El cañón del Baluarte


Durante años, estuvo enterrado en cemento, mostrando apenas el cascabel a los indígenas, que no prestaban atención al caso. Cuando un turista entendido señalaba que se trataba de un cañón, la respuesta era siempre la misma: Pues ¿qué iba a ser, si no? Al final, no se sabe muy bien cómo ni por qué, rescataron la pieza del olvido y la devolvieron a su puesto en la batería.

Es un cañón de hierro de una batería de costa de finales del siglo XVIII. Como la artillería española de aquel entonces seguía el sistema Gibreauval, estimo, a ojo y sin tomar medidas, que se trata de una pieza de doce libras, que tendrá poco más o menos un calibre de 100 mm. Cuentan que este cañón y el resto de la batería ametrallaron a los malvados ingleses desde el Baluarte, y que unos y otros se pasaron bala va y bala viene sus buenas cuatro horas. Al final se largaron los ingleses por donde habían venido, sin conseguir nada más que la quema de pólvoras y mucho ruido.

Los tiempos han cambiado y este valiente cañón sirve a propósitos mucho más pacíficos. En él se sientan niños y doncellas y ya nadie gasta pólvoras para oír su voz. Prefiere permanecer callado y verlas venir. A las doncellas, naturalmente.

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