines, faliformes, enormes, son causa de maravilla entre los tiernos infantes. No pregunten el por qué a un freudiano, les aviso de nuevo.

Los papás y las mamás aprovecharon esta fascinación para inventarse un rito de tránsito original y (eso me han dicho) eficacísimo. Consiste en decirle al niño que ofrezca en sacrificio su chupete al gigante. El niño, con el pasmo en el cuerpo y el chupete en la mano, ve como éste se ata con una cinta a la mano del tótem y ya no lo volverá a ver si no es de lejos. Le ha ofrecido la goma más querida a cambio de un momento de proximidad e intimidad, de transcendente complicidad entre el dios y el niño.

¿Todavía llevas chupete? El mío lo entregué ayer al gigante, para que te enteres.

Las autoridades, que no falten


La Fiesta Mayor es una fiesta popular y las autoridades representan al pueblo de una o de otra manera. Por lo tanto, tienen un papel, semejante al del santo en angarillas. Se sacan de paseo, para que vean a la gente de cerca, y para que los vean a ellos.

Las autoridades civiles son los representantes políticos del común; las autoridades militares (entre las que, con mucha imaginación, se incluirá el jefe de la Guardia Urbana) representan el brazo ejecutivo del pueblo e imponen la Ley, así, con mayúsculas. Que no falten las autoridades eclesiásticas, mediadoras entre Dios y los indígenas, que se limitan, hoy en día, a la participación del señor rector.

Las autoridades desfilan en las procesiones de los días 23 y 24, donde pasan casi desapercibidas. Reciben un baño de humildad. Nadie les hace caso. Así que llegan detrás del santo (otra humillación para los cargos políticos, el no ir delante), el público abandona las aceras o espera a que pasen deprisa para aplaudir a la banda.

Pero las autoridades tienen momentos de gloria en la Fiesta Mayor. El mejor papel se lo reservan los curas para sí. La mañana del 24, para celebrar la festividad de San Bartolomé, con Bartolo presente, todos los bailes y una multitud de indígenas presuntamente católicos, el rector ofrece la misa de la Fiesta Mayor, l'Ofici.

L'Ofici es caluroso (muy caluroso) y me han dicho que emocionante. Suenan las chirimías en homenaje al santo y los bailes participan en la Eucaristía de una u otra manera. El señor rector, aprovechando que tiene la parroquia llena hasta la bandera, algo insólito, larga un sermón largo tiempo gestado, que hasta duerme a las ovejas y no se acaba nunca.

¡Comienza la Sortida d'Ofici!

Pasado el suplicio de calores, sermones y chirimías, le toca el turno de saberse autoridad a las autoridades civiles. Se inicia la Sortida d'Ofici, donde se tiran petardos y se baila delante del Ayuntamiento. Las autoridades civiles ocupan el balcón engalanado y se lo pasan en grande presumiendo de tal privilegio. Las autoridades, abusando de su poder, llevan consigo a los niños y a algún amigo, para que disfruten con ellos la vista desde el balcón. Este año invitaron a un consejero del Gobierno de los Mejores, que contempló al pueblo de cerca, pero desde arriba, no fuera a pillar algo.

Las autoridades contemplan al pueblo desde las alturas.

Desde hace poco tiempo, se suman actos patrióticos a la Sortida d'Ofici, que son novedad. Así, por ejemplo, la banda municipal entona Els Segadors, que es el himno oficial de Cataluña desde 2006 y que se interpreta en la Sortida d'Ofici desde hace dos, tres, como mucho cuatro años, que yo sepa (pero igual me equivoco).

Resulta que Els Segadors tiene letra y el público congregado en el lugar va y canta el himno patrio. Es una pena, pero Els Segadors no se puede bailar. No da para tanto.

La primera estrofa arranca débil (el himno pilla por sorpresa al personal), pero el segundo verso ya se canta con fuerza. Luego viene una segunda estrofa, que no suena tan fuerte como la primera, porque la letra ya no la sabe tanta gente y unos corren a cantar lo que ha cantado antes el vecino. Las voces, pues, van una nota por detrás de la música.

