6 to 6

Hace unos años, unos cuantos amigos que tenían en el garaje algún deportivo de muchos caballos de potencia, decidieron montar una juerga. Se reunían con sus cochazos a las seis de la tarde, daban una vuelta, se iban a cenar, a bailar... y acababan a las seis de la mañana, tan felices. De seis a seis. Y así nació la comunidad 6to6, que se pronuncia six tu six, que es inglés de Chéspir. Su dirección en internet es ésta.

Esa improvisada reunión se ha ido refinando y los avezados automovilistas del 6to6 ya tienen institucionalizadas varias reuniones anuales, algunas de las cuáles acaban en excursiones por carretera, que, evidentemente, llaman la atención. Se llaman a sí mismos sixters, y ya cuentan con mecenas para pagar en parte sus reuniones.

No es para menos, porque una reunión de varios ferraris, lamborghinis, porsches y compañía es de las que llama la atención. Los mecenas lo saben y aprovechan el evento para darse a conocer. Además, qué caramba, ser rico y andar con esos cochazos por ahí sale muy caro, y una ayudita nunca viene mal del todo. Porque ¡si supieran lo que tragan o por cuánto sale el seguro de estos cochecitos...!

Este domingo se reúnen en Sitges, para iniciar su Europe Tour 2011 al tocar las cuatro de la tarde. Comenzarán a reunirse a las diez de la mañana y los curiosos podrán admirar las curvas de sus deportivos favoritos. Es un espectáculo que podrá seguirse por el rastro de envidia que levantará a su paso.

Nuestra televisión de pago

La radio y la televisión en España facturaron en 2010 6.711,5 millones de euros, un 12,4% más que en 2009. Pero, atención. De esos 6.711,5 millones de euros, 2.288,8 millones corresponden a subvenciones del Estado y de las Comunidades Autónomas.

En detalle, el modelo de financiación de las televisiones públicas en España provoca estupor.

La Corporación de Radio y Televisión Española (CRTVE) estrenó en 2010 un nuevo modelo de financiación que parece muy razonable. Suprimió la publicidad en la cadena. A cambio, se cobra un cánon a las televisiones privadas y a los operadores de telecomunicaciones en función de su facturación radiotelevisiva. Como se calculó mal la facturación de estas empresas (sic), la CRTVE tuvo, en 2010, un déficit de unos setenta millones de euros. Después de tantos quebraderos de cabeza que ha dado la financiación de la CRTVE durante tantos años, tiene bemoles que hayan calculado mal el cánon el primer año, pero, tan acostumbrados como estábamos a déficits multimillonarios, de vértigo, la cifra nos parece pequeña (cuando no lo es). Y no incluimos la partida de la CRTVE de los Presupuestos del Estado.

Ahora bien, el déficit medio anual de una corporación de radio y televisión autonómica, de una sola de ellas, es el doble que el de la CRTVE. El doble, han leído bien. Dos veces mayor. En algunos casos (el catalán, por ejemplo), es cuatro veces mayor.

El sector en general ha tenido que adaptarse a dos realidades. Una, que la CRTVE ya no emite publicidad; dos, que la TDT ha llenado nuestros televisores de muchísimos canales y baja la audiencia media por canal (aunque una misma televisión pueda tener varios canales). Si sumamos los canales de pago, que han contratado más de cuatro millones y medio de españoles, habremos completado el resumen. La facturación por publicidad ha disminuido un 2,1% en 2010.
Las cadenas privadas en abierto ingresaron un 0,9% menos por los anuncios, y los canales de pago también disminuyeron sus ingresos (aunque se ha incrementado el número de abonados). Las cadenas privadas facturaron 2.133 millones de euros en 2010.

El caso es que las cadenas públicas facturaron 2.289 millones de euros (que provienen, en su mayor parte, de los presupuestos de cada comunidad autónoma o del Estado) y recibieron 2.288 millones de euros más en ayudas públicas y subvenciones para tapar su déficit. ¡Caramba! Restando el déficit de la CRTVE, que es un universo mundo en sí mismo, las cadenas autonómicas necesitan para funcionar el doble de presupuesto que todas las cadenas privadas... y tienen una audiencia inferior al 11%, de media (sumando todos sus canales).

Léase así: facturando dos de cada tres euros que facturan la radio y la televisión en España, euros que son de Hacienda, sólo consiguen la atención de uno de cada diez españoles. ¡A qué precio...!

Las aportaciones por hogar a la televisión autonómica son muy altas. Si la CRTVE nos cuesta unos 60 euros por hogar y año, las televisiones autonómicas gastan todas por encima de los 125 euros por hogar y año.

De mayor a menor coste por hogar: 294 en las Islas Baleares; 279 euros en el País Vasco; 212 en Aragón; 207 en Cataluña; 197 en Andalucía y 190 en la Comunidad Valenciana. Las que menos gastan por hogar y año son 129 euros en Madrid, 137 euros en Extremadura y 140 euros en Asturias. Los castellano-leoneses, los cantábricos, los navarros y los riojanos no tienen televisión autonómica... y no pasa nada.

No es éste un fenómeno estrictamente español. El coste de la televisión pública alemana está entre los 150 y los 200 euros por hogar y año, con una audiencia semejante a la española. El modelo alemán comparte con el español una televisión pública estatal y una red de televisiones públicas regionales. El coste es similar. Sin embargo, cabe añadir que los ingresos de un hogar alemán superan notablemente los ingresos de un hogar español. Por lo tanto, su televisión es (relativamente) más barata.

En Francia, Italia y el Reino Unido, el coste de la televisión pública no supera los 150 euros por hogar y año, y la audiencia media de todas las televisiones públicas supera claramente las audiencias medias alemanas y españolas. En estos países, la estructura de la televisión pública es centralizada (estatal). Además, el modelo de financiación británico es muy original y un día hablaremos de él.

¿Suprimimos las televisiones autonómicas? ¿Nos quedamos con una estructura centralizada? No sé si tendríamos que llegar tan lejos, pero tendríamos que tener una estructura de la televisión pública mucho más racional y ajustada a nuestra realidad económica. El coste por hogar y año de las televisiones autonómicas del País Vasco, Aragón, Cataluña, Andalucía o Valencia es más elevado que el coste de todas las televisiones públicas por hogar y año en Alemania... y no somos Alemania. Es evidente que no.

En 2010, se inició el programa de recortes en la sanidad pública, la educación o los servicios sociales, por no hablar de la justicia. Sin embargo, las subvenciones a las televisiones autonómicas se incrementaron por encima del 54%. Han leído bien, por encima del 54%. Cayendo chuzos de punta sobre el personal, los paraguas se destinan al NO-DO de los gobiernos regionales. Y tantos neoliberales como abundan en estas comunidades, ninguno privatiza la televisión que le ha tocado en suerte. Manda güevos, tanta coherencia.

A mí, personalmente, todo esto me parece una burrada. Alguien se ha vuelto loco. No sé qué pensarán ustedes, pero a las cifras me remito.

Marcando paquete

No se lo van a creer, o puede que sí. Fueron las propias baloncestistas de la Comisión de la Mujer de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) las que propusieron que la Euroliga de Baloncesto Femenino fuera más... atractiva. Ésa es la palabra que utilizaron, atractiva, y no es broma.

Dicen los que saben de esto que son los varones los hombres que consumen más deporte televisado, aunque compitan mujeres. O precisamente por ello, porque compiten mozas, como ocurre con el inusitado éxito del voley-playa en televisión. El deporte como tal es bastante idiota, pero lo juegan cuatro mozas que dan saltitos en bikini y rebozan de arena sus cuerpos serranos de vikingas indómitas o mulatas de buen ver, y eso marca a la audiencia, que contempla embelesada el espectáculo.

La cuestión es que no ocurre lo mismo con las baloncestistas. A decir de la Comisión de la Mujer de la FIBA, las señoritas juegan con ropas demasiado holgadas, que ocultan la belleza de sus estilizados y musculosos cuerpos de atleta. La belleza que se supone a tan lindas mozas queda disimulada por ese aspecto desaliñado y baloncesto por baloncesto, los varones prefieren ver los prodigios que se dan en la NBA. Qué rabia... Por eso, tal comisión quiere dar razones de peso al público varón para que lo piense dos veces antes de cambiar de canal si descubre durante el zapeo un partido de la Euroliga de baloncesto femenino.

La cosa ha quedado así. Sin llegar a los extremos del voley (que también) o del voley-playa, las jugadoras de los partidos de la Euroliga tendrán que llevar pantaloncitos más cortos y más ceñidos, y camisetas más entalladas. En cifras, los pantalones no podrán acercarse a más de diez centímetros de las rodillas y las camisetas no podrán separarse de la piel de las baloncestistas más de dos centímetros. Según una de las mujeres de tal comisión, cito: Creemos que nos merecemos un trato diferenciado respecto a los chicos y no ir como payasos. Un portavoz de la FIBA añade: Lo único que queríamos era darle un toque femenino [a la Euroliga]. [...] Igual que cuando vas a comprarte ropa a una tienda: vas a la sección de mujeres, no a la de hombres.

Algunas baloncestistas se han tomado a mal estas medidas, valga el doble sentido de la expresión. En la FIBA dicen que diez centímetros en el pantalón de una señorita que pasa del metro ochenta es nada o menos que nada, que no son medidas drásticas (sic), pero las baloncestistas irritadas no piensan lo mismo.

En España, la Asociación de Jugadoras ha puesto el grito en el cielo. Afirma que está muy bien eso del concepto del espectáculo del deporte (sic), pero añade con premura que no se puede plantear a costa del sesgo sexista (sic). En resumen, rechazan la medida, con esta observación final: Se las quiere mediatizar [sic] por lo atractivas a la vista que pueden ser para espectadores más preocupados por percibir la exhibición de un cuerpo que por seguir la jugada en el terreno de juego. Es decir, que se las quiere utilizar para excitar a varones salidos, que una ya sabe que los varones son lo que son, que funcionan con esperma en vez de flema y un cerebro primitivo que se congestiona ante la visión de un poquito de carne. Pero mediatizar... Mediatizar es otra cosa, consúltese el diccionario de la RAE.

