¡Tiene narices la cosa!



En Cataluña, probablemente en Barcelona, vive un hombre con una peculiar característica, un tanto desagradable. El tipo despierta con tantas narices como días quedan en el año. Pasa un día, se le cae una nariz. No sé si mientras duerme o en el baño, mientras se cepilla los dientes, pero el suceso no pinta nada bien para una persona con remilgos. Además, un rostro tan cargado de narices sería motivo de mofa y escarnio público (la gente es muy cruel) y l'home dels nassos (el hombre de las narices, en catalán) prefiere refugiarse en casa, a salvo de las miradas del común.

Mañana amanecerá con trescientas sesenta y cinco narices, pobre, porque tanto se le van como le vienen cada Año Nuevo. Pero hoy, 31 de diciembre, puede asomarse a la calle tan tranquilo, porque sólo le queda una nariz en la cara y pasa por hombre normal y corriente. Sale a pasear, pues, sonriente y feliz, contento de respirar aire fresco y pasar desapercibido entre la muchedumbre.

He dicho que hoy puede asomarse a la calle tan tranquilo. Perdón. Tranquilo, tranquilo, lo que se dice tranquilo, no sé yo. Porque en todas partes recuerdan la historia de l'home dels nassos y no faltan niños que indaguen su paradero o se pregunten quién será. ¿Será éste? ¿Será aquél?

Si hoy se le queda mirando un niño, atisbando su rostro concentrado y atento, quizá sea por la sospecha que despierta su nariz, que podría ser la última del año que hoy acaba.

El bienestar espiritual


Posición del "Loto que mira al Futuro con Ilusión", del maestro yogui Chachipiruli.

Los discursos institucionales para felicitarnos la Navidad o el Año Nuevo son, dígase alto y claro, un coñazo. No se libra del plúmbeo ritual la Presidencia de la Generalidad de Cataluña, que cada año pretende aleccionar a los catalanes sobre cómo tienen que juzgar el año pasado y lo bueno que es el gobierno y qué bien lo hace todo. Lo dicho, un muermo.

Dejando a un lado cómo se insulta a la inteligencia del ciudadano en estos discursos, también condeno que pretendan dictar una sentencia sentimental y comportamientos morales. Creo que este extremo es aberrante, es fascismo en estado puro, pero nadie parece darse por aludido.

Nos dicen que tenemos que afrontar el futuro con ilusión, por ejemplo, algo que particularmente me revienta. ¡Qué coño con ilusión! ¡Con la que está cayendo! Afrontaré el futuro como me venga en gana, con ilusión o desilusión, con el ánimo triste o alegre, con indiferencia, con temor, optimista, crédulo o escéptico. ¿Qué le importa a un funcionario público el estado de mi ánimo? ¡Que se ocupe de sus cosas, que no son pocas! ¿Quién se cree que es, el Gran Hermano de 1984? ¿Cómo piensa alegrarme el día?

El presidente Mas, presidente del Tripartito de la Derecha Nacional, líder patrio del Gobierno de los Mejores, segunda edición, va un punto más allá y quiere garantizar nuestro bienestar espiritual. Como les cuento.

Antes de llegar a eso, apuntaré que habla tan mal como de costumbre. Dice (traduzco) que una mayoría de catalanas y de catalanes quiere construir un país nuevo. En catalán como en español, existe el genérico, que se declina en la mayor parte de los casos como el masculino; lo correcto sería decir que una mayoría de los catalanes quiere construir un país nuevo. Si decimos una mayoría de catalanas y de catalanes, decimos que catalanes y catalanas, o viceversa, no son iguales ni son una misma cosa, sino dos cosas diferentes, lo que resulta discriminatorio a todas luces. Además, el estilo se afea con estas distinciones de género en función del sexo cuando existe un genérico a mano. Mal, muy mal.

Dice, atención, un país nuevo, no un nuevo país. La ciencia de la pragmática nos obliga a interesarnos por la posición del sustantivo y del adjetivo. Es sutil, pero se aprecia una diferencia. Podríamos escribir un país renovado y no cambiaría mucho el significado de un país nuevo; en cambio, un nuevo país y un país renovado no son lo mismo, porque un nuevo país es, más bien, uno que no existía antes.

Emplear el término país también es equívoco. Por país se entiende un territorio determinado, delimitado por la historia o por la geografía. Coloquialmente, significa Estado, porque se asocia un país a un Estado, pero no siempre es así ni tiene por qué serlo.

Lo mismo ocurre con la identidad nacional. Yo me siento catalán, español, tan catalán como español, más una cosa que otra, sólo una de las dos o todo a la vez y depende del día o de la hora, que ahora me da por ahí y ahora, por allá. La identidad religiosa, nacional, sexual, política, etc., de cada uno es un asunto que no incumbe al Estado. 

Porque el Estado no se ha de preocupar de lo que eres o dices ser, sino de lo que haces. De nada más que de los hechos objetivos. Por eso es bueno que el Estado garantice la libertad de cada uno para identificarse con lo que le venga en gana, mientras no haga daño a los demás.

Volvamos al discurso, tan aburrido. En propiedad, si quería dejar las cosas claras, don Artur Mas tendría que haber dicho que la mayoría de los catalanes quieren que su país (Cataluña mejor que su país) sea independiente, pero la palabra independencia y sus familiares rara, rarísima vez, aparecen en el vocabulario masista. ¡Todo lo contrario!

Cualquier eufemismo es válido para poder afirmar posteriormente que donde dije digo digo Diego y yo no he sido, sino que has sido tú. Si hablaba de independencia, también es arriesgado pronosticar que eso es lo que quiere una mayoría. Ya sabemos cómo acaban sus pronósticos de mayoría excepcional, con doce diputados menos. No es el momento de recrearse en el fiasco, pero, en resumen, tal como está el patio, agarrarse al eufemismo es estúpido y liante. Mejor dar la cara y llamar a las cosas por su nombre y no decir mentiras. Pero hace tanto tiempo que esto no ocurre que ya no saben cómo se hace.

Demos por bueno que la mayoría de los catalanes quiere un país renovado de la cabeza a los pies. Yo lo quiero: libre de ineptos y corruptos en el gobierno, respetuoso con los derechos y libertades cívicas de las personas, que trabaje por la justicia social y la igualdad de oportunidades, capaz de proteger a los débiles y perseguir a los sinvergüenzas, próspero al fin y respetuoso con la ley. ¡Ése es el país que quiero! Espero que la mayoría, también.

Pero un país, un Estado, una Administración Pública, no tiene más sentido que administrar lo que es de todos, la res publica. El cómo administrarlo y discriminar lo más importante y necesario de lo más circunstancial es la política, y la política no tendría que ir más allá. El Estado (entendido ampliamente) no tiene más sentido que ése, que es el que le damos. Per se, no tiene ningún sentido (excepto si uno lee a Hegel, y entonces tenemos un problema).

Don Artur Mas, sin embargo, dice (traduzco) el gran sentido de un país nuevo es garantizar el máximo bienestar cívico, espiritual y material de sus ciudadanos. Pues, qué quiere que le diga. No.

