La bajada

Cuando los artificieros han retirado los restos de los fuegos de artificio y los despojos de las víctimas del bombardeo, aparecen los bailes de diablos y las fieras flamígeras en lo más alto de la Punta con aviesas intenciones. Así es, en efecto. Cargan las bestias y los mazos con los petardos más vistosos y bajan las escaleras hasta la playa quemando pólvoras, anunciándose con estruendo.

El momento coincide aproximadamente con la medianoche, algo que dispara nuestra imaginación. Además, así consta en las crónicas, es una costumbre de las más antiguas de la Fiesta Mayor. Por lo tanto, un antropólogo con diploma comenzará a disertar sobre una representación simbólica de las fuerzas telúricas que hacen no sé qué y no sé cuántos. Bah. Qué sabrán los antropólogos con diploma.

El lugar y el momento reclaman una manifestación de pólvoras, y desde tiempos inmemoriales (es decir, desde hace poco más de un siglo, que es cuando se construyó la escalinata), los diablos queman pólvoras, los tambores tocan a rebato y la gente se lo mira desde la playa, que es desde donde se aprecia mejor el espectáculo, muy bonito y vistoso. A partir de aquí, busque usted las manifestaciones telúricas que le dé la real gana, pero se perderán lo mejor.

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