Sin embargo, nadie se preocupa del público femenino... o nadie se preocupaba, hasta ahora. Se unen a las voces críticas unas cuantas baloncestistas féminas que reclaman el mismo trato para los baloncestistas varones. A nosotras también nos gustaría ver a Navarro o a Gasol apretaditos, aseguran, con la mirada llena de chiribitas. Que les gustaría verlos marcando paquete, díganse las cosas por su nombre.

En pocas palabras, se ha armado tal revuelo en el baloncesto femenino y tanta expectación entre el público masculino que la Federación Española ha pedido a sus jugadoras que no comenten la nueva norma en voz alta. Más que nada, porque las baloncestistas españolas tiran con bala contra la FIBA. Esta medida no tiene que ver nada con el deporte, sostienen, y los jefazos de la Federación Española las ven venir y no están para ponerse a malas con la FIBA. Así que calladitos todos y aquí no ha pasado nada.

Pero, como dice una baloncestista española, es una idea que ha sido gestada y secundada por mujeres. Luego añade: Estoy segura de que si hubiera habido solo hombres en la decisión, no se habrían atrevido a tomarla. Lo que pasa es que, muchas veces, las más machistas son las mujeres.

Si digo que así es, me caeran palos. Si digo que no es así, también. Si no digo nada, por no decirlo. Así que, palo por palo, les diré que a mí me gustaban mucho los fórmula uno que enseñaban todo el motor y que cada uno piense lo que quiera.

Gran Premio de Europa 2011 (o de Valencia, que viene a ser lo mismo)

Esta vez, la Scuderia sacó los dientes y sus pilotos acabaron segundo y quinto, pero Vettel sigue delante, en otro mundo. Es posible que el circuito valenciano, tan retorcido, sea un espejismo. Como nos caiga encima un circuito de curvas rápidas, volvemos a ver de lejos los primeros lugares. Pero, en fin, qué se le va a hacer. Aunque lo importante es ganar, no participar, si no se gana, al menos que se divierta uno.

Peter Falk (1927-2011)

Nos ha dejado el señor de la gabardina arrugada, los zapatos sucios, el pelo alborotado, el ojo de cristal, ése que fumaba un cigarro mientras acosaba al culpable de un homicidio con la paciencia y el tesón de un verdadero sabueso. Muchos de mi generación (y de otras generaciones) habrán reconocido al teniente Columbo, que en España se llamó Colombo, de familia italiana, que interpretó para la televisión Peter Falk. Siempre asociaremos a uno con el otro, pero el señor Falk estuvo dos veces nominado al Oscar como actor secundario (las dos veces, en un papel de gangster), y participó en algunas películas memorables. Su primer papel como actor protagonista fue en Broadway, interpretando el Don Juan de Moliére. Los directores que trabajaron con él lo recuerdan todos con mucho cariño. Nosotros, también.

El pabellón «Barcelona»

Estos días se cumple el 25.º aniversario de la inauguración... de la segunda inauguración del pabellón Barcelona, de Mies van der Rohe, que se levantó con idea de provisionalidad en 1929, aprovechando la Feria Internacional. Alemania se atrevió a romper con todo y llevó a la feria un edificio novísimo y revolucionario. La instalación tenía 1.000 metros cuadrados (un tercio edificados). En Barcelona, los críticos de arquitectura de la época acusaron a Mies van der Rohe de crear un espacio vacio. Fueron incapaces de comprender lo que estaban viendo, aunque el resto del mundo contemplaba el edificio con la boca abierta.

Se acabó la feria, se desmanteló el pabellón. Años más tarde, algunos lo echaban de menos. Decían (y es verdad) que pocos edificios habían influido tanto en la arquitectura contemporánea. Bohigas ya hizo pública la intención y la necesidad de devolver el pabellón a la ciudad de Barcelona en 1956. Le fueron dando vueltas al asunto, pero no se encontró la ocasión, o el dinero, hasta que Franco se murió y Narcís Serra, el alcalde, resucitó la idea, que finalmente ejecutó Pasqual Maragall, empecinado en proclamar el nombre y la marca de Barcelona donde fuera y como fuera.

Costó dar con los planos originales (se habían archivado, por error, en un museo de Nueva York), pero resuelto el patrocinio y los problemas técnicos, en 1986 se (re)construyó y se volvió a inaugurar, un 2 de junio.

Vamos a dar algunas pistas sobre la importancia del pabellón Barcelona, para aquéllos que, por a o por b, no la vean demasiado clara. No se había hecho antes nada parecido, dígase alto y claro; y ahora, los grandes arquitectos todavía copian a Mies van der Rohe. Luego, compárese el pabellón con el Palacio Nacional, donde ahora está el MNAC, que preside el paisaje de Montjuic, que se levantó el mismo año. ¿Cuál de los dos edificios es el más moderno? ¿Y el más imitado? Seamos iconoclastas: compárese el pabellón Barcelona con la Sagrada Familia, sin quitar mérito a ninguna de las dos obras: prácticamente conviven en el tiempo el último maestro de obras constructor de catedrales (Gaudí) con el primer arquitecto racional (van der Rohe), y el salto es tremebundo. Imagínense ahora al crítico carca de la Barcelona de Primo de Rivera, enfrentándose al pabellón Barcelona. Si ya decía de Gaudí lo que decía... Viendo la obra de Mies van der Rohe, se le quedaría la cara de asno.

Ingeniería financiera (de la mala)

Ingeniería viene de ingenium, máquina. La ingeniería financiera sería, pues, una máquina de hacer dinero. Tal piensa el Gobierno de la Generalidad de Cataluña que lucha por poner en marcha un magnífico plan, macanudo, para ganar unos dineritos y reducir el déficit, la deuda y lo público, en general, ya puestos.

El plan tirará p'alante con la inestimable cooperación del Gobierno de España, que no lo tiene fácil ahora mismo en el Parlamento. Siguiendo con el latín, do ut des: tú me das y yo te doy; tú cambias un par de leyes para que la titularidad de siete grandes hospitales de la Seguridad Social pase a ser de la Generalidad de Cataluña y yo, en señal de agradecimiento, me abstendré cuando convenga y prolongaré tu agonía, pues pienso sacar de ella lo que pueda, y Mas.

Sí, en efecto. La primera parte del asunto es que la Tesorería de la Seguridad Social, propietaria de los inmuebles, saldaría una deuda de 10.000 millones de euros (¡pardiez!) con el Estado, que prestaba dinerillos al Instituto Nacional de Gestión Sanitaria porque el presupuesto de tal instituto ha sido siempre insuficiente (que me lo expliquen). A estas alturas del cuento ya me he perdido, pero me cuentan que el traspaso no es cosa de un par de días porque el Gobierno de España tiene que cambiar un decreto por aquí, otro por allá...

No nos centremos en esta primera parte, porque este intríngulis contable es un detalle sin importancia, no es más que la introducción al caso. La segunda parte tiene un poco más de miga. Una vez que el Estado es propietario de la sede del Instituto Catalán de la Salud y los hospitales de Vall d'Hebron, Bellvitge, Josep Trueta, Germans Trias i Pujol, Arnau de Vilanova, Viladecans y Verge de la Cinta de Tortosa, amparándose en el hecho (cierto) de que la Generalidad de Cataluña ha corrido con las inversiones en estos edificios durante años (pues tiene y ha ejercido sus competencias en materia de sanidad pública... hasta ahora, y faltaría más que no hubiera invertido), el Estado, decía, cede la propiedad a la Generalidad de Cataluña. Ten, to' pa' ti, y se limpia las manos.

Ah, ahora viene la ingeniería financiera que nos va a sacar a todos de la crisis y nos hará personas más felices y contentas en un país multicolor en el que florecen lirios y amapolas, en un país moderno, chachi y divino de la muerte. Una vez que estos edificios sean ya propiedad del usufructuario (la Generalidad de Cataluña), éste... ¡los venderá al mejor postor!

En efecto. El magnífico plan es vender estos edificios a empresas privadas. Luego, negociar un alquiler con derecho a compra. Repito: los vende, para volverlos a comprar después de haberse gastado un pastón en alquilarlos, ¿queda claro?

Según fuentes del grupo parlamentario de CiU, que el propio president Mas ha repetido en público, la Generalidad de Cataluña se embolsaría entre trescientos y cuatrocientos millones de euros el primer año, que sumados a los cuatrocientos y pico que dejará de invertir, la de médicos y enfermeras que ha enviado al paro y la de quirófanos que ha cerrado... ¡Ya hemos resuelto la crisis! ¡Qué bien!

Pero, a ver, alto, un momento... Pongamos que gano cuatrocientos millones el primer año, pero hablan de un alquiler de ciento cuarenta millones por año. El primer año, gano cuatrocientos, pero tres años después ¡ya los habré perdido! ¡En tres años...! Por el asunto del alquiler, hagan cuentas. No es sólo eso: burro y apaleado, porque esos edificios ya no son míos, sino de otro, y ¡tendría que comprárselos para dejar de perder dinero con el alquiler! Pero ¿qué tiene esto de bueno?

No hace falta ser un lince para deducir que esta ingeniería financiera no puede traer más que pan para hoy y hambre para mañana, y que si esto es todo lo que se les ocurre a nuestros líderes patrios, apaga y vámonos, que dijo aquél.

Y perdonen que sea malvado, pero veo en estos tejemanejes una tentación tan grande para nuestra particular colección de prenafetas y similares que ya tiemblo, de puro miedo. De vender los hospitales a privatizar la sanidad pública hay apenas un paso. Se privatizará el edificio y acto seguido, la gestión del edificio, ya verán ustedes, pues acechan las empresas de servicios energéticos y similares como buitres en celo. Luego se privatizará el mismo servicio sanitario. Luego...

En Madrid ya hicieron algo parecido y el coste por paciente se ha disparado. Los problemas legales no son pocos ni pequeños, si uno pretende reformar, pongamos por caso, una planta de radiología o cambiar la calefacción. Ganan unos, ya saben quiénes, y pierden los de siempre, todos los demás. Pero ¿a quién le importa el bien común? Además, la culpa será de Madrid, ya verán ustedes, como la de los peajes de las autopistas, que inventaron los empresarios catalanes. ¡Y le llaman gobernar...!

Éstos son malos tiempos para la lírica, que cantó el bardo.