En primer lugar, métase por donde le quepa mi bienestar espiritual. Ése es cosa mía. A mí no me garantiza nadie mi bienestar espiritual. Qué le importa a usted mi alegría o mi desasosiego. Su mal gobierno me pone de los nervios, sus derrotas me llenan de alegría: váyase y dimita. Otro pensará diferente a como pienso yo. Pues, ya me dirá usted como garantizará el bienestar espiritual de ambos. Mi espíritu es mío, no quiero que también me lo recorte.

El Estado sólo tiene una misión y ésta es sagrada, si puede llamarse así, que es velar por el cumplimiento de la Ley y administrar la res publica como mejor se pueda. Nada más, ni nada menos, que no es poco. Los únicos Estados que se preocupan del bienestar espiritual de sus ciudadanos son las tiranías, que no aceptan ciudadanos descontentos con el devenir de la política, porque pensar diferente a los demás o creer que sufrimos un mal gobierno es delito y se condena.

Su única misión ahora mismo es procurar defender las libertades de los ciudadanos que la Ley le ordena proteger, procurar la igualdad ante la Ley de ricos y pobres y la máxima igualdad de oportunidades, protegiendo a los débiles del abuso de los fuertes. Del bienestar de cada uno ya se encargará otro, no se preocupe.

Pero lo principal es evidente: el discurso no pasará a la historia de la oratoria y fue capaz de dormir a las ovejas.

Un perfil político


Como se han fotografiado de frente, no se les ve de perfil.

Dicen que el segundo Gobierno de los Mejores es, cito, un gobierno con un marcado perfil político. ¡Cáspita! ¡Córcholis! ¡Un marcado perfil político! ¡Esto debe de ser la leche! ¿Lo es?

Aparte de la vista de costado, el perfil es el conjunto de rasgos que nos permiten caracterizar a alguien o algo. Por lo tanto, si decimos que el Gobierno de los Mejores, segunda edición, es un gobierno con un marcado perfil político, estamos diciendo que el Gobierno de los Mejores, segunda edición, tiene el perfil propio que los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

Pero ¿qué otro perfil iba a tener si no? Un gobierno, por definición, es político y no puede tener más perfil que un perfil político. No puede ser, es imposible que sea un gobierno sin perfil político, si no es que ni gobierna ni quiere gobernar. Sin embargo, esta expresión tiene mucho predicamento entre los intelectuales de pacotilla y tertulia, ésos que ejercen de correveidiles del pagano y se llaman a sí mismos forjadores de opinión.

Decir que un gobierno tiene un perfil político es como decir que el agua moja. Lo que hay que decir es si tiene un perfil político de izquierdas o de derechas, por ejemplo. Pero eso es mucho pedir: nuestros intelectuales no llegan a tanto.

Más tiempo no es peor


La gestión privada no es mejor ni peor que la pública. Por poner un ejemplo, vayan a ENDESA y reclamen porque les han cobrado de más en la factura eléctrica y luego me dirán.

Pero el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica una estadística donde asegura que una estancia media en los hospitales públicos es de 7,04 días; en los privados, 5,82. Muy pronto se suman los neoliberales al carro de asegurar que los centros privados curan más rápido y mejor que los públicos. Por lo tanto, proclaman a los cuatro vientos, ¡privaticemos! ¡Acabemos con el despilfarro de la sanidad pública!

Don Baudilio, a. Bío Ruiz, privatizador, recortador y uno de los Mejores que repite.

¡Cuidado! ¡Mucho cuidado! En primer lugar, el estudio no considera ni la gravedad de la enfermedad ni la complejidad del tratamiento. No cuenta los reingresos. ¡Tampoco dice si los enfermos se curan! Sólo dice cuánto tiempo permanecen en el hospital cuando ingresan en él, nada más.

Los hospitales privados realizan menos transplantes, menos cirugía mayor y cuidan menos pacientes graves que los hospitales públicos. Eso reduce la estancia media en un hospital privado.

Otro detalle. Las mutuas sanitarias privadas cobran más a los clientes más viejos, hasta que éstos se jubilan y no alcanzan a pagar la cuota. Se ven forzados a acudir a la sanidad pública. Como los viejos enferman más que los jóvenes y sus enfermedades suelen ser más graves, cuantos más viejos trata un hospital, más larga será la estancia media. Ésta es otra de las razones que explica las diferencias entre la estancia media en un hospital público y otro privado: la edad de los pacientes.

Hay excepciones. En la sanidad privada, se alargan las estancias medias de las parturientas y sus bebés y superan las estancias medias de la sanidad pública. Una vez ha nacido el niño, se reducen los costes y los riesgos y se incrementa el beneficio. El hospital privado se convierte en un hotel con enfermeras. Una estancia más larga, más beneficio para la empresa.

La deficiente cobertura pública de las enfermedades mentales en España también provoca que una estancia en un centro privado sea de 45 días y en uno público, de 19 días, porque no hay plazas públicas y uno tiene que echar mano de las privadas, si uno puede permitírselo.

Comparémosnos con otros. Entre los países desarrollados, la estancia media más corta en un hospital es la de los Estados Unidos, que no llega a los cinco días. Es el país con el mayor gasto sanitario por habitante del mundo, pero también uno de los países desarrollados con peor cobertura sanitaria de la población. ¡Eficiencia...! ¡Para que luego digan!

En Canadá y en el Reino Unido, donde el sistema sanitario es público y la cobertura, universal, la estancia media en un hospital es de una semana. Los británicos y los canadienses gozan de mejor salud y mejor calidad de vida que los estadounidenses y el coste sanitario por habitante es sensiblemente menor que el yanqui.

La sanidad pública española también procura una estancia media de una semana, en la línea de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Los alemanes, tantas veces paradigma de la eficiencia, permanecen en el hospital entre nueve y diez días.

Ahora, vuelvan a leer los resultados de la encuesta.

Apúntese a una coral


La coral Young@Heart, de Massachusetts.

Los periódicos andan estos días revolucionados con la publicidad de un estudio que concluye que los cantantes solistas viven menos que los componentes de un grupo musical. No es exactamente así, hay matices que convendría examinar más de cerca.

El trabajo lleva por título Dying to be famous: retrospective cohort study of rock and pop star mortality and its association with adverse childhood experiences. Lo firman varios miembros del Centre for Public Health, Liverpool John Moores University, de Liverpool (donde The Beatles), en el Reino Unido, que son Mark A. Bellis, Karen Hughes, Olivia Sharples y Katherine A. Hardcastle, y un miembro del Departamento de Salud de Manchester, Tom Hennell. Pueden leer la ficha del trabajo en este enlace.

Copiaré y traduciré las intenciones del estudio. La fama en el rock y el pop se asocia con la asunción de riesgos [sic], el uso de sustancias [sic] y una mortalidad prematura. Examinaremos las relaciones entre la fama y la mortalidad prematura y probaremos cómo estas relaciones varían con el tipo de músico (p.ej., solista o miembro de una banda) y la nacionalidad, y si la causa de la muerte está relacionada con las experiencias previas a la fama (una infancia difícil).

El estudio se basa en el análisis de datos biográficos y estadísticas médicas, se llega a alguna conclusión mediante técnicas de regresión estadística, etcétera. Para no complicarse la vida, se concentra en las estrellas de la música popular entre 1956 y 2006; más concretamente, en 1.489 estrellas del rock y del pop. De entrada, sólo 137 de estos 1.489 músicos habían muerto al realizar el estudio. Los demás, cabe decir, leen los resultados con aprensión.

