Eh, tú

No será ninguna novedad. Ya he manifestado antes mi estupor ante la idea de conceder la Medalla (de Oro) del Parlamento de Cataluña al señor Guardiola, entrenador del F.C. Barcelona. Creo que este tipo de condecoraciones se le dan a alguien que tenga muchísimos años o una enfermedad terminal y no tenga tiempo, literalmente, de torcer el rumbo de su vida, vida ejemplar por tal o cual razón, eso va por gustos y querencias. También, a alguien que haya cometido un acto extraordinario, heroico, más allá de lo que puede exigírsele a un ciudadano, porque entonces no se premia al personaje, sino a esa cosa que ha hecho que es tan sorprendente como benéfica.

Sinceramente, no creo que el señor Guardiola esté en uno u otro lugar, pues creo que goza de buena salud, es joven y los triunfos obtenidos en una competición deportiva profesional no me parece que sean actos de particular significado o significancia para un país, si no es que el país vive de panem et circenses y lo que tendría que ser la máxima condecoración civil sea, en verdad, la corona de laurel que se le da a un gladiador invicto.

Ahora bien, si tan mal van las cosas que al Parlamento de Cataluña sólo se le ocurre premiar a un mercenario del balompié, por falta de nada mejor...

Pero una vez se concede la medalla, cuidado. El condecorado merece un respeto institucional. No es que lo merezca, es que es obligado. El señor Guardiola es ahora, por decreto, honorable señor Guardiola. Aunque yo no esté de acuerdo con el premio, tengo mis razones, el caballero ha sido honrado con la máxima mención civil que puede otorgar el Estado en Cataluña. Es así, no hay vuelta de hoja. Seamos, pues, consecuentes.

Por lo tanto, me ofende que este máximo honor sea ninguneado por nuestros representantes, por, ahí queda eso, el Presidente de la Generalidad y la Presidenta del Parlamento de Cataluña. Me explicaré.

El acto de la condecoración tuvo que acudir a la emotividad porque la biografía del condecorado no da para mucho. Se glosaron muchas cualidades comunes a muchas personas, se glosaron éstas en tonos de color pastel, se buscó la lágrima fácil, porque uno sale por televisión, se debe mucho al espectáculo y en honor a la verdad, no podía acudirse a una larga carrera profesional, académica o política, a un historial de trabajos por la comunidad o lo que fuera que hace merecer tal distinción cívica en su grado máximo.

Entonces le toca el turno a la Presidenta del Parlament (quien propuso la condecoración en medio de un orgasmo culé) y va la señora y tutea al honorable señor Guardiola. Tú sigue así, Pepe, tú dale al balón, tú alégranos las tardes del fin de semana, tú esto, tú lo otro, tú lo de más allá y fin. Caramba.

Ahora, el turno del Presidente de la Generalidad de Cataluña. Oh, también lo tutea. Eh, tú, Pepe, dice. Así, con dos bemoles. Tú sigue así y tú esto, tú lo otro y tú lo de más allá. Ni honorable señor ni señor Guardiola ni usted ni nada. Eh, tú. Como mucho, Pep (Pepe), que hay confianza, chavalote. Al tuteo hay que sumar un lenguaje digno de una tertulia de café entre amigos, un compadreo chulesco impropio de un acto institucional.

Eso explica que la réplica del honorable señor condecorado, Guardiola, estuviera trufada de expresiones tan igualmente dignas de un acto institucional como las anteriores, como ahora, por ejemplo, Cony! (¡Coño!), Acollonant! (¡Acojonante!) y un consejo a todos los catalanes, que hem de pencar per tirar això endavant. La traducción correcta sería que tenemos que currar para tirar esto pa'alante, pero los periodistas, incluso los periodistas más carcas de los Madriles, con un tacto superior al que mostraron las máximas autoridades tuteadoras del país, tradujeron un tenemos que trabajar para salir adelante, que queda mejor y más elegante.

Eh, tú...

¡Qué tú ni qué narices! ¿No es éste un acto institucional del Parlamento de Cataluña? ¿No concede éste la máxima distinción civil que puede conceder? ¿A qué ese tú? ¿Qué son esas formas? ¿Dónde se ha visto? ¿Es ésta toda nuestra educación?

Será que han cambiado las cosas.

Si el honorable es Pep, el muy honorable será... Arturito. Pues, nada, chaval, Arturito. Y no te me pongas chulo, que tal das, tal recibes, porque, tal como te comportas, estás convencido de que eso del muy honorable y tal es una gilipollez y lo que vale pa'ti, vale pa'mi. Eh, tú, te diré, que flipas cantidad eso de los recortes, pero ya vale, ¿no? Vete con ojo, no me seas cabrón, que con tus chorradas estás jodiéndole la vida al menda y se me calienta el tarro. No salte yo y te tragues los piños, ¿sabes? Porque sé dónde vives y cuidadín, cuidadín, que me he quedado con tu cara. A ver qué tal queda la moción en el Parlamento. Dabuten, fijo.

Porque éste es el nivel, señoras y señores, y qué nivel.

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