La ciudad es complicada

De vez en cuando, nos vemos sorprendidos por los resultados de alguna investigación científica. La última que nos ha llamado la atención es el artículo publicado en Biology Letters, del que tenemos la siguiente referencia: Alexei A. Maklakov, Simone Immier, Alejandro González Voyer, Johanna Rönn y Niclas Kom. Brains and the city: big-brained passerine birds succeed in urban environments. Biology Letters. DOI: 10.1098/RSBL.2011.0341.

¿Qué nos propone este apasionante artículo de la revista de la Real Sociedad Británica de Biología? Según los autores del escrito, los pájaritos de la ciudad son más listos que los pajaritos del campo. Más listos, exactamente... Digamos que, en proporción a su peso, los pajaritos de la ciudad tienen el cerebro más grande que los pajaritos silvestres. Son más cabezones y como dedujo el señor Holmes en El caso del carbunclo azul, deduje que era inteligente porque una cabeza tan grande sirve para algo más que para aguantar el sombrero.

El estudio se ha llevado a cabo en doce ciudades francesas y suizas. Se ha estudiado el comportamiento de ochenta y dos especies de aves paseriformes... Perdón. Quiero decir, pajaritos. Las aves paseriformes (los pajaritos) son pequeñas, hacen nidos y cuidan a sus crías, que nacen que dan pena, pobrecitas, desplumadas e indefensas. La ciudad está llena de aves paseriformes (pajaritos) y añado que muchas de ellas, además, cantan y nos alegran el día.

De esas ochenta y tantas especies de pajaritos, sólo crían en la ciudad treinta y ocho. Las otras viven en las afueras, pero no se atreven con el asfalto. Y como ya he dicho y afirman los señores biólogos, los pajaritos urbanos tienen un cerebro más grande. Por poner un ejemplo, el carbonero común (Parus major, el de la fotografía) tiene un cerebro un 20% más grande que el de la oropéndola (Oriolus oriolus).

Qué listos, los biólogos. Dicen que vivir en un entorno urbano supone tragar con el ruido, las luces nocturnas, el problema de la vivienda (del nido, perdón) y el comer lo que uno encuentra en cualquier parte, pues, en vez de deleitarse con las jugosas lombrices silvestres, los pajaritos tendrán que conformarse con esas lombrices de invernadero que se dan en parques y macetas. Esto supone un reto diario que un pájaro tonto, definitivamente, no puede superar. Pero díganle tonto al pájaro que vive en el campo, ajeno al ajetreo cotidiano de una gran ciudad. Si han leído a Horacio, recordarán su aurea mediocritas y su famoso carpe diem. Aunque Horacio era un pájaro de ciudad, añoraba la sabiduría campestre... No sé qué pensar. Puede que sea una leyenda urbana, eso del campo tan feliz.

Pero ¡volvamos al caso! Lo que dicen los biólogos es que los pajaritos cabezones urbanos se adaptan mejor a este entorno tan complicado porque tienen más recursos intelectuales que sus primos del campo. Tienen, cito, un mayor nivel de innovación. Dígase de otra manera: los pajaritos del campo son más conservadores. ¿Les suena a tópico?

El estudio plantea nuevos retos científicos. El primero, si ocurre lo mismo en otras ciudades y con otras especies. El segundo, valorar el impacto evolutivo de la cultura urbana en los pajaritos. Queda por dilucidar una tercera cuestión, si los pajaritos de ciudad consumen más ansiolíticos que los pajaritos del campo. Se verá. Es apasionante, la ciencia.

La Gran Guerra Patriótica

La Segunda Guerra Mundial es, para los rusos, la Gran Guerra Patriótica. Tienen sus razones para llamarla así. Es más, tienen todo el derecho del mundo a llamarla como quieran. Porque la mitad de los muertos en la Segunda Guerra Mundial, la mitad, repito, fueron ciudadanos de la URSS.

El 22 de junio de 1941, hace ahora setenta años, los stuka alemanes se echaban encima de los aeródromos rusos, los panzer se abrían paso por la frontera y las granadas alemanas causaban las primeras bajas en el Ejército Rojo y la Milicia. En diciembre, los alemanes habían llegado a las puertas de Moscú y Leningrado, habían tomado Kiev, Minsk, Rostov, Jarkov... El Ejército Rojo había perdido el 90% de sus tanques, artillería y blindados, el 85% de sus aeroplanos, había perdido ejércitos enteros, centenares de miles de hombres habían muerto o habían caído prisioneros en pocos meses...

La Unión Soviética superó la durísima prueba. Los sacrificios del pueblo soviético y el heroísmo del Ejército Rojo no admiten discusión. Quince millones de civiles murieron a manos de los nazis en el frente del Este. Para intentar evitarlo, más de diez millones y medio de soldados soviéticos murieron en el frente (un tercio de ellos, en los campos de prisioneros alemanes).

Por su parte, los alemanes perdieron casi cinco millones de soldados en esta trágica aventura, en esta abominable locura. Nueve millones de alemanes huyeron al final de la guerra de la Prusia Oriental (el mayor exilio de la historia), pero nos resulta difícil dar una cifra aproximada de las bajas civiles alemanas causadas por el Ejército Rojo. Cientos de miles, seguramente, los últimos meses de la guerra.

Es cierto que luchó Stalin contra Hitler, pero también es cierto que venció el soldado de a pie, el campesino, el obrero... No es propaganda socialista, no se confundan ustedes; es el homenaje, triste, a un pueblo que sufrió lo indecible por culpa de la barbarie y la sinrazón de unos y de otros. Estas cosas, sencillamente, no tendrían que suceder.

Héroes

El origen de este comentario se encuentra en el blog Bucarestinos, aquí.

En los libros de historia, la llamada Ofensiva de Belgrado se fecha entre el 14 de septiembre y el 24 de noviembre de 1944. En una operación conjunta, el 3er Frente de Ucrania (que incluía el 2.º Ejército búlgaro) y el 1er Grupo de Ejército de los Partisanos Yugoslavos derrotaron a los Grupos de Ejército E y F alemanes, que contaban con el apoyo de los partisanos serbios (chetniks) y la Guardia del Estado Serbio. Poco antes, el 9 de septiembre, un golpe de estado había derrotado al régimen búlgaro (fascista) y el nuevo gobierno había declarado la guerra a la Alemania nazi.

Como los comunistas no se habían hecho inmediatamente con el poder, el Ejército Rojo no se tomó muchas prisas para liberar Sofía, pero la Ofensiva de Belgrado completó la derrota de la Operación Bagration (que había llevado a los rusos hasta la misma Varsovia) y expulsó a los alemanes de los Balcanes.

En 1954, los búlgaros levantaron un monumento al Ejército Rojo en agradecimiento por la liberación. Para entonces, Bulgaria pertenecía al bloque soviético y el monumento es uno más de los impresionantes homenajes patrióticos del realismo socialista. El conjunto artístico-monumental está en el parque del Ejército Soviético en la capital, Sofía. En lo más alto de una columna de granito de 34 metros, un soldado ruso alza el fusil codeándose con un trabajador búlgaro y una campesina del lugar, que lo achuchan y animan a gritar ¡Viva la Revolución!, o lo que sea que grite el valiente. En la base del monolito, varios conjuntos escultóricos muestran escenas de la Revolución de Octubre y de heroicos soldados socialistas pisoteando a las fuerzas fascistas, mientras son aclamados por el pueblo búlgaro que, agradecido, se manifiesta a favor de la Internacional. Enternecedor.

Nada nuevo, en verdad, hasta que leemos que el embajador de Rusia en Bulgaria está echando fuego por las muelas. Una cosa es que el parque se haya convertido en un lugar de reunión de colgaos, alternativos y fanáticos del patinete. Hasta podríamos pasar por alto que delante del monumento se haya instalado un tobogán para que los patinadores se dejen los piños después de una pirueta con triple salto mortal. Pero el acto de vandalismo que se descubrió el pasado jueves...

Expliquémoslo. Con semejante tropa reuniéndose noche y día en los alrededores del monumento, aparecieron los primeros grafitos. Según consta por ahí, el monumento está protegido por las leyes búlgaras, varios tratados internacionales y acuerdos bilaterales entre Rusia (o la antigua Unión Soviética) y Bulgaria. Por lo tanto, la semana pasada, con premeditación y nocturnidad, una brigada municipal búlgara dejó el monumento como los chorros del oro. Fuera grafitos.

Tres días después, el jueves pasado, Sofía amaneció con un colorido manifiesto.

Alguien, un gamberro según los rusos, había pintado uno de los patrióticos bajorrelieves socialistas de tal manera que un partisano se había convertido en el mismísimo Papá Noel; un oficial ruso, en Superman; un soldado, en el Jocker; y otros, en el Capitán América, en Robin (posible amante de Batman)... Peor: uno de los soldados había aparecido caracterizado de Ronald McDonald, el payaso de las hamburguesas, y la Bandera Roja se había convertido en las Barras y Estrellas. Una pintada bajo la escultura dice (traduzco muy libremente del búlgaro): Adaptándose a los tiempos.

El berrinche del embajador ruso ha sido de los que hacen historia. La desacralización de la memoria de los guerreros que liberaron a Bulgaria y Europa del fascismo ha sido cometida con extremo cinismo, que no tiene precedente alguno en ningún otro país europeo con monumentos similares, ha dicho el embajador, dando a entender que, si pilla al del grafito, le hace la cara nueva y se va a tragar los dientes.

El ministro de Cultura búlgaro se ha disculpado oficialmente y se ha gastado 400 euros en limpiar el monumento otra vez. Mientras tanto, la policía búlgara busca al autor o autores del desaguisado. La multa que espera al artista suma 2.500 euros, tirando por lo bajo.

Aún así, el embajador ruso está que trina. Fíjense que ha añadido a lo anterior lo siguiente: Tiene que preocuparnos que esto ocurra justo cuando está a punto de cumplirse el 70.º aniversario del inicio de la Gran Guerra Patria [el ataque de Alemania contra la Unión Soviética], cuando el mundo entero inclina sus cabezas a tantos millones de víctimas de los pueblos de la Unión Soviética en nombre de la paz en Europa. Ahí no le falta algo de razón al señor embajador.

