Más diputados, homeópatas et altri

Seguimos con el famoso informe del Ministerio de Sanidad sobre pseudomedicinas. Hace unos días, partiendo de un artículo de El País, comenté los resultados del informe que habían encargado los señores diputados al Ministerio de Sanidad sobre las terapias alternativas, aquí mismo. Otros escritores internáuticos fueron más breves, más críticos y más contundentes que yo; otros fueron, por lo tanto, mejores, como éste, y justo es reconocerlo. Por lo tanto, a ellos me remito para tener otra visión de este asunto.

Dicho esto, El País volvió a la carga sobre el mismo tema con otro artículo titulado Curas alternativas, ¿ciencia o fe?, que da la voz a algunos defensores de estas patrañas, y a algunos escépticos.

En general, la prensa se enfrenta a estas cuestiones con un dilema. Si las pseudomedicinas no tienen fundamento científico (que no lo tienen), ¿pueden compararse las declaraciones de un médico de verdad con un terapeuta de mentirijillas? Es decir ¿tienen el mismo peso ambas opiniones? ¿Puede compararse un a mí me funciona con un análisis estadístico de miles de casos? En otro ámbito, ¿se daría el mismo crédito a alguien que habla con San Nicolás cuando toma sustancias psicotrópicas que a su psiquiatra? ¿Qué postura tendría que tomar la prensa en estos casos de falsas medicinas?

En mi modesta opinión, tendría que defender la verdad, contra viento y marea, y denunciar las tomaduras de pelo. Pero hay tantos intereses... Es tan guay eso de lo alternativo... Si uno se enfrenta a estas tonterías, corre el riesgo de ser acusado de intransigente, incluso... ¡de mal informado! Caramba.

De este segundo artículo de El País me quedaré con algunas declaraciones, que considero muy jugosas.

Así, por ejemplo, la presidenta de la Asociación Española de Terapias Naturales y No Convencionales (APTN-Cofenat), doña Rafi Tur, asegura en El País lo siguiente: El usuario no es tonto. Si más de 60.000 profesionales trabajamos en esto y se siguen abriendo consultas es porque dan resultado. Esa es la mayor prueba de que estas terapias funcionan. Si fuese un placebo, ¿cree que muchos médicos la estarían recomendando?

La respuesta es sí, evidentemente. De hecho, eso es lo que hacen, y a las pruebas me remito. Y ése es, precisamente, el problema, que hay 60.000 personajes a los que sólo con mala fe o ignorancia podríamos llamar profesionales (sanitarios) que se aprovechan de los incautos y ponen en peligro la salud de las personas, engañándolas. Aplican todos ellos docenas de terapias de dudosa o nula efectividad y su actividad no está apenas regulada. Éste es un problema de salud pública, quién podría sostener lo contrario.

Otra respuesta puede leerse en el mismo reportaje, una respuesta que nos dice por qué tantos médicos (a todas luces, demasiados) engañan al público con la homeopatía, por ejemplo. Dice don Isidro Lara, de la Federación Española de Médicos Homeópatas (FEMH), que visitar a un homeópata y ponerse en sus manos puede salirle a usted por un ojo de la cara. La primera cita le costara entre 80 y 130 euros, y se le comerá entre una y dos horas de su tiempo. Las revisiones, según el caso, le saldrán entre los 40 y los 100 euros por visita, que podría durar tanto quince minutos como tres cuartos de hora. Don Isidro se queja de tener que atender homeopáticamente a sus pacientes en una consulta privada, porque la sanidad pública no está por la labor. ¡Menos mal...! Pero vaya usted con cuidado, porque si le atrapa uno de estos médicos homeópatas, no le va a soltar y se verá usted sujeto a revisiones periódicas de su cuenta corriente cada dos por tres.

Luego, el farmacéutico se frotará las manos cuando lo vea venir a usted del consultorio homeopático. Las pastillitas de Boiron, por poner un ejemplo, las comprará usted esté o no esté enfermo, pues si no sirven para curar, sirven para prevenir, y pasará a depender de bolitas de sacarosa a un precio por kilogramo superior al precio del oro. Sacarosa por sacarosa, puede usted ponerse ciego de anisetes e invitar a sus amigos en una casa de chuches por mucho menos de lo que le cuesta una caja de cualquier porquería de Boiron, y el resultado médico será el mismo, pero más divertido.

Si considera usted, querido lector, que una cuarta parte de la población se deja engañar por homeópatas, acupuntores, quiroprácticos y demás cantamañanas una vez al menos a lo largo de su experiencia médica, podrá sumar y estimar el negocio. Cuando alguien habla de regular las pseudomedicinas, siempre se queja el que tiene (dinero) que perder en este asunto.

Boiron se quejó y se queja cuando se pide que un producto homeopático sólo pueda llamarse medicina si supera las mismas pruebas que un medicamento normal. Se juega muchos millones de euros en este asunto... porque sus productos no podrían superar, no han podido superar nunca, ningún ensayo clínico.

La señora Tur, ésa que hemos mencionado antes, sostiene que los profesionales de las medicinas naturales o no convencionales no tienen que ser médicos, ni estar supervisados por médicos, porque, copio, estos médicos de hoy han aprendido la homeopatía o la acupuntura de profesionales no médicos. [...] Estudiaron en escuelas no regladas con profesores no sanitarios. Ah, bien... Lo dicho ¿tendría que darnos seguridad o ponernos los pelos de punta?

Porque ahora vienen las escuelas de pseudomedicina, que también se forran contando tonterías. Estos curanderos se han formado casi todos en escuelas privadas españolas, incluso en el extranjero, si no es que se han puesto a ello con todo el morro. Podrían hacerlo, porque no existe una regulación clara, lo hemos dicho, y porque los títulos que ofrecen estas escuelas no están ni reconocidos ni homologados. La señora Tur habla de autorregulación y luego reclama que sean las universidades las que ofrezcan títulos oficiales de pseudomedicinas, para poder colgarlos de la pared y presumir de ellos.

Que responda don Fernando Frías, el autor del artículo que he mencionado antes, que es abogado y vicepresidente del Círculo Escéptico. En el artículo de El País dice: Lo que ocurre es que están de moda. Los cursos sobre terapias naturales tienen una salida comercial muy lucrativa que aprovechan con las matrículas. Añade: La Universidad no puede legitimar estas disciplinas pseudocientíficas basadas en creencias y supersticiones. Va en contra de los fundamentos de esta institución, que debe promover el pensamiento crítico. Bravo. Pero, lamentablemente, sucede esto.

Queda una pregunta en el aire: ¿deberían regularse estas actividades? ¿Cómo? Yo las prohibiría, directamente, pero no me dejarían hacerlo. La vergüenza es que algunos colegios de médicos mantienen una sección de homeopatía o acupuntura, como el Colegio de Médicos de Barcelona. ¡El negocio es el negocio! Aunque el colegio sostiene que se hace para dar seguridad al paciente, para que exista un diagnóstico fiable y haya siempre por ahí un médico supervisándolo todo. A los médicos les encantaría que se regularan estas actividades, porque en ellas se gana mucho dinero y la regulación implicaría colocar a muchos profesionales que han sido expulsados de la sanidad pública y que tienen que ganarse la vida como sea.

Aunque sea a riesgo de su salud, querido lector

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