Más muertos, menos gasto


El inefable señor Aso.

Estos días, el ministro japonés a cargo de la Seguridad Social ha dicho que los japoneses más ancianos harían bien en morirse pronto (sic) para reducir el déficit de la salud pública. Ahora, no hacen más que emplear el dinero del gobierno en caros tratamientos, dice, y añade que a esos pacientes se les mantiene vivos incluso si desean morirse. El señor Taro Aso, que es ministro de Finanzas y viceprimerministro del Japón, dijo que no podía dormir bien por las noches pensando en tanto dinero derrochado.

No es la primera vez que el señor Aso habla de los viejos que no se mueren, puñeta. En 2008, habló de la murga que le daban los viejos chochos (sic). Esta vez, los llama la gente del tubo, por andar por ahí intubados todo el día, gastando dineros públicos a destajo, los muy sinvergüenzas.

Don Baudilio, feliz por nuestro pesar.

El señor Taro Aso es el equivalente en Japón de don Baudilio, a. Bío Ruiz, en Cataluña. Don Baudilio también procede de la patronal del país, pues ha sido la cara y la voz de la sanidad privada en Cataluña, y se ha dedicado a privatizar la gestión y los servicios de la sanidad pública desde su despacho de conseller. Cierto: el máximo responsable de la sanidad pública catalana dedica todos sus recursos y esfuerzos a acabar con su carácter público, tal es así y no puede discutirse.

Don Baudilio, como el señor Aso, se ha enfrentado y sigue enfrentándose a numerosos escándalos de corrupción relacionados con esa privatización de lo público, que tienen nombre y apellidos: Bagó, Prat, Crespo... Don Baudilio, finalmente, es amante de la declaración incendiaria, como el señor Aso. Sólo pisar su despacho, hace dos años, pidió a los catalanes que se hicieran un seguro médico, que les iría mucho mejor. Así, con dos bemoles.

También dijo que los catalanes nos medicamos demasiado, que consultamos demasiado a los médicos, que podríamos prescindir de muchos tratamientos médicos, etc. No queda lejos del señor Aso. Todavía no nos ha pedido que nos muramos, pero hace lo posible para matarnos: se inventa un impuesto especial para enfermos (el euro por receta), cierra plantas y quirófanos, incrementa las listas de espera hasta duplicar o triplicar la espera de una prueba diagnóstica e inicia el desmantelamiento salvaje e indiscriminado del sistema sanitario público sin que el público proteste. Sin que la gente se eche a la calle pidiendo su cabeza, repito, lo que tiene su mérito y da una pena muy grande, porque vaya birria de pueblo el que no alza la voz ante la injusticia.

Las voces del señor Aso y de don Baudilio apuntan hacia un mismo lugar, un sistema sanitario privado para quien pueda pagárselo y un sistema sanitario público cuanto más pequeño, mejor. El problema son los enfermos pobres, que quieren curarse o vivir en condiciones aceptables lo que les reste de vida. Son un incordio para los planes catalano-nipones. ¡Que se mueran!

Se está haciendo mucha propaganda estos días a un movimiento que predica que nos medicamos demasiado, que tomamos demasiadas medicinas y que nos apuntamos a tratamientos caros e inútiles. En los periódicos, en la televisión, salen doctores sin vergüenza (y sinvergüenzas) que venden un libro donde afirman que una vida sana y natural es el mejor remedio contra la enfermedad. Naturalmente, porque si uno está sano, no está enfermo y pelillos a la mar; pero si está enfermo ¿qué?

De Guatemala a Guatepeor, de la automedicación al impuesto por estar enfermo.

Una cosa es afirmar que la medicina de nuestros ambulatorios abusa de la medicación, y que la automedicación (patrocinada por la antecesora de don Baudilio, doña Geli) es un vicio muy extendido. A veces no es necesario tomar tantas pastillas, pero muchas veces sí que lo es. Racionalizar la terapia y la medicación es una cosa útil, necesaria, imprescindible y rentable; propagar qué bien se vive sin medicinas es otra muy diferente, porque no es verdad.

El otro día, en televisión, salió un médico y propuso que dejáramos de hacernos pruebas analíticas y diagnósticas de tal y cual enfermedad, y que no nos obsesionáramos con su tratamiento. Vivan felices, dijo, porque la felicidad añade ocho años a la esperanza de vida. Así lo dijo, y se quedó tan contento.

Ahora bien, nuestros abuelos morían felices, pero morían, a los sesenta años, mientras mi esperanza de vida, hoy, se sitúa alrededor de los ochenta años. Disminuye gracias a la labor de don Baudilio, pero todavía supera en veinte años la de mis abuelos. Eso quiere decir que, contando ocho años de felicidad, los doce años restantes salen de alguna parte, que es, precisamente, el tratamiento médico.

Qué malas que son las medicinas..

Lo de natural, ay. Porque la farmacia y la medicina son malas, malísimas, en cambio, lo natural, no, nada, en absoluto, dicen, ¿verdad? Pero ¿qué es natural? Lo natural es morirse.

Luego, el etanoato de o-metil oico-benceno (ácido acetil salicílico, patentado con el nombre Aspirina por Bayer) es etanoato de o-metil oico-benceno venga de donde venga, de las hierbas del bosque o de la destilación del petróleo, de la infusión de la corteza del sauce o de una caja de aspirinas; en el primer caso, no se podrá calcular su dosis ni asegurar su pureza; en el segundo, sí. En el primer caso, además, la infusión podría ser tóxica. Es sólo un ejemplo.

En países desarrollados como Holanda o Suecia se ha puesto de moda parir en casa, naturalmente. Pese a la asistencia de comadronas, la mortalidad infantil debida a esos partos dobla o triplica la mortalidad de los partos en los hospitales, aunque los hospitales traten, como es natural, los casos más difíciles. A las estadísticas me remito, y al sentido común.


Profesional de la medicina alternativa, en plena faena.

Pero ¡qué más da! Las multinacionales de la homeopatía y los remedios naturales se están frotando las manos de puro contento. Su negocio mejora en tiempos de mala salud pública, porque se presenta como una alternativa a los hospitales saturados y la medicina adocenada. Su propaganda consigue que las mutuas privadas incluyan terapias naturales para atraer al público, y no está nada mal incluirlas, porque en casos de enfermedades leves, la diferencia entre no hacer nada y engañar al personal y cobrar por ello es beneficiosa para el negocio. En caso de enfrentarse con algo serio, se acude deprisa y corriendo a los grandes hospitales de la sanidad pública. Es la norma no escrita del negocio hospitalario: los beneficios, para uno y los gastos, para los demás.

Otros beneficiados por este clima de sálvese quién pueda son los partidarios de la eutanasia activa, del suicidio asistido y otras maneras de acabar con nuestra vida antes de tiempo, o mejor dicho, por propia voluntad o por la voluntad de otros. Sin dar ni quitar razones a quien quiera suicidarse, su causa goza ahora del favor del gobierno. Si no apoya esta causa, se indignará; si la apoya, le dará mucha rabia que sólo acudan a usted para sacarse enfermos de encima.

Terapias propuestas para mejorar la situación de la salud pública.

De hecho, la Comunidad de Madrid, que se está cargando la salud pública en vivo y en directo, día tras día, está pensando en permitir fumar en los casinos de Eurovegas. Más muertos, menos gasto público. Como ya se privatizaron las pompas fúnebres...

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