Pero prosigue: Estamos decididamente en contra de la distorsión de la historia y de esta muestra de falta de respeto contra uno de sus más trágicos episodios.

Aquí podríamos discutir si el realismo socialista, entendido como movimiento artístico, no persigue, precisamente, distorsionar la historia, o podríamos mentar el concepto que tienen (o tenían) de la historia los teóricos marxistas y los políticos estalinistas. También es muy interesante el uso del término desacralización de un monumento de esta especie, porque el asunto tiene su enjundia. Ya saben: socialista, ateo... pero ¿sacro?

Parece una broma, y muy conseguida. Pero pone en evidencia la figura del héroe soviético (en general, la de cualquier héroe patriótico), que resulta ser, al fin y al cabo, poco más o menos un personaje de tebeo, una fanfarria colorista y deslumbrante de superhombres guiados por un destino histórico, que puede ser la dictadura del proletariado, la supremacía racial o la tan inefable como absoluta verdad de que los buenos somos nosotros y los malos, los demás. Pero, ojo al dato, que hay más lecturas del grafito. Podemos leerlo del revés. Esos héroes de tebeo ¿no son, a su manera, instrumentos de propaganda burgués-capitalista-liberal? El culto al poder ¿no es acaso el mismo?

Etcétera. En Bulgaria, las derechas quieren cargarse el monumento, como aquí las izquierdas quieren pasar por la piedra el Valle de los Caídos. Es decir, que el debate va más allá del grafito, más allá de la posible lectura de una performance artística, sino que se adentra en la historia y la política. ¿Por qué querer borrar la historia reciente? ¿Tiene mérito un monumento socialista, o fascista? ¿Puede permanecer en pie? ¿Por qué?...

Pueden darle vueltas y vueltas a este asunto. A cada vuelta, se les ocurrirá una nueva cuestión sobre el caso búlgaro en particular y otros casos semejantes en general. El monumento a los Caídos de la Zona Universitaria de Barcelona fue borrado de la superficie. Dicen que lo guardan no sé dónde, en piezas numeradas, y no sé qué harán con él. ¿Qué tendrían que hacer con él? Quizá explicarlo. ¿Reconvertirlo? ¿Cómo?

¿Verdad que es un tema apasionante?

No sé si esta gamberrada es arte o qué, pero sí que es cierto es que cuestiona muchas cosas, y mirándola por ahí... Pues quizá sí que sea arte, a su manera, una performance genial... o ¿forma parte de la broma interpretar el asunto como si fuera una obra de arte? El debate en internet sobre este asunto es encarnizado.

Todo lo que se llevó el diablo

Después de escribir Los príncipes valientes, Javier Pérez Andújar había dejado el listón muy alto. Todo lo que se llevó el diablo es su segunda novela, y es una buena novela. ¿Mejor que la primera? Eso lo dejo para el lector. Mejor, no sé, no me atrevo a decirlo. Va a gustos. Es, eso sí, es diferente. Por lo tanto, el mérito es doble: en primer lugar, superar el obstáculo de una primera novela realmente magnífica; en segundo lugar, no repetirla. Tanto una empresa como otra merece mucho respeto. Bravo, pues, don Javier. Qué envidia que me da.

El relato gira alrededor de las Misiones Pedagógicas, que la Segunda República Española envió a los pueblos de España para iluminarlos con la cultura, las artes y las ciencias, grandísima ambición para tan pocos medios y tanta estulticia como se gastaba entonces (como la que se gasta ahora, pero con boina). Narra, también, el peregrinar de Velasco Flaínez, de familia de loberos, en busca de su único pariente vivo en una lejanísima Zamora. Aparecen personajes reales, imaginarios, y algunos a medio camino entre una cosa y la otra, tan hábilmente mezclados entre sí que uno al final no sabe a quién conceder la carta de personaje real o ficticio. Finalmente, es notable, más que notable, el sentido del humor que gasta Pérez Andújar, y se le agradece.

Letras y números

Qué manía tiene todo el mundo con el 23-F, el 15-M, el 19-J, el 20-N... cuando tenemos el 23 de febrero, el 15 de mayo, el 19 de junio, el 20 de noviembre o lo que corresponda. Además, algunas letras se prestan a un tanto de confusión. La M podría ser marzo o mayo y la J, junio o julio. Con la A, tres cuartos de lo mismo. Y los meses, en castellano y catalán, se escriben con minúscula. Pero ¡tanto da! Las reglas están para saltárselas. No importan para nada. Quién más, quién menos, se llena la boca de letras y números y se cree sabio y feliz.

Creo que es un vicio lingüístico que nace en los grandes titulares de los periódicos sensacionalistas anglosajones, que usan unas letras tan grandes para decir cosas tan nimias que han necesitado eliminar letras del vocabulario y crear palabros breves. Creyendo que tal era lo más, alguno de por aquí imitó a los de fuera, haciéndose el moderno, por no ser menos. Así leemos (y oímos) cosas del veintitrés efe, el quince eme o el diecinueve jota que, si nos hemos despistado o no hemos pillado todavía a qué se refiere, vamos un poco perdidos. Lo del veintidós eme ¿qué es? ¿Un modelo de aeroplano ruso? ¿Un polímero aromático? ¿Una fecha? Pues ¿qué fecha?

En algunos casos, la cosa se complica. Se dice, por ejemplo, el movimiento quince eme. Así, tal cual. Uno se pregunta si el quince eme será un tipo de movimiento gimnástico o una estrategia del ajedrez. Es que, por no decir, no dicen siquiera el movimiento del quince eme, dicho que nos podría dar alguna pista más sobre este asunto. Ya lo (pre)dijo George Orwell en 1984: la sociedad es menos libre cuantas menos palabras utiliza.

¿Exagero? Sí, pero algo de razón hay en lo que he dicho.

Eso de la patria en el comer y el beber

¿Han oído hablar del patriotismo alimentario? Es lo que propone el honorable señor don Josep Maria Pelegrí, que es consejero catalán de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural, o de Agricultura, para resumir. Según el señor Pelegrí, un patriota come catalán, y bebe. Manifestó tal teoría delante de empresarios del sector agroalimentario en la Seu de Urgell, poniendo como ejemplo que cuando uno va a un restaurante y pide un vinillo de Rioja, no ayuda al empresariado catalán (sic). Así, de entrada, no sé yo, porque hay empresarios catalanes que tienen bodegas de vino en la Rioja, y empresarios franceses, por citar un ejemplo, que poseen bodegas de cava del Penedès.

Es una teoría muy enrevesada, la del patriotismo alimentario, pero nace de lo más profundo de la tradición de la burguesía catalana. Consulten cualquier manual de historia y verán con qué ansia patrocinaban el proteccionismo los empresarios catalanes de toda la vida, los Güell, Sagnier, Raventós y compañía, temerosos de los tejidos de algodón británicos o de los licores franceses.

Desde siempre, la burguesía catalana gusta vivir del cuento e invertir en cualquier cosa que no sea una fábrica moderna, y lo de abrir los mercados a la competencia exterior ha sido siempre visto más como amenaza que como oportunidad. Por lo tanto, el grito patriótico del conseller del ramo, un esbirro de la democracia cristiana catalana, tradicional y nacional-católica, es uno más del montón y tiene poco de original, aunque levante vítores y aplausos en un público entregado a la causa.

Hay que añadir que, además, el patriotismo alimentario se enfrenta a problemas de enjundia. De entrada, a ver quién es el guapo que define patria. Porque el señor que pide vino de Rioja puede pedirlo porque considera que su patria es el mundo, porque su patria es España o porque cree que así desafía a los empresarios de su patria, Cataluña, y les obliga a fabricar mejores vinos. También es posible que pida un Rioja porque le guste más, o porque es la moda, o porque es el más barato de la carta de vinos, razones éstas que tienen poco de patrióticas y merecen la repulsa del señor Pelegrí, por pelegrinas.

Si se trata de defender los llamados productos de proximidad, entonces no hace falta mentar patrias o banderas, sino kilómetros, pero la moda de estos productos parte de muchas premisas falsas. No es siempre cierto que consumir lo que esté más cerca sea lo más sano o lo mejor para el medio ambiente, por ejemplo. En muchos casos, se perjudica claramente el modo de vida de los campesinos de países menos desarrollados. Además, la proximidad es como la patria, y quién es la dama o el caballero que dice de aquí para allá, lejano, y de aquí para acá, próximo.

Mézclense ambas consideraciones. Comer una salchicha de Frankfurt de cerdo holandés sacrificado en Cataluña y procesado por una multinacional americana en su factoría de Olot, por decir algo, ¿es patriotismo alimentario? ¿De quién? ¿Del holandés, del alemán, del catalán o del americano que come la salchicha? El mundo es así.

Otro ejemplo, y éste tiene miga.

Todos habrán visto el toro de Osborne, una gran empresa dedicada a la fabricación y venta de vinos y licores. Esta marca del Grupo Osborne es, a decir de los expertos, la marca comercial más identificada de España, en España y en el extranjero. También es la mascota que han adoptado, de unos años hacia acá, los que se llenan la boca de patria española, que gilipollas los hay en todo el reino. Como, a decir de los patriotas de cualquier signo, patria no hay más que una, la mía, los patriotas catalanes le echaron el ojo a los toros de Osborne y se han dedicado a tumbarlos. Es mucho trabajo, porque cada uno de esos toros pesa cuatro toneladas y mide catorce metros de altura, pero consideran que vale la pena el esfuerzo.

El último en caer, literalmente, fue el toro del Bruc, hace un año. Los patriotas que atentaron contra la imagen del Grupo Osborne afirmaron (citaré y traduciré lo más textualmente posible) que habían querido limpiar la silueta de la sagrada montaña de Montserrat de la inmundicia cornuda española que pretendía ensuciarla. Caramba.

Me parece suponer, pues, que consumir productos de Osborne no será patriotismo alimentario tal como lo entiende el señor Pelegrí o alguno de los caballeros que lanzaron esa proclama. Sin embargo, los monjes de la abadía de Montserrat sostienen una opinión muy diferente.