Cuando la banda ataca la tercera estrofa, el primer verso casi no se canta. De hecho, escuché un (traduzco) ¡Coño! ¿No se había acabado? La mitad del público balbuceó la tercera estrofa y la otra mitad empleó la letra universal para himnos patrios (LUHP), que es (apunten, por si la necesitan): naniana naná naniana... También se cantó la universal chorus appliance of national anthems (UCANA): lalalá lalalá... En fin, que se cantó más mal que bien, pero se cantó. Afortunadamente, no se sumaron las chirimías al fervor patriótico. Se agradece.

Es una opinión personal, pero considero el himno patrio fuera de lugar. Entonarlo en medio del jolgorio es propio de aguafiestas. ¿A qué, ponerse solemne ahora? Además, Els Segadors es un himno ampuloso, con pretensiones insatisfechas (musicalmente hablando). No tiene la fuerza de La Marsellaise ni la notable enjundia de los himnos compuestos por Haydn, Mozart o Gounod. En circunstancias festivas, la pachanga del himno italiano o el etílico Asturias, patria querida tendrían mejor salida.

De hecho, en las mejores fiestas populares se aparcan los himnos patrios y se entonan cosas como Las vacas del pueblo ya s'han escapau, riau riau..., que son más propias de la situación y mucho más divertidas. ¡Eso son himnos de Fiesta Mayor, caramba!

Reivindico castells sólo para mayores de edad.
No es decente jugar así con los niños.

Si fue el himno, no lo sé, pero después de entonar Els Segadors se vació la plaza y se inició la función castellera. Con poco público, pero todas las autoridades todavía presentes, se procedió a poner en peligro la integridad física de menores de edad, que suben a lo más alto de una torre humana sin que el público se escandalice por ello. Al contrario, ¡aplauden!

Esta costumbre me saca de quicio y me pregunto si no tendría más mérito hacer castells sólo con personas mayores de edad. Pero nadie se atreve a proponerlo y no hay cojones, perdonen ustedes. Pero, ay, en toda fiesta folclórica se dan esta clase de actos bárbaros y crueles: se corren toros embolados, se echan cabras desde lo alto del campanario, se decapitan patos o se arriesga uno a que un niño se parta la crisma cayendo torre abajo.


Abriendo la churrería



De pequeñito, a veces compraba churros en la calle Barcelona, de Sitges. Pero el tiempo se come la patria de uno, que es la infancia, y la despedaza hasta dejarla irreconocible.

A Dios gracias, la churrería del Paseo Marítimo aparece cada verano, desde hace unos años, para alegrar los corazones y los estómagos con sus fritangas y dulces. Ofrece chocolate a altas horas de la noche o de madrugada y trabaja a destajo para indígenas y forasteros.

Pillé a los churreros abriendo el establecimiento a primera hora (es decir, bien pasadas las doce del mediodía), abriendo esos enormes portones y prometiendo felices churros a la población.

Me entró hambre.

La Cubanita, el bebercio institucional



Las tribus que estudian los antropólogos más eminentes tienen todas un brebaje propio, que emplean normalmente para pillar cogorzas. Los antropólogos eminentes no hablan de curdas, borracheras o melopeas, sino de la búsqueda de un estado más allá de la consciencia que los indígenas emplean, se supone, para alcanzar un arrebato místico y religioso que les aproxime tanto a la Madre Tierra como a la tribu a la que pertenecen, etcétera. En vez de juerga dicen rito iniciático o de tránsito o cualquier otra memez y mientras los indígenas van con un chisquete de más, los antropólogos imaginan un porqué bien disparatado.

Hace unos años, la tribu suburense le daba al vino, un vino inseparable del Mediterráneo, peleón, barato y que se subía pronto a la cabeza. Los bailes dejaban todos tras de sí el rancio olor del sudor mezclado con vapores de espíritu de uva y las camisas blancas e impolutas pronto amanecían manchadas de rojo sangre. Los bailarines iban con la bota colgando, como parte de su uniforme, y de vez en cuando le daban al licor.

Hoy, que vivimos tiempos bárbaros, la reina de las bebidas espiritosas y embriagadoras es la cerveza. Se abandonó el vino y llegó la bebida del norte gótico, elaborada con grano fermentado, amarilla y espumosa. El vaso de plástico lleno de cerveza presta a derramarse es inseparable de la Fiesta Mayor y los bailes, que no pueden cargar con barriles de cerveza en la procesión, dependen de esos vasos, a los que acuden durante las pausas.

