Frenesí parlamentario

Ayer, los señores diputados del Parlamento de Cataluña se cubrieron de gloria. En un día, les agarró una compulsión legislativa impresionante. Vayamos a los hechos.

Al final del debate de política general, donde nadie dijo nada que no supiéramos, sus señorías despertaron del sopor parlamentario y les dio un frenesí. Elevaron 392 propuestas de resolución, algunas de ellas con seis o siete puntos a debatir, que provocaron 1.012 peticiones de votación, más unas cincuenta propuestas transaccionales, que no sé ni lo que son, ni ganas. Las presentaron todas en menos de dos horas. ¿Les pusieron alguna cosa en el café?

Lo peor del caso es que la Mesa del Parlamento, en un alarde de buen hacer y habilidad organizativa, montó un pollo de mil demonios a la hora de votar más de mil veces. Los parlamentarios discutían por los pasillos, en el bar, en el mismo hemiciclo, intentando sumar propuestas a la lista o retirando algunas de ellas, o acordando votar a favor o en contra de tal o cual punto de tal o cual propuesta. Un lío fenomenal. No quedó más remedio que votar por la tarde lo que tenía que votarse por la mañana, porque nadie se había puesto de acuerdo sobre qué proponer a quién. Por la tarde, nadie tenía la lista de votaciones, que dice qué se vota y en qué orden, una lista muy útil para evitar que uno vote que sí cuando quería decir que no o viceversa. El descontrol era absoluto.

A la que llevaban votadas cinco propuestas de ERC y ya se veía que nadie sabía qué se estaba votando, saltó un diputado del PP, el señor Millo, y exclamó que, a ese ritmo, iban a pasarse votando cincuenta horas seguidas, y el cálculo del caballero mereció una ovación y los aplausos de toda la cámara, que no le obsequió con las dos orejas y el rabo porque ya no se puede. Para que el Parlamento de Cataluña ovacione a un diputado del PP... En resumen, allá mismo se interrumpió la votación porque, en honor a la verdad, ni los señores diputados ni la Mesa del Parlamento sabían qué se estaba votando ni qué faltaba por votar. No tenían ni idea.

Hoy, la honorable o muy honorable (ahora no recuerdo bien) señora De Gispert lamenta el caso, pero no comprende por qué los ciudadanos podrían sentirse molestos contemplando el espectáculo, si sólo se equivocaron en el tres por ciento de las votaciones. Como les cuento, así, tal cual, con dos. Se excusa diciendo que era la primera vez que tenían que votar tantas cosas, y tot plegat, que dicen en catalán, no ha sido más que una anécdota, y no hay que tomarla en serio. En resumen, antes de confesar la manifiesta incapacidad de poner orden de la Mesa del Parlamento, se corta las venas. Lo que ayer fue un corral de gallinas era hoy una habilísima estrategia para racionalizar la votación, y se felicita por ello.

Todos los parlamentarios buscan ahora culpables y se acusan los unos a los otros, pero ninguno acepta su responsabilidad en parte del follón. ¿De qué me sirve la culpa si no existe responsabilidad?

Seguro que el malo de la película acabará siendo el chaval de las fotocopias.

Así nos va.

P.S. Si no digo lo contrario, los textos que copiaré corresponden a titulares de primera página de esta misma mañana. Cuando sea el caso, traduciré del catalán al castellano, para que mis lectores no tengan problemas de traducción simultánea. Caos y ridículo (Ara). Jornada esperpéntica (La Vanguardia). Caos en un parlamento incapaz de votar las propuestas (El Periódico de Cataluña). Sesión caótica (El Punt – Avui). Caos hilarante (primera página de la sección Cataluña de El País). Etcétera. Bonito, ¿verdad?

La censura de TV3

¿Se acuerdan? Se montó un escándalo cuando se supo que los consejeros de RTVE querían tener acceso al programa informático (iNews) con el que se elaboran las noticias de los servicios informativos, para saber quién escribía qué y poder meter mano a la noticia antes de publicitarla... o directamente prohibirla. Sólo dimitió un pobre insensato, pero los consejeros de PP, CiU, PSOE y ERC se descubrieron culpables de complicidad en la censura.

Cuando saltó la noticia a la prensa, algún becario de los servicios informativos de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales investigó en el programa de elaboración de noticias de la casa (también el iNews) y descubrió, ¡pardiez!, el perfil de varias personas que tenían acceso al programa... y no eran ni periodistas ni empleados. Eran... ¡los consejeros de la corporación!

La cosa tiene bemoles, porque nadie anunció nada y la conexión de los consejeros se hizo en secreto y sin publicidad. Aunque los consejeros catalanes no podían meter mano en la elaboración de las noticias, sí sabían quién la había elaborado y cuándo y con la ayuda de quién y qué había dicho exactamente durante todo el proceso. Supervisaban, por decir alguna cosa, el comportamiento de sus empleados sin que estos tuvieran noticia de ello. Pero no su comportamiento profesional, sino su perfil ideológico y su aquiescencia con el régimen.

La primera consulta detectada se remonta a 2008. La última es de mayo de 2010. La dirección de TV3, ante la queja del comité profesional, ha decidido borrar esos perfiles del programa y denegar el acceso a los consejeros, pero nadie ha dado ninguna explicación sobre este asunto y ha procurado que no se alborote mucho con el cuento, y no hablemos ya de dimitir.

Eran tiempos del Tripartito, me dirán. Cierto. Pero los consejeros eran los del Gobierno y los de la oposición. Todos. Así que la excusa del Tripartito no vale, y lo que vale es que algo huele a podrido en Dinamarca, que diría Hamlet, o això fa una flaire a pixum de buc... que diría Segarra, ilustre traductor de Shakespeare.

Helena o el mar de verano

¿Quién fue Julián Ayesta? Pues, ni idea. La solapa del libro dice que fue diplomático, aunque se estrenó en la literatura de mano de un par de obritas de teatro. No dice más. Yo nunca había oído hablar de él. Dicen que ésta fue su única novela, si es que tan corta merece tal nombre.

Tampoco había oído hablar de Helena o el mar del verano, aunque en la contraportada aparezcan comentarios muy elogiosos de algunos caballeros cuya opinión merece mi respeto. Dicen que se escribió en 1952, o por ahí, y que es una de las obras más importantes de la prosa española del siglo XX. Ah, pues no la conocía, la verdad.

En resumen, no sé por qué compré Helena o el mar del verano, que edita Acantilado. No sé por qué, no tengo ni idea, pero algún milagro se produjo que llevo a mi mano hasta el libro en cuestión y lo sumó al saco. Nunca agradeceré lo suficiente el gesto de mi mano, aunque no pueda explicarlo del todo.

Porque resulta que Helena o el mar del verano es una de las obras más bellas que he leído últimamente. Se lee en un pispás, es corta. Pero ¡qué prosa, señores! ¡Qué prosa...!

El sacrilegio de Alan Kent

No sé cómo darle las gracias a Editorial Navona por haberme dado la oportunidad de conocer a Erskine Caldwell. También agradezco a M. (mi librera favorita) la encarecida recomendación que me hizo para que leyera en su día El camino del tabaco, y desde esa lectura que Caldwell ha entrado a formar parte de mis referencias literarias.

El sacrilegio de Alan Kent (virtuosamente traducido por José Luis Piquero) es... ¡una maravilla! Es un librito breve, brevísimo, pero sólo breve si uno cuenta las palabras, porque la digestión de las imágenes es lenta y deliciosa. Más de uno se sentirá desconcertado, porque el texto es un arriesgado ejercicio literario y porque nada tiene que ver con otras obras de Caldwell. Pero, dicho esto, que se meta el desconcierto en el bolsillo y se deje llevar por las letras, porque uno no está aquí para buscarle tres pies al gato, sino para disfrutar de un relato, si quieren llamarlo así, excelente, arrebatador, a su modo bellísimo, pero también trágico, cómico, brillante, triste, alegre... Déjense llevar y disfruten. Lean El sacrilegio de Alan Kent.

Il campo del vasaio

El comisario Montalbano, el personaje de Andrea Camilleri, ya tiene una edad, que se dice. Eso no le impide disfrutar de la buena comida (se nos hace la boca agua y se nos llena el buche de envidia viéndolo comer en Da Enzo) y mostrarse tan astuto y sagaz como siempre. Aunque esta vez el caso sea feo. Feo en sí mismo, pues la policía se enfrenta al caso de un cadáver descuartizado y descompuesto, dos meses abandonado. Feo también porque Montalbano huele de cerca la mentira y la traición, y no diré más, que no quiero ser acusado de chafarle la guitarra al lector. Es muy entretenido, como no podía ser de otra manera.

Il campo del vasaio (El campo del alfarero) fue publicada en 2008 en Italia por la editorial Sellerio, de Palermo.

Aviso para navegantes: Como es su costumbre, Camilleri escribe las aventuras de Montalbano echando mano del italiano que se habla en Sicilia. Si usted lee italiano estándar, agárrese, que vienen curvas. Pero el esfuerzo vale la pena.

La autopista del Sur

Julio Cortázar era un gran cuentista. Quiero decir que sus cuentos merecen un puesto de honor en la literatura. Perdón, en la Literatura, con mayúscula. Uno de sus cuentos más famosos es La autopista del Sur, que ahora ha publicado Nordica Libros. El texto fue escrito en 1964 y es tan vigente como el primer día, lo que es una pista que nos ayuda a distinguir un clásico. Puede leerse como una metáfora de la vida moderna, como un ejercicio de ironía sobre nuestra sociedad, de muchas maneras, incluyendo la simple y elemental historia de un atasco increíble en la autopista del Sur, en la que quedan atrapados centenares, miles de automóviles en su regreso a París la tarde de un domingo de agosto, y allá quedan atrapados durante días, semanas... Tiene el toque surrealista o fantástico que lo convierte en algo especial, pero también muestra un oficio de escritor que apabulla. ¡Es tan difícil escribir que parezca que es fácil escribir...! Lean La autopista del Sur. En serio, léanla.

