Tres remedios para un vulgar catarro (I)

Sea usted y sea un vulgar catarro. Qué fastidio, ¿verdad? ¿Cómo librarse de él?

Una opción para librarse del catarro es acudir al Cielo. San Blas le ayudará con las anginas y los dolores de garganta; también san Juan Bautista, san Marculfo, santa Godelina, san Goussaud, san Ignacio de Antioquia, san Suiberto, santa Amelberga, santa Etelreda o santa Lucía. Los Santos Decapitados sirven para un dolor de cabeza; entre éstos, los mejores son los llamados cefalóforos, que son muchedumbre. Como el resfriado es una enfermedad pulmonar, puede encomendarse a san Bernardino de Siena, san Luis Gonzaga, san Luis de Toulouse o el beato Pedro de Luxemburgo. Para los estornudos, nadie como san Saturnino, y si nos ponemos detallistas, nada como encomendarse a los santos Cosme y Damián, san Mauro, san Esteban o san Benoit, que están especialmente indicados para los catarros.

Si se encomienda a uno o varios de estos personajes, sobrellevará el padecimiento con santa resignación y cristiana devoción, pero le durará, poco más o menos, una semana. Encender una luz en una capilla o regalarse con una estampita protectora puede salirle por un euro, o quizá por cinco. Más sería exagerado.

Quizá tendríamos que acudir al médico. Sería la segunda opción.

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