Pero alguien señaló que la Fiesta Mayor necesitaba un bebercio propio y único. Era preciso que los indígenas (y los forasteros, ya puestos) pillaran la cogorza de rigor con un líquido refrescante a la vez que embriagador. Con la bendición de las autoridades, que han colaborado en la propaganda del nuevo combinado, ha nacido la Cubanita, la bebida de la Fiesta Mayor.

La bebida de la Fiesta Mayor es obra de don Albert Montserrat, que no sé quién es. En una nota oficial, el Ayuntamiento de Sitges nos proporciona esta información y otra, más interesante, que será la composición del bebercio. Atención, aviso: El Ayuntamiento de Sitges vuelve a caer en las garras del mercado y patrocina marcas y comercios, por ver si se lleva una comisión. Cómo aprietan los tiempos que corren.

La Cubanita se asienta sobre una base de granizado de limón de la Gelateria Olivier, que muchos todavía conocen como los italianos. Al granizado de limón elaborado en Sitges por tan prestigiosos artesanos se le añade Ron Bacardí (porque don Facundo Bacardí nació en Sitges y porque Bacardí patrocina las fiestas) y Elixir de Bacardí (por la misma razón). Una hojita de albahaca pone la guinda al combinado y ¡ya está!

El Ayuntamiento de Sitges asegura que la Cubanita es una propuesta (cito) para saborear todavía más la gran fiesta de una manera refrescante. Luego añade (vuelvo a citar) que la bebida se puede tomar a cualquier hora del día.

Los de Bacardí montaron una juerga etílica para celebrarlo, que llaman party o más propiamente, en argot, evento. Acudió Mortadelo como representante político del pueblo y también acudieron las llamadas fuerzas vivas de la Villa, que no se pierden una donde puedan soplar grátis. Las fotografías del evento salen en internet y pueden verse las fuerzas vivas cayendo una tras otra en un estado de estupidez etílica. El cuaderno de Luis no reproducirá este rito de pérdida de consciencia porque puede haber niños leyendo.

Terrores atávicos


Si los bailes de diables representan el caos ocasionado por el pecado, las bèsties representan, qué se yo, el terror máximo, el monstruo, la fuerza de la naturaleza desatada, lo más contrario que se pueda imaginar al orden que proporciona la cultura. Ése es el discurso antropológico. El indígena no llega a tanto. El indígena le dirá que el drac y l'àliga son personajes distinguidos y apreciados por los sibaritas del pim, pam, pum.

Son dos, por ahora, las bestias que escupen fuego y pólvoras en la Fiesta Mayor. Hubo un tiempo en el que sólo reinaba una, el drac. Fue un reinado largo y solitario, que permitió prescindir del alquiler de una bèstia de Vilafranca del Penedès.

El drac, la bestia recién salida del armario.

Cuentan que el drac nació como un monstruo marino. Luego, con el tiempo, emulando la evolución, el bicho que salió del agua, el monstruoso anfibio, se tornó verde y le nacieron escamas de reptil. Se convirtió en un monstruo de tierra firme, de la solana mediterránea, un monstruo que acecha entre vides y olivares bajo el sol estival.

Cuando se restauró a fondo y se recuperó el diseño original, el principal temor de los restauradores fue que el pueblo se sublevara al descubrir de nuevo al monstruo marino. El monstruo terrestre forjó generaciones y generaciones de indígenas que quizá se tomaran a mal descubrir que lo que tomaban por una cosa era en verdad otra. Por lo que sé, superada la consternación inicial, el indígena ha aceptado al drac recién salido del armario, acuático y de colorines. Mira por donde, que creía que era lagartija y ha resultado ser salamandra. Qué cosas y mira tú qué bien.

L'àliga. ¡Cuidado con este pájaro!

El àliga es un terror aéreo. Se supone que vuela y tiene alas. También ha cambiado de color, hasta dar con esta tonalidad rojiza que gasta ahora. Representa... Qué sé yo. A mí me da que es un grifo, más que una águila. Pero ¡qué más da! Los diseñadores de esta bèstia supieron cargarla con tantas pólvoras que no tiene nada, nada que envidiar al drac en potencia de fuego. Algún indígena (siempre en voz bajita) asegura que escupe más chispas que el drac.
 
