Le parrocchie di Regalpetra


Leonardo Sciascia era un profesor de elemental de una escuela de Racalmuto, en Sicilia. Era un personaje culto, que había escrito y publicado un par de libros de poemas y un ensayo sobre Pirandello. Sus letras habían llamado la atención de Passolini y de Calvino. En 1954 publicó en una revista literaria un relato (quizá un ensayo) autobiográfico sobre un maestro de escuela que tiene que enfrentarse cada día que pasa con la miseria, la pobreza y la necesidad de sus alumnos en una pequeña escuela de un lugar imaginario llamado Regalpetra, que es, en verdad, Racalmuto. El título, Cronache Scolastiche. Con crudeza, sin sentimentalismos ni concesiones, pero con un tono extraordinariamente sensible, describe tanto lo que ve como lo que siente al verlo.

El texto causó tanta sensación que en 1956 publicó todo un libro, Le parrocchie di Regalpetra, que resume las crónicas de ese lugar inexistente y a la vez tan real que es, era, Regalpetra. Sus Crónicas Escolásticas son una de las partes en las que se divide el libro.

Con un finísimo sentido del humor, pero también con el firme propósito de disponer la verdad sin concesiones ante los lectores, Sciascia denuncia, señala, observa, la vida miserable de sus conciudadanos más pobres, la violencia que rige sus vidas y la decadencia de los que fueron señores de Sicilia. Sciascia habla mucho del fascismo, aunque, en palabras de Sciascia, el fascismo es algo más que una camisa negra, e incluye la extorsión de la mafia, la opresión de la burguesía, la corrupción de la Democracia Cristiana... Sciascia es de los poquísimos escritores que han conseguido escribir con un clarísimo sentido político sin caer en maniqueísmos y preservando la buena escritura. Uno podrá estar o no de acuerdo con lo que sostiene, pero, ¡caramba!, qué bien lo sostiene. Le parrocchie di Regalpetra es un libro magnífico, altamente recomendable y casi imprescindible para los amantes de Italia. Está lejos, lejísimos de lo que se entiende por un panfleto.

Esto viene a cuento porque recuerdo una conversación entre don Arturo Pérez-Reverte y el señor Saramago. El señor Saramago (que me caía antipático y me aburre mucho como escritor) dejó ir un largo discurso sobre el compromiso político del escritor. Bla bla bla... Don Arturo respondió con brevedad y contundencia: Quien pretenda convertir la literatura en un instrumento de propaganda política, dijo, acaba escribiendo panfletos, y dijo panfletos por no decir mierda. El señor Saramago le dedicó una mirada atroz, pero el otro había sacado la filosa y estaba dispuesto a medirse con quien fuera. El portugués dejó ahí la cosa y se acabó el debate.

Sciascia, pues, corría el riesgo, el grandísimo riesgo, de dejarse llevar y acabar publicando un panfleto (o una mierda); pero, tranquilos, no lo hizo. Sciascia cree en la fuerza de la palabra para transformar la realidad, pero es ante todo poeta, y escritor, y nos da a leer unas crónicas que da gusto leer, y si uno tiene mientes entre las orejas, ya sabrá qué conclusiones sacar de un relato escrito con pleno conocimiento de causa, sin necesidad de que nadie le vaya a uno con recetas. La verdad no necesita adornos.

También vale la pena comparar Sciascia con Lampedusa. Il Gattopardo fue escrito más o menos por la misma época que Le parrocchie di Regalpetra. Sciascia y Lampedusa quizá se conocieran, pero no se habían leído mútuamente. Aunque Sciascia creía en la historia y el progreso (en aquel entonces era comunista), y en la capacidad de la escritura como instrumento en la lucha contra la injusticia, Lampedusa (un noble venido a menos), en cambio, no, pues creía en la existencia de un espíritu siciliano ajeno al cambio, al progreso, a la historia en general. Es curioso como uno y otro definen casi con las mismas palabras a la antigua nobleza siciliana, y cómo ambos cargan las tintas contra la nueva burguesía y la corrupción política. Muchas de las conclusiones de ambos autores son idénticas, porque ambos, cada uno por su cuenta y desde una posición completamente diferente, hacen de la sinceridad una bandera y de la verdad, un credo, y ambos aman Sicilia y a los sicilianos.

Hablando de corrupción, por cierto, y de política, me sobrecogí leyendo los tejemanejes políticos de la Sicilia de los años cincuenta. Si uno cambia DC por CiU, y llama misinis o liberali a los populares, y socialistas a los socialisti, y en vez de Regalpetra menta una población catalana cualquiera, uno se diría en casa, y eso da mucho en qué pensar.

¡Dejemos a un lado estas nimiedades! Es un buen libro. Aunque lo he leído en italiano, sé que está disponible en lengua española: Las parroquias de Regalpetra. Si tienen pensado leer, prueben con éste.

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