A vueltas con la visita

Escribo como afectado, como afectado de refilón, porque la misa del Santo Padre en la Sagrada Familia ha provocado un revuelo gordísimo. Porque resulta que 34.000 sillas ocupan lo que ocupan (aproximadamente, lo que un millón de personas, según la Guardia Urbana), y tienen que cortarse calles, cerrarse paradas de metro, clausurarse aparcamientos y cabrear a centenares de vecinos de la Zona Cero, como ahora llaman a los alrededores del Templo Expiatorio, doce manzanas enteritas, más o menos, no asomen por ahí terroristas, ateos o gentes de mal vivir. Tengo la Zona Cero a dos pasos por arriba y me cortarán la calle a dos pasos por abajo. Alargando el cuello, con suerte veré pasar al papamóvil en el viaje de ida y en el de vuelta. Pero los vecinos afectados ya se preguntan por qué la tuneladora no echó abajo el templo.

Se critican muchas cosas de la visita. La primera, que dé el visto bueno a la Sagrada Familia, viendo cómo la están dejando. Pero esta crítica es mía, que soy gaudiniano de Pedrera y prefiero las monas de Pascua de chocolate. No me hagan mucho caso. Se critica, cómo no, el coste de la visita, y quién lo sufraga. Éste es un asunto peliagudo: el Obispo de Roma es también un jefe de estado. De acuerdo, la Ciudad del Vaticano es un estado de chicha y nabo en kilómetros cuadrados y su ejército... En fin... Pero nadie negará que el monarca absoluto de ese estado tiene su influencia por esos mundos de Dios (nunca mejor dicho) y que cualquier cosa que diga Su Santidad la escuchará mucha gente, para bien y para mal. Pero ¿cuánto cuesta el viaje? ¿Quién lo paga? Etc. Discutan ustedes. (Más en Lc. 7, 37-50, Mt. 26, 6-13, etc.)

Luego vienen las críticas ideológicas. Ya saben que quemar iglesias y conventos es una tradición popular catalana que se remonta varios siglos atrás, como los toros. Aunque ambas cosas se han prohibido, algo de eso queda. Por ejemplo, un grupo de cristianos de base se encerrarán a rezar en una iglesia para que Dios ilumine al Santo Padre y le conceda una visión menos dogmática del asunto; un grupo de homosexuales quiere besarse en público delante de la Catedral, por darse a conocer; una asociación de ateos suspende en matemáticas y quiere reunir a diez mil personas en la Plaza de Sant Jaume (donde apenas caben tres mil, apretaditas, muy apretaditas); los hay que para darse importancia y salir retratados se muestran contrarios, indignados o irritados, como los hay que sinceramente se sienten contrariados, indignados o irritados por algunas de las cosas que hace o tolera la Santa Madre Iglesia; los hay que cuelgan banderas amarillas con dos, tres o cuatro rayas rojas, por manifestarse políticamente. Etc. También hay quien está a favor de la visita, porque en Cataluña también se dan católicos. Haberlos, haylos, y han firmado manifiestos aquí y allá. A este guirigay se le llama libertad de expresión y mientras no se peguen en la calle unos con otros ni quemen iglesias con gente (o toros) dentro, es lícito que cada uno diga lo que piensa.

Si les duele, que se encomienden a Santa Paciencia.

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