El discurso fúnebre de Pericles

Me permito copiar unos fragmentos del Discurso fúnebre, de Pericles, tal como lo recoge Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso. Vamos allá.

Nuestra constitución no copia leyes de los estados vecinos. Más bien somos patrón de referencia para los demás, en lugar de ser imítadores de otros. Su gestión favorece a la pluralidad en lugar de preferir a unos pocos. De ahí que la llamamos democracia.
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Abrímos nuestra ciudad al mundo. No les prohibimos a los extranjeros que nos observen y aprendan de nosotros.
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En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia.
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Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus diferencias privadas. En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en la vida pública se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mérito. Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un ciudadano es útil para servir al estado, no es obstáculo la oscuridad de su condición.
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La libertad de la cual gozamos en nuestro gobierno, la extendemos asimismo a nuestra vida cotidiana. En ella, lejos de ejercer una supervísión celosa de unos sobre otros, no manifestamos tendencia a enojarnos con el vecino, por hacer lo que le place.

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