¿Fraude o alarma sanitaria?



Una conversación con un inspector sanitario ha puesto las cosas en su sitio. Hablamos de la carne de caballo que pasaba por carne de ternera en algunos paquetes de comida preparada. La Unión Europea, me dice, tendría que haber anunciado una alarma alimentaria. No se trata de un fraude comercial, donde se vende carne equina como si fuera de vacuno, sino de un peligro para la salud pública real y verdadero del que son responsables las autoridades y muchas empresas del sector.

Por lo que parece, se ha puesto al descubierto un grave problema de trazabilidad, que es obligatoria en Europa. ¿Qué es eso de la trazabilidad? Pondré un ejemplo.

Si compro una lasagna congelada en Francia y me sale equina, podré investigar a partir del número de lote que viene en la caja. Con ese número de lote, sabré quién vendió la carne que se empleó para preparar ese lote, y cuánta vendió, cuándo, etcétera. Esa carne se importó tal día, se trató en tal sala de despiece, que a su vez podrá indicar de qué matadero vino. Así, de proveedor en proveedor, podremos llegar hasta el caballo mismo que me acabo de comer. Una buena trazabilidad permite trazar el camino de todos los ingredientes de mi lasagna de principio a fin.

Por eso la trazabilidad es tan importante, porque permite aislar rápidamente un problema sanitario, si lo hubiera, y controlar qué lotes de tal o cuál producto podrían haber quedado afectados y retirarlos rápidamente. Pero, ay, ¡cuántas empresas hacen trampas con la trazabilidad! Por ejemplo, ahora.

El problema de este fraude recién descubierto es que no podemos trazar el camino que ha llevado hasta las cocinas esa famosa carne de caballo. No sabemos de dónde ha salido. Se ha sumado a la cadena de proveedores sin permiso. Peor, sin control sanitario. Sabemos lo que se ha pagado por esa carne, que es diez veces menos que su precio de mercado. ¡Diez veces menos!

Se pagó tan poco por ella porque es de muy mala calidad sanitaria, advierte el inspector que les digo. Si es tan exageradamente barata es porque está lejos de ser un producto apto para el consumo. Luego añade, enfadado: Que no se haya declarado una alerta alimentaria en Europa por este caso es un verdadero escándalo.

Vehículo familiar hipomóvil en una carretera de Rumanía.

Cuentan que en Rumanía se han prohibido los vehículos tirados por animales en las carreteras hace muy poco. Se han llevado centenares de burros y caballos a los mataderos rumanos. Muchas de estas bestias no eran aptas para el consumo humano, al haber sido tratadas con determinados medicamentos o por padecer determinadas enfermedades. Pero ¡qué más da!

Se burlan los controles llevando las carnes de un sitio al otro y creándose una falsa trazabilidad. En el caso de la comida precocinada Findus, la carne de estos burros y caballos pasó de Rumanía a Chipre, de Chipre a Holanda, de Holanda a Francia, y de Francia a una fábrica de Luxemburgo que vende a veinte países europeos, según los periódicos.

Como ven, es un problema de control sanitario, porque se ha puesto en evidencia que las grandes empresas del sector, con el beneficio como único norte, hacen todas las trampas que pueden para saltárselo y no les importa hacerlo.

Ese inspector que digo resume el caso insistiendo: Las autoridades mienten. No es un caso de fraude alimentario, sino de alarma sanitaria encubierta. Concluye: Esto es lo que pasa cuando la inspección sanitaria pasa a manos privadas y cuando se recorta la vigilancia sanitaria pública.

Me da que tiene más razón que un santo.

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