Un conflicto estético

Don Baudilio, a. Bío Ruiz, es un personaje que puede calificarse de malvado sin ofender al diccionario. Como dijo Alfons Quintà en el Diari de Girona, es una mala persona. Su papel en el destrozo de la sanidad pública catalana no conoce precedentes, y no sigue ningún plan que no sea favorecer a las empresas privadas del sector sanitario, de las que era adalid no hace mucho, a costa de los que menos tienen y más necesitan.

Entre sus secuaces, don Josep Prat, presidente del Instituto Catalán de la Salud (ICS). Como ya he dicho varias veces, el personaje compaginaba su cargo al frente de gran parte de la sanidad pública catalana con una vicepresidencia de USP Hospitales, el primer grupo sanitario privado de Cataluña, y la dirección de Innova, un grupo de empresas participadas por el Ayuntamiento de Reus que ha beneficiado sospechosamente... ¡Qué narices! Que Innova tiene toda la pinta de ser un chanchullo de padre y señor mío, y un nido de víboras corruptas. A la prensa me remito.

Lo del señor Prat es lo nunca visto. En cualquier país civilizado, por no mencionar Europa, ya estaría de patitas en la calle. Él, su jefe (don Baudilio) y el gobierno... casi, casi.

Pero aquí somos muy modernos y tolerantes y tal. Pillado en falta, el señor Prat no dimitió de su cargo público, como era de esperar, sino que se retiró de sus cargos privados, para seguir adelante con su tarea (sic).

¿Qué tarea es ésa? Don Baudilio se negó a decir qué tarea le había encargado, y se negó a decirlo a los señores diputados. Respondió a la pregunta leyendo de corrido, en voz baja y confusa, como hace siempre que se siente contrariado, el párrafo de la ley que dice cuáles tienen que ser las funciones del presidente del ICS. Así, tal cual. Sin vergüenza ninguna, el sinvergüenza. Con desgana.

En esa intervención parlamentaria, don Baudilio se cubrió de gloria y batió la marca de los momentos más vergonzantes de la política catalana contemporánea. Un diputado de Esquerra Republicana de Catalunya cuestionó que fueran compatibles las actividades privadas y públicas del señor Prat. Don Baudilio no se cortó un pelo.

Eso sólo supone un conflicto estético, dijo, y se quedó tan pancho.

¿Un qué?

Un conflicto estético, ahí queda eso.

El señor diputado de ERC se quedó a cuadros. Don Baudilio tuvo que explicarse mejor, ante la cara de besugo que se le quedó al inquisidor. Puedo aceptar que se cuestione [la actividad del señor Prat] desde un punto de vista estético, no desde el ético ni el jurídico, dijo.

Perdón, ¿cómo dice?

El señor diputado de ERC insistió en sus trece, todavía estupefacto. Políticamente, hay responsabilidad ante los intereses de potentes grupos privados sobre la sanidad, le recordó el señor diputado. Podría haberle dicho la verdad, que don Baudilio no distingue la ética del tocino y que de estética, la verdad, anda muy flojo. Pero conservó las formas y le dijo eso, tal cual.

Don Baudilio se encogió de hombros. La estética es opinable, concluyó, y no respondió para nada sobre qué tarea era ésa que había encargado al señor Prat ni nada por el estilo. Él, a sus cosas. Eso de responder ante los señores diputados es un incordio, más que un deber o una necesidad. Que se jodan. Quién coño se han creído.

Queda claro, me parece a mí, qué concepto tiene don Baudilio de la ética en política, de lo que debería de exigirse a un gestor de lo público, de lo que tendría que ser correcto... De estética, mejor no hablar. Seguro que se cree guapo.

En 2011, los hospitales que gestionaba el señor Prat en Reus casi no habían reducido su actividad (que cobran al sistema de salud pública) mientras los hospitales del ICS de la provincia, los totalmente públicos, que también gestionaba el señor Prat, habían reducido su actividad sanitaria en más de un 15%. Preguntado sobre ello, don Baudilio dijo que la culpa de la reducción de las intervenciones quirúrgicas en el Hospital Joan XXIII de Tarragona había sido...

...atención...

...¡de los sindicatos!

No toda la responsabilidad es de la Administración, remató. Será culpa de los sindicatos que usted permite que doscientos casos de infarto al año corran en ambulancia de la provincia de Tarragona a Bellvitge, Barcelona, cien kilómetros más allá, porque usted ordenó, don Baudilio, cerrar la unidad hemodinámica a las cinco de la tarde. Será eso.

Pues, ¿saben qué le(s) digo? No, mejor no lo dejo por escrito. Jodío cabrón...

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