El caso de las dedicaciones exclusivas



Uniforme de diputado provincial con dedicación exclusiva.

Alguno dirá que el caso de las dedicaciones exclusivas en las diputaciones catalanas es el chocolate del loro, con la que está cayendo. Pero yo responderé que es un caso sintomático, que así nos ha ido y así nos va, porque toleramos estas fechorías y no las castigamos, porque demuestra de qué pie cojea nuestro sistema.

Según los académicos de la lengua española, y los filólogos catalanes comparten esta opinión, una dedicación exclusiva es una dedicación única, que excluye a cualquier otra. Es decir, si recibo un salario a cambio de una dedicación exclusiva a tal trabajo, se entiende que no puedo trabajar de otra cosa. La ley y los tribunales comparten esta interpretación. El salario, sueldo o estipendio considerará esta restricción y será un tanto más elevado que el salario de un contrato que me permita trabajar además de otra cosa.

Muchos cargos políticos o de la Administración Pública tienen un trabajo con dedicación exclusiva. Es decir, mientras trabajen de tal cosa no pueden trabajar de ninguna otra. Las diputaciones provinciales ofrecen cargos de dedicación exclusiva a los señores diputados que se premian con un sueldo generoso. Pero, insisto, son de dedicación exclusiva.

Resulta que los alcaldes cobran un sueldo bajo y acuden a las diputaciones para embolsarse un tanto al mes que les cure hambre y necesidad. Los estipendios más generosos se ofrecen a cambio de una dedicación exclusiva, así que se apuntan todos al carro. El cargo obliga a trabajar en la Diputación toda la jornada y no trabajar en ninguna otra parte. Hay bofetadas por uno de estos cargos, ya verán por qué.

Pronto se ponen de acuerdo los señores diputados y se ofrecen esos cargos tan bien pagados a un puñado de alcaldes y concejales, repartiendo el pastel entre las diversas formaciones políticas (de derecha a izquierda, sin llegar a la izquierda, los hay de CiU, PP, ERC, PSC e IC-V). Los alcaldes escogidos para estos cargos renuncian al sueldo de alcalde y se llevan el de la Diputación, que es bastante más sustancioso. Lo mismo, los concejales. Pero la dedicación exclusiva se la pasan por el forro.

En primer lugar, porque esos trabajos de la Diputación los quisiera yo para mí. En muchos casos, se trata de asomar la jeta un par de veces a la semana por la oficina; las responsabilidades son menores, el trabajo lo hacen algunos subordinados y la oficina tiene calefacción y aire acondicionado; además, sueldo aparte, las dietas son generosas y los gastos vienen pagados. Le pagan dietas a uno por ir a trabajar, imagínense.

Luego, siguen siendo alcaldes. Se deduce que la alcaldía es sólo un cargo honorífico que no requiere ni trabajo ni esfuerzo alguno. Les diré por qué, porque la dedicación exclusiva en la diputación provincial exige (en teoría) que estas personas no puedan trabajar como alcaldes. Es decir, que ser alcalde no es un trabajo. Si lo fuera, no podrían dedicarse exclusivamente a su trabajo en la diputación provincial. O viceversa.

Por lo tanto, es falso que los cargos en la diputación provincial, y los de alcalde, ya puestos, sean trabajos de dedicación exclusiva. Si acaso, uno, otro o los dos son trabajos que no requieren mucho esfuerzo. De hecho ¿no hay alcaldes en el Parlamento de Cataluña? ¡Unos cuántos! De concejales y alcaldes que están en los consejos de administración de docenas de empresas públicas hay puñados, y cobrando por ello. Algunos hasta son presidentes, directores o jefes de diverso rango de estas empresas. Etc. Tantos trabajos a la vez sólo puede significar que no son propiamente trabajos... o que se hacen muy mal.

Diputado provincial, alcalde y parlamentario presto para el consejo de administración.

No hace falta ser Sherlock Holmes para deducir que toda esta gente hace trampas y estamos delante de un claro ejemplo de sinvergüenzas al poder.

Pero el dinero es lo que tiene, que atrae a las moscas.

En total, 81 de 129 diputados de las diputaciones provinciales catalanas declaran una dedicación exclusiva y cobran por ella una media de 5.000 euros al mes. ¡Dos de cada tres diputados! De éstos, ¡más de la mitad son alcaldes! Tramposos, añado. Tramposos.

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