Nuevo avance en semiótica

Recientes investigaciones han concluido que un tocador de señoras no tiene por qué ser necesariamente un señor.

¡Qué miedo!

La frase que ha quedado en el debate de lo mal que va la cosa en el Parlamento de Cataluña ha sido la de don Artur Mas, que pedía a los catalanes que no tuviéramos miedo. Que eso de la crisis va a peor si hay miedo. El miedo por aquí, el miedo por allá... Ya saben: una frase hueca con mucha fortuna. España va bien, somos seis millones, la chispa de la vida... No hay que tener miedo.

El miedo lo pasan los que tienen pocos recursos y dependen de la sanidad y la educación pública, y más miedo pasan si son empleados públicos o inmigrantes, porque la ven venir. ¿Miedo? ¡Miedo pánico! De lo que está usted haciendo, señor Mas.

Plan Nacional de Valores

¡Manda güevos!, que exclamó un líder patrio. Desde la Formación del Espíritu Nacional que no me reía tanto. Lo malo es que el chiste no tiene ninguna gracia. Será una risa nerviosa.

El honorable (por el cargo) señor Cleries nos sale ahora con un Plan Nacional de Valores, que elevará al Gobierno de la Generalidad de Cataluña lo antes posible. El plan cuenta con el favor y el beneplácito de los gobernantes. El Plan Nacional de Valores se llamará, oficialmente, Plan de trabajo para el fomento de los valores y una nueva cultura cívica, chúpate ésa.

De entrada, donde dice fomento de los valores uno tiene que preguntar qué valores. ¿Todos? ¿Alguno? ¿Quién hará la selección? ¿Bajo qué criterios objetivos o ideológicos? Sobre todo ¿cómo se fomentarán esos valores? Mejor todavía: esto ¿quién lo paga? ¿Con qué dinero? ¿Se suprimen prestaciones en Sanidad, Educación, Servicios Sociales y Justicia y vamos ahora a subvencionar valores? Pero ¿de qué van?

Más me preocupa lo de la nueva cultura cívica. La que se inició en Grecia y Roma, pasó por el Humanismo, se engendró en la Ilustración y han refinado las democracias liberales ¿ya no sirve? Quizá no entendamos lo mismo por cultura cívica, el conjunto de creencias y costumbres de los ciudadanos en su relación con la política. Quizá la cultura cívica sea el conjunto de museos de una ciudad.

Ay, cuántas dudas. Puede que atendiendo a las declaraciones del presuntamente honorable señor Cleries se vayan aclarando un poco estos mares de incertidumbre moral.

El señor Cleries dice que su plan será, ay, un plan básicamente filosófico, no impositivo. Aunque impositivo se entiende por relativo a los impuestos públicos, el señor Cleries quiere decir que no piensa imponernos ese plan, ni esos valores. ¡Sólo faltaría!

Porque, en democracia, en un estado de derecho, en una sociedad abierta y libre, no se juzga lo que uno piensa, sino lo que uno hace. Es decir, que allá cada uno con sus valores, que cada uno es muy libre de escoger los que más se avienen con su carácter, sus convicciones, su ideología, sus creencias y costumbres y su razón. De hecho, querer imponer (o recomendar) una determinada colección de valores es uno de los síntomas más destacables de cualquier sistema totalitario.

En consecuencia, señor Clerias y demás cómplices, un gobierno democrático no puede (no debería) impulsar un plan básicamente filosófico que recomiende a los ciudadanos pensar de una determinada manera. No sólo es un contrasentido; es, además, una solemne gilipollez. Porque los planes básicamente filosóficos no tienen utilidad alguna ni sirven para nada. Son estúpidos. La política no puede malgastarse en estupideces.

El gobierno no tiene que meter mano en los valores con planes básicamente filosóficos, sino en los comportamientos de las personas, mediante la ley. Punto. La misión de la ley es garantizar en lo posible que cada uno pueda tener los valores que le vengan en gana, y evitar que las actuaciones de las demás personas puedan coartar la libertad de uno para escoger los valores que le vengan en gana. Pues, fíjense ustedes en que este gobierno cree lo contrario, aunque sólo sea desde un punto de vista básicamente filosófico. A mí me parece grave, no sé a ustedes.

Al señor Cleries se le escapó que en una sociedad intercultural (sic) es básico el respeto para la convivencia. Es decir, traduzco, la culpa de que los valores anden tan mal es de los inmigrantes, que tienen valores que no son los nuestros. ¿Y cuáles son los nuestros? Don Artur Mas, en su programa electoral, ya pedía una recuperación de los valores para que los ciudadanos huyan del individualismo y conformen una sociedad mejor, pero ¿de qué valores estamos hablando? ¿Qué es una sociedad mejor? ¿Por qué es mejor? ¿No podría ser mejor otro mejor? ¿Qué valores hemos perdido y sería necesario volver a encontrar? ¿El sentido común, quizá?

Desde un punto de vista básicamente filosófico, el señor Clerias intentó justificar lo injustificable, y reclamó la ayuda de los filósofos. Ya puestos, por qué no. Mencionó a Bauman, un filósofo de ésos de ahora, que el señor Cleries no sé si habrá leído y que, de haberlo leído, ¿lo habrá entendido? Porque dijo que Bauman, copio, sostiene que las sociedades se están transformando en una sociedad de valores líquidos, con poca consistencia, que se diluyen en las manos, y él, Cleries, quería promover, copio de nuevo, valores consistentes, que no se diluyan. Valores pétreos... ¿o patrios?

Seguimos en las mismas: ¿qué valores? Los que han distinguido a la sociedad catalana, como los del esfuerzo, el trabajo, la lucha y la superación, ha dicho. Ah, vale. Los que han distinguido a la sociedad catalana y a los turcos seljúcidas, también.

Eso sí, atención, cuidado, el plan es transversal. ¿Quiere decir con ello que nace atravesado? No, no, es algo más fino. El señor Cleries quiere que la sociedad civil se implique en este plan nacional de valores. Eso es transversal. Es decir, para entendernos, que no quiere que ese plan acabe en las escuelas, como una asignatura más, sino que quiere que las universidades, el mundo académico (sic) y los agentes sociales también prediquen cómo tiene que pensar la gente y qué motivos tiene que considerar válidos para comportarse como tendría que comportarse. La madre.

Para ello se creará un Consejo Asesor (¡otro!) que se reunirá dos veces al año. El fruto de su esfuerzo, trabajo, lucha y superación, dietas aparte, servirá para, atención, copio, fomentar el respeto para lograr una sociedad más cohesionada en un momento de llegada masiva de inmigrantes, porque la crisis de valores (catalanes) no es culpa de los catalanes, sino de los que vienen de fuera que, sabe Dios cómo, yo no puedo imaginármelo, nos chupan los valores y los hacen desaparecer. Tan consistentes no serían, nuestros valores, si se esfuman por tan poca cosa.

El señor Cleries, después de decir que es un plan básicamente filosófico, añade que no pretende adoctrinar. Así, con dos bemoles. Adoctrinar. Pues, si no es más que un plan básicamente filosófico y encima no pretende adoctrinar, ¿no sería mejor dejar de hacer el ridículo y olvidarse de él con elegancia y disimulo?

Nada más lejos de las intenciones de nuestros líderes patrios. El señor Cleries insistía en sus objetivos: En una sociedad como la nuestra, formada por culturas y países diferentes [sic], si no tenemos el respeto bien arraigado, difícilmente podremos construir una sociedad sólida donde predominen la convivencia y el civismo. ¡Dale con lo de sólida, inamovible, conservadora, tradicionalista y de las JONS!

Esta locura, sin embargo, responde al programa electoral de Convergència i Unió, que nadie se leyó. No se perdieron nada; la redacción era manifiestamente mejorable. Según ese partido político, la crisis de valores (será la crisis de algunos valores) en Cataluña está motivada por la grave situación económica, la relación no resuelta con el resto de España y el desprestigio de la política. Naturalmente, CiU no es responsable de nada de eso, ni de una parte así de chiquitina. Será la culpa de Madrid, de los inmigrantes y de los funcionarios, seguro. Aunque, copio, la crisis de valores afecta a la actitud de los ciudadanos y la autoestima nacional. Caramba, eso tiene que doler. Pero más duele la mala gestión del sistema de Seguridad Social o la corrupción municipal.

Pero he aquí la solución: Creemos en la iniciativa personal, el trabajo, la cultura del esfuerzo, en los valores que han permitido a Cataluña vivir una historia de éxito y desarrollo sostenido. Estos valores, al lado de las medidas económicas públicas, son los que nos permitirán salir de la crisis. Tampoco nos iría mal una candela a Santa Rita.

Ése es el empeño del señor Cleries, poner los valores encima de la mesa. Esos valores, no otros. Aunque iniciativa personal suene a individualismo y el trabajo no sea un valor propiamente dicho, pero, bah, ésos son detalles sin importancia.

Como ya he dicho, los valores, si no se traducen en actuaciones, no pueden ser juzgados. Suponemos que el señor Cleries tiene como valores ésos que quiere endilgarnos a todos, y se supone que esos valores verán la luz en su política social, pues el señor Cleries es el conseller de Bienestar y Familia. ¡Veamos si es así!


