El instrumento del pueblo



Nuestros líderes patrios dicen cosas muy extrañas. Sin ir más lejos, nuestro muy honorable señor don Artur Mas, presidente del Gobierno de los Mejores de la Generalidad de Cataluña, negó ser un líder mesiánico, pero reivindicó ser un instrumento del pueblo. Modestia aparte, tendría que haber añadido.

En un primer lugar, me pregunté si no sería un instrumento de viento, pero decidí investigar un poco más. En circunstancias normales, un instrumento del pueblo tendría que ser un instrumento popular; por ejemplo, una pandereta. Pero la pragmática, la ciencia que estudia el significado de las palabras dependiendo del contexto, nos dice que no es lo mismo un instrumento popular que un instrumento del pueblo. El señor Mas no es una pandereta, sea dicho que se entienda, sino un hombre con una misión. A partir de esta premisa, la cosa se complica.

Un instrumento es (dice la RAE) Aquello que sirve de medio para hacer algo o conseguir un fin. En política, los instrumentos son (deberían ser) las leyes, las instituciones, los presupuestos y demás, pero no las personas, que serían las que emplearían esos instrumentos con un determinado fin. Un instrumento también puede ser algo que utilizamos para hacer algo, un objeto. Véase que, en ambas acepciones, el tal instrumento carece de ética, lógica o intención alguna. Es lo que tienen los instrumentos, necesitan un sujeto que los utilice, que se supone ético, lógico e intencionado.

Si uno es un instrumento del pueblo, será el pueblo tal sujeto, pero ¿es el pueblo un sujeto? Bonita pregunta. Pues, según. Volvamos al diccionario. El pueblo puede ser el conjunto de personas de un lugar, región o país; la gente común y humilde de una población; también, un país con gobierno independiente. ¿Qué pueblo será?

Un instrumento es algo que se emplea con un fin. Casi siempre, el fin que se busca (se debería buscar) en la política es el mayor beneficio para el máximo número de personas, el sostenimiento de una sociedad abierta y plural y la garantía de los derechos y libertades de cada individuo. Los medios para conseguirlo serán políticas que favorezcan el mérito y promuevan la igualdad de oportunidades, por ejemplo, que se aplicarán mediante los instrumentos mencionados, leyes y demás. Las personas que emplearán dichos instrumentos (que no son los instrumentos en sí) serán, en un sistema democrático, escogidas por la nación, que es el conjunto de los ciudadanos, siendo los ciudadanos las personas que pueden escoger quién empleará tales instrumentos o ser escogidas para emplearlos.

Aproximativamente, esta nación será el conjunto de personas de un lugar, pero me da que el instrumento del pueblo no va por aquí. Esas personas, en el ejercicio de las funciones delegadas, no serán instrumentos del pueblo, sino que serán individuos responsables de sus actos; que apliquen la ética o la lógica será algo que tendrán que decidir por sí mismos; para preservarnos de su mal gobierno se instituyen las leyes y los tribunales, y las elecciones, que sirven para expulsarlos del cargo si lo hacen mal.

Queda descartada la idea de la gente común y humilde como idea de pueblo. Pretender ser el campeón y adalid del pueblo tal que así sería impropio. Sería creerse el rey Artur(o). Supongo que no era ésa la intención del señor Mas.

Queda la interpretación de pueblo como país con gobierno independiente. Atendiendo a la ideología política del señor Mas, de todos (des)conocida, pueblo y nación son una misma cosa. Pero cuidado con el término nación.

El nacionalismo interpreta que la nación no es lo que las leyes entienden por nación (el conjunto de los ciudadanos, la suma de todos tomados de uno en uno) sino un ente superior que culmina un desarrollo histórico, un hijo de la historia, inevitable, un ente con entidad propia, perdonen la redundancia, un ente que, por lo tanto, tiene derechos por sí mismo (con independencia de los derechos ciudadanos, quiero decir), formado por aquellos que él mismo designa, que se verán modelados en una manera de ser (llámese cultura) nacional propia por un Estado que se generará en el momento de su culminación y que será, tan compacto y unitario, con una misión histórica propia (encarnarse en un Estado y alcanzar la plenitud nacional), una unidad de destino en lo universal. Las palabras son de Hegel, no mías.

Mal asunto para los que creemos que los pueblos se forman arbitrariamente, que la Historia es azarosa e imprevisible, que no hay tal destino, que los únicos derechos fundamentales son los derechos de las personas. Pero ésa es una opinión personal que se desvía del tema. Perdonen ustedes.

Decía el señor Mas que es un instrumento del pueblo. Atendiendo a lo que es un instrumento y lo que él entiende por pueblo, será un líder mesiánico, sin duda, porque no será responsable de sus actos, porque éstos son el fruto de una necesidad histórica (un destino), y será, pues, el guía del pueblo hacia su plenitud nacional. Ésta es un destino histórico inevitable que culminará en un Absoluto hegeliano, la madre que lo parió (a Hegel). El señor Mas no obrará impulsado por la lógica, la ética o una decisión propia y responsable, sino que se verá arrastrado por el río de la Historia y será, de hecho, el instrumento de la que ésta se valdrá para llegar a su Fin. Podría haber sido cualquier otro, no habría sido preciso más mérito que estar ahí entonces, aunque fuera de paso.

Es lo que dice él, no lo digo yo. Si les gusta, bien; si no les gusta, también.

Puede resumirse tal que así: el señor Mas es, en efecto, un instrumento del pueblo, una tijera hegeliana, pues ha conseguido y conseguirá mandar(nos) tijeretazo va tijeretazo viene y nuestro destino parece cantado: convertir una magnífica tela en un retal. Dios nos pille confesados.

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