En efecto, los monjes de Montserrat han firmado un acuerdo con el Grupo Osborne. A cambio de dinero y durante un mínimo de diez años, los celebérrimos Aromes de Montserrat los fabricará el Grupo Osborne en Badalona, en la fábrica de Anís del Mono. El padre abad de Montserrat bendijo (literalmente) el acuerdo y amén.

¿Han traicionado a la patria catalana los monjes de Montserrat? Sería lícito preguntárselo.

Según los responsables de la fabricación de los licores montserratinos, la destilería de Can Castells no reunía las condiciones que exigía la ley y la salud pública, aunque el propietario de la empresa catalana afirmó que podía seguir la producción en Andalucía, donde tenía una destilería a punto. Pero los monjes estimaron más patriótico (sic) cambiar de empresa y ceder los derechos de la destilación de los Aromes de Montserrat al Grupo Osborne. Se arrimaron a la sombra del toro con una única condición: que los Aromes de Montserrat se continuaran destilando en Cataluña. Perfecto, dijeron en el Grupo Osborne, porque tenemos la destilería de Anís del Mono en Badalona...

¿Fue realmente una decisión patriótica o los monjes se dejaron de puñetas y fueron a por el beneficio? Quién sabe.

Se destilan 70.000 litros de Aromes de Montserrat al año. El Grupo Osborne quiere incrementar la producción y promover el consumo del digestivo en toda España. Setenta mil litros no es nada, dice, pues de Anís del Mono vendemos cuatro millones de botellas al año. Ya verás cuando comencemos con los Aromes de Montserrat... ¿Es eso hacer patria? ¿Qué patria?

Más difícil todavía. Cuentan que un tal Joaquim Pedrosa destiló en 1858 el primer licor de Montserrat, y que más tarde aparecieron los Aromes de Montserrat, destilados siguiendo la receta de un monje... ¡francés!... que pasó unos días en el monasterio.

En resumen, el licor de los patriotas de ya no sé qué signo o condición lo inventó un francés, y lo fabrica un andaluz en Cataluña para que no lo fabrique una destilería catalana que se traslada a Andalucía. Eso del patriotismo alimentario es muy raro y más difícil de lo que parecía a simple vista.

Qué hacer con la tumba de Franco (propuestas)

La monumental Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, conocida simplemente como Valle de los Caídos, se inició en 1940 y se dio por acabada en 1958. Preside el valle de Cuelgamuros (es decir, no está en el valle, sino en lo más alto) y es obra de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, su discípulo. La cruz que preside el monumento es la escultura más alta del mundo (152 m) y se ve a cuarenta kilómetros de distancia. La cripta es impresionante, pues está excavada en la roca (se extrajeron 200.000 metros cúbicos de piedra) y mide 262 metros de largo, un poquito (apenas un poquito) menos que la Basílica de San Pedro en Vaticano, Roma. No excavaron más por aquello de no ser más papistas que el papa, pero a punto estuvieron. Les contuvo la superstición. A la orden de Franco, la orden de San Benito (los benedictinos) se hizo cargo de la custodia de la basílica (como tal la reconoció el papa Juan XXIII) y administra el monasterio.

En la cripta yacen los cuerpos de 33.872 combatientes de la Guerra Civil, de uno y otro bando. Se conoce la identidad de aproximadamente la mitad de los finados, gracias a los archivos de la abadía. Pero muchos proceden de las fosas comunes de principales campos de batalla, como Brunete o Gandesa, y no hay más noticia de su posible identidad que la sospecha de los familiares y de algunos historiadores. Se han documentado centenares de casos de combatientes allá enterrados sin el permiso de sus familiares (en su mayoría, republicanos).

Pero los protagonistas del cementerio son, sin duda, José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, y Francisco Franco Bahamonde, ése que decían las pesetas que era Caudillo de España por la Gracia de Dios, maldita la gracia. Una losa de tres toneladas yace encima del cadáver del tirano, por si acaso despierta y quiere salir a tomar el fresco.

En la obra trabajaron alrededor de veinte mil presos, en su mayoría presos políticos, que se abrieron camino por la montaña a pico y pala. ¿Cuántos murieron? Según unos, apenas catorce; según otros, miles. No se sabe a ciencia cierta, pero catorce... Me da que no. En todo caso, las condiciones de trabajo fueron miserables. Oficialmente, redimían dos años de pena por un año de trabajo. Cuentan que se llegó a este sistema por la saturación de las cárceles españolas en los años cuarenta, llenas a rebosar de enemigos del Régimen.

El lugar es visitado con asiduidad por franquistas, falangistas y otros bichos de semejante ralea, pero cada vez más por descendientes de los que padecieron en la obra o yacen presumiblemente en la cripta. La Ley de la Memoria Histórica pretende despolitizar el monumento y reservarlo para un uso estrictamente religioso. En ésas estamos: ¿cómo se despolitiza una cosa tan grande (y tan notoriamente nacional-católica)? Váyanse a saber.

De todos modos, la polémica está servida. Desde el búnker (ah, hace cuánto tiempo que no escuchaba esta palabra...) se dice que el Valle de los Caídos, ni tocarlo, y que hacer de una iglesia un museo de rojos... Vamos, hasta ahí podíamos llegar. Porque hay quien propone hacer de la basílica un museo de los horrores de la Guerra Civil y el franquismo. Los hay que apelan a la dinamita, directamente. Etcétera. En resumen, que la tenemos liada por ver qué se hace con semejante monumento.

Conste, a modo de paréntesis, que la obra, por muy fascista que sea, por mucha sangre que costara, por muy cabrón que fuera quien la mandó construir, tiene un especial mérito artístico y en su estilo es única. La contribución de escultores y pintores vascos y catalanes es más que notable, y destaca el caso de Juan de Ávalos, un extremeño que había sido militante del PSOE (sic), tuvo que exiliarse por piernas a Portugal y acabó esculpiendo las figuras de los Evangelistas al pie de la Cruz en 1950, pese a la oposición de los escultores franquistas (y socialistas). Sobrecoge el ánimo enfrentarse a tan brutal manifestación artística y católica, desconcierta conocer su origen y su historia.

Cerrado el paréntesis, volviendo a la polémica, se ha dicho (mejor, pensado) en voz alta que podrían sacar los restos de Franco del lugar y dejarlos en el panteón familiar, allá por Galicia. Si sí, si no, si es una proposición firme o un a ver qué pasa... Todos a la greña por menudencias, con la que está cayendo.

Pero yo, aunque nadie me haya pedido una opinión, pienso darla igualmente.

Yo dejaría a Franco donde está. Acordonaría la lápida y pondría una máquina que dijera: «Baile sobre la tumba del Caudillo por 5 euros», por ejemplo, aunque eso obligaría a montar un cristal especial encima de la lápida (es frágil y podría romperse). O colocaría una escupidera encima de la lápida. Un orinal... En fin, ustedes mismos. Pero ya ven que podría sacarse un beneficio de las visitas al valle. Si quieren, por dar cuerda a unos y a otros, podría hacerse a días alternos: lunes, miércoles y viernes, uno se acerca a la tumba para cagarse en sus muertos; martes, jueves y sábado, para añorarlos con toda la parafernalia; o viceversa. El domingo no se trabaja, o se da misa, o qué sé yo, se reserva para los turistas ingleses, que no saben muy bien de qué va todo el asunto.

Cuando a uno le tocan los bemoles

¿Cómo es posible perder tanto en tan poco tiempo? La protesta ciudadana hubiera merecido mejor suerte. Era justo, incluso necesario, un grito de alerta. Ante la corrupción y la ineptitud de la clase política, ante los abusos del fuerte contra el débil, ante los planes de desmenuzamiento del Estado del Bienestar, por decir algo, el ciudadano de a pie tenía que hacerse oír. Muchos vimos con buenos ojos el ¡Basta! inicial. Todos vimos el titubeo de la clase política, que no comprendía el porqué.

Pero ¿qué ha pasado? ¿Quién, cómo, ha echado todo a perder?

El movimiento de protesta se ha enquistado y ha sido okupado. Ha sido incapaz de proponer nada serio, se ha manifestado hueco y volátil, se ha visto desprovisto de un poso ideológico. Si quieren, por no tirar tan alto, ha sido incapaz de exponer una queja severa, racional y razonada, y fíjense ustedes que había y siguen habiendo motivos para llamar la atención. Han hecho tanto daño a una causa justa, tanto daño, que todavía no podemos evaluarlo.

Es triste comprobar que el laisez faire que la clase política ha dedicado a esta manifestación ciudadana no ha respondido a un astuto plan de desprestigio, sino al simple no saber qué hacer. Pero, maldita casualidad, ha sido la táctica ideal, el mecanismo perfecto, para desprestigiar, descomponer y disolver lo que nació como un incendio y ha resultado ser un fósforo.

Esos imbéciles, ésos que no supieron retirarse a tiempo, los que así que han abierto la boca en las asambleas han mostrado que su ideología es el tópico y su preparación para la acción política, la de verdad, nula, por no hablar directamente de su más que demostrada gilipollez... Ésos han acabado con la ilusión de una protesta espontánea, verdaderamente sentida por la mayoría, y justa, añado.

Pero, ah, no, no se conforman con tan poco. Gracias a su torpeza, esos zotes se han cargado las protestas legítimas de, pongamos por caso, el personal sanitario o los maestros de escuela, que claman al cielo en contra de los tijeretazos que sufren ellos y sufriremos todos. Será fácil acusar a estos trabajadores de pertenecer a la misma calaña de holgazanes que duermen la mona en las plazas públicas del reino.

Si no, pregunto: ¿alguien se acuerda de la multitudinaria manifestación de Barcelona contra los recortes en Sanidad? Nadie se esperó una respuesta ciudadana tan contundente contra los planes del gobierno conjunto de CiU y del PP en Cataluña. Pero, ahora, ¿quién la recuerda? Nadie. ¿Quién ha conseguido enviar al olvido y desprestigiar una demanda tan justa? Esos idiotas, los enquistados en el tópico y la gilipollez, ésos que parece que trabajen para el enemigo.

Fíjense ustedes que, si ahora salgo yo a la calle protestando por los recortes en las ayudas sociales, será inevitable que alguno me señale con el dedo y me insulte llamándome indignado. ¿Indignado? Llevo un cabreo encima... Esa chusma ha hecho más mal que bien, y qué pena, penita, pena, que siento ahora mismo. ¡Ya no sabemos hacer ni la Revolución! Por no saber, no saben ni hacer la o con un canuto. A las asambleas me remito, y a sus tan meditadas e infumables conclusiones.