Seis mil quinientos (6.500) beneficiarios de la renta mínima de inversión ¡todavía no han cobrado esa renta que tendrían que haber cobrado a principios de agosto! Se ha descartado el fraude; se trata de una mala (malísima) gestión, de la falta de coordinación de diferentes departamentos del gobierno et altri, por no hablar de las declaraciones faltas de respeto de los altos cargos responsables refiriéndose a los pobres. No dimite ni la abuela, y eso que no hemos entrado en el trapo de la aplicación de la Ley de Dependencia o en la orden de no pagar hasta el año que viene a las residencias y centros de atención concertados, que ya sabrán apañárselas con los abuelos y los enfermos, se supone. ¡Toma valores!

Por lo tanto, propongo que en ese Consejo Asesor del Plan de trabajo para el fomento de los valores y una nueva cultura cívica se incorporen modelos de empresarios catalanes, como el señor De la Rosa, políticos de alta catadura moral, retirados ahora de la vida pública, como ahora los señores Alavedra o Prenafeta, gestores de la cultura y el patriotismo, como los señores Millet y Montull, o familias de mucho raigambre, por su compromiso ciudadano con la Hacienda Pública, como ahora los que dan nombre a la Fundación Carulla... que defiende los valores propios de los catalanes (manda güevos). Y que no falte algún intelectual subvencionado, para poder escribir un manifiesto sin demasiadas faltas de ortografía, y con alguna frase grandilocuente, patria y hueca.

Ahora en serio, señor Cleries y demás, quédense ustedes con sus valores, que yo prefiero los míos.

Guerra y revolución

Editorial Melusina [sic] ha publicado un librito que recoge algunos artículos de Karl Marx, el caballero que inventó el marxismo, bajo el título Guerra y revolución. Los traduce Albert Fuentes. Son diez apuntes de historia de un gran filósofo, un gran economista y, por qué no decirlo, un periodista muy sagaz.

Los méritos de Marx son muchos, y grandísimos algunos de ellos, y sus errores son igualmente enormes. Sólo los grandes hombres pueden permitirse el lujo de equivocarse tanto, y soy de los que piensa que Marx fue uno de los grandes. Pongamos un ejemplo: su aportación a la ciencia económica permitió definir el capitalismo por vez primera de modo exacto y exhaustivo, y sus principales mecanismos, fallos y virtudes; pero toda la teoría marxista sobre la economía quedó patas arriba con la definición de Marshall sobre las leyes de la oferta y la demanda, eso que llaman mercados, hoy tan de moda.

De Marx se han dicho tantas cosas que recomiendo leerlo, por ver qué dice, y no dejarse llevar por sus intérpretes, que ya ven ustedes lo que acabaron haciendo. Que yo aborrezca sus raíces hegelianas, que critique su historicismo, que señale los fallos de su teoría económica, etcétera, no quita que reconozca sus abundantes muestras de genio y otras tantas lecciones. Estos artículos de Guerra y revolución, por ejemplo, merecen la pena ser leídos, lo digo en serio.

En primer lugar, porque Marx escribe con una lucidez que muchos quisieran. Que no acierta una en sus predicciones... no importa. Sus análisis son concisos y contundentes; sus denuncias, razonadas, razonables y las más de las veces, justas. Destapa la hipocresía del Imperio Británico una y otra vez, o señala los intereses ocultos tras tal o cual política, con mucha puntería. Aunque no sea usted marxista, conviene que lea a Marx para ver cómo se escribe con educación y sin pelos en la lengua. Entre los artículos de este librito, por cierto, uno denuncia la inutilidad de la pena de muerte y vale la pena echarle un vistazo.

Gran Premio de Singapur 2011

El Red Bull de Vettel, aquí; los demás, allá. Éste es el resumen del Gran Premio de Singapur, donde Ferrari no se comió un rosco. Puntuaron los dos bólidos, pero no hubo podio, no pudo ser. Hace ya tiempo que la Scuderia ha arrojado la toalla, aunque oficialmente no lo admite. Se dedica al coche del año que viene, con la esperanza de que esta vez corra un poquito. Los ferraristas ya estamos curados de espantos. Saldremos adelante y si no, da lo mismo, mientras nos lo pasemos bien.

Lo que es a mí, el Gran Premio de Singapur no me gusta nada. Creo que es el artificio de los focos, ese correr de noche, esa concesión al espectáculo que no sé digerir. En fin, cosas mías.

Censuras privadas en público

A poco que uno busque por internet, tropieza con el pitorreo que se gasta el personal por un artículo de opinión que escribió doña Pilar Rahola el pasado jueves para La Vanguardia. El artículo se colgó de la edición digital, y ahí estuvo durante horas. Pero la dirección del periódico, garante de la independencia y la libertad de prensa, le pidió a la señora Rahola que escribiera otra cosa y ésta se bajó los pantalones y la escribió. Poco después, el primer artículo... desapareció.

La cuestión es que la señora Rahola escribió un artículo titulado Guardiola, no, donde decía que el honorable señor Guardiola, condecorado recientemente con la Medalla (de Oro) del Parlamento de Cataluña y tuteado (no tuiteado) por nuestros líderes patrios, se equivocaba al defender el reino de Qatar (la RAE dice que se escribe Qatar y no Catar).

Ya saben, el F.C. Barcelona y sus señores socios, en un alarde de ética aplicada, han preferido ingresar en caja 165 millones de euros y dejarse ensuciar la camiseta y el merchandising con la Qatar Foundation antes que rechazar y denunciar una tiranía que no tolera los partidos políticos, los derechos de la mujer o que sus ciudadanos se expresen libremente, por poner tres ejemplos. El honorable señor Guardiola, además, ligado a ese reino por sabe Dios qué suculencias pecuniarias, fue defensor de su candidatura al Mundial de Fútbol y de su proyecto de seleccionar, separar de sus familias y entrenar a tutiplén a niños de toda Asia para luego escoger de entre todos ellos a los pocos que representarán a Qatar en ese campeonato (formando un equipo que seguramente acabará entrenando el honorable tuteado).

La señora Rahola dedicó un artículo, pues, a censurar a Guardiola por afirmar que Qatar era chachi, o lo dedicó a ciscarse en Qatar con esta excusa. Censuró a Guardiola, pero fue ella la que acabó censurada, porque al único héroe nacional que nos queda con vida no se le toca un pelo, ya sea por patriotismo, ya sea por su alopecia. Menos, si resulta que es del Barça.

Alguno pensará que ha sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora habla todo dios de la perrería de La Vanguardia y del asunto de Qatar. Si hubieran dejado publicar ese artículo, nadie le habría hecho demasiado caso, que es lo que suele suceder. Así, por ejemplo, el artículo que hablaba sobre la conveniencia de promover un eje ferroviario mediterráneo, el artículo que escribió la señora Rahola para sustituir al artículo prohibido, no ha provocado más que indiferencia o tanto aburrimiento.

Mal, pues, para el honorable señor Guardiola, porque hay que ir con cuidado con quién se acuesta uno o con los amigos que gasta; mal, muy mal, para los socios del F.C. Barcelona, que apoyan la propaganda de un tirano (y no es la primera vez, recuerden Uzbekistán o el título de socio honorario de Francisco Franco, todavía vigente); mal, muy mal, para quien propuso y concedió la medalla a un personaje que defiende en público las triquiñuelas de una dictadura; mal, pero que muy mal, para la torpeza de La Vanguardia; y no menos mal para la señora Rahola, que no tuvo las narices de defender su presunta independencia.

Temperaments filosòfics

Peter Sloterdijk me provoca sentimientos encontrados. Es un filósofo alemán, lo que a más de uno hace exclamar Vade retro!, pero tuvo las narices de llevarle la contraria a otro filósofo alemán, de los de Vade retro! de verdad, ese tal Habermas, y por eso mismo, por la polémica que suscitó diciendo, en primer lugar, que no se entendía lo que decía Habermas (sigue sin entenderse) y que, en segundo lugar, estaba equivocado, hizo que me cayera simpático. Eso sí, Popper lo dijo mucho más claro, conciso y contundente, pero nadie le hace caso a Popper.

Otra cosa que me gusta de Sloterdijk es mucho de lo que ha escrito de Nietzsche. Es que Nietzsche me tiene robado el corazón, que diría aquél. Pero acto seguido, Sloterdijk comete un pecado mortal y se declara admirador de... ¡Heidegger! ¡Por favor! ¿Adónde iremos a parar? El mayor cantamañanas después de Hegel... Algo no funciona en la filosofía occidental.

Añado sobre Sloterdijk, por si acaso, que no he leído su opus magnum, sino algunos ensayos menores. Éste, traducido estupendamente al catalán por Raúl Garrigasait, es una recopilación de introducciones a algunos escritos de filósofos conocidos, que formaron una especie de enciclopedia filosófica. La colección de filósofos no es sistemática y yo noto algunas ausencias, pero eso va por gustos. Lo que sí diré es que Temperaments filosòfics dice alguna cosa interesante, pero deja un poco frío. No dice gran cosa, vamos. No es el mejor Sloterdijk y si alguna vez hace gala de una percepción muy fina, alguna otra se deja llevar por no se sabe qué.

Devanadoras de relojes

Imagínese tener varios relojes: uno para la oficina, otro para hacer deporte, uno para salir de noche, el que hace juego con el Ferrari, el otro que le regaló su abuelo, ése que lleva en bodas, bautizos, comuniones y entierros, el que se compró por puro capricho... Quizá no sea exactamente así, y sea un coleccionista. En cualquiera de los dos casos, no estamos hablando de relojes a pilas, sino de relojes de verdad, mecánicos.