Los mitómanos no atienden a razones y cargan contra ese estudio porque no analiza en profundidad el caso del llamado Club de los 27. Tal club no existe porque sus socios están todos muertos: se suicidaron o murieron envenenados por las drogas y el alcohol con veintisiete añitos. El Club de los 27 cuenta con Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Amy Winehouse, Brian Jones, Jim Morrison o Kurt Cobain.

No sigamos por aquí. Podríamos formar clubes parecidos: el Club de los 33, por ejemplo. A cualquier edad de defunción, cuanto más cerca de la media, mejor, encontraremos famosos con los que formar un club.

Volvamos al estudio de marras. Se concluye que los músicos de rock y de pop tienen una tasa de mortalidad más alta que la población a la que pertenecen. Los músicos norteamericanos mueren a los 45 años; los europeos, a los 39 años. La tasa de mortalidad de los músicos americanos se mantiene más o menos estable; en cambio, los músicos europeos famosos después de 1980 tienen una mejor tasa de supervivencia (sic) y viven más que la generación anterior. Se drogan menos.

Los músicos con una infancia más desgraciada son los que más mueren por alcoholismo o drogadicción. Los solistas sufren más esta clase de problemas porque, dicen los autores, los miembros de las bandas se apoyan entre sí cuando las cosas se tuercen y el solista se apoya en la botella, por apoyarse en algo.

En resumen, no pinta nada bien ser músico y famoso. Los autores recomiendan que estos personajes no se conviertan en ídolos de la infancia y la juventud, sino en ejemplos de cuánto daño hace la mala vida, mediante fábulas aleccionadoras y moralistas. Pero los autores no consideran que así que uno pretende dar lecciones, así se queda sin público.

Mi conclusión sería que, si a usted le va la música, le iría mejor si se apuntara a una coral de Massachusetts, por si acaso.

Abordaje o colisión



No se sabe quién fue el primero en comparar la aventura plebiscitaria de don Artur Mas con un choque de trenes, pero lo cierto es que la metáfora ha tenido mucho éxito. Naturalmente, cada uno la interpreta como quiere. Jugando con la colisión ferroviaria, los sesudos intelectuales y tertulianos catalanes, ésos que cantan las glorias del pagano, enredan las circunstancias del accidente preguntándose si no iremos a parar a una vía muerta, si ya hemos llegado a la última estación antes de la estación término, si nos vamos a quedar sin carbón, si el tren hace chuchú y toca la campana, tilín tilín, etcétera, una forma como cualquier otra de marear la perdiz.


Sin embargo, el segundo discurso de investidura de don Artur Mas en dos años sostiene que la cuestión plebiscitaria no es un choque de trenes, sino un choque de barcos. De raza le viene al galgo, pues don Artur Mas cuelga en su despacho el timón de un navío que capitaneaba su abuelo (al menos, eso dice), un símbolo que viene como anillo al dedo a quien cree que marca el rumbo de la nación y la lleva a buen puerto, aunque viendo lo que se ve cabe la sospecha de andar al pairo en medio de un campo de minas.


Pero si el amo dice que más que trenes chocan barcos, barcos chocan y no se hable más de este asunto. Ahora anda toda la intelectualidad de tertulia que si babor, que si estribor y todos marcando el rumbo en la carta de marear, que nunca tuvo mejor nombre. Hasta el señor ministro Montoro declaró que el Gobierno de España no es partidario del choque de barcos. Lo sorprendente sería que un ministro se mostrara favorable a que los barcos chocaran entre sí en puerto o alta mar.

El Reglamento Internacional de Abordaje, en su Regla 15, dice: Cuando dos buques de propulsión mecánica se crucen con riesgo de abordaje, el buque que tenga al otro por su costado de estribor se mantendrá apartado de la derrota de este otro y si la circunstancia lo permite, evitara cortarle la proa. Lo digo por si acaso.

¿Abordaje? Les recuerdo a todos, antes de proseguir, que el choque entre dos barcos se llama propiamente abordaje. La colisión ferroviaria no tiene un nombre propio, que yo sepa, y choque de trenes ya le está bien. Cuando van los dos por la misma vía, puede darse un alcance (el que va detrás corre más que el que va delante) o un trompazo de padre y señor mío, cuando van en sentido contrario. Pero ¡bah! Da lo mismo. La gente habla mal por vicio y me veo bien pronto discutiendo si nos enfrentamos a descarrilamientos o abordajes, que no es cuestión baladí, porque un expreso no puede apartarse de la derrota de un tren correo y un paquebote no conoce pasos a nivel.


El debate me recuerda la canción revolucionaria mejicana que sostiene que si Adelita se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar; si por mar, en un buque de guerra; si por tierra, en un tren militar. ¿Se habrá largado Adelita con otro? En tal caso, ¿la estamos siguiendo por tierra o por mar? Ésa es la cuestión, no más. Tampoco Mas, aunque se le cuestione.

Encetar


Encetar un jamón.

Se ha puesto de moda entre los políticos catalanes decir que (en catalán, en versión original) encetem una nova etapa y luego añaden amb il·lusió (con ilusión, ya ven, tal como está el patio y con ilusión). Alguno pilló el verbo encetar en el diccionario y le gustó. Se ha puesto de moda. Pero hay que ir con ojo con las nuevas palabras.

La Enciclopèdia Catalana traduce encetar por empezar o rozar (en español) y por to open o to graze (en inglés). Su significado se explica dos veces. Encetar puede ser comenzar a gastar (alguna cosa) ya sea dándole un mordisco, cortándole un trozo, etc., y así s'encetaria un jamón, por ejemplo. También podría ser comenzar una acción (de corta duración), comenzar a tratar (un asunto) o iniciar una conversación con otra persona.

También existe encetar en español. Es sinónimo de encentar y de comenzar. Encentar tiene varios significados. Como en catalán, puede ser comenzar, empezar y también disminuir, mordisquear, cortar algo. Si embargo, existe otro significado: Ulcerar, llagar, herir (algo).

Encetar es un verbo de corto vuelo. Por una vez, quizá sea el adecuado. Los Gobiernos de los Mejores no duran dos años, tan buenos son, y éste ya tiene fecha de caducidad. Pero mejor sería encetar un jamón que andar encetando nuevas etapas con ilusión, que no ganamos para sustos y disgustos.

Feliz Navidad



En 1600, Michelangelo Merisi saltó a la fama cuando mostró al público dos lienzos, La conversión de San Mateo y El martirio de San Mateo, que decoran la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma. Quedó por pintar el lienzo que colgaría justo encima del altar, éste.

El de Caravaggio entregó San Mateo y el ángel hacia finales de 1600. La imagen provocó la ira del Cabildo de San Luis, que consideró el lienzo indecoroso y ofensivo porque el pie sucio y desnudo de San Mateo quedaba a la altura de la hostia en el momento de la consagración. Cuentan que el cabildo quiso quemar el cuadro, pero don Vincenzo Giustiniani, marqués de Bassano, medió en la querella. Pagó al de Caravaggio por el lienzo y se lo quedó para él. El pintor, algo mosca, entregó un segundo San Mateo y el ángel más del gusto de los curas, del que hablaremos otro día.

Así ingresó el primer San Mateo y el ángel en la colección Giustiniani, y allí seguía cuando la compró Prusia en 1828 y se la llevó a Berlín. El 5 de mayo de 1945, un incendio destruyó el lienzo. La única imagen que conservamos de él es esta fotografía en blanco y negro.

