Perdidos, lo que se dice perdidos


Un serial televisivo, Lost, que llevaba seis temporadas, ha finalizado esta noche, provocando cabreos y decepciones. Les diré por qué. Resulta que los que emiten la serie han subtitulado mal y se han comido seis minutos del penúltimo capítulo. Los perdidos por Perdidos están que quieren merendarse al gerente de Cuatro. Pero pocos confiesan que el final les ha decepcionado. La mayoría se han quedado con un palmo de narices, por qué no decirlo.

Un servidor no ha sido nunca seguidor de Lost. Me parecía mucho ruido para pocas nueces. Todo muy confuso, muy retorcido, irreal. Un hueco muy grande, una nada espantosa que pasaba por profunda. Quizá el éxito de Lost sea su sentido metafórico. Desde 2004 hemos derrochado medios y guinistas en contar qué buenos éramos y lo bien que nos iba, y era todo un espejismo. De repente, al final, se escacharra el aparato de doblar y asoma la pifia que hemos amagado tantos años. Nos descuentan un 5% de los dos últimos capítulos y nos quedamos sin serie, realmente perdidos, lo que se dice perdidos, en un mundo que no es el que nos habían dicho que era. Lo que nos queda no hay por dónde cogerlo.

Créanme, añoro The Sopranos.

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