Un reloj mecánico será automático o de cuerda manual. El primero aprovecha los movimientos de la muñeca para activar un balancín que, a través de diversos engranajes, tensa un muelle, la cuerda, que es donde se almacena la energía mecánica que utilizará el reloj para dar la hora. El segundo, el de cuerda manual, exige que usted, cada tanto tiempo, le dé unas cuantas vueltas a la corona para tensar un muelle parecido; normalmente, la corona gira en el sentido de las manecillas de un reloj, y la hará girar con un movimiento habilidoso de los dedos gordo e índice llamado, técnicamente, collar.

Pero ahora imagínese que deja el reloj en la mesita de noche, o lo guarda en el cajón de los relojes, junto a sus camaradas. Allá no se va a mover, ni nadie le dará cuerda. ¿Podrá usted dormir sabiendo que su reloj podría pararse? ¿Será capaz de conciliar el sueño con el augurio de tener que volver a poner a su hora ese magnífico reloj con calendario lunar, cálculo de la fecha de Pascua y de los diversos husos horarios allende los mares? Usted, no sé, pero más de uno, pensando en ello, no pegará ojo en toda la noche.

Gracias a Dios y a los relojeros, la tecnología nos procura unos aparatos que se llaman watch winders (hay quien escribe watchwinder, todo junto). ¿Sabe usted que es un watch winder? Caramba, pues, así de pronto, no. Pero, ahora que lo sé, porque me lo han explicado, no quepo en mí.

Se me ocurre traducir watch winder como devanadora de relojes. En pocas palabras, es el aparato que da cuerda a un reloj. Sí, sí, han leído bien: un aparato para dar cuerda a los relojes.

Las primeras devanadoras de relojes han sido las devanadoras de relojes automáticos, porque son las devanadoras más sencillas. Basta con que el reloj dé vueltas para que se active el balancín y vaya cargándose la cuerda. Pero... ¿de verdad es tan simple como eso? Pues, no, ¿qué creían? A los relojeros les gusta complicarse la vida. En primer lugar, hay que calcular cuántas veces tiene que voltear el reloj la devanadora en una hora, o cada cuanto tiempo, a qué velocidad... Parecía fácil, pero ya ven que la cosa no es trivial, porque se trata de conseguir la tensión ideal del muelle para que el reloj funcione de la manera considerada óptima. Un arte.

Con las devanadoras de relojes automáticos solucionamos un problema, pero persiste el descorazonador caso de los relojes a cuerda manual. Pero una empresa suiza, Orbita Watchwinders, le propone la línea Sempre, en dos variantes, Classique y Avantgarde, y dos acabados, uno de los cuáles es el Premium, que da gusto verlo. Al principio, la línea Sempre ofrecía devanadoras para un solo reloj de cuerda, pero ahora se ofrecen devanadoras para uno o dos relojes. La imagen que acompaña a estas líneas es una copia del catálogo de Orbita Watchwinders, que les muestra a ustedes el aspecto de las devanadoras de relojes de cuerda manual de la línea Sempre, en madera de raíz de arce o en piel de ternera negra, ahí es nada. Una maravilla del amor hermoso.

El aparatejo vale unos tres mil dólares si es para un reloj o cerca de seis mil si vale para dos. Como el cambio entre el dólar y el euro va como va, calculen ustedes, pero en internet pueden dar con descuentos de quinientos dólares o ofertas de devanadoras de segunda mano.

¿Vale todo este dineral, la devanadora de marras? Les diré qué hace, y ustedes juzgarán. Copiaré lo que dice Orbita Watchwinders de su aparatito:

El diseño sustituye la configuración mecánica de los dedos, llamada collar, que agarra la corona del reloj firmemente y la hace girar. Se proporcionan diferentes tamaños de collares para ajustarse a cualquier diámetro de corona de reloj, de 3 a 9 milímetros. Estos collares están hechos a medida, de plástico acetal para evitar las raspaduras o el deterioro de las superficies pulidas del reloj.
[...]
El collar está montado en un eje móvil tubular rotativo, apoyado por cojinetes de precisión de baja torsión.
[...]
Está impulsado por un servomotor miniatura acoplado al sistema de engranajes de tecno-polímero y equipado con un embrague deslizable de seguridad. El collar se abre empujando un émbolo de resorte en el extremo opuesto del eje guía. Al soltar el émbolo se cierra el collar, sujetando la corona del reloj.
[...]
El microprocesador del dispositivo controla la corriente eléctrica provocada por el motor de engranaje según rote. La cantidad de fuerza requerida para dar cuerda al muelle principal de un reloj mecánico, conocido como torsión de cuerda, se incrementa a medida que se vaya dando cuerda al reloj. Según se incrementa la torsión, el motor provoca más corriente. El usuario puede ajustar el control para apagar el sistema cuando perciba que la corriente ha alcanzado un límite pre-establecido, bien por debajo de la máxima torsión que el muelle principal del reloj puede manejar.
[...]
Por seguridad, el sistema está equipado con un embrague deslizable mecánico, el cual ha sido diseñado para deslizarse a una torsión segura en el caso de que falle el microprocesador. Esta redundancia elimina cualquier posibilidad de tensión o de rotura del muelle principal.
[...]
El dispositivo se enciende automáticamente cada veinticuatro horas. En marcha, el motor de arranque inicia la rotación del collar durante ocho minutos. Con el collar girando a 6 rpm, aproximadamente, se proporciona un máximo de 48 giros de la corona por día. Sin embargo, en la práctica, el número total de giros está controlado por el circuito de retroalimentación de la corriente, cuya prioridad es apagar el motor basado en la torsión, más que en el tiempo.

Después de esto, ¿qué me queda por ver?

P.S.: Agradezco la información sobre las devanadoras de relojes de cuerda manual a mi lector y amigo Alberto Vilardell, que comparte mi pasmo ante el Orbita Sempre Watchwinder.

Don Baudilio, el fraude y el gasto sanitario

Don Baudilio, a. Boi Ruiz, a. Baudilio Manostijeras, a. Retallator, etc., está en su salsa, aplicando recortes a diestro y siniestro, con el permiso y beneplácito del Gobierno de la Generalidad de Cataluña y una (lamentable) indiferencia de la prensa y el público. La última, es que los ocho hospitales más grandes del ICS tienen que ahorrar de aquí a final de año 77 millones de euros. Se intentará que 45 millones correspondan a sueldos y salarios y el resto, se verá. De entrada, no se ponga usted enfermo. La semana del puente de la Purísima Constitución cerrarán las consultas externas de los hospitales y los quirófanos. Todos. Así, como lo cuento.

Cuenten que ya se ha recortado el 10% del presupuesto sanitario, que se han cerrado el 30% de los quirófanos, que se han cerrado 73 centros de asistencia nocturna... La lista es terrorífica.
Estamos recortando y fíjense ustedes:

Cataluña tiene un gasto público en sanidad de 1.410 euros (estandarizados) per cápita. España, 1.744. Y la Europa de los Quince, 2.012 euros per cápita. La cifra es baja, y eso que entre 2003 y 2010 gobernó (o eso dicen) la izquierda, que tiende a invertir más en lo público (según reza la teoría). Son cifras de antes de los recortes. De después, no digo nada.

La cosa es grave, porque el PIB per cápita catalán es el 120% del promedio de la Europa de los Quince, pero su gasto sanitario por habitante es el 80% del promedio de esta región. Lo diré de otra manera. La Europa de los Quince gasta el 7,5% de su PIB en sanidad; España, un 6,7%; Cataluña... un 4,5%. Bravo. Ahora ¡vamos a recortar!

Lo que pagamos en impuestos quizá nos dé otra pista sobre lo que está pasando. España es el país de la Europa de los Quince en los que el Estado ingresa menos dinero, un 34% del PIB. La media europea es del 44%. Pero batimos la marca de fraude fiscal. Con diferencia. Así, a modo de ejemplo, se estima que el fraude fiscal en España podría superar los 80.000 millones de euros. Cataluña sería la Comunidad Autónoma que más defrauda por unidad de PIB. ¡En alguna cosa teníamos que ser los primeros! ¡Los primerísimos!

Sólo con lo que se defrauda en impuestos en Cataluña, 16.000 millones de euros, se resuelve todo el déficit del sistema sanitario y de seguridad social español, y sobra dinero, o se cubre el 40% del presupuesto anual de la Generalidad de Cataluña. El fraude fiscal en Cataluña supera dieciséis veces la cantidad que don Baudilio quiere recortar en la sanidad pública catalana; dicho de otra manera, da para un sistema sanitario una vez y media más grande que el anterior a los recortes.

Eso sí, don Baudilio, en declaraciones a TV3, dijo que la culpa era de Madrid (cómo no), de los inmigrantes (cómo no) y de los empleados de la sanidad pública, que cobran demasiado (demasiado poco, si comparamos con sus colegas europeos). Sus amigos de la patronal, ésos que defraudan, nada tienen que ver con el asunto.

Manda güevos, que dijo aquél.

P.S.: Don Baudilio estuvo imputado por un tribunal por fraude en la gestión de fondos públicos del FORCEM, cuando era gerente de la Unión Catalana de Hospitales (la patronal de la sanidad privada). El auto de la acusación lo consideró el presunto cooperador necesario en el fraude de subvenciones. Como nuestro sistema judicial es tan eficaz, el delito prescribió antes de poder ser juzgado. A la prensa me remito.

Dimite un censor (porque le han obligado)

¿En qué ha acabado el sarao del Consejo de Administración y Censura de RTVE? Me mostré cínico: aquí no dimite nadie. Pero me equivoqué, pues ha dimitido uno. Ahora hablaremos de esta dimisión.