Tenía que ser así, tenía que ganarse el respeto del indígena, que rara vez aprecia la novedad. A mí me da que es más siniestro, pero eso es por la novedad. Yo lo he visto llegar e imponerse a las reticencias a base de echar humo y fuego. Las nuevas generaciones indígenas creen que ha estado ahí toda una vida. La de ellos, es cierto, y no lo ven tan excepcional como yo lo veo.
 

El tipo del carrito



Rindo homenaje al tipo del carrito. Sin él, sin tantos otros, no sería posible la Fiesta Mayor.

El tipo del carrito carga con la munición de una colla de diables o de una de las bèsties. Va detrás de los timbales, empujando una caja ignífuga y manteniéndola a salvo de chispas y fuegos, no vaya a prender la munición que acarrea.

Se aprendió dolorosamente que llevar los petardos en un morral era un juego peligroso. De vez en cuando, se colaba una chispa y ¡pum! El susto estaba garantizado y más de uno se ha hecho daño en la breve historia de los bailes de pólvoras indígenas.

De ahí el tipo del carrito, que empuja en silencio, lejos del aplauso y del reconocimiento, sin el auxilio del ánimo del pueblo, la munición que permite proseguir con el jolgorio. Anónimo, discreto, no sé qué haríamos sin él.

Bailes de fuego y pólvora




El protagonista



No admito discusión. El protagonista de la Fiesta Mayor no es Bartolo, ni Lucifer, ni Mortadelo, ni la banda municipal, sino el niño que, con grandes ojos, contempla el paso de los gigantes y cabezudos y que aprende a ser valiente petardo va y petardo viene.

Lucifer


Lucifer, rey de pólvora y fuego.

Los bailes de pólvoras son mis favoritos. Por varias razones. Una de ellas, porque no gastan chirimías, lo que se agradece mucho. Pero la principal es, sin duda, que me fascina el fuego y el humo de las pólvoras. Esa niebla blanquecina con olor a azufre y potasa, donde las sombras negras de los dimonis avanzan lentamente, maza en alto, en medio de un estruendo ensordecedor de timbales y petardos, siempre consigue levantarme una sonrisa. Si es la bestia flamígera la que avanza a la carrera, provocando el pánico con la lluvia de chispas que arranca de su boca, mejor.

Uno de los protagonistas de estas escenas es Lucifer, o Llucifer, en catalán. Lo visten con sombrero de copa y capa. Su maza es metálica, una caja que puede soportar la quema simultánea de una docena de petardos. Lucifer es temido a la vez que admirado.

Es el antagonista de San Bartolomé, es el caos en persona, es un tipo que se supone bebedor, fumador y follón, por ser quien es, un personaje tremebundo. Pasean al santo por la población para espantarlo a él, a Lucifer, que es en verdad el dueño de las calles. Acuden al santo para que el rey de los demonios no pronuncie los versos impenitentes, cínicos, faltones y groseros que descubren la hipocresía y la falacia indígena.

Inútilmente. El angelito que, en el entremés que representan los bailarines, vence y humilla finalmente a los demonios sólo los castiga por chivatos, pero no censura sus puyas contra Fulano o Mengano. Seguro que alguno las merece.
 

La noche de los fuegos

Las pólvoras, siempre a punto.

En argot indígena, la noche de los fuegos es la que va del 23 al 24 de agosto. Se llama así porque hacia las once de la noche queman unos fuegos de artificio. El gasto de pólvora es notable y durante años ha sido motivo de orgullo indígena.

Pero la noche de los fuegos es más que eso. Se suceden muchos acontecimientos de gran importancia.

La noche de los fuegos está a punto de comenzar.

Para los niños, la aventura de salir hasta las tantas de la noche y ver tanto los fuegos de artificio como los bailes de pólvoras y las bestias bajar por la escalinata de la Punta, justo delante de la parroquia de San Bartolomé y Santa Tecla, es algo inolvidable. Tanto ruido, tanto estruendo, tanta gente y tantos colores.

Para los menos niños, existe el empalmar. Empalmar no es... En fin, no es eso. Es pasar la noche de los fuegos en vela, empalmar un día con otro. Es ver cómo queman los fuegos de artificio, es jugar con las chispas que echan las bestias y los bailes de diablos, es acudir al baile con orquesta en el Paseo Marítimo, es intentar mantenerse despierto hasta que, cuando amanece, salen otra vez los bailes y entremeses en la Matinal.