No sabemos quién es la niña que hace de ángel, pero sí sabemos quién es él. Es Matteo, un mozo de cuadras del cardenal del Monte, borracho insigne, pedorro incontinente y famoso por todo ello en los alrededores de San Eustaquio. Aparecerá en otras obras del de Caravaggio.

Un ángel impertinente y un poco pedante guía la mano del borrachín. Es una manera de mostrar que las palabras del Evangelio vienen inspiradas por Dios. El comienzo del Evangelio según San Mateo, en hebreo, lo escribió el cardenal del Monte para que pudiera copiarlo el de Caravaggio. La silla en la que se sienta Matteo es una savonarola y aparece en otros cuadros del pintor. Sabemos que esta silla la perdió el de Caravaggio cuando le embargó el casero en 1605, porque se marchó de casa sin pagar el alquiler.

Véase el caso: un borracho analfabeto, un ángel impertinente, un pintor que no paga el alquiler, unos paganos intransigentes y un coleccionista intrigante procuran al mundo una de las más bellas obras de arte de las que se tiene noticia.

A ver, pues, qué no podremos hacer nosotros cuando se nos echa encima un nuevo año cargado de misterios que contemplamos con la misma prevención de siempre, y con la misma esperanza. Sea lo que sea lo que acabemos haciendo, ojalá que el resultado sea igualmente feliz.

Deseo que este año, que ya veremos cómo vendrá, sea bonísimo para todos y llegue colmado de alegría y preñado de felicidad. Me parece que esta vez nos lo merecemos, ¿verdad?

Sea, pues:

Disfrutad de las Navidades y que venga un feliz Año Nuevo.

La historia del cañón turco


El cañón que menciona De Tott doblaría en tamaño a éste, que dispara piedras de 320 kg.

La anécdota la explica con mucho detalle Carlo Maria Cipolla en su libro Las máquinas del tiempo y de la guerra (Estudios sobre la génesis del capitalismo), Ed. Crítica, 1999. Es un libro muy ameno y con mucha enjundia, que recomiendo sin temor.

Corren los tiempos de la guerra ruso-turca (1768-1774) y el barón De Tott, un asesor militar europeo, revisa las defensas del Estrecho cerca de Constantinopla. En éstas, tropieza con un cañón monstruoso, situado en lo alto de un fuerte que domina el Estrecho. Es tan grande que no pueden llevarlo a ninguna otra parte. Le cuentan que la pieza había sido fundida en bronce en el reinado de Amurath (a saber cuándo fue eso) y que la bestia es capaz de disparar una esfera de mármol de 500 kg. A ojo, tendrá un calibre de un metro y pesará varias toneladas. Como tantas otras piezas antiguas, se desenrosca la recámara para facilitar la carga de pólvora.

El barón De Tott contempla el monstruo y no parece impresionado, pero los turcos insisten: no existe cañón igual en el Universo. El barón señala que costaría tanto cargar la pieza que, en caso de presentarse una flota enemiga, sólo podría disparar una vez. Los turcos insisten: una vez, sí, pero el cañonazo será devastador.

Que sí, que no, y al final se decide probar el cañón. Para impulsar el proyectil se necesitan 150 kg de pólvora, que el bajá (el oficial al mando) manda traer de inmediato. Cuando llega la hora de la verdad, el barón De Tott descubre que los turcos se han dado a la fuga. Hasta el bajá ha corrido a refugiarse en el interior de una casamata. La furia del cañón es la misma para amigos y enemigos, se excusa el artillero jefe, el único que permanece en su puesto (encomendándose a Alá en el que cree el último día de su vida). Prenden el cebo y tanto el barón como el artillero jefe se parapetan detrás de un muro.

¡Pum!

Sentí un choque como el causado por un terremoto, dirá el barón en sus memorias. A poco de surcar los cielos, la gigantesca esfera de mármol se desintegra. Pedazos de mármol caen aquí y allá por todo el Estrecho y las montañas vecinas. De ahí a hacer daño a una flota enemiga media un abismo, pero el estruendo ha sido de aúpa, hay que reconocerlo.

Lo curioso del caso es que los turcos no se dieron por vencidos y siguieron empleando estos monstruos contra los europeos. En 1807, una escuadra de la Royal Navy forzó el paso de los Dardanelos. Contó sir John Duckworth, almirante de la expedición, que los marinos ingleses se maravillaron al ver cómo eran de grandes los pedazos de piedra que pasaban volando por encima de sus barcos, zumbando de mala manera, deshaciéndose por el camino.

Resolución política inédita



Don Eparquio Delgado, un delegado canario de Izquierda Unida, montó un pequeño revuelo en la X Asamblea Federal de su partido al presentar (y ganar) hace unos días una Resolución de rechazo a la homeopatía y las terapias pseudocientíficas. Encontró una cierta oposición para tirar adelante su ponencia y al final hubo que echar mano de una votación, que ganó con 244 votos a favor, 174 en contra y 44 abstenciones.


Que yo sepa, es el primer partido político español que solicita que la sanidad pública utilice los recursos de la medicina (la ciencia médica) y no se deje tomar el pelo por falsas terapias curativas que no tienen base empírica ni científica que las avale.

El señor Delgado e Izquierda Unida han recibido numerosas felicitaciones de médicos y científicos. Ojalá cunda el ejemplo y los demás partidos políticos se comprometan a no perder el tiempo ni el dinero de todos en prácticas que ni curan ni tienen fundamento.

Yo también envío mis felicitaciones y una enhorabuena al señor Delgado. Me alegro mucho del éxito de su resolución y de la postura de su partido. ¡A ver si cunde el ejemplo! ¿A qué esperan los demás?

Hacia arriba y hacia abajo



Cuentan que el salario medio del trabajador español ha disminuido un 3% en 2012. En algunos sectores, la disminución de salario ha sido muy superior. Los empleados públicos, por ejemplo, han perdido más del 7% de su salario en un año.

Sin embargo, una lista oficiosa de los doscientos españoles más adinerados dice que éstos poseen 145.000 millones de euros, euro más o menos, y que sus rentas se han incrementado un 8,4% más que en 2011.

La lista de millonarios españoles es aproximada e incompleta. No se incluyen, por ejemplo, algunos multimillonarios que no son empresarios, sino empleados de la empresa; tal es el caso de presidentes o directivos de la banca o de grandes multinacionales, personajes que cobran millones de euros al año y tienen planes de jubilación que suman cifras fabulosas.

Tampoco se considera en el total de las rentas y el patrimonio de estos personajes los aproximadamente 40.000 millones de euros que los españoles más adinerados tienen ocultos en Andorra, Suiza, Luxemburgo, las Islas del Canal, etc., con la clara intención de no pagar impuestos, ni los 23.000 millones de euros en sociedades de inversión de capital variable (SICAV).

Lo peor de todo, sin embargo, es que no me ha tocado la lotería. Eso es lo malo, qué quieren que les diga. Que los ricos son cada vez más ricos y el resto, más pobres, no es ninguna novedad.

Pues, va a ser que no


Éste lo venden por 50.000 dólares.

No puede uno fiarse ni de los agoreros. Que se acaba el mundo, que se acaba, y ¡zas! ¿Se acabó? ¡Anda allá que se acabó! Aquí sigue, tan puesto como siempre. De acabarse, nada.