Antes, meditemos sobre este asunto. El voto político puede ser un , un no o una abstención. Uno puede abstenerse por varias razones en diversos temas, pero en algunas cuestiones no puede abstenerse uno. En la instauración de la censura, no de tapadillo, sino oficial y eficazmente, uno no puede decir que el asunto no es de su incumbencia. Si los representantes del PP y de CiU votaron a favor, ellos sabrán por qué, aunque ahora disimulen y den marcha atrás. Pero la hipocresía de PSOE, ERC y CC.OO., que miraron para otro lado y se abstuvieron, no tiene nombre. Aquí no valen abstenciones; si no es un no, se está a favor de la censura.

¿Excusas? Las que quieran. Un portavoz del PSOE aseguró que abstenerse había sido un error, y ya está. El consejero de ERC, Francesc Bellmunt, manifestó que no sabía qué se estaba votando y que por eso se abstuvo, así, con un par.

El consejero de CC.OO., Héctor Maravall, a poco de abstenerse, recibió un ruego de los señores trabajadores de RTVE: dimita. Lo mismo le solicitó el señor Fernández Toxo, secretario general del sindicato. O dimites o te dimito. Dimitió en la misma reunión del consejo, la que echó la marcha atrás en eso de la censura. Para dar ejemplo, dijo.

Creyó que le seguirían los demás consejeros, por decencia. Éstos lamentaron el malestar creado en la plantilla de RTVE (es una manera de decir que no saben por qué se enfadan) y emitieron un comunicado que decía: nunca fue voluntad de los consejeros que votaron a favor de la medida, ni de los que con su abstención posibilitaron indirectamente su aprobación, interferir en la labor de los trabajadores de Informativos ni, mucho menos, condicionar su independencia profesional.

¡Anda que no! Entonces, ¿qué? Hay que tenerlos así de grandes para afirmar tal cosa y quedarse tan contento.

Despidieron a Maravall con indiferencia y siguieron al frente de la nave. Ya sabemos quiénes gestionan RTVE y podemos evaluar su catadura moral, pues, como dijo alguien, no son lo que dicen, sino lo que hacen.

Ha caído

Sí, el UARS ha caído, pero lo mejor es que no se sabe ni dónde ni cuándo. A la que comenzó el rozamiento con la exosfera y la actividad de la tormenta solar, el satélite cambió de posición y lo que parecía que se nos venía encima a las tres de la madrugada igual se ha precipitado contra nosotros más allá de las cinco. La NASA, que saborea con deleite tanto protagonismo, descarta que el UARS haya caído sobre los Estados Unidos, y se pone una medalla, de paso. Lo más probable, dicen, es que haya caído sobre el Canadá (anda que no es grande, Canadá), el Oceano Pacífico o el Oceano Índico, que es la manera más elegante de decir que váyase usted a saber dónde ha ido a parar.

Por no estar seguros, no están siquiera seguros de que el satélite haya llegado hasta el suelo (o el mar). Las probabilidades de que se haya incinerado en su entrada orbital, y más si ha cambiado de posición, son muy elevadas. Con todo, el Gobierno de los Estados Unidos ha emitido un comunicado que recuerda que el satélite UARS es de su propiedad. Si alguien lo encuentra, que no lo toque y avise a las autoridades. Que no se lo lleve a casa como recuerdo. Si no, vendrán los hombres de negro y se lo comerán crudo.

Nadie ha desmentido todavía las declaraciones de Ebenezer Augusto Serenghetti, un argentino afincado en Riudellots de la Selva, que sostiene que el UARS le ha caído encima (no exactamente encima) y le ha chafado la tomatera. Sostiene, don Ebenezer Augusto, que oyó unos ruidos extraños en el huerto, salió a ver y se encontró con un montón de chatarra en el patio. Los mossos, después de interrogar a don Ebenezer Augusto en comisaría, serán indultados en fecha próxima.

Al final, será verdad

Ayer, el meteorólogo de TV3 puso leña al fuego. El satélite UARS, ése que se cae, ¡pasa por encima de Cataluña! ¡La madre! ¡Mira que si nos cae encima...!

La NASA ha descartado que el artefacto, grande como un autobús (según los periodistas, que hace mucho que no viajan en autobús) caiga en los Estados Unidos, pero no descarta que caiga sobre alguien. A decir verdad, las probabilidades de que caiga en una zona habitada son de una entre tres mil doscientas. De ahí a que le caiga a usted encima, cuidado. Se calcula la probabilidad de acabar debajo del UARS en una entre billones y billones; pero billones de millones de millones, no de miles de millones. Pero ¿qué más da? ¿No existe acaso esa remota posibilidad?

En una fecha que no he podido determinar con exactitud, hacia finales del siglo XIX o principios del siglo XX, un periodista que sale mencionado en la Enciclopedia Espasa, de apellido Soravilla, leía el periódico en la terraza de un café madrileño. Le cayó un meteorito encima. Así, como les cuento, un meteorito. Por fortuna, el pedrusco sideral sólo se llevó por delante el periódico, la mesita y el café, dejando aproximadamente ileso a mi pariente lejano. Dan fe del hecho las crónicas de la época, y una leyenda familiar transmitida sólo a los iniciados que sería impropio reproducir aquí.

Con la suerte que me traigo últimamente, sólo me faltaba que el meteorólogo de TV3 me metiera el susto en el cuerpo. La maldición de los Baskerville era una tontería comparada con ésta, la del pedrusco espacial.

Seguiremos informando.

El Consejo de Administración y Censura da marcha atrás

No bien cuelgo una entrada ciscándome en la poca vergüenza del Consejo de Administración de RTVE, sale el consejo ése y se arruga. Ayer dijeron que censuraban las noticias antes de emitirse; hoy, donde dije digo digo Diego, o donde dije Diego digo digo, o si te he visto, no me acuerdo, que es más fácil de decir. Ha sido tal el escándalo que les ha faltado tiempo para apartar las manos y decir que yo no he sido o que ha sido sin querer.

Mañana se celebrará un consejo urgente. Los consejeros del PP pedirán la anulación de la decisión tomada ayer, porque, dicen, ha creado oposición y malestar entre los trabajadores de la Corporación y en amplios sectores de la opinión pública. Como que se iban a ir de rositas, después de la barbaridad propuesta. Los consejeros del PSOE, por su parte, tendrán que comerse con patatas su abstención y ahora aseguran que todo fue un error (¿quién se equivocó al levantar la mano?) y que ahora votarán en contra de la censura. A eso se le llama credibilidad.

Ahora mismo no tengo noticias de Esquerra Republicana de Catalunya (que optó por la abstención, dando por buena la propuesta de censura), de Comisiones Obreras (también) o de Convergència i Unió (que votó a favor de la censura). Son doce consejeros: diez escogidos por el Congreso y el Senado y dos, por los sindicatos. Como dimitió uno, quedan once. A favor de la censura, cinco votos; en contra, dos; el resto, miró hacia otra parte... y se aprobó.

No dimite nadie, ¿verdad?

Consejo de Censura, perdón, de Administración

El asunto es vergonzoso. Además, grave. El Consejo de Administración de Radio y Televisión Española ha decidido que el contenido de los programas informativos tiene que pasar antes por su mesa, para que los representantes de los partidos políticos puedan aprobarlo (sic) antes de su emisión. De hecho, tendrán acceso directo al programa iNews con el que trabajan los periodistas de RTVE y podrán ver qué noticias están seleccionando, preparando y redactando en ese mismo momento.

Lo peor es que esta instauración de la censura ha contado con una mayoría aplastante. La ha propuesto el Partido Popular (PP), que ha votado a favor. También ha votado a favor Convergència i Unió (CiU). En vez de oponerse, Comisiones Obreras (CC.OO.) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) han optado por la abstención, pues han llegado a un pacto con los ponentes de la propuesta. Sólo se han opuesto, inútilmente, Izquierda Unida (IU) y la Unión General de Trabajadores (UGT).

Los periodistas de RTVE están que trinan, pero ¿pasarán por el aro? Yo apuesto a que sí, porque tienen familia y la cosa está muy mal, pero éste sería un motivo más de vergüenza para la prensa nacional, que no pasa por sus mejores momentos de objetividad e independencia. Ya se exige que, cronómetro en mano, se mida cuánto tiempo se habla de tal o cual partido político en período electoral, nadie se queja y ahora sólo nos faltaba esto.

O tempora, o mores.



¿Por qué no predican con el ejemplo?

Siempre he dicho que si obligaran a los líderes patrios a pasar por el mismo aro que los ciudadanos, otro gallo nos cantaría. Pienso en lo bonito que sería que cualquier cargo público no pudieran acudir más que a la sanidad pública durante su mandato, sin privilegio alguno, y en la obligación de educar a sus hijos en escuelas públicas. Pero no en escuelas concertadas de élite, sino en las escuelas públicas públicas, las de verdad. Además, las de su barrio. Se crearía, sin embargo, un problema de acumulación. Por ejemplo, más del 90% de los diputados del Parlamento de Cataluña viven en Barcelona, en la zona alta (y cara) de Pedralbes y Sarriá (un 75%) y en el Ensanche. Se concentraría la descendencia de los líderes patrios en cuatro colegios, y no me gustaría ser del AMPA de uno de ellos. Sería conveniente, pues, que los líderes patrios estuvieran obligados a vivir allá donde recaudan votos, cada uno en su barrio o distrito electoral, pero eso sería entrar a trapo en reformas electorales, y los líderes patrios no están por la labor, que ya les está bien como está.