Al día siguiente, lo único que queda es un adolescente cansado, con resaca y que ha ligado menos que un cordel, pero es todo un rito iniciático. Es, por antonomasia, el Rito.

El adolescente suburense no desea nada más que empalmar... ¡Ya me entienden, caramba! Una vez pasa la noche más o menos despierto con su colla (grupo de amigotes), deja atrás la niñez y se busca novio o novia con derecho a roce.

Es una prueba difícil, porque hay horas malditas, entre las tres y las cinco de la madrugada, donde uno se aburre como una ostra, mortalmente, y está muy, muy cansado y no hay ni orquesta ni nada que hacer. Sobrevivir a esta pausa sin caer en los brazos de Morfeo es una odisea. Si hay brazos que le tomen a uno, entonces ya no tiene mérito, pero es cansado lo mismo.

Se queman fuegos de artificio.

Una vez el indígena se torna adulto, deja de empalmar. Quiero decir... ¡Ya saben qué quiero decir! Se vuelve comodón. Muchas veces, las antiguas colles (grupos) de amigos siguen viéndose por la Fiesta Mayor. Organizan una cena en casa de alguien o en un restaurante, acuden a ver cómo queman los fuegos de artificio y visto lo visto, acaban tomando copas en un lugar tranquilo mientras recuerdan aquellos tiempos en los que empalmaban, como hoy sus hijos.

¡Cómo pasa el tiempo! Los mismos que antes corrían a emborracharse y buscar el roce de tal o cual, por ver qué ocurría, hoy corren a exigir un comportamiento de monaguillo virginal a sus vástagos, que saben más latín del que nosotros, los de mi generación, sabremos nunca.



¡Vengan las chirimías!


Tocan y tocan y tocan sin parar, las chirimías al andar.

Aunque me ría de ellas, señalando su estridente son, las chirimías (en catalán, gralles) son la firma sonora de la Fiesta Mayor. No se concibe una cosa sin la otra. La Fiesta Mayor sin chirimías quedaría desprovista de alma. Las chirimías sin Fiesta Mayor son como el dentista sin anestesia.

No sé en otras partes, pero los indígenas suburenses sienten por les gralles (las chirimías) y los grallers (los que tocan las chirimías) una pasión sin igual. En el concierto de chirimías que abre los actos multitudinarios de las festividades dedicadas a San Bartolomé, se presencian actos de arrebatamiento místico entre el público cuando tal o cual colla de grallers (agrupación de chirimías y tamboriles) alcanza un agudo impensable, pongamos por caso. Así es, no bromeo. Saltan lágrimas de ojos vidriosos y vítores de gargantas que gritan hasta el ahogo. Uno piensa que es el calor, el alcohol y la deshidratación, pero también es una emoción que, en palabras de sus protagonistas, sale de muy adentro.

Más preocupante resulta que el indígena auténtico es capaz de volver a escuchar el concierto no una, sino dos o tres veces más, por televisión, ya sea porque lo ha grabado en vídeo, ya sea porque las televisiones locales lo retransmiten varias veces (repito: varias veces) en diferido. Un servidor de ustedes, un urbanita desligado del folclore, de cualquier folclore, contempla con pasmo (y cierto temor) esta manifestación local.

Una pausa, en la sortida d'ofici.
Llevan soplando 24 horas y faltan 12 horas más de chirimías.

Casi todos los bailes y entremeses (excepto los que cargan pólvoras) se hacen acompañar de chirimías. El soplador de chirimías pasa dos días soplando y soplando las mismas melodías, luchando para tocarlas cada vez mejor, adornándolas aquí o allá. Hay que reconocerle tesón y sacrificio, hay que aplaudir sus esfuerzos y saludarlo con agradecimiento, como merece.

Que perdonen mis risas y que reciban mi enhorabuena y mi reconocimiento. Sin ellos, nada sería lo mismo.
 

Mecenazgo y patrocinio de la Fiesta Mayor


¡Vaya con la economía! No hay un duro en ninguna parte. Los munícipes de la población, con Mortadelo a la cabeza, se devanan los sesos para ver de dónde sacan el dinero para sus cosas.