Ahora me pregunto quién tendrá el valor de acercarse a uno de esos chalados que se ha encerrado en un búnker de hormigón armado y se ha provisto de armas y municiones de toda clase y condición, quién se le acercara para decirle: Perdone, caballero, que el mundo sigue, ya ve usted. La balacera que puede recibir a cambio de tan obvia declaración puede ser de cuidado. ¡Largo de aquí, zombi malvado! Zombi o lo que quieran, tanto da.


Lo peor del caso es que búnker, armas, municiones, combustible, víveres, utensilios de supervivencia y una selección de señoritas de compañía para garantizar la supervivencia de la raza humana y procurar solaz en la larga estancia subterránea (y acaso, una despedida fabulosa si al final no se sobrevive) cuestan una buena pasta. Un fusil de asalto decente sale por mil euros, con linterna incluída, culata extensible, mira láser y otras mandangas por el estilo que son muy chulas y tal; la munición sale por un ojo de la cara, a diez o veinte céntimos el cartucho de 9 mm, si los compra al por mayor, a tanto el kilo; la comida deshidratada, envasada al vacío y con todas las garantías habidas y por haber que aseguran que servirá para alimentar al desgraciado superviviente, cuesta lo que no hay; el búnker, lo que es el búnker, una millonada; de las señoritas, mejor no hablar. Si no se acaba el mundo, todo eso ¿quién lo paga?

Ya me daba que pensar que los vendedores de cosas para soportar el fin de los tiempos admitían el pago a plazos de arsenales y despensas. Pero ¿qué plazos, si el mundo se acaba?

Pues, va a ser que no, que no se acaba, y ahora hay que pagar todo esto, maldita la gracia.

Mejor contra Quebec



Aprovechando el tirón emocional del balompié y convenientemente subvencionada, la Federación Catalana de Fútbol organiza un partido entre una selección de jugadores federados en casa y otra selección de fútbol reconocida por la FIFA que acepta el dinero venga de donde venga. La intención del encuentro no es otra que la reivindicación de la plenitud nacional.

Pero ¿qué es la plenitud nacional? En el diccionario nos enfrentaremos a dos significados de plenitud. Si la plenitud significa la totalidad, integridad o cualidad de pleno de algo, la plenitud nacional será la nación toda ella, toda entera. Si plenitud significa el apogeo, el momento álgido o culminante de algo, la plenitud nacional será el no da más de la nación, el momento a partir del cual comienza a decaer.

Supongo que se reivindicará el primer significado, no el segundo, porque a nadie le gusta reivindicar que a partir de ahora todo irá cuesta abajo. Pero si es el primer caso, será una reivindicación totalitaria, por eso de la totalidad. Me cago en Hegel, y perdonen ustedes, por liarla de color pardo con tantas plenitudes.

En todo caso, sea como sea, la nación ni es toda ella en sí misma mismamente ni llega a su cénit en lo más alto de las alturas sin contar con una liga propia de fútbol profesional. Sin fútbol, olvídense de la plenitud. La plenitud pasa por el fútbol. En fin, no indagaré por qué, porque en esta clase de asuntos religiosos, manifiesto mi ignorancia y si dicen que es así, así será. No pienso discutirlo.

Acude un público numeroso, preñado de banderas, pagando. En el palco, en cambio, las autoridades van de grátis. El partido suele ser malo, pero la gente se lo pasa en grande gritando lemas reivindicativos, patrióticos y festivos, haciendo la ola y batiendo palmas. Me parece muy bien, cada uno se goza como quiere.

Pero si yo fuera un organizador de tales encuentros balompédico-patrióticos nunca, nunca jamás, invitaría a la selección de Nigeria para celebrar una fiesta así. Me parece de muy mal gusto regocijarse y refocilarse por jugar contra los representantes de un régimen repugnante. Vean por qué lo digo. Lean:


También pueden interesarse en promover un documental sobre el tráfico de esclavos en Nigeria, aquí:


En fin, ya les digo: yo de fútbol no entiendo y seguro que me equivoco. Si es así, perdonen.

¡Lo que puede un madrugón!


Un viejo acorazado de costa austrohúngaro en la base de Cattaro.

En agosto de 1914, Montenegro declaró la guerra a Austria-Hungría poniéndose de parte de Serbia. Mal asunto, porque, sin ir más lejos, la base naval de las Bocas de Kotor (entonces llamada Bocche di Cattaro, en italiano) quedaba a un tiro de piedra de las baterías de artillería montenegrinas. Era la base más al sur de la Marina de Guerra Imperial y Real (se pronuncia Kaiserliche und Königliche Kriegsmarine). En su tiempo, había sido base fortificada de galeras venecianas.

Los montenegrinos instalaron varias baterías de artillería en el monte Lovćen y comenzaron a bombardear las fortificaciones austrohúngaras de Cattaro. No llegaban a tirar contra la flota, porque anclaba fuera del alcance de los obuses, pero los fuertes recibían de lo lindo. Los austrohúngaros respondían con sus viejos cañones de 15 cm y con las principales piezas de artillería de tres vetustos acorazados de costa que se refugiaban en Cattaro, doce piezas de 24 cm.

La situación se complicó enseguida. Francia y la Gran Bretaña se sumaron al número de enemigos y se inició la Primera Guerra Mundial. Como quien domina Cattaro, domina el Adriático, los franceses decidieron sumarse a los montenegrinos. Si eran capaces de derruir los fuertes austrohúngaros, desembarcarían tropas en Montenegro y tomarían la base al asalto, sin oposición.

Una pieza francesa de 12 cm, como las empleadas en la batalla.

Entre el 18 y el 19 de septiembre de 1914, en Antivari, Montenegro, el capitán de fragata Grellier, francés, desembarcó cuatro piezas navales de 15 cm y otras cuatro de 12 cm y sudó de valiente para llevarlas hasta la ladera sur del monte Lovćen. Un mes más tarde, los cañones franceses se sumaron a los montenegrinos en su bombardeo matutino. ¡Qué desagradable sorpresa!

Los austrohúngaros necesitaban más cañones y más pesados para salvar a los fuertes. El Radetzky, con cuatro piezas de 30,5 cm y otras tantas de 24 cm en cada borda, se sumó a los tres viejos acorazados de costa y su fuego se hizo notar desde el primer día. Pero las instrucciones de la flota ordenaban ahorrar munición. ¿Qué ocurriría si la gastaban toda contra el monte Lovćen y entonces aparecían los buques de línea franceses o ingleses? ¡Un desastre!

Pero ¿cómo vamos a echar a los franceses y montenegrinos del monte Lovćen si tenemos que ahorrar munición? Además, los fuertes ya están para el arrastre, estamos recibiendo la peor parte. Si esto sigue así, hemos perdido la base. Pues, habrá que pensar algo, respondió el comandante de la flota.

La batalla transcurría monótona desde hacía dos meses. Al amanecer, los artilleros corrían a sus posiciones, los observadores ajustaban los telémetros, fijaban el blanco del día y a la orden de ¡Fuego! se iniciaba el bombardeo. Cada día lo mismo.