De hecho, sus señorías y excelencias destacan sobradamente por su confianza en lo público. Aparte de una jubilación muy interesante, que ellos se han guisado y sólo ellos comen, no yo, ni usted, la mayoría tienen contratados planes de jubilación y fondos de inversión, pagan una mutua médica privada y llevan a sus hijos a escuelas de pago.

En Cataluña, nueve de cada diez diputados (si no algunos más) no sufre la reducción de horas de clase por falta de presupuesto, ni listas de espera de meses (o años) para operarse de algo que duele mucho... En el fondo, eso de las retallades ni les va ni les viene, pues no sufren esos recortes de lo público en sus propias carnes. Suena demagógico, lo sé, pero les pido que reflexionen sobre este asunto ustedes mismos y lleguen a sus propias conclusiones.

El asunto se vuelve grotesco si uno explora un poco. Por ejemplo, andan todos revueltos por la inmersión lingüística. No diré ni que sí ni que no, no me interesa entrar en este trapo, no es el lugar, pero me pregunto por qué el modelo de inmersión lingüística se aplica en la escuela pública (la de los pobres) y no en la escuela privada (la de nuestros líderes patrios y de la gente con posibles).

El antiguo presidente Montilla, PSC, lleva a sus hijas al Colegio Alemán (Deutsche Schule), con un coste de casi 6.000 al año por hija. El Colegio Alemán no practica la inmersión lingüísitica, sino que reparte sus clases entre el castellano, el catalán, el alemán (como era de suponer) y otro idioma extranjero (inglés). Las lenguas vehiculares son más de una.

El actual presidente Mas, CiU, lleva a sus hijos al colegio del que fue alumno, la Aula Escola Europea, cuya fundación preside ahora mismo el presidente del Grupo Planeta, el señor Lara Bosch. Este colegio presume de repartir sus clases entre catalán y castellano hasta secundaria, considera a las dos como lenguas vehiculares y luego se añade primero el francés y después el inglés en algunas asignaturas, para no limitarse a lo patrio. Así lo dice clarísimamente en su sitio web y así lo predicó como conveniente en su día su fundador, Pere Ribera. Añado que, por su método pedagógico, uso de varias lenguas vehiculares y modelo de escuela, fue obsequiado con la Creu de Sant Jordi.

Si usted es partidario de la inmersión lingüística, ¿por qué no educa a sus hijos en ella? ¿Por qué condecora a quien no la aplica? Si no es partidario, a los hechos me remito, ¿por qué la defiende? ¿Por qué lo que es bueno para unos no lo es para los otros? ¿Dónde está la trampa? Qué malo soy.

Abren la taquilla electrónica de un parque temático en Barcelona

Que un parque temático permita a los visitantes comprar la entrada conectándose a internet y poniendo en compromiso los números secretos de su tarjeta de crédito no es ninguna novedad, pero aquí queremos pasar por modernos y se publica la noticia como si fuera la cosa más extraordinaria del mundo. Es notorio, además, que la prensa publica la noticia sin molestarse en disimular la copia de la nota de prensa que les ha pasado la Fundación de la Junta Constructora del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. ¿Para qué molestarse en poner la letra si la música ya viene cantada?

Hoy en día, la política cultural se limita a la gestión de parques temáticos. La modernidad exige satisfacer al homo ludens antes que al homo sapiens, a la masa antes que al individuo, a las necesidades fisiológicas antes que a las intelectuales, a la emoción antes que a la reflexión, etcétera, y más si lo primero pasa por lo segundo. Para ello, nada como una Disneylandia cultural, que me perdone Disney. El museo ya no es un templo donde se conservan reliquias que los entendidos adoran, colecciones que uno explora para buscar un sentido a la estética, sino un parque de atracciones donde se organizan espectáculos en los que se proporciona el discurso, mejor si un tanto simple, no sea que el visitante piense por su cuenta. El éxito de la Sagrada Familia se explica por esta hábil combinación de turismo, publicidad, espectáculo y una (fina) película de enjundia cultural que oculta el hecho de que Gaudí apenas pasó de la cripta y la mitad de cuatro torres y que el resto es una interpretación de los restos de unas maquetas a cargo de Fulanito o Menganito.

No es baladí señalar que el parque temático de la Sagrada Familia sumó más de tres de visitantes el año pasado, superando al hasta ahora imbatible Museo del F.C. Barcelona, grandísima atracción cultural de la ciudad, lo que nos afirma en nuestra idea: la política cultural de nuestros días se aleja del cultivo de una élite y se aproxima a un dar de comer a las masas.

No tendría que ser noticia que yo pueda comprar un billete para visitar el templo por internet. Menos, si se trata de la entrada (carísima) de un parque de atracciones. Se trata de pagar más de doce euros por pisar el recinto, más dos euros y medio por el ascensor para subir a las torres, más no sé cuántos euros por una visita con auriculares que van rezando las cosas que uno está viendo... El negocio es redondo y le puede salir a uno por veinte euros darse una vuelta por el templo.

Comparemos precios: Los Museos Vaticanos (Capilla Sixtina incluída) cuestan, como mucho, quince euros y subir a lo más alto de la cúpula de San Pedro en Vaticano, cinco euros (con ascensor). El Museo de los Uffizzi en Florencia cuesta seis euros y medio. El Museo Británico es gratuito. El Museo del Louvre cuesta diez euros, pero por catorce euros tiene usted derecho a un billete combinado que da mucho juego. El Museo del Prado cuesta también diez euros, o diecinueve y medio si compra también la guía oficial del Museo. Etcétera.

La visita a la Sagrada Familia no es barata. Sólo por las entradas, la fundación recauda docenas de millones de euros al año, y no creo que la idea de pasar por taquilla sea la propia de un templo expiatorio, pero en este caso, querido Sancho, con la Iglesia hemos topado.

Se dice que se venderán las entradas por internet para evitar la muchedumbre de turistas que se apretujan en los alrededores del templo. Doy fe de ello. El gentío es considerable y las colas, larguísimas. En verano, no se puede andar por la calle. En invierno, casi se puede. ¿Aliviará la técnica internáutica tantas aglomeraciones? Personalmente, lo dudo.

La nota de prensa dice más cosas. Por ejemplo, que al señor Rigol le queda poco como presidente de la fundación. También se hace pública una amenaza: el templo podría terminarse en diez o quince años (es decir, antes que el AVE). La nota no especifica cómo se cortará la calle Mallorca ni que será de los vecinos que tendrían que ser desalojados de sus viviendas para que se termine un templo que comenzó siendo de Gaudí y que hoy lleva la firma de Disney, y que me perdone Mickey, que él no tiene la culpa.

Una incursión cafetera

Hoy es San Eustaquio. Aparte de un santo y mártir, San Eustaquio es también un rione de Roma, uno de los antiguos barrios de la ciudad. Toma su nombre de la iglesia que celebra menos matrimonios de Roma, dice la leyenda, porque el símbolo de San Eustaquio es un ciervo con una cornamenta soberbia, y casarse a la sombra de unos cuernos... En fin, es lo que dice la leyenda y no sé yo si será verdad.

Pero allá, tocando, está el Caffè di Sant'Eustachio. A su modo, es también un templo, aunque no exactamente católico. ¿Cuál es el mejor café del mundo, es decir, de Roma? Uno dira éste, uno ése y el otro, aquél, pero seguro que algún entendido nombrará el Sant'Eustachio, Il Caffè. Yo no entiendo mucho de cafés, yo los bebo, y no discutiré si uno es mejor que el otro delante de un italiano, pero puedo afirmar que el café tostado en horno de leña del Sant'Eustachio produce unos espressi que quitan el hipo.

Si hoy estuviera en Roma, siendo el día que es, me llegaría al Sant'Eustachio, pediría un espresso, me lo bebería rapidito en la barra, como hacen en Italia, y así, feliz y contento, daría una vuelta por el barrio, para llegarme, con calma y tranquilidad, hasta la iglesia de los franceses o hasta Sant'Agostino, o mejor aún, hasta el Panteón, donde me enfrentaría, sobrecogido, a uno de los más bellos edificios jamás construidos.

Con este sueño dándome vueltas entre las dos orejas, hoy no tomaré un café en Barcelona. Podría darme un ataque de morriña.

La que se nos echa encima

En épocas de crisis aparecen los zombies, las hormigas mutantes, los premios de lotería multimillonarios, las conjuras de sociedades secretas para hacerse con el control del mundo con ayuda del diablo y el concurso de el alcalde de Torrevieja, Alicante, las películas de catástrofes, los agoreros y una sabrosa colección de desgracias. Entre éstas, la que se nos echa encima.

Se trata de un satélite artificial, el UARS, que viene de Upper Atmospheric Research Satellite, es decir, satélite de investigación de las capas altas de la atmósfera. El cacharro pesa 5.900 kg, según la NASA. Costó 750 millones de dólares, lo que sale a 127.000 dólares el kg, más gastos de envío.

El satélite entró en órbita el 12 de septiembre de 1991, cuando abandonó la bodega de la Discovery. Tiene, pues, unos añitos. Y es ahora, veinte años después, cuando la aportación a la ciencia de esta cafetera volante llega a su fin... y se llevará a alguno de nosotros por delante, ya verán.

El pasado 7 de septiembre, la NASA anunció que el UARS caería de modo incontrolado sobre la Tierra. ¿Riesgo? Prácticamente cero, aseguraron los ingenieros. Pues, si no hay riesgo, no hay noticia. Mecachis en la mar, se quejó el asesor de prensa de la NASA.

La NASA aprendió la lección. Con el presupuesto bajo mínimos, la NASA necesita publicidad, tanto da que sea buena o mala, pues necesita recordar que está ahí, dispuesta a lo que sea.

