Con la bandera en el culo

El juez preguntó al señor don Liam Warriner, de Sidney, Australia, el caballero de la fotografía, si se declaraba inocente del cargo de alteración del orden público, alteración que tuvo lugar en la ciudad de Brisbane, también Australia, hace un año, día más o menos. El señor Warriner, que cuenta veintidós años de edad, lejos de decir que él no había sido, se declaró culpable, y orgulloso de serlo.

El camarero, pues el señor Warriner es camarero, añadió que no se arrepentía de lo que había hecho, y que volvería a hacerlo. Que él, con mucho gusto, les iba a enseñar el culo a todos los elitistas engreídos. Eso dijo... y eso hizo, ya les contaré. El señor Warriner, además, se manifestó antimonárquico en un país que hace poco aprobó por referéndum seguir perteneciendo a la monarquía británica, por amplia mayoría.

El fiscal pedía una multa de mil dólares australianos, pero el juez falló que serían setecientos cincuenta, unos seiscientos euros al cambio, y que con eso había bastante. Condenado a pagar esa multa, el señor Warriner fue puesto en libertad y gozó de algunos minutos de fama en los medios de comunicación.

¿Qué hizo exactamente el señor Warriner? Enseñó el culo a la reina Isabel II de Inglaterra y a su marido, el príncipe Felipe, durante una visita que hicieron el año pasado a la ciudad de Brisbane, al norte de Australia.

La cosa tiene mérito. Oh, sí, lo tiene. Ustedes me dirán que no, que enseñarle el culo a alguien es relativamente fácil: se pone uno de espaldas al sujeto al que se quiere obsequiar con unas buenas vistas, se baja uno los pantalones, los calzoncillos y... ¡aire!

Yo les tendré que dar la razón. Es verdad, es fácil. Pero el señor Warriner no se limitó a bajarse los pantalones a la vista de los reyes del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, no. Lo que hizo el señor Warriner es lo siguiente:

En primer lugar, se bajó los pantalones y los calzoncillos.

En segundo lugar, sujetó una bandera australiana con sus nalgas, clavándola más o menos donde el ano, digo yo.

En tercer lugar, corrió tras el automóvil de los reyes del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte con la bandera australiana en el culo durante al menos cincuenta metros, manteniéndose a la altura del vehículo de los monarcas hasta que los servicios de seguridad pudieron sujetarlo e impedirle batir la marca de los cien metros con bandera en el ojete. Allá lo pillaron, lo identificaron y lo acusaron inmediatamente de alteración del orden público.

Me fascinan los detalles del caso. ¿Saben que no se quitó del todo los pantalones? ¿Que los mantuvo durante cincuenta metros a la altura de las rodillas...?

¿Cómo puede nadie correr cincuenta metros con una bandera metida en el culo...? A tal velocidad.

Fascinante.

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