Sin embargo, quiero y me permito acabar esta entrada con una irreverencia, y espero que sepan perdonarme.

El episodio del Parlamento de Cataluña ha sido vergonzoso, ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero no hay para tanto. En el País Vasco y Navarra, desde hace muchos, muchos años, los representantes del pueblo, o de parte del pueblo, escogidos libremente en las urnas, sufren un acoso mucho más peligroso por parte de personajes de peor calaña. Ellos, sus familias, sus amigos, han sufrido en sus carnes lo que vimos en el Parque de la Ciudadela un día sí y el otro, también. Y algunos de los que hoy se llenan la boca de escándalo, callaban o restaban importancia a los que, bandera en ristre, ejercían de canalla y chusma con total impunidad.

Eso sí, cuando a uno de aquí le tocan los bemoles...

¡Qué caras más duras!

¿Qué es una teleplastia? ¿Han oído hablar de ello? Cuentan que se inventó el palabro un médico alemán, Albert von Schrenck-Notzing (1862-1929), juntando las palabras tele (lejano, en griego) y plassein (modelar, en alemán). La teleplastia es un presunto fenómeno físico que se clasificaría dentro de una familia de presuntos fenómenos psicocinéticos, en los que un médium altera el mundo físico circundante a través del control del ectoplasma (sic). En pocas palabras, un camelo.

Las teleplastias se clasifican, a decir de los que de eso entienden, en tres tipos.

El primero, la aparición objetiva (sic). Es decir, una manifestación evanescente de fantasmas (sic), ya sea porque éstos pasaban por ahí y se dejaron ver, ya sea porque los llamó una médium, por charlar un rato. Se incluyen fenómenos como la materialización a distancia, la bilocalización (estar en dos sitios a la vez al mismo tiempo) y los casos de infestación (la perturbación que sufre un determinado lugar, eso que se da a llamar poltergeist y que da para tantas películas). Los ruidos raros (llamados psicofonías) se suman al carro.

El segundo, la materialización. Del cuerpo del médium emana una sustancia (el ectoplasma) que es capaz de tomar formas más o menos identificables.

El tercer tipo, la transfiguración, que es la modificación del entorno y del cuerpo del médium, e incluso de los que participan en una reunión espiritista. Es lo que pasa por abusar de los psicotrópicos, que diría un amigo mío.

No cabe añadir mucho más: todo esto es una gilipollez como una casa. Como la famosa casa de las Caras de Bélmez, que no se lo creerán, pero es una marca registrada por la familia de la médium que pintó las caras... perdón, que materializó las teleplastias en Bélmez de la Moraleja, Jaén.

Lo de las caras de Bélmez tiene guasa. Fue un fenómeno del tardofranquismo, donde parecía que hablar de tonterías paranormales era estar a las últimas. Los expertos (los expertos de verdad) que examinaron las caras, descubrieron hasta las hebras del pincel con que las habían pintado, así que no hay mucho más que decir. En 2004, con el auxilio del señor don Pedro Amorós y la SEIP (Sociedad Española de Estudios Paranormales), descubrieron nuevas caras y psicofonías en la casa de la sobrina de la médium. La prensa destapó la connivencia (si no la más plena colaboración) del ayuntamiento y estos caballeros en la falsificación, pues se trataba de una falsificación, evidentemente, y detrás de todo estaba... ¿Quién? ¡Don dinero! ¡Qué negocio el de las caras (o caraduras) de Bélmez! No se pueden hacer ni idea.

Pero los parapsicólogos no dan su brazo a torcer. Ellos insisten. O son idiotas o ya les está bien participar en el engaño, porque de algo hay que comer. Según ellos, ahora resulta que las Caras de Bélmez es o ha sido el fenómeno psíquico más importante del siglo XX (y yo que creía que el fenómeno en cuestión era Belén Esteban..., que es una teleplasta...).

Las caras son auténticas, aseguran. Sí, naturalmente, claro que sí: son auténticas porque ahí están... pero no son lo que dicen que son. Son, dígase alto y claro, una auténtica engañifa. Las pintó una señora y buen negocio que hizo aprovechándose de la gilipollez del común. Y todos detrás, como tontos.

¿A qué tanto rollo con la teleplastia y la estafa de las Caras de Bélmez? A que nos hemos vuelto todos locos, en serio.

En pleno descalabro económico, va y se anuncia a bombo y platillo que después del verano empezará a construirse el (agárrense) Centro de Interpretación de las Caras de Bélmez. El consistorio de Bélmez de la Moraleja pondrá 42.900 euros, la Diputación Provincial de Jaén, 208.000 y 587.000 euros más vendrán de no sé qué proyecto de la Comisión Europea. Pero, por el amor de Dios, esto ¿qué es? ¿Qué toman por nariz o vena los señores de tal comisión?

El centro tendrá dos plantas, trescientos cincuenta metros cuadrados y el patrimonio de la colección será... Bueno, no llega a dos docenas de fotos y alguna cinta magnetofónica que hace ruidos (psicofónicos, dicen). Es todo lo que tiene la Asociación de Parasicología de Puerto Real, que cede su colección. El alcalde, don Pedro Justicia (joder, vaya nombre para el caso) ha cedido los terrenos de la antigua escuela del pueblo para que, con los dineros públicos en tiempos de carestía, levantemos un monumento a la estupidez y la trapacería.

Es, a su manera, una metáfora muy triste.

Que venga ahora la Merkel a decirnos que no tiremos el dinero, porque hay para ponerla a caldo con la Comisión Europea y la madre que la parió.

Fuera de lugar

Fuera de lugar. Lo que hay que leer de críticos y escritores, de Víctor Moreno, publicado por Pamiela, es un libro con muy mala leche. Llegó a mis manos a través de un regalo. La inspiración de tal presente surgió de un artículo de Gregorio Morán. El periodista, en una de sus Sabatinas intempestivas en La Vanguardia, se recreaba en el cuento del emperador desnudo y mencionaba la obra de Moreno como una de las que más le había divertido en 2009. Gregorio Morán es un raro ejemplar de periodista, vetado por su propio periódico por dejarlas ir. Si no me creen, busquen sus artículos de opinión en el sitio web de La Vanguardia. No están. ¿Por qué?

Pero hablábamos de Moreno, no de Morán. Y, señor Morán, el libro me ha hecho reír, pero bueno, bueno, lo que se dice bueno... Eso sí, lo admito, lo reconozco, da mucho que pensar. Moreno es profesor leído y acusa sin remilgos al mundillo literario oficial que nos ha tocado en suerte. Nunca habíamos sufrido una generación de escritores tan mala, dice. Hombre... ¿Nunca?

Pero ¡caramba! No se limita a opinar. Ilustra sus palabras con sonados ejemplos, y reflexiona en voz alta sobre la literatura, los críticos y los escritores. Acusa de cantamañanas a figuras de renombre, de ésas que abundan en los suplementos literarios de El País, ABC o El Mundo, y nos ilustra sobre lo mal que escriben o las gilipolleces (perdón) que dicen. Señala la muchedumbre de lugares comunes tras la que se refugia el crítico inepto, los vicios y las manías de los escritores aupados por la fama... No se libra ni el apuntador.

Haciendo amigos entre Marías, Saramago, Suso de Toro, Muñoz Molina, Umbral, Azúa... Moreno nos invita a leer de otra manera, a contemplar la literatura sin tanto disparate conceptual como gastamos todos. Me incluyo.

Uno no está de acuerdo con algunas cosas de las que dice Moreno, faltaría más. ¿Por qué estar de acuerdo en todo? Pero no se trata de eso, sino de escuchar qué dice y por qué lo dice. Como dijo Nietzsche, va bien que de vez en cuando alguien nos dé un martillazo, para saber si nuestra cabeza suena a hueco.

Singin'in the rain (Gran Premio del Canadá 2011)

Los aficionados de Ferrari siempre dicen que en Canadá les va muy bien. Que en Canadá esto, lo otro y lo de más allá, ya verás tú. Pues, ya he visto. Qué horror. Este año, no nos comemos un rosco, definitivamente.

Llovió, llovió y llovió, y ganó Button (McLaren). Alonso (Ferrari) quedó fuera de la carrera al subirse a un arcén; las ruedas tractoras quedaron al aire y ahí se acabó todo. Button ganó a Vettel (Red Bull) en la última vuelta, porque el coche de Vettel resbaló. Massa (Ferrari) quedó sexto adelantando en la misma línea de meta, por una cabeza, que dice el tango. El coche de seguridad salió cinco veces a la pista, la carrera quedó interrumpida durante dos largas horas, y Button batió una marca en la Fórmula 1: el ganador que más veces ha cambiado de neumáticos en una carrera (seis).

Así las cosas, que preparen el bólido del año que viene. Si no...

El peso del progreso

Las estadísticas nos dicen que en tiempos de Napoleón, había que gastar el peso de un soldado enemigo en balas para cargárselo. Dígase de otra manera: había que quemar dos mil trescientos cartuchos para darle un balazo que lo dejara para el arrastre.

En 1968, el ejército de los EE.UU. calculó cuánta munición se gastaba para darle a un vietcong. La estadística dijo que causar baja a un enemigo costaba un promedio de 57.000 balazos. Dígase como antes: había que dispararle el equivalente al peso de cuarenta y cinco enemigos para dejarlo fuera de combate.

Progreso, quizá, pero puntería...

Northwest Carbon, la empresa camellicida

Una gran parte de Australia es desértica o semidesértica. Durante años, muchos años, el dromedario ha sido una bestia imprescindible para la colonización y civilización de Australia. Como no había dromedarios en Australia, los importaron. Pero alguien inventó el automóvil y el aeroplano y de la noche al día, zas, el dromedario fue abandonado a su suerte. ¿Y qué hacen los dromedarios abandonados a su suerte? Pues ¿qué van a hacer? Se reproducen.

El asunto de los dromedarios se suma al de los conejos, las ovejas y los canguros, que también se han apuntado al carro. El paso del hombre blanco por Australia ha dejado tras de sí colonias de animales foráneos (y canguros aborígenes) que no hacen más que chingar todo el día.