Señores, decía la nota que pasaron a la prensa el día 15, el satélite no sólo está fuera de control, sino que es más que posible que parte del satélite impacte contra la superfície de la Tierra, dada su gran masa. Se calcula que será el 23 de septiembre, y seguiremos informando desde el centro de mando de la Defensa Aérea de los Estados Unidos, para dar la alarma en caso de necesidad y permitir que la población pueda tener tiempo para refugiarse en alguna parte y rezar un padrenuestro o lo que tengan costumbre.

Naturalmente, los ingenieros de la NASA estimaron que las probabilidades de que a alguno de nosotros le cayera encima el UARS eran mínimas, minúsculas, infinitesimales, muy remotas, en lenguaje técnico, y así lo expresaron en la nota de prensa. Pero eso del impacto, el seguimiento por parte de los militares, la voz de alarma y la seguridad de la población fueron como las especias que animaron una noticia que hasta el momento no tenía sustancia. Hoy, todo el mundo habla del UARS y se pregunta a dónde irá a parar.

En la NASA, ya hacen predicciones, con el método del pito pito gorgorito.

¡La que se nos echa encima!

Política social pasada por agua

A ver si saben qué son 2.222 millones de euros. Es la deuda sumada al déficit de la Agencia Catalana del Agua (Agència Catalana de l'Aigua, en versión original) a principios de 2011. No parece que el número vaya a disminuir, sino que aumenta notoriamente a medida que pasa el tiempo. La deuda suma más de 1.500 millones de euros y el resto es un déficit que se arrastra desde tiempos de Jordi Pujol. Estas cifras bailan un poco, según que entienda uno por déficit o deuda y según quién las cante, pero el total nunca baja de los dos mil millones.

Para que ustedes se hagan una idea de cuánto dinero es, la deuda de Castilla-La Mancha, ésa que hace correr ríos de tinta a los periódicos de izquierdas y derechas, que si sí, que si no, es netamente inferior a la mitad de esta cifra. Ahí es nada.

¿Cómo nos afecta? Si la sanidad catalana contara con la mitad de estos 2.222 millones de euros, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña podría haber evitado los famosos, nefandos y catastróficos recortes a los que es tan aficionado don Baudilio. El resto de ese capital, pongamos un 40%, podría haberse invertido en el sistema educativo público y hoy no tendríamos que suprimir una hora de clase al día a los hijos de familias pobres... perdón, a los niños y niñas que acuden a la escuela pública no concertada.

El coste de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, tan escandaloso e injustificable, es tres veces inferior al de la Agencia Catalana del Agua. Uno se pregunta, por Dios, ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Quién ha permitido este descalabro? ¿Por qué no se dio la voz de alto?

El caso es que, desde hace mucho tiempo, la Agencia Catalana del Agua se financia a través del recibo del agua. Gracias a las tasas de este organismo, el litro de agua de la red pública que paga un catalán por ducharse o tirar de la cisterna es el más alto de España, con diferencia. Eso es bueno, porque incita al ahorro, dicen. Será verdad, porque Cataluña es la Comunidad Autónoma donde se consume menos agua por unidad familiar. Pero, aún así, pagamos más que nadie.

Esta vez no sabríamos cómo echarle las culpas a Madrid. El organismo se creó en Cataluña y comenzó a crear un déficit de centenares de millones de euros bajo la batuta de Jordi Pujol, ha sido gestionado por sucesivos gobiernos de diverso signo desde Barcelona, hasta sumar ese agujero de 2.222 millones, y su fuente de ingresos, una tasa por litro de agua, es la más alta de España... y no pasa por Madrid. Eso, sin contar con la subvención suplementaria de los presupuestos de la Generalidad de Cataluña.

En resumen, que estamos con el agua al cuello (nunca mejor dicho) por nuestra culpa, necedad y falta de habilidad. Nadie ha hecho nada por remediarlo, excepto, ahora, echar a la calle a unos cuantos trabajadores, ahorrándonos, así, no más del uno por diez mil del déficit anual. Pero ya saben que la culpa es siempre, siempre, del empleado público, y nunca, nunca, de quien gestiona su trabajo.

Otra medida propuesta y aprobada para remediar el ahogo de esta institución será subir el precio del agua un 8,5%. Eso sí, el Gobierno ha dicho que defenderá el poder adquisitivo de las familias más necesitadas con medidas excepcionales, como la rebaja del cánon del agua. Así, los cuatrocientos mil consumidores más pobres de Cataluña tendrán derecho a un bonus social, a una reducción aproximada del precio del agua de un euro cada tres meses.

¡Un euro cada tres meses...! Asi, claro que se arruina la agencia ésa. Y seguro que ahora la culpa será de los inmigrantes, que sólo beben que agua.

Arquitectura milagrosa

Llàtzer Moix es crítico de arquitectura en La Vanguardia, lo que no está nada mal. Además, entiende de arquitectura, lo que está mucho mejor. Sin ánimo de ser exhaustivo, dedica un libro, escrito como si se tratara de un reportaje, a lo que llama la arquitectura milagrosa.

Cójase una ciudad de Bilbao degradada, pónganse muchos millones, móntese un museo de arte contemporáneo de primera fila y que sea un arquitecto de mucho lustre el que diseñe un edificio como no hay dos. Así nació el Guggenheim y el milagro de Bilbao. Ahora, cópiese el modelo; es decir, contrátese a un divo de la arquitectura que tenga la cabeza llena de pájaros, gástese usted un pastón que no les cuento en montar un edificio singular, lo más original posible y especialmente espectacular, y verá como luego ya se le ocurrirá qué hacer con la construcción, justo cuando comiencen a venir los turistas para ver qué barbaridad ha hecho usted en (o con) la ciudad.

Si la flauta sonó en Bilbao, no tiene por qué sonar en Madrid, en Barcelona, en Zaragoza o en Santiago de Compostela, nos dice el señor Moix. Si sonó de casualidad o de chiripa, o si fue porque el flautista sabía lo que se hacía, son cuestiones todavía por dilucidar, pero este último decenio hemos visto verdaderas burradas arquitectónicas que se han llevado por delante, literalmente, cientos de millones de euros del erario público... ¿y de qué han servido?

En Barcelona, tenemos el Fórum Internacional de las Culturas, una maragallada avalada por Pujol, Aznar y tutti quanti que nos costó una verdadera fortuna. Nadie que conozca ha sido capaz hasta el día de hoy de definirme qué era el Fòrum o para qué servía, y todavía no sabemos a ciencia cierta qué hacer con él. Peor lo tienen en Valencia, con un Calatrava suelto que ha sepultado en cemento centenares de millones de euros, un personaje en el punto de mira del señor Moix, por cierto, un personaje avalado tanto por los socialistas como por los populares, que el hombre los camela con pasmosa eficacia. Etcétera.

El relato pone los pelos de punta. Se deja ver por qué España está como está, por ese malgasto público y esa tontería que se adueñó de nuestros gobernantes. Además, Moix cuestiona el papel de una arquitectura espectacular, milagrosa, con apenas un poco de sentido común.

Aunque no sea el no da más del periodismo, es interesante. Proporciona mucha pólvora para los cañones del ciudadano cabreado, y eso que el señor Moix no ha hecho más que arañar la superficie de la corrupción urbanística, y entiéndase corrupción en un sentido muy amplio.

El fraude masivo o qué ha sido de los pobres pobres

Este verano hemos contemplado con estupor, con horror y con creciente malhumor la gestión de las ayudas públicas a los más necesitados. Más concretamente, hemos visto cómo se ha manipulado el asunto de la renta mínima de inserción (RMI). Les recordaré que esa renta sumaba, de media, 420 euros al mes por beneficiario.

Con hijos o personas a cargo del beneficiario, podía llegar a sumar más que el salario mínimo interprofesional (alrededor de 640 euros al mes). Así, por ejemplo, una mujer sola con siete hijos podría recibir 900 euros. Es un caso extremo, pero se dan alrededor de quinientos casos parecidos, que suman una RMI superior al salario mínimo interprofesional. Repito: quinientos casos, no más, lo que subraya su excepcionalidad.

En total, hablamos de poco más de 32.000 personas que reciben la RMI. La estadística nos dice que de cada uno de estos beneficiarios dependen tres personas y media. En total, 110.000 catalanes dependen de la RMI para subsistir, literalmente.

Y han sido éstos, los pobres pobres, los más perjudicados por un ataque de soberbia del Gobierno de la Generalidad de Cataluña, por una demostración de fuerza, del cuidado, cuidado, que estoy con el ojo avizor, del mira quién la tiene más grande. Pero ¿en qué ha acabado todo esto? Parece que ha sido flor de cáctus, aire de verano, un visto y no visto. Ya nadie habla de este asunto, ni siquiera la oposición, aunque convendría saber qué ha sido de él.

De entrada, los protagonistas del despropósito siguen ahí, ejerciendo el cargo. Ellos tuvieron la genial idea de pagar en el mes de agosto con un talón nominativo enviado por correo certificado. Les recuerdo que la RMI se pagaba por transferencia bancaria. El presidente Mas ratificó y aprobó el nuevo procedimiento, con la promesa de poner al descubierto la mala gestión del Tripartito.

Aquí comienzan los problemas. Se empleó un listado que no había sido actualizado... porque nadie preguntó cuál era el listado bueno. Los dos departamentos implicados dieron sobradas muestras de no hablarse entre sí. La mitad (la mitad, se dice pronto) de los beneficiarios no recibieron el cheque la primera vez. Tuvo que volverse a enviar. Se creó una considerable alarma social, porque los que sí que recibieron el cheque, lo recibieron con más de una semana de retraso. A mitad de septiembre, más de seis mil beneficiarios ¡todavía no habían recibido el cheque con la RMI de agosto! A la chita callando, para evitar la imagen de los pobres haciendo cola delante del Departamento de Bienestar y Familia, ha vuelto el sistema de domiciliación bancaria.