Hasta que el 24 de octubre, justo antes de amanecer, los acorazados austrohúngaros abrieron fuego contra las baterías franco-montenegrinas. La primera vez en dos meses que alguien bombardeaba fuera de la hora convenida, antes de tiempo, pilló a todos por sorpresa. Un globo aerostático y un puesto de observación habían fijado las posiciones del enemigo hacía unos días. El cañoneo despertó a los artilleros lejos de sus puestos, en la cama, y no pudieron llegarse hasta sus piezas para responder. Las posiciones artilleras quedaron hechas un cisco.

A las diez de la mañana, después de un devastador y preciso bombardeo, los buques se retiraron de vuelta a la base. Regresaron tres días después (amunicionarlos llevaba su tiempo) y se aproximaron tanto a la costa que los franceses se retiraron un kilómetro tierra adentro y los montenegrinos dieron por perdida la batalla. Así se salvó la base de Cattaro.

¡Lo que puede un madrugón!

La bruja Adelina



No me lo podía creer. Sigo sin creérmelo. Pero el caso está ahí, documentado.

Una vieja andorrana, Adelina por más señas, ejercía de bruja hasta hace poco. Ahora tiene alrededor de ochenta años y está un poco achuchada para andar lanzando hechizos y embrujos, pero en sus mejores tiempos recibía muchas visitas (y cobraba de todas ellas sus buenos dineros).

Su especialidad era la terapia del huevo. Tomaba un huevo recién salido de su gallinero (o del supermercado de la esquina), lo frotaba contra el cuello y la espalda del incauto que pagaba por ello y después de unos pases mágicos (frufrú, zas, catapún) lo rompía en un plato. Si el huevo salía oscuro, no era por la tinta que le había echado, sino porque se había llevado la energía negativa (sic) del tonto al que atendía. El suceso impresionaba al personal y le procuraba pingües beneficios. El pagano, libre de maleficios, salía de la consulta brujeril como nuevo y la cuenta corriente de la vieja bruja crecía y crecía.

Lo más tremendo del caso era que no le faltaban clientes de buena posición. Uno de ellos, un antiguo directivo de Banca Catalana imputado en el caso Pretoria, ha levantado la liebre de este asunto. Repito: me cuesta creer lo que cuenta, pero me resulta más y más verosímil cada minuto que pasa.

El fulano en cuestión tiene unos ahorrillos en Andorra. Más o menos, cuatro millones de euros obtenidos, según parece, de manera ilícita, como viene siendo costumbre en el país. Como ahora pasa por apuros económicos, el personaje quisiera poder acceder a tales dineros, pero los jueces del caso Pretoria tienen paralizada la cuenta del caballero y éste tiene que conformarse con lo puesto. Cuentan que ha comenzado a cantar lo que sabe por si así pueden liberar parte de sus dineros. Sabe mucho, según parece, y la mierda comienza a salpicar a todo quisque.

Es ahora, en medio de sus declaraciones, donde aparece la bruja Adelina. El tipo cuenta que acudía con frecuencia al pase del huevo de la bruja y que consultaba sus cosas con ella. Era una bruja genuina de las montañas (sic) y un día presumió de ella delante del entonces presidente de la Generalidad de Cataluña, don Jordi Pujol, que conocía de los años de Banca Catalana. El fulano asegura delante de la policía (que imagino desternillándose de risa mientras tanto) que don Jordi Pujol acudió a la bruja y quedó impresionado. Tan impresionado que cada vez acudía a ella con más frecuencia y le pagaba más dinero por sus pases de huevo y sus consejos y predicciones. Llegó a obsesionarse con ella, cuenta el soplón.

Frufrú, zas, catapún, venga el huevo, que te saco el mal de ojo.

¡Caramba! ¡Mecachis con la bruja! ¡Ahora me explico tantas cosas!

El legado de Mas



Don Artur Mas bautizó él mismo a su primer gobierno como el Gobierno de los Mejores. A la vista de su legado, tal nombre es un ejercicio de cinismo.

De entrada, sólo ha durado un año y once meses, veinticinco meses menos de lo previsto. No pudieron resistir ser tan, tan buenos. Tenían que repetir enseguida y no se vieron capaces de esperar dos años más. Convocaron elecciones anticipadas.

La gran sagacidad de don Artur Mas y su equipo pretendía obtener la mayoría absoluta a mitad de legislatura con esta maniobra. Pero don Artur se quedó a dieciocho diputados de obtenerla, perdiendo doce por el camino. ¡Qué buen principio para el segundo Gobierno de los Mejores!

En cifras, que son frías, objetivas y oficiales, el legado de tan magnífico elenco de líderes patrios durante veintitrés meses podría quedar como sigue:

Cada día del Gobierno de los Mejores ha privado a más de treinta personas de la renta mínima de inserción, y de ayudas sociales a otras cien.

Cada uno de estos días, más de noventa personas han visto cómo se retrasaba la intervención quirúrgica a la que tenían que someterse, y ciento veinte personas más siguen sin conocer el resultado de su prueba diagnóstica por culpa de los recortes en sanidad pública.

Cada día con don Artur de presidente, ciento cincuenta personas han sido privadas de las ayudas previstas por la Ley de Dependencia.

En los últimos seis meses, cada día ciento ochenta enfermos crónicos (ciento setenta, pensionistas) ya han pagado 60 euros en euro por receta al Institut Català de la Salut, sin contar con el pago por medicamento a la Seguridad Social, que se añade a la cuenta. Esto es tanto como decir que han destinado un 15% de sus ingresos a pagar un impuesto por estar enfermos.

Cada día de su gobierno, trescientos catalanes han sido estafados por La Caixa y otros bancos mediante el timo de las preferentes, impunemente.

Cada día de tan magnífica gestión, ocho empleados públicos de la Generalidad de Cataluña han sido despedidos y privados de empleo. Sumen los doscientos parados al día que ha generado Cataluña en 2011 y 2012.

Cada uno de estos días, han cerrado sus puertas diez empresas industriales o de servicios.

Cada día del primer gobierno de don Artur Mas, el Barça ha recibido una subvención de 274.000 euros.

TV3 ha gastado un millón de euros al día.

La deuda de la Generalidad de Cataluña ha crecido 14 millones de euros cada día.

El fraude fiscal en Cataluña se ha estimado en 30 millones de euros al día.

Sólo mentando el caso Palau, el caso Pretoria, el caso ITV y el caso Mercurio, se han redactado más de sesenta folios diarios en actas judiciales de casos de corrupción política catalana.

Etcétera.

¡No está mal! Ojalá la segunda temporada de Los Mejores no pueda igualar estas cifras, aunque se aprecia que quieren intentarlo. Próximamente, en sus pantallas.

Un gobierno de (mala) calidad


¿Cómo se mide la calidad de un gobierno? ¡Buena pregunta! Son tantas las ideas que se me ocurren que no sabría decirles cómo: no sabría por dónde empezar. Pero uno de los documentos de trabajo de la Comisión Europea (concretamente, el WP 01/2012, publicado por la Dirección General de Política Regional) propone una respuesta.

El estudio presentado ante la comisión se titula Regional Governance Matters: A Study on Regional Variation in Quality of Government within the EU y lo firman Nicholas Charron y Víctor Lapuente, los dos miembros del Quality of Government Institute de Gotemburgo, y Lewis Dijkstra, de la Dirección General de Política Regional (DG REGIO) de la Comisión Europea. No es un documento vinculante.

