Los pingüinos abducidos y las timopulseras


Este artículo de la revista Nature ha provocado una pequeña revolución. El artículo se titula Reliability of flipper-banded penguins as indicators of climate change (Fiabilidad de los pingüinos anillados como indicadores del cambio climático) y lo firman las damas y caballeros siguientes: Claire Saraux, Céline Le Bohec, Joël M. Durant, Vincent A. Viblanc, Michel Gauthier-Clerc, David Beaune, Young-Hyang Park, Nigel G. Yoccoz, Nils C. Stenseth e Yvon Le Maho, que no son pocos.

El cambio climático es lo que tiene: cambia los hábitos migratorios o alimentarios de algunos animales. El pingüino, como vive en lugares gélidos e inhóspitos y se alimenta en aguas polares, era un animal ideal para estudiar el asunto. Los biólogos no se lo pensaron dos veces y anillaron algunos pingüinos rey (Aptenodytes patagonicus) con banda y transponedor. Es decir, que se entienda, con una especie de pulsera brillante en la aleta que emitía una señal capaz de identificar al pingüino y localizarlo en medio de la bandada. Los naturalistas explican el porqué de tanta electrónica. Los pingüinos se parecen tanto los unos con los otros que somos incapaces de distinguirlos entre sí, afirman.

Ahí radica el problema. Según el artículo que ha publicado Nature este mes, el pingüino anillado se distingue del vecino y eso no es bueno a la hora de buscar pareja. Se creía que los pingüinos se acostumbraban a la pulsera, pero parece ser que no. Las pulseras provocan roces que son molestos y es posible que el pingüino marcado tenga que cansarse más cuando nada. Además, la pulserita brilla y se ve de lejos. Eso quiere decir que los depredadores del pingüino se felicitan por el invento, que les pone las cosas fáciles.

En resumen, los pingüinos anillados se reproducen un 40% menos y viven un 16% menos que los pingüinos normales. El estudio pone en cuestión algunos estudios de la pingüinística contemporánea y propone su revisión. El debate está abierto y ya veremos en qué acaba, porque no es concluyente.

Yo lo veo así. Imaginen la escena. Un pingüino anillado se acerca a una pingüina y le pregunta qué tal, por romper el hielo (nunca mejor dicho). El pingüino, que hace mucho que no se come un rosco, va directamente al grano, pero la pingüina recela. Al final, surge el asunto de la pulsera. El pingüino suspira y cuenta lo siguiente:

Estaba yo tan tranquilo, en mis cosas, cuando aparecieron unos seres altísimos, zancudos, que no tenían plumas. Su piel era brillante, de vivos colores, y emitían sonidos extraños, como ¡Cógelo, que escapa! Me asusté mucho, intenté huir, pero me atraparon. Y no dejaban de gritar: ¡Cógelo, que escapa! ¡Cógelo, que escapa!... Todavía siento escalofríos cuando lo recuerdo... En fin, que se me llevaron a un lugar extraño, cálido y luminoso, y me extrajeron muestras de tejidos. Perdí el sentido. Desperté de nuevo donde me habían capturado, con esta pulsera que ves. Eso es todo. Todavía no me lo explico.

La pingüina pone cara de no creer una palabra y le pregunta al galán si éste la ha tomado por boba o idiota. Qué abducción ni qué niño muerto, exclama. Le da calabazas y el pingüino se retira con el rabo entre piernas. Se daría al güisqui si lo tuviera a mano y maldice el día que lo anillaron. Yo, antes, tenía pingüinas así, así, se queja. Se siente el centro de todas las miradas y pasa mucha vergüenza.

En cambio, entre los seres humanos se da el caso contrario. A la que aparece un hombre (varón o mujer) con la timopulsera en la muñeca, esa pogüerbalans dabuten magnético-biológica chachi piruli, nadie cuestiona la estupidez manifiesta del espécimen portador y éste liga más que la cola de carpintero. Es extraño que así sea, porque la pogüerbalans dabuten magnético-biológica chachi piruli tiene su hábitat natural en la muñeca de gentes que creen que un trozo de goma con un adhesivo brillante será capaz de equilibrar sus energías, las que sean. Ahora bien, cabe decir que una persona capaz de gastarse más de treinta euros en una gilipollez tan grande vivirá sobrada de recursos pecuniarios y será tan crédula como fácil de manipular. Ergo, será la pareja ideal de muchos especímenes humanos que buscan manutención a bajo coste. Eso lo explica todo. Veremos si Nature querrá publicar mi observación, pero me temo que no me tomarán en serio.

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