Así, la fiscalidad municipal es muy amiga de inventarse impuestos y tasas. Se da el caso de que en Sitges uno paga para que pasen los basureros a recoger la basura. Hasta aquí, normal. Pero también se paga por el derecho a generar basura, aunque uno no la genere. ¡Qué gran imaginación la de Mortadelo y compañía!

Esta inventiva recaudatoria es muy popular entre los indígenas del lugar. Todos la conocen.

¿No me creen? Vayan a un centro provisor de cerveza (una tasca) y mencionen el asunto de las basuras. Entonces verán surgir de lo más profundo de las gargantas indígenas expresiones como Aquest maleït fill de puta! (¡Bendito sea su nombre!), N'estic fins els collons! (¡No sabes cuánto me alegra!) o Són una trepa que només saben viure del cuentu! (¡No te cuento lo bien que nos ha ido!). Estas expresiones no son exclusivas de la blanca Subur, pues se ciñen al repertorio etnográfico-sentimental mediterráneo y pueden encontrarse algunas muy similares en Quíos, Grecia, por poner sólo un ejemplo.

No es un problema menor:
¿De dónde sacamos el dinero para pagar los bailes?

A lo que íbamos. La Fiesta Mayor de Sitges es un fenómeno antropológico, etnográfico y etílico de primer orden, y eso cuesta dinero. Tanto que se planteó en reunión discreto-secreta de los munícipes y las fuerzas vivas del lugar de dónde sacar el dinero para pagarla.

Lo primero que vino a la cabeza de los insignes prohombres de Sitges fue rotular con propaganda las camisetas de los bailarines de la procesión. Les parecerá una barbaridad, pero piensen que la institución religiosa más importante de Cataluña, el F.C. Barcelona, ha prostituido la bandera nacional catalana empleándola de camiseta y adornándola con propaganda de una dictadura árabe.

Si el Barça hace tal barbaridad y en vez de provocar escándalo, se forra vendiendo el engendro a 60 euros la camiseta made in China, ¿por qué el ball de bastons no puede llevar un anuncio de Nike en la camisa?

La geganta mora se propuso para anunciar crema desodorante.
No se aprobó la moción.

Fácil, porque el indígena suburense es un purista de narices, y si ve en la capa de los gegants un anuncio de McDonald's, monta un pollo considerable y asalta el Ayuntamiento a sangre y fuego. Se permiten muchas maldades a los munícipes, muchas, pero tocar la Fiesta Mayor... Eso ¡jamás! Se descartó la idea.

A otro se le ocurrió que els dimonis llevaran una hucha colgando. Así, uno se acercaría y le pediría al dimoni: ¿Me pone un petardo, por favor? La carta da derecho a escoger: 5 euros por una carretilla normalita; 10 euros por una carretilla especial; 15 euros por una carretilla king size; 50 euros por cargar la maza de Llúcifer toda ella.

En las capas, anuncios de licores y tabacos.
Añádase la tasa por petardo.

Pero los munícipes descartaron la idea. Los dimonis son personajes aficionados al vicio y al pecado, que gastan más de lo que tienen en alcohol, tabaco y mujeres, y la sisa de las huchas podría ser considerable. ¿Qué harían las colles de diables con esas huchas cargadas de tasas por petardo? ¡Que San Bartolomé nos asista!

¿Qué hicieron? Acudieron al alcohol. En el cartel que anuncia la Fiesta Mayor, el logotipo de Estrella Damm abulta más que el logotipo del Ayuntamiento de Sitges y ocupa el lugar de honor (a la derecha). En muchos carteles, Ron Bacardí aparece al pie del letrero. A nadie ha parecido importarle.

Turistas anglosajonas bajo un anuncio de la Fiesta Mayor.
Estrella Damm, Bacardí y la imagen psicodélica.

Otro intento de sacar cuartos al indígena fue, a título experimental, restringir el uso de un tramo del Paseo Marítimo, que se llenó de sillas y se ofreció para ver los fuegos de artificio de la noche del día 23 cómodamente sentado. El precio, cinco euros por silla. Que no falte el alcohol. Se ofrecía al público pagano la degustación de una copa de cava de garrafón después de la traca final.

Desconozco el éxito de la iniciativa, pero cabe preguntarse si se extenderá la zona de pago o si acabaremos pagando por ver la procesión cívico-religiosa. Todo puede ser. Mientras sirvan cava de garrafón, no habrá objeciones.