Puede leerse aquí:

Los autores han hecho un trabajo sólido y muy bien documentado, basado en 34.000 entrevistas en los 27 países de la Unión Europea y en una amplísima documentación. Han creado un índice de la calidad del gobierno (lo llaman EQI) y lo han aplicado a los gobiernos estatales y a los gobiernos regionales. Cuentan y evalúan el nivel de corrupción política y social, la calidad del sistema sanitario, la calidad de la educación, varios índices de convivencia y respeto ciudadano, la igualdad ante la ley, etc. El informe merece la pena leerse, porque plantea preguntas muy interesantes y sus conclusiones también lo son.

Más corrupción, peor calidad de gobierno.

Se aprecia que los Estados europeos se agrupan en tres categorías: los que tienen una buena calidad de gobierno, los que se conforman con una calidad regular y los que sufren una mala calidad. También se aprecia que dentro de un mismo Estado puede darse una variabilidad muy notable: En España, por ejemplo, que tiene la EQI media europea (i.e., una calidad de gobierno mediocre), se dan regiones (Comunidades Autónomas) con una calidad de gobierno buena y otras con una calidad de gobierno mala. La mejor será el País Vasco; la peor, Cataluña.

Más oscuro, peor calidad de gobierno. Fuente, el mencionado estudio.

Una de las intenciones del estudio era poner a prueba cinco hipótesis de partida supuestamente ciertas. Los autores se llevan una sorpresa mayúscula al probar que algunas de ellas son falsas. Veámoslas una a una.

Los niveles de desarrollo socio-político se asocian positivamente a la calidad del gobierno de regiones y Estados en la Unión Europea. CIERTO.

El 60% del peso del índice EQI tiene que ver con este nivel de desarrollo, que incluye: esperanza de vida saludable, parte de la renta familiar destinada a la vivienda; diferencia de la proporción de la población con niveles altos de estudios y de la población con niveles básicos o directamente sin estudios entre 25 y 64 años, etc. También, la corrupción. Se evalúa objetivamente, con datos estadísticos. Cuanto mejor sea el sistema sanitario y mejor funcione la salud pública, cuanto más accesible sea la vivienda, cuanto mejor sea la educación pública, mejor calidad de gobierno habrá. Cataluña es la peor Comunidad Autónoma española en el índice de desarrollo socio-político notablemente por debajo de la media española y europea.

La segunda hipótesis que pusieron a prueba es que la calidad del gobierno depende del tamaño (o del número de habitantes) del Estado o región. Según esta hipótesis, es más fácil que la calidad de un gobierno regional sea mejor que la de un gobierno estatal; también será más fácil que un país pequeño tenga una mejor calidad de gobierno que uno grande; es mejor para la calidad tener que habérselas con pocas personas que con muchas. FALSO.

El estudio demuestra, de manera contundente, que la calidad del gobierno no depende en absoluto ni del número de habitantes ni del tamaño del país.

La tercera hipótesis habla de un término llamado Social Trust. La confianza social (llámese así) es un índice que mide la igualdad de oportunidades y considera la posible segregación por razones nacionales, económicas, religiosas, ideológicas o de cualquier otro tipo. Más confianza social, mejor calidad de gobierno. La hipótesis es CIERTA.

Así, pues, a mayor confianza social, mejor calidad del gobierno. La peor confianza social española vuelve a ser la catalana. ¡Vamos bien! Racistas, clasistas, nacionalistas, intolerantes, segregacionistas y machistas por encima de la media. Bravo.

La cuarta y la quinta hipótesis sostienen que un mayor nivel de descentralización provocará una variabilidad más alta en la calidad del gobierno en un mismo Estado y que a mayor descentralización, mejor calidad de gobierno. FALSO.

De hecho, el estudio demuestra que la calidad del gobierno regional no tiene nada que ver con eso. Un Estado centralizado puede tener una excelente o una pésima calidad de gobierno y sus regiones pueden tener unas una buena calidad de gobierno y otras, una mala calidad. Lo mismo sucede con los Estados federales o semi o pseudo-federales. España es el caso típico, con Comunidades Autónomas con una calidad de gobierno excelente (País Vasco, Galicia o Asturias, con un 75 sobre 100) y otras con una mala calidad de gobierno (Cataluña, con 52 sobre 100, en la zona mala, seguida de Madrid, con 60 sobre 100, en la zona mediocre). La principal conclusión del estudio es, repito, que la calidad del gobierno es independiente del sistema de organización territorial.


Las mejores regiones españolas, País Vasco y Galicia.

España, justo en la media europea; Madrid, por debajo.

La peor calidad de gobierno española, Cataluña.
Se sitúa entre el 25% de las regiones con peor calidad de gobierno de Europa.

Los datos del estudio son de 2007 a 2010. Es muy posible que, después de la política de recortes auspiciada por Alemania y seguida con fanatismo por el Gobierno de los Mejores de Cataluña, incluso yendo más allá de las restricciones a las que nos somete el Gobierno de España (que ya es decir), haya empeorado notablemente los índices de calidad de nuestro gobierno en 2011 y 2012.

Los recortes en educación empeoran la calidad del gobierno.

De hecho, las cifras estadísticas relativas a la enseñanza o la sanidad públicas han empeorado significativamente los dos últimos años en este sufrido país y la confianza social se ha hundido. La calidad del gobierno de Cataluña no pinta bien, nada bien, y no saben cuánto me fastidia tener razón.

¿La gestión emocional del dinero?


El dinero proporciona muchas emociones. Habrá que gestionarlas.

Lo que faltaba por oír. Una escuela de negocios de Barcelona, de fama mundial y muy conocida por haber proporcionado socios para los turbios negocios de don Ignacio Undargarín, por ejemplo, propone a sus antiguos alumnos un taller titulado: Un cambio de cultura financiera: La gestión emocional del dinero.

¡La madre! La gestión emocional del dinero. El asunto se las trae.

Pero ¿qué quiere decir esto de la gestión emocional del dinero? El taller se anuncia así, permítanme copiar:

La gestión emocional del dinero es la puerta de entrada para poder trabajar realmente con el dinero. Antes de tomar decisiones financieras, primero hay que conocerse a sí mismo, conocer tu entorno personal y profesional para luego desarrollar una estrategia y llevarla a la acción.

Me fascina el empleo incorrecto del tu en la segunda frase y la expresión llevarla a la acción con la que acaba, lo que supondría un suspenso en redacción en cualquier taller de escritura. Pero más fascinante todavía es la primera frase. Si uno no gestiona emocionalmente el dinero, no puede trabajar realmente con él. Caramba.

Perdone un momento, caballero, que antes de firmar la hipoteca tengo que conocerme a mí mismo y a mi entorno personal y profesional; con ese conocimiento, desarrollaré una estrategia (el verbo desarrollar no es el correcto en esta frase) para después llevarla a la acción (mejor dicho, para aplicarla después).

Una mala gestión emocional del dinero ¿provoca mal de tripas?

Técnicamente, la gestión emocional del dinero es a) una ley de Perogrullo, b) una gilipollez o c) las dos cosas al mismo tiempo. Costará una pasta saber cómo se gestiona emocionalmente el dinero. ¿Qué emoción procurará gastar el dinero en saber qué emociones procurará gastar el dinero? Siempre me habían dicho que, en asuntos de dinero, mejor dejar las emociones a un lado y actuar con racionalidad, sentido común y objetividad. Ahora, en cambio, el dinero se gestiona emocionalmente. ¡Será emocionante observar la evolución del sistema financiero que nos espera! Ya verán. Agárrense los piños, que vienen curvas.

