Una película de miedo



Cuentan cosas espeluznantes de algunas películas. De Superman, que los niños se liaban una sábana alrededor del cuello y se tiraban balcón abajo al grito de ¡Superman! De El exorcista, que algún espectador salía del cine echando espumarajos por la boca. Algunas películas de terror han provocado ataques de pánico en el respetable. Se dice que algún largometraje de Woody Allen ha provocado risas entre el público, algo inédito. Se insinúa que los avistamientos de platillos volantes se incrementaron gracias a las películas de serie B y que las de zombies le amargan a uno un viaje en metro. Etcétera.

Ahora salen con una película española que no parece española, Lo imposible. Cuenta la historia (basada en una historia real) de una familia víctima de un maremoto. Escenas lacrimógenas, una tragedia de aquí te espero, mucha tensión emocional, angustias para dar y repartir y una buena factura; en eso coincide todo el mundo. Pero cuentan los periódicos que el público sufre desmayos y vómitos, mareos, convulsiones, crisis de ansiedad... Que se lo pasa en grande, vamos. El rumor ha saltado a la prensa no se sabe por qué. Es posible que la película, en efecto, tenga efectos nocivos; también es posible que el publicista de la misma sea un lince y nos esté metiendo un gol por la escuadra.

En todo caso, entre el IVA y los peligros de la pantalla, mejor me quedo en casa, por si acaso.

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