Plan Nacional de Valores

¡Manda güevos!, que exclamó un líder patrio. Desde la Formación del Espíritu Nacional que no me reía tanto. Lo malo es que el chiste no tiene ninguna gracia. Será una risa nerviosa.

El honorable (por el cargo) señor Cleries nos sale ahora con un Plan Nacional de Valores, que elevará al Gobierno de la Generalidad de Cataluña lo antes posible. El plan cuenta con el favor y el beneplácito de los gobernantes. El Plan Nacional de Valores se llamará, oficialmente, Plan de trabajo para el fomento de los valores y una nueva cultura cívica, chúpate ésa.

De entrada, donde dice fomento de los valores uno tiene que preguntar qué valores. ¿Todos? ¿Alguno? ¿Quién hará la selección? ¿Bajo qué criterios objetivos o ideológicos? Sobre todo ¿cómo se fomentarán esos valores? Mejor todavía: esto ¿quién lo paga? ¿Con qué dinero? ¿Se suprimen prestaciones en Sanidad, Educación, Servicios Sociales y Justicia y vamos ahora a subvencionar valores? Pero ¿de qué van?

Más me preocupa lo de la nueva cultura cívica. La que se inició en Grecia y Roma, pasó por el Humanismo, se engendró en la Ilustración y han refinado las democracias liberales ¿ya no sirve? Quizá no entendamos lo mismo por cultura cívica, el conjunto de creencias y costumbres de los ciudadanos en su relación con la política. Quizá la cultura cívica sea el conjunto de museos de una ciudad.

Ay, cuántas dudas. Puede que atendiendo a las declaraciones del presuntamente honorable señor Cleries se vayan aclarando un poco estos mares de incertidumbre moral.

El señor Cleries dice que su plan será, ay, un plan básicamente filosófico, no impositivo. Aunque impositivo se entiende por relativo a los impuestos públicos, el señor Cleries quiere decir que no piensa imponernos ese plan, ni esos valores. ¡Sólo faltaría!

Porque, en democracia, en un estado de derecho, en una sociedad abierta y libre, no se juzga lo que uno piensa, sino lo que uno hace. Es decir, que allá cada uno con sus valores, que cada uno es muy libre de escoger los que más se avienen con su carácter, sus convicciones, su ideología, sus creencias y costumbres y su razón. De hecho, querer imponer (o recomendar) una determinada colección de valores es uno de los síntomas más destacables de cualquier sistema totalitario.

En consecuencia, señor Clerias y demás cómplices, un gobierno democrático no puede (no debería) impulsar un plan básicamente filosófico que recomiende a los ciudadanos pensar de una determinada manera. No sólo es un contrasentido; es, además, una solemne gilipollez. Porque los planes básicamente filosóficos no tienen utilidad alguna ni sirven para nada. Son estúpidos. La política no puede malgastarse en estupideces.

El gobierno no tiene que meter mano en los valores con planes básicamente filosóficos, sino en los comportamientos de las personas, mediante la ley. Punto. La misión de la ley es garantizar en lo posible que cada uno pueda tener los valores que le vengan en gana, y evitar que las actuaciones de las demás personas puedan coartar la libertad de uno para escoger los valores que le vengan en gana. Pues, fíjense ustedes en que este gobierno cree lo contrario, aunque sólo sea desde un punto de vista básicamente filosófico. A mí me parece grave, no sé a ustedes.

Al señor Cleries se le escapó que en una sociedad intercultural (sic) es básico el respeto para la convivencia. Es decir, traduzco, la culpa de que los valores anden tan mal es de los inmigrantes, que tienen valores que no son los nuestros. ¿Y cuáles son los nuestros? Don Artur Mas, en su programa electoral, ya pedía una recuperación de los valores para que los ciudadanos huyan del individualismo y conformen una sociedad mejor, pero ¿de qué valores estamos hablando? ¿Qué es una sociedad mejor? ¿Por qué es mejor? ¿No podría ser mejor otro mejor? ¿Qué valores hemos perdido y sería necesario volver a encontrar? ¿El sentido común, quizá?

Desde un punto de vista básicamente filosófico, el señor Clerias intentó justificar lo injustificable, y reclamó la ayuda de los filósofos. Ya puestos, por qué no. Mencionó a Bauman, un filósofo de ésos de ahora, que el señor Cleries no sé si habrá leído y que, de haberlo leído, ¿lo habrá entendido? Porque dijo que Bauman, copio, sostiene que las sociedades se están transformando en una sociedad de valores líquidos, con poca consistencia, que se diluyen en las manos, y él, Cleries, quería promover, copio de nuevo, valores consistentes, que no se diluyan. Valores pétreos... ¿o patrios?

Seguimos en las mismas: ¿qué valores? Los que han distinguido a la sociedad catalana, como los del esfuerzo, el trabajo, la lucha y la superación, ha dicho. Ah, vale. Los que han distinguido a la sociedad catalana y a los turcos seljúcidas, también.

