Bye, bye, Rotonda


La rotonda que da nombre al edificio, con los mosaicos de Bru i Salelles.

Un hombre de bien, filósofo, dijo que la patria era el paisaje de la niñez y la juventud, el escenario de los primeros placeres y dichas, ése que nunca nos abandona. También dijo que tan pronto uno añora esa patria vera, tan pronto la ve perdida o cambiada, ha puesto un pie en la vejez.

Debo de ser muy viejo, pues, o quizá me han hecho envejecer tantos desmanes urbanísticos y arquitectónicos como he visto. Lo que han hecho con la Rotonda, por ejemplo, me ha cargado la mochila con muchos años.

Aspecto original de la Torre Andreu.

El insigne señor don Salvador Andreu encargó el edificio y pagó las facturas, y por eso la Rotonda se conoce como Torre Andreu en los libros de arquitectura. La diseñó Adolfo Ruiz Casamitjana, que obtuvo el título de arquitecto en 1893. En 1906 inició la obra, que acabaría en 1918. Contó con la ayuda de Lluís Bru i Salelles, ceramista, quizá el mejor de su época, y el resultado fue uno de los grandes edificios del Modernismo catalán. En otras palabras, es un pastel de muchos colorines, hortera y cursi, pero de mérito extraordinario. Porque una cosa no quita la otra y el edificio merece un respeto, caramba.

La Rotonda en los años veinte, más o menos.

Poco, muy poco después, otro ilustre arquitecto catalán, Enrique Fernando Luis Sagnier y Villavecchia, marqués de Sagnier, Enrique (a veces Enric) Sagnier para los amigos, amplió el edificio, que se había quedado pequeño en menos de diez años. Ha sufrido más ampliaciones, cada vez más desgraciadas.

La situación del edificio era y sigue siendo envidiable. En el Paseo de Sant Gervasi, 51, está la entrada principal, pero también podríamos mencionar la Avenida del Tibidabo, 2, porque el edificio está en la misma esquina, y es en esta esquina donde se levanta la torre coronada por una glorieta (rotonda) que le da el nombre. Es un edificio de mucho lustre en un barrio de gente bien, de dineros y posibles, donde vivían los burgueses catalanes de rancio abolengo y fortuna menguante o los nuevos ricos indianos que se casaban con sus hijas.

Fases constructivas (quizá destructivas) del edificio.

Fue así más o menos hasta los años setenta. El edificio se iba degradando poco a poco. Durante muchos años, el Modernismo fue considerado un horror estético por los catalanes y algunos edificios notabilísimos fueron olvidados, maltratados o simplemente derribados. La Rotonda no se iba a librar de nada de eso. En los años cincuenta, el hijo del marqués de Sagnier volvió a meter mano en el edificio, sin contemplaciones, para facilitar su uso como hotel. Además, en una parte del mismo se instalaron unas monjas, que regentaban la escuela Cardenal Espínola, llena de infantes.

En los años sesenta y setenta se hizo famoso el negocio de restauración que organizaba banquetes de boda, bautizos, primeras comuniones y demás en los magníficos salones de la casa, bajo la batuta del Hotel Metropolitan. Fue el último brillo del edificio. Pronto acabaría como dispensario asistencial de la Fundación Sociosanitaria de Barcelona. Las instalaciones no dieron para sostener las necesidades de un centro para ancianos y moribundos y el edificio se abandonó.

En éstas, volvió a prestarse atención al Modernismo y el público despertó de su ensueño. Barcelona tenía un patrimonio arquitectónico único y singular, de primera categoría: había que rescatarlo.

Capitel de estilo cursi floripondesco, pero notabilísimo se mire como se mire..

Pero la Rotonda había sido siempre un edificio desgraciado. Siendo uno de los más notables ejemplos de arquitectura modernista, era también ejemplar su degradación y abandono. Se caía a trozos. Propiedad de Núñez y Navarro, acabó tan mal que esta inmobiliaria se creyó con el derecho de derribar más de un 80% de todo el edificio (incluyendo toda la obra de los Sagnier, padre e hijo), salvar la fachada y construir detrás un feísimo cajón de cristal que llaman contenedor de oficinas (sic).

Un edificio de oficinas de cristal en Barcelona es un delito ambiental de primera especie, pero construido sobre las ruinas de una magnífica mona de Pascua modernista, un delito estético de primera especial y una falta de respeto por nuestro patrimonio artístico y cultural que tira para atrás y repele sólo pensarlo.

Bah, qué es el arte y la cultura si se compara con el alquiler de unas oficinas para una empresa de asesores financieros chachis, que no faltan ni faltarán nunca. Casi once mil metros cuadrados de oficinas y cinco plantas de aparcamiento subterráneo. Alfred Arribas, el arquitecto que consuma el rotondicidio, se muestra muy satisfecho por haber preservado el espíritu de la Torre Andreu. Atila también se mostró felicísimo de haber preservado el espíritu de Roma.

En fin, adiós, Rotonda. El derribo se ha consumado y triunfan una vez más las corbatas inclementes de los asesores financieros chachis.

Estado actual de la Rotonda, según El Periódico.

 

2 comentarios:

  1. Pronto tendremos nuevas notícias sobre este "rotondícia"! Puede, no!!!, por li visto en la foto i en la realidad, seguro q esta notícia llega demasiado tarde para este bello y catalogado edifício.... Pero como mínimo servirá para q no se vuelvan a hacer desastres patrimoniales como este sin pensar dos veces con las futuras consecuencias..... Y hasta aquí puedo leer.....

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  2. Fins aquí pots llegir, fins aquí llegeixo. Ai, Senyor, tant de bo no continuin fent desgràcies com aquesta!

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