(Paréntesis. Según la RAE, chingar es importunar, molestar. También, malsonante, practicar el coito. En este caso, chingar vale por una cosa y por la otra. Cerrar paréntesis.)

En éstas, se calcula que cada año nacen más de ochenta mil dromedarios salvajes australianos. La población camellera ya supera el millón doscientos y pico mil dromedarios y la plaga del rumiante afecta a una tercera parte del país.

La plaga, porque el bicho causa estragos. Los aborígenes acusan a los dromedarios de comerse las hierbas medicinales que ellos emplean en vez de la aspirina. Además, se hacen caca y pis en los manantiales. Los ambientalistas también se llevan las manos a la cabeza. Los camellos no tienen manías y devoran lo que se les pone por delante. A la que entran en un parque natural, lo dejan todo patas arriba. Los agricultores europeos, acusan a los camellos de zamparse ellos solitos cosechas enteras de cereales, frutas y verduras. En lo que va de año, han engullido ocho millones de euros de productos agrícolas. Además, se cargan molinos, cercas, depósitos, se comen el pienso del ganado, etcétera. Unos angelitos.

Las compañías de seguros tampoco ven con buenos ojos a los camélidos. Las manadas errantes de camellos australianos causan accidentes de automóvil e invaden las pistas de los aeródromos, y las indemnizaciones por colisión contra un camello ya superan los once millones de euros en lo que llevamos de año. Además, no hace falta que lo jure, una colisión con un camello puede ser muy grave.

¿Qué puede hacerse con el dromedario australiano? ¿Fumigarlo?

Quizás comérselo.

En 2008, los investigadores del Centro de Estudios sobre el Desierto (traduzco el nombre con cierta libertad) organizaron una barbacoa para los parlamentarios australianos y el personal de sus oficinas. ¿El plato principal? La chuleta de dromedario. La intención era promover la industria cárnica camellera. A decir de los gourmets, es una carne muy sabrosa, pero la idea no llevó a ninguna parte.

(Paréntesis. Lo de comerse a los canguros, en cambio... Todavía se recuerda en Sevilla a ése que vendió miles de colas de canguro haciéndolas pasar por rabo de toro. Cerrar paréntesis.)


A lo que íbamos. Este año, una sequía se ceba con Australia. Y los camellos, como cualquier hijo de vecino, salen a buscar agua donde sea. Pero cuidado con un camello sediento, porque puede beberse doscientos litros de agua en una sentada, en un pispás.

Hace unos días, seis mil camellos (repito: seis mil) invadieron el poblado de Kaltukatjara y destrozaron todo hasta dar con los tanques de agua de la población. Los vaciaron. A la que ven un pozo o un abrevadero, lo secan, literalmente. Su número y tamaño envalentona a las bestias, que ya se atreven con las ciudades. Las manadas de dromedarios irrumpen en los barrios residenciales. No son tontos: han aprendido a obtener el agua que acumulan los aparatos de aire acondicionado (hay que romper el aparato para echar un trago) y las piscinas son un dulce que no piensan desperdiciar. En algunos casos, son tantos los camellos que se precipitan a beber que algunos caen al agua y se ahogan. Imagínense el asunto: Charles, ven a ver, que tenemos un camello en la piscina. Pues, sí, querida, y parece que flota.

Hasta ahí podríamos llegar.

El gobierno australiano piensa tomar medidas. No se andan con chiquitas. Ha dispuesto varios helicópteros, unas docenas de agentes rurales, armas automáticas y munición. Los planes del gobierno son tirotear a todo camello que se les ponga por delante y matarlo. Con prisas. Abandonarán los cadáveres a su suerte e irán a por más. Quieren cargarse a cuatrocientos mil camellos, pero deprisa, porque el coste de la matanza costará un pastón al erario público.

Lo peor del asunto es que los expertos dicen que cuatrocientos mil camellos menos no son nada. En un par de años estaremos en las mismas, aseguran.

En este momento del debate surge la empresa Northwest Carbon y propone que le dejen hacer a ella. Northwest Carbon se dedica a comerciar con la reducción de las emisiones de carbono, que consigue, eso dice, gestionando más eficazmente el medio rural australiano.

Como todo el mundo sabe, los camellos se tiran pedos. El pedo es, básicamente, metano. El metano es un gas que provoca el efecto invernadero. Fíjense que una molécula de metano provoca el mismo efecto invernadero que veinticinco de dióxido de carbono. Hagan las cuentas, porque un camello pee, de media, cuarenta y cinco kilogramos de metano al año. Los pedos del camello salvaje australiano suman unas emisiones de efecto invernadero equivalentes a las de 300.000 automóviles que recorran 20.000 km al año.

Northwest Carbon propone el exterminio puro y duro del camello salvaje australiano. Cuenta con helicópteros, vehículos todo-terreno, armas y cuentan con los datos del Proyecto para el Control de Camellos Salvajes en Australia, una organización del gobierno que quiere controlar las manadas de dromedarios por satélite (CamelScan). Northwest Carbon se compromete al camellicidio más brutal de la historia a cambio de poder comerciar con el ahorro de toneladas equivalentes de dióxido de carbono procedentes de los pedos de los camellos y procesar su carne para alimentar perros, gatos y animales de granja.

Parece... ¿inverosímil? Pues sepan que el gobierno australiano está evaluando seriamente la propuesta de Northwest Carbon, para incluirla en el plan nacional para la reducción de gases contaminantes del sector agrícola, plan que obedece a los compromisos de Australia sobre la limitación de gases causantes del cambio climático.

Piensen un poco y verán que hay gato encerrado. Calculen, si no, cuánto metano peen las hormigas australianas... y nadie habla de exterminarlas.

La crisis del pepino (II)

En la fotografía, doña Clara Aguilera, consejera de Agricultura de Andalucía, engulle pepinos delante de la prensa, como si le fuera la vida en ello. Ñam, ñam, en dos bocados desaparece la mitad de la hortaliza... La imagen me da un repelús tremendo, porque un servidor de ustedes no puede con los pepinos. Oler un pepino me provoca bascas; su sabor, arcadas. Y va doña Clara Aguilera y le clava el diente a un pepino crudo, así, tal cual, aquí te pillo y aquí te mato, y se pone a masticarlo a dos carrillos, ñam, ñam, y yo me pongo enfermo. Contemplo la imagen desde el horror y la consternación.

La cuestión es que doña Clara Aguilera es, quizá, el ejemplo más obsceno de engullir pepinos que hemos visto estos días, pero no ha sido el único. Los políticos y especies afines han considerado un deber sacrosanto, una obligación patria, un no da más del heroismo, engullir pepinos en público. Aquí vemos a doña Esperanza Aguirre mordisqueando una rodaja de pepino delante de las cámaras; aquí, a don Mariano Rajoy repartiendo pepinos como quien reparte caramelos; se le echa en cara al señor Rodríguez Zapatero no comerse un pepino delante del país, que es lo único que le faltaba al pobre hombre; los debates televisivos y radiofónicos se llenan de patriotas que, pepino en mano, ensalzan sus virtudes sin par; la ministra Pajín anima a comer pepinos, que van muy bien para la salud...

El espectáculo es grotesco, no me digan que no.

La crisis del pepino (I)

Theodore von Escherich descubrió un microbio al que bautizó Bacterium coli. Años más tarde, los científicos rebautizaron al bicho, que pasó a llamarse Escherichia coli, en honor del caballero. Por abreviar, la llaman E. coli. Es una de las bacterias que más interés ha despertado entre los biólogos porque, atención, es uno de esos bichitos que viven en nuestro tracto digestivo. Las E. coli fermentan la glucosa y la lactosa, retienen para nosotros las vitaminas B y K... Son bacterias anaerobias, que se desplazan de aquí para allá con la ayuda de flagelos peritricos (moviendo unos pelitos, para entendernos) y que vive, literalmente, en (y de) la mierda.

Eso sí, la E. coli, tan buena que parecía, tiene una mala idea que para qué. Si usted pilla una E. coli, que Dios le pille confesado: puede sufrir infecciones generalmente graves, del aparato intestinal o del aparato excretor (provocando, por ejemplo, diarreas hemorrágicas), cistitis, meningitis, peritonitis, mastitis, septicemias y hasta neumonías.

A tal punto llega la mala leche de la bacteria que los biólogos clasifican las E. coli por el daño que provocan en los animales o en el ser humano. Son agresivas, patógenas convulsivas y tóxicas un montón. Pero nos cruzamos con ellas prácticamente todos los días, a todas horas.

La principal vía de contagio de la E. coli es fecal. A la que hay mierda por medio, hay E. coli. Si usted no se lava las manos después de quedarse tan a gusto y manipula un alimento, las más de las veces alguien pillará un dolor de tripas. La limpieza, la correcta manipulación y la cocción de los alimentos alejan el peligro. Sin duda, la E. coli es una de las principales causas de intoxicación alimentaria.

De ahí surge la llamada crisis del pepino. En Alemania, una cepa de E. coli altamente tóxica ya ha dejado tras de sí una treintena de muertos y el suplicio intestinal de miles de personas. Las autoridades de Hamburgo, desbordadas por la epidemia, comentaron en voz alta que la E. coli había salido de una partida de pepinos españoles. Aquí se armó la de Dios es Cristo y mucha gente ha quedado en evidencia, especialmente las autoridades sanitarias alemanas y de la Unión Europea, que no han dado la talla.

Hay que decir, sin embargo, que los inspectores alemanes habían interceptado pepinos patrios con E. coli. Que éstos pillaron la bacteria aquí, allá o yendo de aquí para allá, quién sabe, pero ahí están los análisis. Sin embargo, la E. coli de los pepinos españoles no era la misma E. coli que estaba haciendo una escabechina entre los consumidores alemanes.

Luego le tocó el turno a la soja. También pillaron E. coli en la soja alemana, pero tampoco era la E. coli culpable de la epidemia. La situación sanitaria alemana comenzaba a parecer deficiente. Pepinos, soja, tomates, lechuga...