¿Quién querrá aprender a gestionar emocionalmente su dinero... o el dinero de los demás? Leamos lo que añade la ínclita escuela de negocios.

Este evento va dirigido a Empresarios, Emprendedores, Family Office, Directores o Gestores de Banca, Directores Financieros y de RRHH y toda persona que el dinero sea importante para él en la toma de decisiones tanto personales como profesionales.

¡Venga la redacción! Mayúsculas hasta en la sopa, innecesarias. Luego, ¿qué es un Family Office? Es una gestoría de grandes (muy grandes) patrimonios familiares, que busca pagar cuantos menos impuestos, mejor. Son los que se llevan nuestro dinero a Suiza, en resumen. Sobra el inglés y falta el plural. Otra: recursos humanos se escribe RR.HH. y es un eufemismo muy extendido para no hablar del personal. Ya no son personas, ni tan sólo trabajadores: ahora son sólo recursos. Abominable.

El uso de evento, que es algo que puede acaecer, es un esnobismo tan de moda y tan gilipollas que no hablaré de él. Otro eufemismo es emprendedor, que puede significar cualquier cosa y que es más chachi que empresario. Si no fuera empresario, ¿qué sería? ¿Espabilado? ¿Sinvergüenza? ¿Oportunista? ¿Especulador? Lo de toda persona que el dinero sea importante para él merece pasar de nuevo por la escuela para aprender a escribir.

Pero el eje de todo este discurso será que la gestión emocional del dinero es importante para todo el mundo que tiene que decidir qué hacer con él, o qué haría con él si lo tuviera. Será importante, por ejemplo, para todos aquéllos que no llegan a final de mes, para todos los que tienen que apechugar las consecuencias de los recortes sociales, el paro o la enfermedad en esta España tan castigada.

Sin embargo, las emociones que causa gestionar mil euros propios imagino que serán muy diferentes a las que causa gestionar un millón de euros ajenos. Me parece que los organizadores del evento no han pensado en la gestión emocional del capital de un jubilado con una enfermedad crónica, pongamos por caso, que tendrá que lidiar con emociones como la desesperación, el desamparo, la angustia y la tristeza. Más bien se enfrentan a las de un ejecutivo que sufre dudas existenciales por culpa del color de moda de la corbata de Hermés. 

Lo que me ilumina y muestra de manera inapelable el gilipollismo del asunto es la oferta que se hace a los participantes en el evento. La invitación dice:

Para finalizar un espacio para Networking, acompañado de una copa de cava.

Me cago en... Al acabar, los participantes en el taller podrán hablar de sus cosas pimplando champán de pacotilla. ¡Qué coño Networking! Además, falta una coma, es posible que sobre otra y no creo finalmente que sea el espacio el que se acompañe de una copa de cava.

Comprobado: gestionar emocionalmete el dinero no enseña a escribir.

¿Para cuándo un curso de cómo leer, escribir y hablar correctamente? Luego se quejan de cómo va el país, si son ellos los que nos llevan al abismo.

La cubertería de aluminio de Napoleón III


Vaso de aluminio, Francia, c. 1875.

El aluminio es, después del oxígeno y el silicio, el elemento más abundante de la corteza terrestre. Pero el aluminio puro es rarísimo en la naturaleza. La mayor parte del aluminio que utilizamos procede de un mineral llamado bauxita.

Como es un metal muy ligero y resistente a la corrosión, lo empleamos para construir aeronaves o automóviles, pero también lo conocemos en la cocina o en forma de ventana. Es un metal con el que tratamos cada día como si tal cosa, sin darle más importancia. Es barato. Ahora. Pero hubo un tiempo en que no fue así.

Un físico danés, Hans Christian Ørsted, consiguió la primera muestra de aluminio metálico en 1825. Creyó que era potasio puro. Dos años más tarde, Wöhler descubrió que no, que era un nuevo elemento químico.

Unos años más tarde, Henri Sainte-Claire Deville, francés, cómo no, con ese nombre, Deville, decía, descubrió un método más simple que el de Wöhler. Gracias a ese método pudo exponer en la Exposición Universal de París de 1855 unas barritas de la plata de la tierra (así se le conocía entonces).

Provocó el pasmo y la admiración. No era para menos: un gramo de aluminio valía entonces treinta y siete céntimos y medio de dólar; un gramo de oro, cuatro céntimos y medio. Aquellos lingotes expuestos valían un potosí.

Napoleón III

Napoleón III, recién emperador de pacotilla, sobrino de Napoleón (el de verdad), se emocionó con las posibilidades del aluminio. De entrada, decretó que Deville recibiría una renta anual de 36.000 francos. ¡Casi nada! Porque hasta entonces Deville y su familia habían vivido con una renta que no llegaba a los 2.000 francos al año. Eso sí, Deville tenía que dedicar todos sus esfuerzos a la producción de aluminio para la casa imperial. Deville aceptó el encargo, quién no.

Aunque Deville pronosticó que el aluminio sería un metal digno de usos industriales y un soporte del progreso y la tecnología, fueron los joyeros los que se echaron encima del (todavía) raro metal. Se puso de moda.

De ahí que la cubertería de Napoleón III pueda ser considerada uno de esos caprichos que convierten el lujo en obscenidad. Mandó que le hicieran para sí y los más selectos invitados platos y cubiertos de aluminio. Si un monarca o un embajador extranjero era servido en una vajilla de oro, sabía que no contaba con el aprecio del emperador. Era todo un desprecio.

Barrita de aluminio que Napoleón III regaló a Faraday en 1855.

Napoleón III honró a personas muy importantes y distinguidas con una barrita de aluminio, que recibían como un presente muy raro, valioso y exquisito.

Sonajero imperial, de Luis Napoleón, de aluminio. 1866.

El colmo de la locura alumínica fue el sonajero del hijo del emperador, de aluminio. Nunca un niño ha jugado con un sonajero más caro. Coral rojo, diamantes, esmeraldas, rubíes, oro... ¡y tanto aluminio! Otros relatan que al ministro del Tesoro casi le da un soponcio cuando vio aparecer a Su Majestad Imperial con un casco de aluminio. ¡La madre! ¡Qué manera de tirar el dinero! Napoleón III puso de moda las medallas y botones de aluminio y las señoras arruinaban a sus maridos con semejante capricho.

Deville se hizo de oro gracias al aluminio, pero nunca presumió de haber sido un genio. De hecho, Deville siempre dijo que se había limitado a perfeccionar el método de obtención del aluminio del doctor Wöhler y nunca dejaba de mencionarlo.

La fiebre del aluminio duró poco. En 1871, los prusianos derrotaron a Napoleón III y la Comuna de París hizo regresar la República Francesa. Aunque los joyeros parisinos siguieron trabajando el aluminio, habían pasado los mejores tiempos. En 1886, Charles Martin Hall y Paul Héroult, cada uno por su lado, dieron con la manera de producir aluminio de forma práctica y económica, en grandes cantidades. Entre 1855 y 1886, la producción de aluminio en todo el mundo nunca excedió de una tonelada y media al año. Hoy, es algo así como 25.000 millones de toneladas al año, lo que no está nada mal.