Pero los responsables del desaguisado, pillados en falta, insisten. Ésos que se quedaron sin ayuda volverán a recibir el cheque por correo... si lo reciben. El Gobierno dice ahora que es para verificar que el domicilio que consta en la base de datos es el correcto. Se me ocurren maneras menos traumáticas de comprobarlo. Y mucho más baratas. Porque el sistema del cheque nos ha costado a todos más de un millón y medio de euros, ¿lo sabían?

Uno sospecha que la maniobra prosigue con la intención de reducir drásticamente el número de beneficiarios de la RMI. Con esta excusa del cheque, dejan fuera a uno de cada cinco beneficiarios, cuando las solicitudes para acogerse a la RMI, por razón de la crisis, se han casi doblado en dos años. A decir del Gobierno, la mejor ayuda social es la que no existe.

Es más, el Departamento de Empresa y Ocupación (responsable, el honorable señor Mena, y lo de honorable va por el cargo, no por otra cosa) ha acusado a los trabajadores sociales del Departamento de Bienestar y Familia (responsable, el honorable señor Cleries, lo mismo en cuanto a la honorabilidad), a los trabajadores sociales de los ayuntamientos y a toda la colección de trabajadores sociales de los sindicatos, de Cáritas, etcétera, a todos, decía, de tolerar, incluso promover, un fraude masivo en la percepción de la RMI. Repito, un fraude masivo.

Lejos de pedir perdón por insultar a los funcionarios y trabajadores de un departamento del Gobierno que no es el suyo, el señor Mena (dejemos lo de honorable para otra ocasión) ha contratado mediante una empresa de trabajo temporal a unas cuantas docenas de trabajadores para que encuesten a los beneficiarios de la RMI. Se trataba de someterlos a varias preguntas simples, con la intención de detectar ese fraude masivo.

Varias cosas. Primera, ése, precisamente ése, es el trabajo de los funcionarios del departamento vecino. El señor Mena está haciendo amigos, manifestando públicamente que no se fía un pelo del trabajo del departamento del señor Cleries. El señor Cleries se deja ningunear y aceptará el veredicto de unos trabajadores temporales que no tendrán ni la preparación ni la experiencia ni el conocimiento de causa que tendrán sus propios asistentes sociales. ¿Qué pensarían ustedes de los señores Mena y Cleries si fueran funcionarios de Bienestar y Familia?

Nadie sabe cuánto ha costado al Gobierno tan mala gestión del caso. En primer lugar, porque el Gobierno se negó a dar cifras a los señores diputados en el Parlamento. Olé, mis güevos... ¡Así queda la cosa! En segundo lugar, porque nadie ha querido calcularlo y porque sospecho que no sabrían cómo hacerlo.

Se estima que el envío de cheques por correo certificado y el caos resultante suma un millón y medio de euros de gasto, ya lo he dicho. Pero ¿cuánto supone la contratación de trabajadores temporales y la revisión de más de veinte mil expedientes?

Nadie contabiliza el coste que ha supuesto todo esto para los beneficiarios del RMI. Pero será notable. De entrada, el Gobierno dice que no pagará nunca una RMI más alta que el salario mínimo interprofesional. La señora con siete hijos pasará de cobrar 900 euros al mes a cobrar 640. La excusa, que sería una renta con carácter desincentivador... Pero se trataba de apenas quinientos casos de desincentivación. Es una bravata para ser cantada delante de los micrófonos, para publicitar el rigor y la prestancia de nuestros líderes patrios, pero que no ahorrará prácticamente nada y que hará mucho daño a quinientas personas y a la familia que depende de ellas. Todo por salir en televisión. Es obsceno.

Otra medida. Nadie cobrará que no haya pasado dos años censado en Cataluña. Problema: si una persona de Teruel busca trabajo en Cataluña, ¿no podrá beneficiarse de una ayuda de la que sí se puede beneficiar en el resto de España? Si esta norma se aplicase en el resto de España (es cuestión de tiempo, ya verán como se aplicará), ¿no estaríamos condenando a los pobres a quedarse donde están en vez de buscar una salida a su miseria en un lugar con más oportunidades? ¿No hablamos tanto de la movilidad de los trabajadores?

La RMI se administra en cada Comunidad Autónoma, pero se aplica en toda España. ¿Por qué, entonces, esos dos años de censo? Porque el Gobierno busca culpables, y nada como afirmar que la culpa del fraude masivo es de los inmigrantes (y de los funcionarios).

Ya lo dijo el señor Mena, hablando de seis mil marroquíes (¡seis mil!) que enviaban el dinero a casa o pagaban el teléfono móvil y el Canal Plus, pero ¿la gente no puede hacer con su dinero lo que le venga en gana? ¿Y cómo supo qué hacían con su dinero? ¿Quebraron los bancos el compromiso de confidencialidad de sus clientes? O más posiblemente, ¿se inventó el caso el señor Mena? En cualquier caso, qué irresponsabilidad, ¿no les parece?

Por último, veamos cuáles son las cifras del fraude masivo. Se conocen de casualidad, y no aparecen en la prensa, o no demasiado, cuando tendrían que ocupar una portada, seguida de una editorial donde podría pedirse la dimisión de Enric Colet, por su inefable desprecio por los pobres, y de uno o dos consejeros, ya mencionados, por su mal hacer y falta de honorabilidad. Eso, en un país civilizado, o con un poco, un poquito de vergüenza. Pero ¿qué hace la prensa?

Porque después de tanto cuento, se han detectado noventa (90) casos de posible fraude en la percepción de la RMI. Repito, posible. Y repito, noventa. Noventa entre treinta y dos mil. Estos casos, a decir de los expertos, se habrían detectado sin ningún problema en el curso del trabajo rutinario de los trabajadores sociales. De hecho, no es una cifra excepcional. Así que... ¡un fraude masivo! ¿Masivo? ¿Sólo masivo? ¡Monumental! Tremebundo.

Siendo muy optimistas, nos hemos gastado cinco euros en un mes para descubrir cada euro que se ha pagado de forma posiblemente fraudulenta durante el último año. De paso, hemos jodido la vida de miles de personas, las que más necesitan nuestra ayuda, las que forman el poso de nuestra sociedad, esas personas que alguien definió como invisibles.

Eso sí, el Gobierno se ha marcado un punto. ¡Qué bien gestionamos! ¡Qué duros que somos contra los inmigrantes y los funcionarios! ¡Cómo combatimos el fraude!

Y yo digo: ¡ojalá combatieran con tanto denuedo el fraude fiscal de las grandes fortunas catalanas! ¡Ojalá mostraran el mismo celo con los Carulla, los Prenafeta, los Millet, los...! ¿A que no hay cojones, y perdonen ustedes? ¿Sólo se atreven con los pobres? Patético.

¿Quieren un fraude masivo? Venga.

Se estima que el fraude fiscal en Cataluña supera los 16.000 millones de euros, que equivalen a una vez y media el coste de la Seguridad Social catalana antes de los recortes, al 40% del presupuesto de la Generalidad de Cataluña o al 50% de su deuda pública. No está mal, ¿verdad? ¿Y nadie hace nada?

Paréntesis draconiano





¡Perdón, que se me olvidaba!

¿Se acuerdan? Nos preguntábamos cómo se comportaría el nuevo Drac, o el viejo, según se mire.

El veredicto fue casi unánime. Dejando a un lado su piel y sin considerar que ya no es subvirador sino sobrevirador, cosas del reparto de pesos, ha echado fuego como siempre, dando lo mejor de sí.

Naturalmente, todo tiene un precio. Observen las fotografías. Una fue tomada el día que el bicho vio la luz. Otra, la noche del 23 al 24 y la tercera, la noche del 24. Juzguen ustedes mismos qué caso le hicieron al señor restaurador, que pedía moderación con las pólvoras. Ya les digo yo que eso es tanto como pedir peras al olmo.

Adiós y hasta pronto

Todo lo bueno se acaba. Lo malo, también, pero no importa. Como dijo Schopenhauer, sería un error creer que estamos aquí para ser felices, pero como le respondió Nietzsche, tampoco estamos aquí para lamentarnos.

Mientras maestro y discípulo se echan los trastos a la cabeza, contemplo la puesta de sol de mi último día de vacaciones. Atrás ha quedado mi incursión malinowskiana, que me consagra, definitivamente, como un cero a la izquierda en antropología y una nulidad en etnografía, de lo que me siento muy honrado. Pero también queda atrás el dolce far niente, el rumor del mar, el sol, los mosquitos voraces que atacan mis carnes, las voraces valquirias que podrían haberse dedicado a atacarlas, también, las lecturas interesantes o prescindibles, las películas de vídeo en blanco y negro y esos pequeños placeres culinarios con los que uno se regala en la cocina.

He tardado días en ponerme al día. San Bartolomé fue a finales de agosto, y ahora me encuentro a mediados de septiembre, contemplando el lejano reposo, y añorándolo. Todavía reseñaré lecturas pasadas, pero me veo obligado, otra vez, a meterme con los que mandan, porque sus perrerías no tienen nombre. Ya quisiera yo dedicar más tiempo a noticias intranscendentes y divertidas, pero me puede el cabreo y la necesidad.

Espero no haberles aburrido con tantos días de Fiesta Mayor. Volvemos a las andadas, a la ciudad, a lo que se pueda, y que sea leve.