El proyecto «Rayos X»: la verdadera historia de Batman (III)

Los murciélagos son unos comilones, se zampan al día su propio peso en insectos. No pueden, pues, transportarse vivos, pues darles de comer sería un problema. Pero tampoco muertos, como es evidente. Un biólogo tiene una idea: ¿por qué no hacerlos invernar? Después de varios experimentos, descubren que los murciélagos se ponen a invernar si se enfrían hasta los 4 ºC. Si luego se calientan, despiertan y vuelve a las andadas. Así, pues, se enfriarán los murciélagos hasta justo el momento del ataque. Un problema menos.

El ataque en sí es complicado. El aeroplano que transporte a los murciélagos tiene que volar alto para evitar la artillería antiaérea. No puede soltar los murciélagos desde tan arriba. Se necesita un vehículo que libere a los murciélagos a baja altura. Pero ¡qué no inventarán los militares...!

La bat-bomb, o bomba murciélago, es una caja metálica donde aguardan mil murciélagos su momento de gloria y muerte. Consta de veintiséis cajetines, en cada uno de los cuales cobija a cuarenta murciélagos. Se lanza desde una altura de cinco mil pies, pie más o menos, y un altímetro abre un paracaídas cuando el artilugio llega a mil pies de altura sobre el objetivo. Entonces se activa un dispositivo que abre (más bien, desmonta) la caja y libera a los mil murciélagos incendiarios. Ese altímetro también activa los detonadores de las bombas que los murciélagos llevan colgadas del cuello.

El ataque murcielaguero puede ser tremendo. Diez bombarderos B-24 volando desde Alaska pueden bombardear la bahía de Osaka, el núcleo industrial del Japón, con un millón de murciélagos pirómanos. Por el momento, sin embargo, las bombas murciélago se probarán en un B-25, que es un avión más pequeño, pero muy apañadito para estas cosas.

¿Tendrá éxito el ataque?

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