Al final, tras mucho darle vueltas, han dado con el foco de la infección: el cultivo biológico de brotes de semilla en la Baja Sajonia. En pocas palabras, los agricultores biológicos de la Baja Sajonia no siguieron las más elementales normas de higiene. Es una pena, porque ciertos personajes confunden lo biológico, lo ecológico, lo natural, lo sano y la porquería, y al final acabamos pagándolo todos.

Una agricultura tradicional puede ser limpia y segura, y no es contraria a las normas de higiene que reducen al mínimo la contaminación de E. coli u otros problemas sanitarios. Tendrá sus ventajas y sus inconvenientes, pero bien hecha es tan segura (o tan poco segura) como cualquier otra. Sobran los ejemplos.

Si me permiten, un apunte final sobre tanto palabro y tanta tontería. ¿Qué es un cultivo biológico? ¿Conocen ustedes algún cultivo que no sea biológico? ¿No podrían llamar a las cosas por su nombre? Por ejemplo, agricultura artesanal, tradicional o algo parecido. Con ecológico, tres cuartos de lo mismo. ¡Cuánto cuesta hablar con un poco de propiedad! Parece que a nadie le importe un pepino hablar bien.

Chiste

--Perdone, ¿puedo serle franco?
--Sí, faltaría más.
--Pues queda inaugurado este pantano.

Malo, ¿verdad?

Sostenible e insostenible

El ínclito señor don Josep Antoni Duran i Lleida, líder de la fracción carca de CiU y famoso por lo que se cuenta de él y de las señoras que fuman, aseguró el otro día que el sistema sanitario público actual era insostenible. ¡Valiente perogrullada! Sostenible quiere decir, a la RAE me remito, que puede mantenerse por sí mismo, pero todos sabemos que la sanidad pública no se mantiene ella sola por sí misma mismamente, sino que la mantenemos entre todos, pagando nuestros impuestos, que administran los Presupuestos del Estado o de la Comunidad Autónoma que a uno le ha tocado en suerte. Por lo tanto, evidentemente, la sanidad pública es insostenible, por definición, y no puede ser de otra manera: no es un negocio. Para que tire adelante, está el Estado. Punto.

Quizá el calvo no hablaba de la sanidad, sino de la salud. En catalán, muchas veces se dice salut por sanitat, y aunque está mal dicho, tenemos un Departament de Salut, no de Sanitat, y no me pregunten por qué. Ojo al dato: la salud también es insostenible, seguro. Porque, aunque parezca sostenerse, al final morimos, ya ven qué cosas.

Lo que venía a preguntar el señor Duran i Lleida es para qué invertir en la sanidad (o la salud) pública, si al final, la diñamos todos. Lo mejor es dejar de malgastar el dinero, dejar de pagar impuestos que no servirán para nada y si un rico quiere pagarse un médico, que se lo pague de su bolsillo. Así, con el tiempo, los pobres vivirán menos, disminuirá el número de parados y se reducirá el gasto del sistema de pensiones.

Sin embargo, no es insostenible el modelo de radio y televisión públicas en Cataluña. La Sindicatura de Comptes ha publicado el resultado de sus pesquisas sobre TVC (Televisió de Catalunya) y se nos ponen los pelos de punta. Entre 2007 y 2009, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña se gastó casi dos mil millones de euros para eliminar la deuda de nuestra televisión. En pesetas, más de 300.000 millones, que ya son millones, fíjese usted. Es que, en euros, parecen menos.

Lo peor del asunto es que los gastos corrientes de TVC en 2007 se cubrían casi en un 45% por los ingresos publicitarios; en 2009, sólo un 25%. Eso quiere decir que cada vez hay más competencia publicitaria, que baja la audiencia y los catalanes pagamos cada vez más por ver cada vez menos el NO-DO, perdón, el Telenotícies.

Pero la pregunta que me escama es... Tanto dinero ¿en qué lo gastan?

De verdad, en serio, ¿en qué? El sueldo medio de un trabajador de la TVC es de 65.000 euros al año, pero los sueldos de tanta gente no suman dos mil millones. Se contrata a dedo, dice la Sindicatura, pero ¿tanto? ¿Cuesta dos mil millones de euros levantarse con la verborrea del señor Cuní y acostarse después del NO-DO? Por Dios, que me lo expliquen. ¿Por dónde se va toda esa pasta?

Eso sí, de la boquita del ínclito señor Duran i Lleida jamás saldrá la palabra insostenible referida al actual modelo de TVC, que es realmente, objetivamente, inapelablemente, insostenible. Antes que reconocer tal cosa y obrar en consecuencia, mejor será cerrar quirófanos de urgencias, aulas de primaria o dejar sin ayuda a unos cuantos abuelitos, que, total, para lo que les queda...

Qué bonito ser neoliberal con los pobres y pagar con el dinero del Estado la máquina de propaganda de los ricos. Sí, esto que he dicho es pura demagogia, pero me importa un pimiento, porque es la verdad.

Lo que me faltaba por ver

Zapeando, que es gerundio, tropiezo con Intereconomía, un canal que... En fin, un canal de televisión. En el programa Dando caña, doña Pilar Rahola es jaleada por los tertulianos de rigor. No sabría decir quién se ha mostrado más furibunda contra la progresía, si dicha señora o la reunión de habituales del programa. Sigo zapeando, mientras me pregunto qué me queda por descubrir.

Fotógrafos, fotografías y presidentes

La fotografía de un Presidente de la Generalidad de Cataluña es un asunto serio. De entrada, se tiran tres mil copias de gran formato, para que adornen los despachos de los altos cargos, para que éstos sientan en la nuca el aliento del líder patrio y guiados por su ejemplo, ejerzan el cargo con la discreción, honestidad, generosidad y profesionalidad que todos esperamos de ellos. A la vista está que la mirada orgullosa y la expresión satisfecha del líder patrio de turno no consigue los efectos deseados, pero ésa es otra historia que no concierne al caso. Lo que importa es que la fotografía en cuestión es y será el símbolo del poder político e institucional de un cargo público, de nuestro representante y nuestro primer servidor. Por lo tanto, ojo con la fotografía del president, que es un asunto de mucha enjundia.

Le faltó tiempo a don Artur Mas para hacerse la fotografía oficial. El fondo oscuro e incierto se ve iluminado por una brillante bandera catalana, que aporta luz a la escena. La bandera, medio desplegada, está situada a la derecha del president (no iba a ser a la izquierda, por favor). Artur Mas, en primer plano, levemente inclinado hacia delante, gira su cabeza para mirarnos a la cara y sonríe sin mostrar los dientes. Quiere inspirar amabilidad y confianza. Parece satisfecho, orgulloso, aunque me da que también se le ve cansado. Lleva una chaqueta de color azul oscuro; el escudo de la Generalidad de Cataluña en la solapa, en oro, como le corresponde al cargo; una camisa blanca de cuello entre italiano e inglés, a la moda, y una corbata plateada y azul, de ésas de seda natural que debe de costar un pastón que no les cuento.

Lo que sí que sabemos es lo que nos ha costado a todos la fotografía. La hizo Pedro Madueño, un fotógrafo de La Vanguardia, que se sacó unas pesetillas echándole unas fotos al jefe. La factura sube a los 324,78 euros. ¿Les parece mucho?

Sabemos lo que nos ha costado la fotografía porque doña Laia Ortiz, diputada de IC-V, lo preguntó al Gobierno, lo que está bien, pues para eso está la oposición, para no quitar el ojo a lo que hace quien manda. El problema es que la respuesta del Gobierno añadió que el Departamento de Presidencia se había ahorrado, agárrense, 7.385,62 euros, pues la anterior fotografía oficial del president, entonces don José Montilla, había costado... ¡7.710 euros con 40 céntimos! Pero ¿cómo es posible?

El president Montilla fue fotografiado por Maria Espeus, una fotógrafa profesional que ha publicado en tantas revistas de moda y que ha retratado a muchos famosos y famosillos. En política, ha retratado a la élite socialista (la fotografía es ideología, que dijo aquél), ya sea para ilustrar campañas electorales o ya sea para tener un retrato oficial que repartir a los tuyos. La fotografía que le hizo a don José Montilla en 2006 es ésta, que publica en su sitio web junto a la fotografía que le hizo antes para pasar más mal que bien la campaña electoral.

¡Qué diferente es la fotografía de uno y otro president! Don José Montilla posa a pie firme en el Pati dels Tarongers (el Patio de los Naranjos) del Palau de la Generalitat. Al fondo, entre los naranjos, alguien ha plantado una bandera catalana, que aparece claramente en el fondo, levemente desenfocada, pero también a la derecha del president (es lo que tienen las banderas, que rara vez asoman por la izquierda). Montilla y Mas coinciden en el color y el cuello de la camisa. Las dos corbatas tienen tonos plateados de fondo, aunque Montilla lleva una corbata a rayas negras y Mas, decorada con una red de rombos azules. Montilla viste de color marengo, lleva una chaqueta de tres botones, completamente abrochada, que le da un aire de morcilla (aunque el traje es excelente, hecho a medida). Montilla lleva las manos a la espalda, saca pecho, sonríe ladinamente, queriendo parecer accesible y bonachón. Si el retrato de Mas es un primer plano, el retrato de Montilla es un plano americano. Si Mas se inclina hacia delante y ladea la cara para mirarnos, Montilla se planta de frente, muy tieso.

Estas diferencias no cuestan más de siete mil euros, me dirán ustedes. Pero el personal busca excusas. La fotografía como tal costó apenas 3.500 euros, dicen los montilleros. Lo demás, añaden los que explican el sucedido, fueron gastos de personal, de edición y otros gastos. Así, por ejemplo, como hacía mucho frío, llenaron el Pati dels Tarongers de estufas apuntando al president, para que el resultado de la sesión fotográfica no fuera el de un anuncio de merluza congelada. Eso sí, se ahorraron mucho maquillaje porque, a decir de la señora Espeus, el cutis de Montilla era perfecto y no requería apenas retoques. Será fácil caer en el chiste del president inexpresivo y soso, incapaz de gestionar el rostro en busca de un reflejo emocional, pero yo me remito a lo que dijo la fotógrafa, preguntada sobre este asunto.

En fin, que a uno le vienen ganas de ganarse la vida disparando a los presidentes. Disparando fotografías, se entiende, no vayan a pensar ustedes según qué.