Eso sí, atención, cuidado, el plan es transversal. ¿Quiere decir con ello que nace atravesado? No, no, es algo más fino. El señor Cleries quiere que la sociedad civil se implique en este plan nacional de valores. Eso es transversal. Es decir, para entendernos, que no quiere que ese plan acabe en las escuelas, como una asignatura más, sino que quiere que las universidades, el mundo académico (sic) y los agentes sociales también prediquen cómo tiene que pensar la gente y qué motivos tiene que considerar válidos para comportarse como tendría que comportarse. La madre.

Para ello se creará un Consejo Asesor (¡otro!) que se reunirá dos veces al año. El fruto de su esfuerzo, trabajo, lucha y superación, dietas aparte, servirá para, atención, copio, fomentar el respeto para lograr una sociedad más cohesionada en un momento de llegada masiva de inmigrantes, porque la crisis de valores (catalanes) no es culpa de los catalanes, sino de los que vienen de fuera que, sabe Dios cómo, yo no puedo imaginármelo, nos chupan los valores y los hacen desaparecer. Tan consistentes no serían, nuestros valores, si se esfuman por tan poca cosa.

El señor Cleries, después de decir que es un plan básicamente filosófico, añade que no pretende adoctrinar. Así, con dos bemoles. Adoctrinar. Pues, si no es más que un plan básicamente filosófico y encima no pretende adoctrinar, ¿no sería mejor dejar de hacer el ridículo y olvidarse de él con elegancia y disimulo?

Nada más lejos de las intenciones de nuestros líderes patrios. El señor Cleries insistía en sus objetivos: En una sociedad como la nuestra, formada por culturas y países diferentes [sic], si no tenemos el respeto bien arraigado, difícilmente podremos construir una sociedad sólida donde predominen la convivencia y el civismo. ¡Dale con lo de sólida, inamovible, conservadora, tradicionalista y de las JONS!

Esta locura, sin embargo, responde al programa electoral de Convergència i Unió, que nadie se leyó. No se perdieron nada; la redacción era manifiestamente mejorable. Según ese partido político, la crisis de valores (será la crisis de algunos valores) en Cataluña está motivada por la grave situación económica, la relación no resuelta con el resto de España y el desprestigio de la política. Naturalmente, CiU no es responsable de nada de eso, ni de una parte así de chiquitina. Será la culpa de Madrid, de los inmigrantes y de los funcionarios, seguro. Aunque, copio, la crisis de valores afecta a la actitud de los ciudadanos y la autoestima nacional. Caramba, eso tiene que doler. Pero más duele la mala gestión del sistema de Seguridad Social o la corrupción municipal.

Pero he aquí la solución: Creemos en la iniciativa personal, el trabajo, la cultura del esfuerzo, en los valores que han permitido a Cataluña vivir una historia de éxito y desarrollo sostenido. Estos valores, al lado de las medidas económicas públicas, son los que nos permitirán salir de la crisis. Tampoco nos iría mal una candela a Santa Rita.

Ése es el empeño del señor Cleries, poner los valores encima de la mesa. Esos valores, no otros. Aunque iniciativa personal suene a individualismo y el trabajo no sea un valor propiamente dicho, pero, bah, ésos son detalles sin importancia.

Como ya he dicho, los valores, si no se traducen en actuaciones, no pueden ser juzgados. Suponemos que el señor Cleries tiene como valores ésos que quiere endilgarnos a todos, y se supone que esos valores verán la luz en su política social, pues el señor Cleries es el conseller de Bienestar y Familia. ¡Veamos si es así!


Seis mil quinientos (6.500) beneficiarios de la renta mínima de inversión ¡todavía no han cobrado esa renta que tendrían que haber cobrado a principios de agosto! Se ha descartado el fraude; se trata de una mala (malísima) gestión, de la falta de coordinación de diferentes departamentos del gobierno et altri, por no hablar de las declaraciones faltas de respeto de los altos cargos responsables refiriéndose a los pobres. No dimite ni la abuela, y eso que no hemos entrado en el trapo de la aplicación de la Ley de Dependencia o en la orden de no pagar hasta el año que viene a las residencias y centros de atención concertados, que ya sabrán apañárselas con los abuelos y los enfermos, se supone. ¡Toma valores!

Por lo tanto, propongo que en ese Consejo Asesor del Plan de trabajo para el fomento de los valores y una nueva cultura cívica se incorporen modelos de empresarios catalanes, como el señor De la Rosa, políticos de alta catadura moral, retirados ahora de la vida pública, como ahora los señores Alavedra o Prenafeta, gestores de la cultura y el patriotismo, como los señores Millet y Montull, o familias de mucho raigambre, por su compromiso ciudadano con la Hacienda Pública, como ahora los que dan nombre a la Fundación Carulla... que defiende los valores propios de los catalanes (manda güevos). Y que no falte algún intelectual subvencionado, para poder escribir un manifiesto sin demasiadas faltas de ortografía, y con alguna frase grandilocuente, patria y hueca.

Ahora en serio, señor Cleries y demás, quédense ustedes con sus valores, que yo prefiero los míos.

1 comentario:

  1. ¡Más que magnífico!

    Me levanto para aplaudirte en la distancia.

    Abrazos

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